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Sanfermines
Sanfermines del 78: Una cronología de género
Los partes hospitalarios publicados en la prensa el domingo día 9 de 1978, forzosamente parciales, hablaban de seis heridos de bala, todos ellos varones y de 65 heridos de otra índole de los cuales 50 eran hombres y 15 mujeres, la relación más paritaria, con mucho, de esta cronología sobre los hechos.
Las vísperas de las vísperas en Pamplona
El 6 de mayo de 1977 la policía asesinaba a José Luis Cano después de una manifestación pro-amnistía.El 26 de noviembre lo hacía ETA, en la persona de Joaquín Imaz, comandante de la 64 Bandera de la Policía Armada.
El 11 de enero de 1978, dos militantes de ETA, Mariano Perez de Viñaspre y Ceferino Sarasola y un inspector de policía, José Baena, morían en un enfrentamiento en el barrio de San Jorge convertido en OK Corral.
El 5 de mayo ETA asesinaba al Guardia Civil Manuel López en la cuesta de Larraina.
El 6 de mayo, después del funeral por el guardia Manuel López, bandas de ultraderechistas asaltaban el Casco Viejo provocando duros enfrentamientos con simpatizantes de izquierda que se saldaron con varios heridos. Uno de ellos, Juan Eseverri, ultraderechista y subteniente de la Guardia Civil moriría días después.
Siete muertos en un año. Todos hombres. Muchos muertos para una población tan escasa. Si extrapolásemos las cifras al estado Español tendríamos que hablar de 1400 muertos por violencia política en un año. Transición viene de tránsito.
Las vísperas
A la muerte del subteniente Eseverri le siguió la detención de cinco jóvenes acusados de su asesinato, dos de ellos miembros de las peñas. Los cinco eran varones.Las protestas se sucedieron en Pamplona con un encierro de un centenar de personas en el ayuntamiento y diarios enfrentamientos con la policía que llegaron hasta el 5 de julio.
El 6 de julio todavía permanecían encerradas en el segundo piso del edificio municipal nueve personas, al menos una, mujer.
Los sanfermines más cortos
Tradicionalmente el chupinazo que daba inicio a la fiesta se lanzaba desde el segundo piso. En 1978 se lanzó desde el primero con la casa consistorial cerrada a cal y canto, no se si por miedo a nuevas protestas o a un desalojo violento, pero sí se que por miedo. Los cinco concejales que entonces conformaban la menguante corporación eran hombres, como eran hombres los 19 ediles de la última corporación franquista que habían ido dimitiendo a lo largo de aquel año.En las vísperas del cohete se produjo un motín en la prisión provincial con seis presos autolesionados. Todos varones.
El día 7 de julio se reunió la Junta Provincial de Orden Público que ratificó el despliegue de la 64 Bandera de la Policía Armada en la explanada de la plaza de toros. Todos los miembros de la Junta eran hombres.
Uno de esos hombres era Fernando Ávila, comandante de la Bandera que había tomado posesión de su cargo en marzo. Ávila venía del tercio Juan de Austria, tercero de la legión con sede en Fuerteventura y había pedido el traslado de sede y cuerpo después de la muerte de Joaquín Imaz, condiscípulo suyo en la academia militar de Zaragoza. Tras los sucesos del 8 de julio, el partido ultraderechista Fuerza Nueva emitió un comunicado difundido por la agencia Logos en el que afirmaba textualmente que “el comandante Avila podrá tener simpatías por nuestro partido, pero no pertenece a él porque la ley de Incompatibilidades militares prohíbe cualquier militancia política”. Un desmentido que lo decía todo.
También se reunió ese día, tras el tercer toro de la corrida, la comisión de Peñas, compuesta exclusivamente por hombres, que se dividió a la hora de plantear acciones de protesta en la salida de la plaza.
Esa misma comisión se reunió el día 8 y tomo la decisión, esta vez por unanimidad, de abandonar todo acto de protesta. Los detenidos tras la muerte de Eseverri habían sido puestos en libertad y los encerrados en el ayuntamiento anunciaban su abandono para el día siguiente. Quedaban seis toros para que ese espejismo de normalidad se disolviera. Tres más de los previstos porque un titular y dos sobreros decidieron vivir de rodillas antes que morir de pie y fueron devueltos a corrales.
En las localidades de presidencia presenciaban la corrida todos los parlamentarios navarros en las cortes de Madrid. Eran cinco diputados y cuatro senadores y todos eran varones como lo era el gobernador civil Ignacio Llano que abandonó el palco cuando se desplegó en el ruedo una pancarta pro-amnistía.
No voy a hablar del sexo de toros y toreros pero sí del de ese medio centenar de policías que irrumpió por la fuerza en el interior de la plaza cuando las secciones infantiles de las peñas hacían su entrada por el callejón bailando sus pancartas. Estaban comandados por el comisario Miguel Rubio, antiguo inspector de la Brigada Politico-Social y miembro, como Ávila, de la Junta de Orden Publico de Navarra, y cargaron en el interior del coso disparando munición de caucho y de plomo. Eran todos hombres.
El médico de la Plaza, Francisco Javier Martínez de Lecea, también varón, certificó haber atendido en la enfermería a 50 o 55 personas de las cuales tres presentaban heridas de bala por arma de fuego. No especificó el sexo de los atendidos pero sí que ninguno era torero.
Después de los enfrentamientos provocados por la irrupción de la policía en la plaza, las protestas se extendieron por la parte vieja y el segundo ensanche de la ciudad cobrando especial virulencia en los alrededores del gobierno civil. Hubo en esos instantes una orden y una contraorden que fue la que se impuso. El repliegue de la policía Armada fuera de la zona de conflicto y el despliegue posterior en toda la zona de conflicto. Ambas, aunque contradictorias, tuvieron que ser tomadas por alguno de los miembros de la Junta de Orden Público.
Tras la contraorden, los enfrentamientos se recrudecieron y la Policía Armada utilizó munición de guerra. Al menos 150 balas de 9 mm. Una de ellas mató a Germán Rodríguez. También varón.
Los partes hospitalarios publicados en la prensa el domingo día 9, forzosamente parciales, hablaban de seis heridos de bala, todos ellos varones y de 65 heridos de otra índole de los cuales 50 eran hombres y 15 mujeres, la relación más paritaria, con mucho, de esta cronología.
Durante esa noche fatídica se produjeron al menos tres reuniones en el interior del Gobierno Civil de miembros de las peñas y representantes de partidos políticos con el Gobernador Civil y el comisario Rubio. Ninguno de los testimonios que yo he podido recabar recuerda que participara en ellas ninguna mujer.
El 10, en el funeral de Germán hablaron seis personas, su hermana y cinco varones. El féretro lo portaban ocho hombres.
El día 11, policías de paisano ametrallaban en Donosti una manifestación de protesta por lo sucedido en Pamplona y asesinaban a Joseba Barandiaran, también varón. Los Sanfermines se suspendían definitivamente de forma oficial aunque oficiosamente llevaran rotos desde la tarde del 8 del 7 del 78. Una cifra capicúa que alguien escribió con sangre muy cerca del lugar donde cayó Germán.
En 1978 muy pocas peñas admitían a mujeres como socias y casi todas tenían madrinas pero ni siquiera con esos datos hubiese sospechado del sesgo abrumador que acabaría adquiriendo esta cronología de género, quizás porque las mozas de mi cuadrilla, que estrenaban adolescencia en esos años, se sumaban al Riau Riau, aunque algunos les chiflaran y pretendían infructuosamente que corriera con ellas algún encierro. Ambas cosas, por ley o tradición, les estaba vedadas en 1978 pero ellas transgredían ley y tradición.
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