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Residuos
Usar, tirar y enterrar
El tratamiento de residuos en el País Valencià ha estado plagado de irregularidades asociadas a los intereses económicos de un puñado de entidades, con la aquiescencia y, a veces, complicidad de los gobiernos del Partido Popular.
Todas las personas deberían preguntarse alguna vez qué pasa con la basura que producimos. ¿Cuántas conocen los impactos que genera? Hace cuarenta años, la mayoría de los residuos quedaban abandonados en el medio urbano o natural, a merced del tiempo o de los servicios de limpieza viaria. Podría pensarse que la situación ha evolucionado y se avanza hacia un modelo sostenible, pero los datos apuntan a que las mejoras no han sido tan acusadas y que, en cualquier caso, resultan insuficientes.
En el País Valencià, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), se generan cerca de dos millones de toneladas de residuos urbanos (una décima parte del monto nacional). Las últimas lecturas de la administración señalan que el 58% de esta basura acaba soterrada en los vertederos del territorio valenciano, cifra que se sitúa en los valores medios del Estado español, en el que apenas se recupera el 31% de los materiales de deshecho. El resto es incinerado.
Ferran Rosa es responsable de Política Europea de Zero Waste Europe, un organismo europeo de presión a favor de una reducción cada vez mayor de los residuos que producimos, y piensa que esta senda no es la correcta: “Está claro que España no cumplirá con los objetivos marcados por las directivas de la Unión Europea para 2020, está muy lejos de reciclar la mitad de la basura o de registrar tasas de vertido de residuos orgánicos del 35%”. Para 2030, las exigencias de Bruselas serán mucho más ambiciosas, una tasa de recuperación del 65-70% —está por determinar—y la práctica desaparición de los vertederos, apenas un 5% de los desperdicios deberán quedar bajo tierra.
El 58% de los dos millones de toneladas de basura que se generan en el País Valencià acaba soterrada en los vertederos del territorio
Infringir dichas prescripciones supondrá la imposición de sanciones millonarias que se sumarán a la larga lista de faltas que acumula el Estado. Pero, más allá del percance económico, existe una responsabilidad compartida hacia el medio ambiente. Y una cultura por construir: los datos del INE indican que el 85% de los residuos sólidos no son clasificados antes de la recogida.
LA MALA GESTIÓN de los gobiernos del PP
La mala gestión por parte de las autoridades autonómicas y provinciales ha sido la norma durante las últimas décadas. Tal y como relata Julià Álvaro, secretario autonómico de Medio Ambiente y Cambio Climático, “los años de gobierno del Partido Popular se caracterizaron por la falta de renovación y modernización de infraestructuras, las irregularidades en la supervisión de las contratas, la corrupción y la apuesta por la incineración para la eliminación de la basura”.
El acontecimiento más sonado y pernicioso de corruptelas y, a la vez, de irresponsabilidad política y administrativa fue el caso Brugal. El proceso fue incoado a raíz de las anomalías registradas en el procesamiento de los residuos de la Vega Baja de Alicante, en la planta de tratamiento que se encuentra entre Orihuela y Abanilla (Murcia), en aquel entonces, bajo licencia de explotación de la empresa ProAmbiente. De esta manera, el sumario de la trama implicó al propietario de la entidad adjudicataria del servicio, Ángel Fenoll, y cargos públicos de la Administración como la ex-alcaldesa de Alicante, Sonia Castedo, y el ex-presidente de la Diputación, Joaquín Ripoll.
“El tinglado montado por ProAmbiente ha supuesto un retraso de 11 años, en términos de gestión de residuos, para nuestra región”, señala Fanny Serrano, vicepresidenta del Consorcio Vega Baja Sostenible. En estos momentos, la zona sur de la provincia de Alicante está desprovista de instalaciones de tratamiento —parcial o completo— de RSU (Residuos Sólidos Urbanos) y necesita un nuevo plan de administración para salir de dicha situación.
En este sentido, Serrano reconoce que las tasas municipales de basuras son muy altas, dado que el coste de no tener estructuras de gestión propias es enorme. Los deshechos son enviados a los depósitos de Jijona, Villena, Alicante o Murcia. Además, “como resultado de esas malas prácticas —Fenoll lo enterraba todo—, la gente no confía en la gestión de residuos y cuesta mucho que separen la basura o que acepten una planta de procesamiento en su localidad”, concluye la concejal de Medio Ambiente de Torrevieja.
La explotación de ProAmbiente ha supuesto un retraso de 11 años para la gestión de residuos de la Vega Baja de Alicante
Otra de las irregularidades más comunes es la violación de los términos de la Autorización Ambietal Integrada (AAI) que se otorga a las empresas concesionarias del servicio de tratamiento de basuras. En muchos casos, se deposita un volumen de desperdicios superior al permitido. Por ejemplo, el Centro de Tratamiento de Residuos de Alicante (CETRA), en la partida de Foncalent (Rebolledo), registró en 2010 uno de sus picos con la llegada de más de 320.000 toneladas de deshechos urbanos procedentes de diversas regiones, cuando la licencia que ostenta solo le autoriza a manejar poco mas de 235.000 toneladas. De hecho, el vertedero lleva en funcionamiento desde 2005 y ya está al borde de su capacidad cuando los cálculos iniciales arrojaban una vida útil de 21 años.
El problema, según Rosa, es que es más barato verter o incinerar que reciclar, “y eso se soluciona con mayores tasas de vertido y de incineración”. “En muchos lugares de España”, continúa el activista, “enviar una tonelada de residuos al vertedero cuesta menos de 50 o 60 euros, mientras que en Europa no verás que baje de los 100”.Asimismo, la falta de eficacia de algunas plantas de tratamiento es palmaria y lastra las cifras de otras instalaciones con mejores prácticas: el vertedero de Villena tiene una tasa de rechazo del 77%.
ENTERRAr
La mala gestión y la dejación de funciones desembocaron en el escenario actual, con la geografía valenciana cruzada por sumideros de basura, trece en activo. Algunos de estos silos gigantescos son motivo de queja y de molestia para la población de las áreas colindantes, que temen por su bienestar pero también por su salud. Es el caso de los vertederos de Les Canyades (El Campello) y de Dos Aguas. Ambos cuentan con la participación de Fomento de Construcciones y Contratas (FCC) y ambos suscitan las denuncias de colectivos vecinales organizados en contra de los impactos que producen.
Por otra parte, las emisiones de este tipo de instalaciones son muy contaminantes para el entorno natural. Carlos Arribas, responsable de Residuos de Ecologistas en Acción, afirma que “en el mejor de los casos, el de vertederos jóvenes con protocolos exhaustivos de vigilancia y mantenimiento, se puede evitar la salida al exterior de la mitad de las emanaciones generadas por la descomposición de la materia orgánica”.
Arribas explica como las celdas de vertido expulsan lixiviados, los líquidos destilados de los residuos que se filtran entre los materiales y se impregnan de diversas sustancias que, al unirse, provocan reacciones químicas que resultan en componentes de alta toxicidad como metales pesados y fenoles. Esta contaminación puede intoxicar los acuíferos de la zona, cuya agua llega a los hogares y nutre el suelo.
De igual forma, desde Ecologistas en Acción delatan que estos cementerios de basura son responsables de la emisión de gas metano, cuyo efecto invernadero es hasta 25 veces más potente que el del CO2, y otras sustancias que son altamente contaminantes y cancerígenas. Algunos elementos como el amoniaco, el ácido sulfhídrico y el azufre generan malos olores que pueden llegar a ser asfixiantes en los casos más nocivos. Sin embargo, los productos más tóxicos y peligrosos, como los hidrocarburos aromáticos policíclicos, no huelen pero pueden ocasionar graves problemas de salud y polución ambiental.
En España, enviar una tonelada de residuos al vertedero cuesta menos de 60 euros, mientras que en Europa no baja de 100
Asimismo, el impacto odorífero tiene otra dimensión: su efecto en el día a día de los vecinos de las zonas aledañas y cómo afecta a su salud. Miguel Ibáñez vive al lado del vertedero de Foncalent y confiesa que “es horrible no poder salir a montar en bici porque el olor, a veces, es nauseabundo y en verano no podemos dormir por las noches y tenemos picores y molestias de todo tipo”.
Arribas, por su parte, también subraya los riesgos de un vertedero tras su clausura: “Una vez se ha cerrado, se deben realizar controles ambientales durante tres décadas, supervisando las aguas subterráneas y las emisiones a la atmósfera”. De esta forma, el experto reitera que este tipo de infraestructuras “son una bomba de relojería que pone en peligro el suelo, el agua, el aire y la salud de las personas”.LA BASURA es un recurso
La basura es un recurso. Ésa es la máxima de numerosas organizaciones a favor de una gestión sostenible de los residuos. “La filosofía de Residuo Cero no se limita a la reducción, sino que abarca también el uso responsable de los recursos de un planeta finito”, apunta Ferran Rosa.
En un informe de 2011 de Ignasi Puig, de la consultora ENT Enviroment and Management, se muestra el potencial de lo que enterramos: los vertederos albergan 275 millones de toneladas de materias primas valiosas. Esta idea se ve reforzada por el estudio realizado hace pocos años por la Diputación Foral de Guipuzcoa, una de las provincias más avanzadas en la gestión municipal de residuos. Las indagaciones realizadas revelan que el 81% del material que depositamos en los vertederos es recuperable: un 54% es materia orgánica, un 8,5% papel y cartón, un 5% vidrio, un 13% envases ligeros y un 0,5% madera.
En cualquier caso, los expertos apuntan que el tiempo es limitado para dar un giro completo al modelo basado en los sumideros de residuos urbanos. El estudio 'Un yacimiento en la basura', elaborado por Amigos de la Tierra y Ecologistas en Acción, evidencia como, en la última década, se ha doblado la producción de residuos a pesar de que la población urbana solo ha crecido un 30%. Del documento se desprende que la sociedad tendrá que darse prisa en abandonar los infinitivos de 'usar, tirar y enterrar' para abrazar el conjunto 'reducir, reutilizar y reciclar'.