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Sidecar
¿Resurgimiento del correísmo?
Las elecciones celebradas en Ecuador el 20 de agosto pasado depararon algunas sorpresas, si bien parecían marcar el regreso a una pauta de comportamiento bien conocida. Tras la conmoción provocada por el asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio el 9 de agosto, un abarrotado campo de contendientes presidenciales se clarificó para configurar una segunda vuelta, que pone frente a frente a una partidaria de la restauración del proyecto bolivariano y un vástago de la elite ecuatoriana: el 15 de octubre, Luisa González, candidata del Movimiento Revolución Ciudadana, la propuesta política del expresidente Rafael Correa, se enfrentará a Daniel Noboa, empresario de centro-derecha educado en Estados Unidos e hijo del magnate bananero y seis veces aspirante presidencial fallido Álvaro Noboa. Sin embargo, las esperanzas de poner fin a la turbulencia política de Ecuador siguen siendo escasas: la segunda vuelta sólo dará lugar a una presidencia breve y a un parlamento efímero, ya que los vencedores cumplirán el resto del mandato original del presidente Guillermo Lasso antes de que se celebren nuevas votaciones en 2025.
Las elecciones anticipadas de agosto se celebraron dos años antes de lo previsto por mor de la decisión de Lasso de disolver la Asamblea Nacional ecuatoriana el pasado mes de mayo. Lasso sobrevivió por poco a una votación para destituirlo en junio de 2022, pero a partir de enero de 2023 se enfrentó a crecientes acusaciones de corrupción, incluidos informes que vinculan a miembros de su familia con poderosas figuras de la mafia albanesa que operan en Ecuador. En mayo, después de que la Asamblea Nacional iniciara el procedimiento de destitución, invocó el dispositivo constitucional de la denominadas «muerte cruzada» previsto en la Constitución de 2008, cuyo Artículo 130 permite al presidente del gobierno, que en Ecuador es simultáneamente el jefe del Estado, o a la Asamblea Nacional destituirse recíprocamente con la condición de que se celebren nuevas elecciones presidenciales y legislativas. Diseñado para evitar el bloqueo político-institucional, en este caso se utilizó para evitar que Lasso fuera expulsado del poder sin más contemplaciones.
Desde 2021 Lasso ha declarado diez veces el estado de emergencia en distintas partes del país por razones relacionadas con la seguridad, pero ello no ha servido para frenar la oleada de asesinatos
El nuevo ciclo electoral también desvió la atención del historial de Lasso. Durante su mandato se ha verificado un crisis económica continuada –el PIB per cápita de Ecuador se redujo el 5 por 100 entre 2019 y 2022, el peor resultado registrado en América Latina»– y se ha producido un enorme incremento de la violencia. Ecuador ha pasado de tener una de las tasas de homicidios más bajas de América Latina a mediados de la década de 2010 a lucir ahora la cuarta más alta del continente, que sitúa al país entre Colombia y México. En 2022 la tasa de homicidios alcanzó los 26 por 100.000 habitantes, el doble que el año anterior, y es probable que la cifra de 2023 sea todavía más elevada.
Casi la mitad de los asesinatos de este año se han producido en la ciudad de Guayaquil. La geografía de la violencia apunta a su origen: como principal puerto del país, Guayaquil es un recurso altamente estratégico para el crimen organizado. Los grupos narcos ecuatorianos, en coalición con los cárteles de la droga mexicanos y las redes mafiosas balcánicas, han ganado en riqueza y poder durante los últimos años y su alcance se extiende desde las cárceles del país hasta el corazón de la elite política, si nos atenemos a las informaciones arrojadas por la investigación sobre la familia de Lasso. Desde 2021 Lasso ha declarado diez veces el estado de emergencia en distintas partes del país por razones relacionadas con la seguridad, pero ello no ha servido para frenar la oleada de asesinatos. Además de la caída en picado del nivel de vida, la violencia ha sido uno de los principales factores que han provocado un aumento masivo de la migración: 1,4 millones de ecuatorianos abandonaron el país en 2022 y otros 800.000 lo han hecho en lo que va de año.
La preocupación por la seguridad ya ocupaba un lugar destacado en la agenda antes de que la muerte del candidato presidencial Villavicencio la catapultara a la atención internacional. Villavicencio no era la primera figura política objetivo de la violencia organizada. En febrero fue asesinado el alcalde de Puerto López, ciudad costera de la provincia de Manabí, y en julio fueron asesinados el alcalde de Manta, la principal ciudad de esa provincia, y un candidato a la asamblea local de la provincia de Esmeraldas. Pero el asesinato de Villavicencio fue aparentemente de otro orden, sobre todo porque se produjo poco después de que el candidato revelara que había sido amenazado por un líder pandillero encarcelado. Pocas horas después de su muerte, las autoridades detuvieron a seis colombianos que presuntamente trabajaban para narcos ecuatorianos, aunque la familia de Villavicencio también insinuó la complicidad del Estado en el crimen.
Villavicencio, exdirigente sindical del sector petrolero y más tarde periodista, se convirtió en la década de 2010 en un activista contra la corrupción y fue un destacado opositor al gobierno de Correa. Obligado a la clandestinidad y luego al exilio, regresó tras la toma de posesión de Lenín Moreno en 2017 y entró en la Asamblea Nacional en 2020. Además de atacar la corrupción, su programa de campaña para 2023 incluía propuestas contra la delincuencia, como la construcción de una nueva prisión de máxima seguridad, la militarización de los puertos de Ecuador para estrangular el tráfico de drogas y la creación de una «unidad antimafia», que contaría con apoyo extranjero.
Villavicencio no era el único candidato partidario de la ley y el orden, que se presentaba a estas elecciones: también concurría Jan Topic, miembro del Partido Social Cristiano, un antiguo mercenario de la Legión Extranjera francesa, que ha profesado su admiración por las políticas de mano dura del presidente salvadoreño Nayib Bukele. Luisa González, por el contrario, hizo más hincapié en su programa en la prevención, que por lo demás ofrecía débiles ecos de la agenda social del gobierno de Correa, prometiendo un aumento del gasto en sanidad y educación y la renegociación de la deuda del país.
El desplome del apoyo a Yaku Pérez fue aún más sorprendente, si se tiene en cuenta el éxito de dos referendos que cuestionaban el modelo extractivo seguido por el país
El día de las elecciones, la candidata de la Revolución Ciudadana cumplió con las expectativas, pero pocos habían previsto el resto de los resultados. Con una alta participación del 81 por 100, el 33 por 100 de los votos de González representaba tan sólo un punto porcentual más que el total obtenido en la primera vuelta de 2021 por su compañero de fórmula Andrés Arauz. Al igual que Arauz, González cosechó los mejores resultados en la costa, obteniendo el 38 por 100 de los votos en la provincia del Guayas y el 50 por 100 en la de Manabí. Mucho menos predecible era la identidad de su rival más cercano. Daniel Noboa había estado registrando resultados de un solo dígito en las encuestas durante el período previo a las elecciones y rara vez se le mencionaba como posible contendiente en la segunda vuelta, a pesar de su augusto apellido y su autopresentación como joven tecnócrata. Sin embargo, obtuvo el 24 por 100 de los votos y fue el primero en seis de las veinticuatro provincias de Ecuador.
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A este resultado imprevisto hay que añadir la magnitud de los votos que fueron a parar a Villavicencio y Topic. El nombre de Villavicencio seguía en la papeleta el 20 de agosto y parece probable que los sentimientos de pena, indignación o simpatía se sumaran a su cuenta. En las semanas anteriores a su fallecimiento figuraba en cuarto o quinto lugar, pero al final terminó tercero obteniendo el 17 por 100 de los sufragios, siendo el más votado en cuatro provincias y obteniendo en quince de ellas entre el 20 y el 30 por 100 de los votos. Topic, por su parte, acabó cuarto, cosechando el 15 por 100 de los sufragios, aunque fue tercero en media docena de provincias.
Pero quizá el hecho electoral más sorprendente sea el desastroso resultado obtenido por Yaku Pérez. En 2021 se había presentado por el partido indígena Pachakutik y, canalizando el sentimiento anticorreísta y el descontento con el modelo económico extractivo de Ecuador, había obtenido el 19 por 100 de los votos en la primera vuelta. Apenas superado por Lasso, su llamamiento a la abstención en la segunda vuelta en lugar de apoyar al candidato de la Revolución Ciudadana, Alfredo Arauz, allanó el camino de Lasso al poder. Esta vez, con Pachakutik dividido y sin apoyar a ningún candidato, Pérez sólo obtuvo el 4 por 100 de los votos. El desplome de su apoyo fue aún más sorprendente, si se tiene en cuenta el éxito de dos referendos que cuestionaban el modelo extractivo seguido por el país. En uno de ellos, el pueblo ecuatoriano votó en contra (59 por 100) de la exploración petrolera en el parque nacional de Yasuní (frente 41 por 100 a favor), mientras que en el otro los votantes de la provincia de Pichincha acordaron medidas para bloquear la minería en el bosque del Choco Andino (68 por 100 frente al 32 por 100). Queda por ver hasta qué punto estos veredictos influyen realmente en la política, pero será difícil ignorarlos.
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En virtud del dispositivo constitucional de la muerte cruzada, el 20 de agosto también se celebraron elecciones a la Asamblea Nacional y en este caso la votación produjo una fragmentación similar. El Movimiento Revolución Ciudadana obtuvo mejores resultados que su candidata presidencial, logrando hacerse con el 39 por 100 de los votos, al igual que Construye, de Villavicencio, que obtuvo el 21 por 100; pero Acción Democrática Nacional, de Noboa, obtuvo peores resultados, haciéndose con el 15 por 100 de los sufragios, al igual que el Partido Social Cristiano, que cosechó el 12 por 100. Los resultados significan que ningún partido tendrá una mayoría clara en la Asamblea Nacional y que las minorías de bloqueo podrían unirse más fácilmente que una coalición gobernante. Quienquiera que gane la presidencia de Ecuador en octubre probablemente se enfrentará a un camino tortuoso.
Aunque el resultado de la segunda vuelta es difícil de predecir, puede afirmarse que Noboa tiene más posibilidades de ganarla. Si sumamos el 33 por 100 de los votos obtenido por González y el 24 por 100 cosechado por Noboa, está en juego algo menos de la mitad del electorado. A juzgar por los resultados de la primera vuelta, es poco probable que esta se divida por igual. Entre ellos, Villavicencio y Topic, ambos candidatos partidarios de un planteamiento de ley y orden de un tipo supuestamente posideológico, obtuvieron más del 30 por 100 de los votos. La inclinación de sus partidarios en octubre parece que será decisiva. A primera vista, ambos grupos de votantes parecen tener más en común con los de Noboa que con los de González. Sin embargo, aunque el Topic ya ha respaldado a Noboa, no es obvio que los votantes del Partido Social Cristiano sigan su ejemplo: un determinado número entre ellos podría, como ya han hecho en otras ocasiones en el pasado, alinearse con el correísmo. Sin embargo, los mercados de bonos ya se han animado ante la perspectiva de una victoria del candidato «favorable al mercado», lo que sugiere que los dados están echados.
La principal dificultad a la que se enfrenta González es la de ampliar su base de apoyo lo suficiente como para construir una mayoría. La similitud entre su resultado en la primera vuelta y el obtenido por Arauz en 2021 indica la solidez del voto mayoritario de la Revolución Ciudadana, pero al mismo tiempo define sus límites. Superarlos implicará una formación habilidosa de coaliciones y regateos. Mientras tanto, el fantasma de Correa planeará sobre estos esfuerzos: González ha sido ampliamente considerada como una sustituta del expresidente, actualmente en el exilio tras haber sido condenado en 2020 a ocho años de prisión por corrupción. Dado el carácter interino del gobierno que se elegirá en octubre, una victoria de González sería probablemente el preludio del regreso de Correa al país y de su posible candidatura presidencial en 2025.
En más de un sentido, pues, la segunda vuelta de octubre se enmarcará como una batalla entre el correísmo y el anticorreísmo. González se enfrenta a otro obstáculo. La votación de agosto en Ecuador se ajusta en muchos aspectos al patrón de voto contra el candidato que ocupa el poder registrado en la región latinoamericana: la candidatura de Javier Milei en Argentina es el ejemplo más flagrante, la victoria de Bernardo Arévalo en Guatemala el más esperanzador. No sólo Topic y Villavicencio obtuvieron buenos resultados, sino que también Noboa se ha presentado ofreciendo «nuevas ideas». En este contexto, la promesa de González de recuperar los mejores tiempos de la experiencia bolivariana puede resultar de una espada de doble filo. Y aunque su atractivo se basa en repetir los éxitos de Correa, tanto en Ecuador como en América Latina en su conjunto, el panorama social y económico es mucho más sombrío de lo que lo era en el apogeo de la revolución bolivariana.