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Sistémico Madrid
Hernández Barrera, el tesoro de la isla mínima
Los escaparates no dejan ver el campo en este esquinazo de Lagasca con Ortega y Gasset. Vacíos por dentro y por fuera, yacen aquí, pandémicos y haciéndose compañía unos a otros, los de Channel, Balenciaga, Loro Piana, BoConcept, Golden Goose, Silvia Tcherassi y Maison à Pompon. El medio, el zaguán 88 de Lagasca responde al nombre de Edificio Lista-Lagasca. Delante de la acera hay sitio para que aparquen los embajadores de Chile (planta 6) y Angola (planta 2), y el cónsul de Portugal (planta 4), que vigila de cerca al de su excolonia y su petróleo.
Un recibidor con un bosque de bambú de fondo y un recepcionista joven pero de toda la vida mira de reojo a los currantes que salen a fumar. El cartel más grande del panel de empresas es uno de los dos que nos interesa. Leo Hisparroz, apócope de Instituto Hispánico del Arroz SA.
En otra parte he leído que Hisparroz es el mayor propietario de arrozales del Guadalquivir, con 4.500 hectáreas, menos de la mitad de lo que ocupa su latifundio, Veta la Palma (11.300 hectáreas), localizado en Isla Mayor (Sevilla), donde el río se hace marisma y donde en medio de un desolador polígono se encuentra el silo de los arroces La Fallera. También he leído que, por la falta de agua, dicen, la empresa está sustituyendo los arrozales por otros cereales de secano. La finca es toda ella un coto de caza, así que mejor que mejor.
Son los dominios de los Hernández Barrera, castellanos emigrados a Sevilla metidos en el negocio del arroz desde los años 60, gracias sus fincas y a su posición de control en la multinacional Ebro Foods, donde los herederos ─algunos ya con acento sevillano─ se reparten el 16%. Ebro controla el mercado del arroz en Europa por medio de Arroz SOS, Brillante, La Cigala, la citada La Fallera, la canaria Rocío, Sundari, Riceland, Bosto, Oryza y Reis-Fit, aunque la mitad del dinero que produce procede de su sección de pasta seca.
Será casualidad, pero en el capital de Ebro Foods se acomodan cuatro de las familias adineradas más identificadas con el franquismo de primera hora: los militares y arroceros valencianos Gómez Trénor, los petroleros y cerveceros Carceller, los también militares y también cerveceros Comenge, y los banqueros March, que se reparten el 54,37%.
El salto a las finanzas es el signo de los tiempos en las familias de siempre. También de las que producen comida
Pero no he venido hasta aquí solo por el arroz, la pasta seca, las tierras inundadas, el ganado vacuno, las piscifactorías de lubinas y doradas y los edificios y locales de Sevilla de los Hernández. Debajo de Hisparroz leo el rótulo de Magallanes, la gestora de fondos controlada por la rama familiar de las hermanas Hernández Rodríguez, que promueve el capitalismo popular y mueve unos 2.000 millones de 19.000 clientes en España y Luxemburgo.
El salto a las finanzas es el signo de los tiempos en las familias de siempre. También de las que producen comida. Buena parte de sus activos proceden de la propia familia y los réditos del arroz, como la sicav Soixa, con 264 millones.
Casi me he acostumbrado en estos barrios de bien a la cabaña de secundarios recurrentes formada por porteros serviciales, las furgonetas que descargan las cibercompras y los materiales de construcción y las pilas de pladur para charolar los viejos tabiques de las casas del barrio Salamanca. Y los Audis. Siempre hay uno blanco cerca. Siempre pasa alguien con el pantalón blanco cerca. Pero hoy me he levantado valerosa y, por mí y por todos mis compañeros, llamo gilipollas al portero con gafas de una finca vecina donde leo “Oficinas libres”. Aquí, se sabe, es donde el covid está haciendo estragos, y no en la avenida de la Albufera.