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Sistémico Madrid
Marta Álvarez, un paso al frente
La llegada de la primera mujer a la presidencia de El Corte Inglés en 80 años coincide con un plan para despedir a 10.000 trabajadores. En Marqués de Riscal 11, donde Isidoro Álvarez encontró el amor en los años 60, su viuda y sus hijas adoptivas aún alojan sus negocios.
Hay un número obsceno de cámaras en este lugar y alguna habrá registrado que he tenido que venir dos veces. A media mañana no me atreví a levantar la vista en este tramo de la calle Marqués de Riscal, de tanto guardaespaldas trajeado y con gafas de sol y de tanto coche caro y negro que encontré junto a la sede de Bankinter —portal 13—, el palacete del Injuve —10— y la prelatura del Opus Dei —12—.
Por no mirar a nada ni a nadie, me di la vuelta y me topé, sin circuito de vigilancia a la vista, con la residencia de las Esclavas de María Inmaculada —número 14—, que ya quisiera yo esclavizarme con ellas en esos pisos de lujo y comer piedras del río. “Yo y todo lo mío, para las obreras”, tienen por lema estas monjas valencianas.
Volví horas después al portal del número 11 duplicado, pegado al lujoso restaurante Coque —11—, que antes fue la discoteca pija Archy y mucho antes el pub Riscal, y llegué hasta la misma puerta del bajo, donde se alojan las empresas de Marta Álvarez, la presidenta de El Corte Inglés.
“Somos una compañía sistémica para la economía española”, dijo en agosto tras la junta de accionistas. Marta Álvarez es la primera mujer que comanda El Corte Inglés en 80 años, un puesto que, aunque parezca que se hereda como en los viejos palacios, por vía sanguínea, en realidad ha pasado de tío a sobrino en dos ocasiones y, esta última, a hija adoptiva.
Se acepta como verdad que Marta Francisca Rey Guil y su hermana, Cristina Consuelo, habían pasado a llamarse Marta y Cristina Álvarez Guil en 2003, trocando así el apellido de su padre biológico por el de Isidoro Álvarez Álvarez, el presidente de la cadena desde los años 80. Tenían 39 y 37 años entonces, pero Álvarez las había criado desde niñas. No obstante, este detalle nominal solo se conoce oficialmente por el Registro Mercantil del 14 de enero de 2014 —hoja 1321—, apenas nueve meses antes de la muerte del magnate.
Que nadie se lleve a engaño, El Corte Inglés no es sistémico. Un emporio forjado durante décadas en la oscuridad por cientos de intrigas silenciadas gracias a inyecciones insondables de dinero a periodistas, agencias y medios de comunicación, y a un control severo de sus empleados, con el terror y la delación como estrategia para mantener prietas las filas.
Solo por tener que mencionarlo, Álvarez reconoce que El Corte Inglés no es sistémico. Su modelo de negocio es uno de los más caducos de la economía española, más incluso que el de los bancos del Ibex. Amazon y el resto de tiendas globales le comen terreno a trancos y la presión de los bancos por sus deudas le ha obligado a desprenderse de varias líneas comerciales clave —su financiera, sus ópticas, su división de informática— y de edificios señeros. Un centenar de inmuebles más no encuentran aún comprador y la familia real de Qatar, que le prestó 1.000 millones de euros en 2015, escribe cartas a sus camaradas accionistas para que se los devuelvan ya, en 2020. Por eso, El Corte Inglés prepara desde hace meses un despido masivo en su plantilla de 90.000 trabajadores, que afectará a unos 10.000, siguiendo la estela del Banco Santander, Vodafone, Día, CaixaBank y Telefónica.
Con este áspero horizonte y tras cuatro años de juicios con sus tíos y primos falangistas, un día de julio de 2019 dio un paso al frente Marta Álvarez. Solo unas semanas después se hizo público que la brecha salarial entre hombres y mujeres en El Corte Inglés es del 8,8% y que, de 129 puestos directivos, solo seis son mujeres y cobran un 40% menos. Incluso en el consejo de administración, donde hay cuatro mujeres, estas ganan menos.
Ha llegado tu momento, Marta Álvarez. Descorre las cortinas y airea la naftalina. Habla. Sonríe. Ya pasó todo. Aquí, en Marqués de Riscal, se localizan sus viejas inversiones inmobiliarias, las de su madre y su hermana —valoradas en unos 45 millones de euros—, todas ellas gestionadas por su administrador particular, Fernando Arias Rivas.
Aquí, esa siniestra piedra con ojos que parecía Isidoro Álvarez se enamoró de Josefa, la viuda del dueño del Riscal, el bar de copas al que acudía de continuo, según el periodista Javier Cuartas, con Ramón Areces, y donde, desde los años 50, millonarios y ejecutivos del franquismo perreaban a oscuras con señoras, artistas, periodistas y algún actor de Hollywood. No, si la de El Corte Inglés va a ser una historia de amor después de todo. Y con final feliz.