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Senegal
Sencir: cuando el circo es el camino
El capirote de la carpa azul de Sencirk se vislumbra tras unos muros de hormigón que protegen las inmediaciones de la Piscina Municipal de Dakar. Un camino arbolado, por el que corretean niños con trajes escolares, da paso a la entrada a esta compañía. Nos recibe un mapa blanquecino del continente africano, donde se puede leer en inglés: “África dividida: corrupción, guerra, pobreza”. A su lado, según nos cuentan, en algún espectáculo hubo uno igual, pero sin nada escrito, preparado “para que entre todos construyéramos el África que queremos”. La bienvenida al espacio deja claras las intenciones de la primera compañía de circo de Senegal: el circo puede ser más que acrobacias y entretenimiento.
Sencirk está ligado a la historia personal de su fundador, Madou Fata Touré, quien huyó de una escuela coránica en Gambia y llegó a Senegal, mes y medio después, en busca de su abuela. Al no encontrarla, se vio durmiendo y deambulando por las calles hasta toparse con el centro de acogida L’empire des enfants. Allí, además de cariño y formación, conoció a Djef Djel, la asociación sueca que le acercó al circo por primera vez. Tras una estancia en Suecia, donde aprendió las artes circenses en profundidad, volvió a Senegal con la determinación de compartir lo aprendido con gente como él.
"Nuestra idea es que vean el circo más allá de un hobby, puede ser una manera de llegar a fin de mes”
Desde entonces han pasado casi 15 años en los que Sencirk ha ido creciendo y asentándose como una asociación que apoya a niños y jóvenes con pocos recursos para formarlos en este tipo de circo. “Nuestra idea es que vean el circo más allá de un hobby, puede ser una manera de llegar a fin de mes”, cuenta Marietou T. Marame, directora de espectáculos de la compañía.
Actualmente, trabajan con más de 200 niños, desde los cuatro años de edad, en escuelas y centros sociales, con quienes emplean las técnicas artísticas con una clara intencionalidad educativa. Los valores del circo social, señalan, van de dentro hacia fuera. Este circo social quiere romper la barrera entre lo artístico, lo deportivo y lo social para encontrar el espacio desde el que puedan educar de manera lúdica a los niños y niñas.
Como recalca Marame, esta enseñanza mezcla el fortalecimiento externo —que permite llevar a cabo ejercicios acrobáticos, de equilibrio o elasticidad como base— con habilidades necesarias en el día a día, como son la empatía o la estabilidad emocional. En definitiva, el conocimiento y el respeto hacia el otro y hacia uno mismo.
Muchos de los niños con los que trabajan han sido talibés, como lo fue Madou Fata, “jóvenes que estudian el Corán, que pasan parte de su día viviendo en la calle y que, en muchas ocasiones, se ven obligados a hacer otras cosas para mantenerse”, relata Marame. “Aunque ahora mismo hay centros dedicados para trabajar con ellos”— continúa— “nosotros participamos en su educación también dando clases de circo para que puedan comprobar que ser artista o profesor de circo puede ser una profesión aquí en Senegal”.
Marame, que, además de directora de espectáculos, es artista y encargada de la parte pedagógica, es una de las integrantes que nos recibe. Cuenta que llegó a Sencirk cuando se consiguió la carpa y la asociación empezó a crecer. “Yo practicaba gimnasia artística y una amiga que vio el proyecto y lo que se hacía me animó a venir. Tras conocerlo de lleno quise que más gente viniera y, como en red, fuimos viniendo cada vez más gente y más artistas”, recuerda.
Ahora mismo son unas 20 personas, todas ellas artistas y profesoras al mismo tiempo. “Aquí hacemos un poco de todo. Es una especie de círculo social. La mayoría viene aquí con una situación social de dificultad, de precariedad. No trabajan o no están escolarizados, y a raíz del circo encuentran algo a lo que poder dedicarse y en lo que pueden enfocar el futuro”, detalla Marame.
La encargada de actividades pedagógicas recalca la importancia de haber estrechado lazos con las escuelas y con centros sociales. Por un lado, para poder llegar a más niños y de forma más regular. Por otro, para poder mantenerse. “Las clases de circo y las escuelas de verano nos hacen poder pagar a los artistas a final de mes y también poder crear nuevos espectáculos”, explica, mientras cuenta que parte de la compañía se encuentra precisamente exponiendo una de las obras en un festival de circo en el extranjero.
En Sencirk se observa el marco de “una formación de formadores”, que diría el teórico de circo social Antonio Alcántara. En este sentido, el circo, además de su componente artístico intrínseco, es una herramienta educativa que transforma a la persona y que funciona asimismo como motor autónomo para avanzar como sociedad.
“Ver a una mujer ya no solo haciendo danza, teatro o circo, sino trabajando como tal, choca mucho con los valores culturales que todavía están presentes”, cuenta Marietou T. Marame
Así, desde la compañía han visto necesario abrirse a un público más amplio. “Últimamente también hemos añadido cursos para adultos, podéis apuntaros si queréis”, nos invita entre risas Marame. Y es que ella cuenta con ilusión cómo Sencirk le ha hecho conocerse a sí misma y progresar como artista. “La primera vez que tuve que participar en un espectáculo no sabía qué hacer, tenía mucho pánico escénico y no me veía capaz; pero el circo, tal y como lo queremos enseñar aquí, te da fuerza tanto interior como exteriormente para poder confiar en una misma”, detalla con firmeza.
Cada vez más mujeres
A raíz de esta anécdota, su compañera Adji Mbéne Lam, encargada de los asuntos contables y de proyectos, explica que actualmente la compañía está mayoritariamente formada por hombres, pero que cada vez hay más mujeres: “Aquí en Senegal la mujer está todavía muy relegada a la casa, al cuidado del hogar y ya está, pero yo estoy casada y tengo dos hijos y vengo aquí a ejercer mi profesión todos los días”. “¡Claro!”, añade feliz Marame, pues cuenta que, en general, es difícil dedicarse a la cultura en el país, pero que para una mujer lo es todavía más.Marame reconoce que hay deportes muy valorados y prestigiosos, como la lucha tradicional o el fútbol, ambos espacios reservados mayoritariamente para hombres. Sin embargo, “ver a una mujer ya no solo haciendo danza, teatro o circo, sino trabajando como tal, choca mucho con los valores culturales que todavía están presentes” enfatiza esta artista.
Mbéne añade que “empieza a ser aceptado que una mujer vaya a una oficina o algún trabajo de este estilo, pero no tanto que se dedique a enseñar en una carpa de circo”. Sin embargo, ella, con una sonrisa desbordante, expresa que estar en contacto con este tipo de circo le ha hecho querer seguir trabajando en esta línea.
Ante la pregunta del apoyo estatal que reciben, se ríen y se miran cómplices. Mbéne apunta que obtienen un pequeño aporte del ayuntamiento, pero que la mayor parte de los fondos del circo viene de organizaciones extranjeras, y que “por eso es importante dedicarles tiempo a los proyectos” a lo que Marame la interrumpe: “¡Nos hace un poco la vida más fácil a todos!”.
Sencirk ha participado en festivales internacionales en Francia, Suecia y también España, con espectáculos propios como Chiopite, la primera obra propia donde relatan la historia de vida de su creador, Madou Fata Touré. Ambas mujeres, además, cuentan que en sus obras quieren tener una fuerte incidencia social, partiendo de combinar la cuestión política del país con historias concretas, y que quieren hacer partícipe al espectador como parte fundamental del cambio social que buscan como compañía.
Sin embargo, Robert Diouf, un compañero que se une a la conversación, expone que “el Estado no es capaz de reconocer la labor cultural y social de Sencirk, ni tampoco de sus integrantes”. Él mismo, que ha sido doblemente campeón africano de patinaje, no ha recibido ninguna atención del presidente al respecto.
Un primer festival
No obstante, esta falta de reconocimiento estatal no les ha impedido llevar a cabo el primer festival de circo de Senegal. Bajo el nombre de Festival des arts du cirque de Dakar, a mediados de mayo se produjo el encuentro, en el que participaron diferentes compañías procedenttes de Costa de Marfil, Guinea Conakry o Burkina Faso. Esto permitió compartir experiencias y maneras de hacer circo en diferentes países del África occidental.
Como cuenta Marame, una de sus bases es “el compartir, el generar ese sentimiento de empatía que solo se crea cuando nos juntamos”. Así, la directora artística de Sencirk concluye: “Al final no podemos olvidar que el artista de circo es como un poeta, solo que expresa con el cuerpo lo que a veces nos cuesta decir con palabras”. Algo que, al final, no es más que un equilibrio perfecto entre lo que sentimos y cómo se lo contamos a los demás.