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Racismo
Desirée Bela-Lobedde: “La fuente válida de conocimiento es la blanquitud, como posición social y política”
En su libro Ser mujer negra en España, Desirée Bela-Lobedde adopta el cabello afro como hilo conductor de una historia de raza, racismo y empoderamiento. “¿Qué son cincuenta años de descolonización en la historia frente a siglos de colonización, esclavitud y expolio?”, se pregunta.
Desirée Bela-Lobedde, de 40 años, funcionaria, bloguera, comunicadora y activista española afrodescendiente, es la autora del libro Ser mujer negra en España, publicado por Plan B, sello del grupo editorial Penguin Random House. Una recopilación vital desde su infancia hasta la adultez en la que cuenta cómo es vivir en España siendo una mujer negra. Desirée no puede ocultar quién es. Su piel es su bandera y su pelo el mástil en el que ondea. La autora adopta el cabello afro como hilo conductor de una historia de raza, racismo y empoderamiento. Una suerte de antropóloga del cuero cabelludo que entiende la lucha contra el racismo como una carrera de fondo, no de velocidad. “¿Qué son cincuenta años de descolonización en la historia frente a siglos de colonización, esclavitud y expolio?”, se pregunta.
¿Cómo surge escribir Ser mujer negra en España?
La idea de escribir el libro me la inoculó Bisila Bokoko, empresaria española afrodescendiente, el año pasado. Me dijo que todo lo que hago a nivel de redes e internet está muy bien, pero considera que tengo que dejar algo físico. Le dije que sí, pero tampoco no lo tenía muy claro. Empecé a escribir pero no sabía sobre qué, no sabía cómo enfocarlo, no sabía qué historia contar, no sabía nada.
Pasa el tiempo y en el mes de junio de 2017 tuve que cerrar mis redes sociales, profesionales y personales, por una campaña de acoso que viví por unas charlas que iba a dar en un taller que tenía un precio por asistir. Como consecuencia del acoso y las amenazas de muerte que recibí estuve de baja por enfermedad: ataques de pánico y ansiedad.
En ese contexto, con las redes cerradas, decido desaparecer y fluye la escritura del libro. Las amenazas y el acoso que sufrí se convirtieron en una oportunidad para tener el tiempo suficiente para escribir este libro.
¿Por qué crees que este libro es duro para la fragilidad blanca a la hora del hablar sobre el racismo?
Mi libro lo que hace al final es poner delante de la gente situaciones que no se han planteado a pensar cuán incómodas son para un grupo determinado de personas: la canción de los Conguitos, la del Cola Cao, el helado Negrito, etc., cosas que para muchas personas no representan absolutamente nada, pero que para otras, como yo, eran una fuente de mofas e insultos. Este libro les hace conectar con aquella vez que la cantaron y eso les genera incomodidad a las personas blancas.
¿Qué vivís a diario las personas no blancas que no vivamos las blancas?
El racismo [ríe con sorna]. Te pongo un ejemplo. Volviendo de La Coruña, en el aeropuerto, cuando me acerco al control de seguridad el personal en vez de hablarme me hacen señas porque creen que si me hablan en castellano no les voy a entender. Puede ser algo estúpido, pero cuando te pasa siempre te molesta.
También en los aeropuertos siempre me toca el control de seguridad aleatorio. Sigo, paseando por la calle la policía me para y no me pide el DNI, sino los papeles. Al ser negra no piensan que tengo un DNI, en todo caso el NIE (Número de Identidad de Extranjero) o que soy una indocumentada. ¿Una persona blanca tiene que preocuparse de llevar o no el DNI? ¿A una persona blanca que no lleva el DNI consigo la meten en el calabozo? Por no hablar del tema laboral, los alquileres de un piso, etc.
“Tenía que haberle respondido”. ¿Cuándo fue la última vez que lo pensaste y ya era tarde para hacerlo?
Es algo que me sigue pasando. También depende mucho el estado emocional en el que yo me encuentro en el momento que me siento agredida. En una presentación de este mismo libro, durante una entrevista el periodista me dijo que se sentía negro por dentro, yo asentí y sonreí pero luego pensé: “tenía que haberle respondido”.
“Yo soy negro por dentro”, no procede. Se dice como halago, positivo. Y, sin embargo, el que lo dice no sabe nada de mi experiencia como mujer negra.
Cuando alguien blanco dice que se siente negro por dentro ¿por qué lo hace? Porque le gusta comer mafe (plato típico de África occidental), porque asiste a clases de afrobeat, porque está aprendiendo wólof (lengua que se habla en Senegal y Gambia), porque ha recorrido varios páises africanos, ¿por eso te sientes negro por dentro? ¡Basta ya! Limitar la experiencia de la negritud a eso es simplificar su significado.
Hay actitudes y comentarios que denotan nuestro racismo, ¿por qué no lo reconocemos?
Creo que hay personas que consideran que ciertos comentarios y actitudes no son racistas. Hace algún tiempo publiqué en Broadly un artículo titulado “Llamar exótica a una mujer negra es racista”. Al respecto de ese texto una amiga —blanca— me dijo que llamarme exótica no es racista. “Yo no lo hago con connotaciones racistas”, me dijo.
La persona blanca que dice este tipo de cosas siempre tiene la necesidad de desmarcarse de ese comportamiento que se señala como negativo. Se tiende a considerar el racismo como una cuestión de actitudes individuales, no se contempla el racismo como la estructura que es. No se trata de una cuestión personal, sino histórica, del contexto en el que se utilizaban esos mismos términos. Se trata, también, de cómo impacta en la persona a la que se le dice.
¿Por qué se habla, muchas veces, de racismo sin las personas que lo viven en primera persona?
Esto es una consecuencia de los privilegios con los que se ha construido la sociedad occidental. En Barcelona se puede realizar una ruta antropológica sobre la ciudad de negreros que fue. Un recorrido que realizan antropólogos en el que te explican por qué y cómo se conforma ese estado en el que la blanquitud está arriba, en el centro y considera que los demás personas están por debajo. Desde ese prisma la única fuente de conocimiento es Occidente.
Con esa concepción del mundo, en la que Europa y Estados Unidos son superiores al resto, es normal que las personas blancas se pongan a hablar de racismo porque saben y pueden ayudar y librar a las personas que viven el racismo de todo ese racismo. Es decir, desproveen a las personas no blancas de agencia, capacidad y acción, por cómo se ha desarrollado la historia. Se han tapado todos los descubrimientos y a las personas que han aportado a la historia que no hayan sido blancas.
Algo parecido sucede con la comunidad africana o afrodescendiente, se la tiene en cuenta de manera puntual en celebraciones. ¿Por qué?
Porque la fuente válida de conocimiento es la blanquitud, como posición social y política, y todo lo demás se reduce al folclore, al baile, al entretenimiento y a la gastronomía. Ahí sí nos gusta la multiculturalidad, la diversidad y todas esas palabras tan de moda. Todo lo que tenga que ver con toma de decisiones no se cuenta con las personas no blancas porque no saben.
¿El racismo estructural que mencionas en el libro está presente en las escuelas a la hora de enseñar a los niños?
Sí, claro. Cuando hablo de racismo estructural son todas las instituciones, la escuela incluida. Las leyes, la cultura, el arte, excepto la música porque cuando se habla de ella tiene que ser música de negros —hip hop, rap, góspel—, una manera de encasillarnos. Un negro tocando un género musical fuera del que se le presupone por su color no se visibiliza. En tanto que se estructura eso va a costar que cambie si las personas a las que nos afecta no podemos estar en las estructuras y no se nos tiene en cuenta.
¿Quién se va a preocupar de que se hable de la colonización y el imperialismo, por citar dos ejemplos, en otros términos que no sean los que se han utilizado hasta ahora si siempre al frente de las instituciones están personas blancas? Hasta que las personas negras no tengamos capacidad de acceder a esos espacios, solo lo hacemos de manera puntual, no vamos a poder cambiar las cosas.
Contra la belleza estandarizada de la piel clara y el pelo liso, activismo estético. Supongo que no se trata de alguien vestido con un collar de flores, una peluca y un secador por pistola, ¿en qué consiste?
Mi activismo estético tiene dos vertientes. Por un lado, ofrezco a través de mi canal de YouTube Negra Flor TV contenido a personas con el pelo afro. ¿Por qué? Históricamente venimos aceptando unos cánones de belleza blancos, para mujeres negras. El canon de belleza blanco ensalza la piel clara y el pelo liso, imagínate el nivel de violencia que implica para una persona negra intentar encajar en ese canon. Venimos creyendo que el pelo afro es malo, seco, duro, que no se puede peinar, etc. Efectos todos ellos de la colonización y la esclavitud.
Mucha gente dice que eso ya pasó, pero queda tanto poso a día de hoy que no podemos olvidarlo. Ese poso que queda también afecta a la imagen de las personas racializadas. Yo ofrezco contenido a las personas negras para que aprendan a valorar y a cuidar su pelo. Al final esto constituye una forma de descolonizarse el cuerpo, de aceptar que tu canon de belleza es otro, que tu pelo es muy rizado y crece alrededor de la cabeza, que es versátil y hay que valorarlo porque tiene que ver con nuestra identidad y la construcción de la misma.
Por otro lado, para las personas blancas mi activismo estético sirve para intentar derribar todos esos prejuicios, esa marcianización que hay en torno al pelo afro y crear un acercamiento y una normalidad, que se entienda de dónde venimos y porqué estamos donde estamos. Lo que pretendo es romper esas barreras y derribar mitos. Respecto a las empresas y marcas lo que hago es dar collejas. Cuando se habla de pelo afro se mete mucho la pata, lo que demuestra la poca gente negra que hay en los medios de comunicación.
¿Cómo has conseguido que el cabello afro se convierta en una herramienta de educación masiva y empodere a las mujeres que lo lucen?
Gracias a la difusión de contenido por medio de mis redes y el blog Desenredando que tengo en el diario Público. Ese feedback es el que recibo la mayor parte del tiempo de las mujeres que me leen. Mujeres que ahora valoran mucho más su pelo.
¿La mujer negra con el pelo afro tiende a alisarlo por comodidad o por asimilación cultural?
Por una mezcla explosiva de un montón de cosas. Sí hay una cuestión de comodidad, pero surge porque ha habido una ruptura en la transmisión del conocimiento del cuidado del cabello. Yo, que tengo el cabello afro y sé cómo tengo que cuidarlo, no me supone tanto esfuerzo: lo lavo, lo peino, lo recogo y estoy una semana en la que no tengo que preocuparme de mi pelo. Se nos ha hecho pensar que trabajar el pelo con su estado natural es complicado. También hay una parte de asimilación cultural. Hay mujeres que dejan de llevar el pelo afro porque están cansadas de que otras personas hablen de su pelo delante de ellas como si no estuvieran presentes. En el momento que tu pelo, y al final tu persona, se convierte en un foco de atracción de miradas y comentarios, prefieres, quieres y necesitas pasar desapercibida. Entonces, ¿qué haces? Te alisas el pelo.
¿Que es más perjudicial para las personas negras: la falta de información o de referentes?
No puedo elegir una de las dos porque creo que ambas son clave. Ver a personas que se parecen a ti suscita interés en ti y empiezas a buscar información al respecto, teniendo en cuenta en la época en la que estamos, que podemos hacer una búsqueda de información. Pero por más referentes que tengas, si no decides informarte tampoco hay mucho que hacer porque a día de hoy hay referentes, pero hay gente que prefiere mirar hacia otro lado.
¿Cuántas veces has tenido que explicar que África es un continente y no un país?
Más que encontrarme con gente que confunde continente con país, lo que me pasa es que escucho a la gente decir “yo he viajado a África” o “cuando yo estuve en África…”. Frases tan vagas como decir “cuando yo estuve en Europa”.
¿Podrías contar algún chiste sobre los blancos que recuerdes que te hiciera gracia?
Hay un monólogo de Aamer Rahman, Reverse racism (Racismo inverso), en el que parodia a la gente blanca y me hace gracia. Yo suelo ser minoría en mis espacios, entonces cómo puedo hacer yo mofa si nadie me va acompañar y reír mi gracia. Va ser al revés, se van a sentir ofendidos y me van a atacar.
El otro día estaba con una amiga mestiza y otra blanca que nos invitó a comer. Mi amiga mestiza y yo estábamos hablando de un viaje que vamos a hacer con otras amigas negras y nuestra anfitriona nos dijo que ella también quería ir, a lo que le respondí: “No puedes venir. Además, no hace falta que los blancos estéis en todos los espacios”, y se quedó como contrariada, mientras mi otra amiga y yo nos reíamos. Ese tipo de caña os viene bien a las personas blancas porque en ese momento se invierte la balanza y os podéis hacer una mínima idea de lo que implica estar en el otro lado.
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Y por qué no te vuelves a tu país en lugar de invadir el país de una nación blanca? Tampoco es imprescindible que la demografía salvaje de los negros ocupe e invada Europa. Tampoco tenéis que ocupar todos los espacios. Además, en Guinea Ecuatorial podrás hacer tu reivindicación de estética negra muy contenta y feliz
Tendrá toda la razón, que yo no digo que no; ahora bien, lo de que tiene todo de telepredicadora evangélica y unos argumentos recién salidos de algún campus de Estados Unidos, tambén. Luego está lo de hacer de tu activismo un trabajito, ser empresario de ti mismo y navegar entre la bordería banal y la autoayuda. Bueno, qué más da. Es viernes.
Oh, dios!! Gana dinero!! Como se atreve?? De siempre se sabe que la gente racializada ha de trabajar gratis.
A ver, coleguita esclavista, ten un poco de verguenza y censúrate tua mierda antes de escupirla. Ha explicado loque mal que estuvo a causa del acoso y a tí terimporta una mierda. Te retratas.