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Movilidad
Violencia por ser mujer en bici: “¡Quién fuera sillín”, “puta” y otras lindezas
Como si siguiéramos petrificadas en la Belle Époque, cuando las mujeres que se atrevían a montar en bicicleta eran agredidas e insultadas, en la actualidad sigue siendo una quimera no recibir ningún tipo de agresión, física o verbal, cuando una mujer va sobre dos ruedas. Cuando no es un “puta” o “la puta bici”, es un consejo no pedido: “Deberías ponerte el casco”, “deberías cambiar de marcha”, “Deberías subirte el sillín”. ¿Ofrecéis también vuestras sabias opiniones a los hombres ciclistas? Pero hay señoros que incluso van más allá, y se atreven a sacar sus tentáculos por la ventanilla del coche para intentar tocar un culo. O un muslo. Como si la vida les fuera en ello. Podrían estamparse con el coche. Podrían provocar un accidente a la ciclista. Pero ellos habrían tocado un culo. O un muslo.
Los pitidos, un caso digno de estudio
Lo de los pitos, más allá de la analogía, es un fenómeno digno de un estudio, como mínimo, de la Universidad de Oxford. ¿Por qué pitan a las ciclistas? ¿Os dan puntos en forocoches por cada pitido a una mujer en bici? Y sí, también pitan a los hombres ciclistas, pero a falta de esa rigurosa investigación, no es atrevido decir que las mujeres sufrimos más los pitos. Es un hecho. Incluso cuando hay una gigantesca bicicleta blanca pintada en la calzada, pitan para que te apartes: “¡Échate a un lado, chica!”, “¡Quítate de en medio, bonita!” “¡Ponte en el carril derecho, guapa!”. Pero señor, ¿no está viendo que voy por donde tengo que ir? Quizá el problema sea una pandemia silenciosa de miopía y no nos hemos dado cuenta, como la novela de Saramago. Pero en lugar de ciegos, miopes. ¿Para cuándo una campaña institucional contra los pitidos? Son comunes las campañas públicas explicando a los ciclistas por dónde tenemos que circular, pero son pocas las que les dicen a los coches que no vamos lento, que vamos frenando el cambio climático.
Testimonios reales
“Malfollada, amargada o tontita son algunos de los insultos”. “Puta”. “Quién fuera sillín”. “Pitidos sin justificación”. “Cachetazos en el culo”. “Una vez un señor me fue a dar un golpe en la cabeza desde la ventanilla“. “Intentos de bloquearme el paso”. “Aplausos como si estuviera en La Vuelta”. “Consejos no pedidos sobre circulación (generalmente equivocados) o vestimenta”. “Muy bien lo de la bici, así pierdes peso”. ”Un día un señor me dijo que tenía las ruedas sin aire: “ve al taller a que te las inflen” me dijo, dando por hecho que no sé hacerlo”. “Silbidos y demás sonidos guturales”. Todo esto son testimonios reales de mujeres ciclistas. Ha bastado con un tweet desde mi cuenta personal, para que decenas de mujeres cuenten su experiencia; y otras muchas, por mensajes privados, por whatsapp y por telegram. Basta con preguntar para que nos demos cuenta de que lo que sufrimos cuando montamos en bicicleta no es aislado. Nos pasa a la mayoría.
Hay algunos casos que son especialmente sangrantes. “Creo que todas tenemos como para escribir varios tomos”, comenta Palo por Telegram. “Desde baboseos infinitos, a lecciones de machos que te explican cómo usar las marchas constantemente. También agresiones verbales, como que me manden a comerles lo que tienen en la entrepierna”. Cuenta que incluso una vez, un taxista le gaseó literalmente la cara por la ventanilla: “él se llevó un escupitajo encima, pero yo me quedé tosiendo un buen rato”.
En el caso de Cecilia, que hace llegar su comentario por whatsapp, explica que el mayor “espanto” lo tuvo con un conductor de autobús por Cuatro Caminos, en Madrid. Ante un malentendido, le dijo un claro “serás puta”. No contento con eso, el autobusero le fue increpando en cada parada de peatones y semáforo.
La actitud pasivo agresiva también es habitual: miradas penetrantes desagradables… “Igual que en una discoteca cuando no te apartan la mirada, aunque les ignores”, lamenta otra ciclista.
La bici, la “máquina de la libertad”
A finales del siglo XIX las mujeres comenzaron a utilizar la bicicleta. Los señoros de la época victoriana estaban en contra. Cero sorpresas. Respetados médicos se sacaron de la manga enfermedades, aunque muy poco creativas: Montar en bici daña el aparato reproductor femenino. Montar en bici provoca abortos. Montar en bici es pecaminoso. Esta última era invención de los sacerdotes. Quienes, por cierto, pusieron el grito en el cielo, y nunca mejor dicho, cuando una señora diseñó unos pantalones para que ellas pudieran ir más cómodas. Eran los bloomers, y parecían faldas abombadas, pero separadas en la entrepierna. Solo les faltó decir que las mujeres que montaban en bici eran brujas, pero eso hubiese sido un anacronismo en toda la regla. El capítulo de la caza de brujas en Europa había ocurrido un par de siglos atrás.
En definitiva, y como otra ciclista explica, “los hombres sienten que el espacio público es suyo, y nosotras que nos lo tenemos que ganar. Se sienten autorizados para increparnos, meterse con nuestros cuerpos, mientras nosotras nos sentimos doblemente expuestas”.
En cualquier caso, ya sea por la calzada o por carril, en falda o pantalón, en verano o en invierno… No están hinchado una cosa, y no son precisamente las ruedas. Solas, y en bici, queremos montarla. Igual que la que se va a montar este domingo 20 de febrero por la mañana en la “bicifestación” en Madrid, organizada por la Asociación Pedalibre para que se construya de una vez una red ciclista en la ciudad. Para que nos vean, a todos y todas. Porque haya menos pitos y más pedales.