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Promiscua
Segura
Capítulo V. Me habían comentado que OKCupid era ideal porque tenía un formulario interminable de preguntas de todo tipo, desde libros que te gustan hasta política. Visto que no era capaz de mantener una relación sexual con gente que opinase según qué cosas de una muy extensa lista decidí responder absolutamente a todas las preguntas.
(Viene de capítulo IV). Después de que me escupieran, hubieran huido de mí corriendo, tras conocer gente a la que no tocaría ni con un palo y personas con las que compartiría más tiempo si ellos hubieran querido, sabía que mi plan de tener sexo en abundancia había fracasado. Cantidad no es calidad, dirían los que, como yo, no han sabido. No tiene por qué no serlo.
Estas aplicaciones se han creado para que la gente se conozca en persona. De no existir esa posibilidad, no tendrían ningún éxito. Sobra decir que la interacción por internet no se acerca ni puede sustituir a la personal. Por eso, lo interesante era mejorar mi habilidad para reconocer a través de la pantalla a aquellas personas que me resultarían atractivas en persona, aunque a la hora de la verdad parece más fácil centrarme en qué no soporto que en lo que me gusta. Los síes solo pueden darse en persona. Tenía que encontrar la manera de filtrar todos aquellos aspectos referidos a la ideología y a los valores, que tan importantes eran para mí. Lo difícil es que para ello tienes que saber qué quieres. Si ya es jodido ser objetivo con los demás, mucho más es serlo con uno mismo.
Si algo le debo a las aplicaciones es que permitieron que conociera a muchísima gente en un periodo de tiempo corto, un campo fabuloso de ensayo-error. Así, el #InstitutoDeEstudiosDeMiPropiaCosecha, que se basa en los hombres de las apps como muestra, más lo aprendido con el resto de las relaciones que he tenido durante el transcurso de los años, sirven para tener cierta seguridad acerca de qué no quiero.
¿Qué sí quiero? Un Willy Toledo una década más joven pero sin esas greñas, joder. Y que no sea de Prospe; Wyoming, lo nuestro no podrá ser y eso que a ti te perdonaría hasta que seas un socialdemócrata. Desde aquí declaro mi amor platónico incondicional por Jonathan Martínez: quiero tomarme unas cañas con él durante 100 años so I think to myselfwhat a wonderful world. Aunque creo que es gay porque el otro día un hombre en Twitter le dijo “te voy a pegar dos tiros, marica”. Empecé a seguirle la pista en el especial Preguntes Freqüents sobre el fin de ETA. Había un momento en el que Montilla le respondía y él hacía ese gesto de profesional respetuoso de los que escucha de verdad, pero a mí me pareció que más bien era una cara de “no hay nada de lo que digas que me pueda afectar, me llevan llamando proetarra desde que tengo diez años, estoy curado de espanto”. Me hizo mucha gracia. No sé por qué no se ha hecho ningún gif.
Reivindico otro sobre la reacción espontánea de Willy cuando hace unas semanas Ferreras defendía que el sistema judicial no es tan injusto ya que Urdangarín podría entrar en prisión. Ay, Ferreras, en qué jardín te metiste aquel día tú solo prometiéndole en directo un espacio para expresarse en Al Rojo Vivo.
OKCupid. Me habían comentado que era ideal porque tenía un formulario interminable de preguntas de todo tipo, desde libros que te gustan hasta política, pasando por si eres de los que te gusta que te den azotes fuertes. Puedes ver las respuestas a las preguntas de los demás siempre y cuando tú también hayas respondido y clasificado tu opinión como pública. Además, la aplicación tiene un algoritmo que calcula la compatibilidad que tienes con cada persona en función del número de respuestas afines. Ni que decir tiene que respondí a bastantes cuestiones sobre política y a un par más sobre otros temas. Visto que no era capaz de mantener una relación sexual con gente que opinase según qué cosas de una muy extensa lista —hacer el amor conmigo es una experiencia kafkiana—, decidí hacer un experimento: responder absolutamente a todas las preguntas que son fundamentales para mí y salir solo con las personas que tuvieran una compatibilidad alta.
Aspectos privativos que me orientaron para responder a las preguntas: fanáticos de Podemos; gente que vota a Ciudadanos; gente que vota al PSOE; gente que vota al PP; gente que dice que no vota porque todos los partidos son iguales; gente que dice “no me interesa la política, todos roban”; los errores ortográficos; personas que no leen prensa; gente activa por las redes sociales y Change.org que no verás en una manifestación; gente con palestino que imparte cátedra sobre solidaridad cuando se refieren a caridad (suelen tener un máster relacionado con cooperación y desarrollo) y que han ido a coles privados y encuentran trabajo y becas debido a los circuitos por los que se mueven (no sois de los nuestros, sois ellos); chistes de maricas; Ignatius Farray; los yoguis veganos; veganos a secas; gente que suelta discursos diciendo que todo es posible en esta vida si se cree en ello; gente que habla de meritocracia; entrepreneurs; religiosos (cualquier religión); antiabortistas; los que dicen que Jordi Évole es Kapuscinski; los que se quejan de que Ferreras y Pastor son de izquierdas; los que consideran que Ferreras y Pastor son el Eliot Ness de los medios españoles y se meten con todos por igual; los que se autodefinen como de izquierda no radical y sensata; los músicos en general; los que dicen que el arte les da oxígeno o algo por el estilo; los que hablan de calidad de distintos estilos de música, arte, cine y series como si estuvieran escribiendo una ley orgánica; los que salen en fotos con bebés o cachorros secuestrados a amigos y hermanos (baratísimo); los que salen abrazándose a niños negros o de cualquier lugar categorizado como país en vías de desarrollo y a los que estoy segura de que pidieron permiso para sacar la foto y subirla a las redes (monetizáis la miseria de otros seres humanos); los que en su perfil dicen que si buscas solo sexo ni te molestes; los que dicen que fuera fotos de morritos y chicas falsas (traducción: “yo soy un tío profundo”); los que se ponen orejas de gato o hámster en una foto de perfil (¿Snapchat?); los que te llaman camarada y tienen menos de 50 años.
Hablo de tener una relación sexual o una pareja, esto no se aplica a amistades, compañeros de trabajo, familia… En la vida hay numerosas personas maravillosas que pertenecen a una o varias de esas categorías, gente con la que me he cruzado y que me ha enseñado cosas o con las que he discutido acaloradamente. Yo misma soy lo suficientemente hipócrita como para pertenecer a alguna de estas categorías pero que no me guste verlo en los demás. De hecho, en estos momentos estoy cursando un máster en una universidad privada y espero encontrar trabajo en un cole concertado. Hibai Arbide, me costó encontrar el origen de esta frase, me dio la excusa perfecta que siempre utilizo: menos de cinco contradicciones es dogmatismo. Además, que yo lo haga no significa que me resulte atractivo en mis parejas. Como soy yo la que me lo voy a follar, como se trata de mi felicidad (o satisfacción) no tengo por qué dar explicaciones sobre por qué me gusta o disgusta algo. Espero que la otra persona haga lo mismo.
Respondí al cuestionario de OKCupid. Había creado un monstruo.
Estaba orgullosa de empezar a planteármelo de manera tan aséptica: son aspectos que automáticamente significan “no”, así que mejor no hacer perder el tiempo a nadie. No se trata de elitismo, quiero pensar, sencillamente sé que no puedo tener una relación a largo plazo o cortoplacista con ninguno de estos perfiles. OKCupid solo me devolvió dos personas con un 99% de compatibilidad en la Comunidad de Madrid. La verdad es que da que pensar que solo ese número pase mis filtros, confirma lo que venía sospechando: soy una filobolchevique y probablemente muera sola. El mercado masculino 3.0 del izquierdismo en Madrid está mal, al parecer. No puede estar de moda ser de izquierdas, pero si son unos carcas. Están todo el día con la guerra del abuelo.
Respondí a todas las preguntas de OKCupid y solo me devolvió dos personas con un 99% de compatibilidad, lo que confirma lo que venía sospechando: soy una filobolchevique
Primero quedé con el Traductor. Nos parecíamos mucho: trabajábamos de lo mismo, le encantaban los gatos, había vivido una temporada larga en Irlanda como yo y decía explícitamente que no buscaba una relación. Sus rasgos más característicos son su dulzura y saber escuchar. Estaba tan cómoda con él que cuando quedamos le hablé de que las judías no me gustaban porque me tiraba unos pedos tremendos después. Le gustan las drogas, aunque no es consumidor habitual, y se preocupa mucho porque los demás se sientan bien. Lee prensa y utiliza la palabra “superbién”. Era vegano, pero decidí que tenía que ser permisiva con algún criterio porque en caso contrario la app no me habría arrojado resultados… Tiene casi cuarenta años, es de estatura media, muy guapo y tiene una bonita barba negra. Fuimos a Bodegas Lo Máximo, nos tomamos un par de cañas. El local es grande, siempre tiene mucho ambiente y los camareros y camareras son muy agradables. Hablamos mucho, de política, de música, de su época en Irlanda, de cómo los dos trabajamos allí de teleoperadores, que es junto con la hostelería el típico trabajo infame entre los inmigrantes que no somos ingenieros o sanitarios. Seguimos bebiendo en bar Olivia, que me encantó: su cartel es una señal de metro, es pequeñito y oscuro, con buena música. Descifrar cuál de los baños era el de chicas me costó, aunque a esas alturas de la noche ya había bebido unas cuantas cervezas así que lo mismo sí era evidente, o incluso solo había uno, y yo andaba poco sagaz.
Poco después un politólogo-opinólogo-famosete hizo referencia a algo similar en Twitter y me sentí muy identificada: si te tienes que tirar más de un segundo para identificar la señal del baño es que se pasan de modernos. Uno de los camareros conocía al Traductor y nos contó un par de batallitas de clientes borrachos pesados. La cosa fluyó porque éramos muy parecidos y cuando llevábamos un rato sentados decidió directamente preguntarme si ya podía besarme. Fue muy bonito. Vive por Lavapiés, ya llegando a Embajadores, en un estudio diminuto y precioso con su gata. Un tipo muy agradable con el que todavía mantengo conversaciones y que, de hecho, releyó esta pieza para ayudar a mejorarla. ¿El problema? Creo que en cierta medida el conflicto bien llevado y con respeto es interesante y nosotros fuimos separados al nacer, estamos bastante de acuerdo en todo.
Además, ninguno buscábamos pareja así que sencillamente somos dos personas que nos llevamos muy bien y una vez tuvimos relaciones sexuales.
El segundo chico fue otra cosa. Guapo, muy delgado, ojos oscuros, sonrisa bonita. Quedamos en La Libre, un café cuco con muchos libros en Lavapiés. No era antipático, pero me dio la sensación de que lo que decía venía acompañado de un halo de suficiencia, como aprobando o suspendiendo a los demás. Le dije que me había dejado de gustar Woody Allen, por muy genio que fuera, porque se había casado con su hijastra y ahora se le volvía a acusar de abuso infantil. Dramón. Que hablábamos [los que nos metemos con Woody] sin saber. Se había desestimado todo y esa que decíamos que era su hija en realidad no lo era, se trataba de la hija adoptiva de Mia Farrow. Una chica a la que apenas conocía y con la que no había ejercido de padre. Todos nosotros estábamos haciendo mucho daño a Woody con nuestra desinformación. Woody, perdóname, pero todavía me da un poco de yuyu el asunto. Espero que puedas continuar con tu arte a pesar de lo que yo piense. Ambos repasamos los episodios acontecidos el día del presunto abuso sexual y me demostró que no era posible. Seguimos hablando de música y de cómo ninguno de los grupos de rock aquí llega a los mínimos de calidad y originalidad que te encontrarías, por ejemplo, en la escena berlinesa. Lo nuestro [el artisteo español] era un querer y no poder. Ya lo sabía, me lo habían contado los de Pantomima Full:
La primera vez que charlamos sobre la superioridad de la escena musical americana y europea frente a la nuestra me preguntó qué tipo de música escuchaba. “Todos los estilos, siempre que la música sea buena. Pop y reggaetón incluidos”. ¿Escuchaba música pop porque estaba deprimida o estaba deprimida por escuchar música pop? No disimuló la sorpresa cuando unos días después me pidió que escogiera una canción y dije“algo de NomadakTx”. “Guau, entonces sí que te gustan cosas interesantes, no me lo esperaba con lo que dijiste la otra vez”.
“La idea de que la presión policial tiene algo que ver con la muerte de Mbaye es de sectarios”, comentó mientras veíamos el Intermedio. Wyoming hablaba del mantero que murió de un ataque al corazón; sí, una muerte natural tras haber sido perseguido por la Policía.
Me encantan las etiquetas que sueltan los lobbies y que nosotros recogemos: “caspa”, “golpistas”, “sectarios”, “fachas”, “misántropa”, “feminazi”, “mayoría silenciosa” … Todos, me incluyo, los utilizamos a diestro y siniestro cuando nos quedamos en un punto muerto argumentativo. Me acuerdo de una conversación que mantuve con una compañera sobre el 1 de octubre. Ella comentaba que a los catalanes les manipulaban desde pequeños y yo me reía y le decía “nosotros, en cambio, tenemos una educación superneutral”. Tras un buen rato de ping pong, la mujer me dijo “nada, no te vas a bajar del carro ¿eh?”. Utilizó como herramienta el acusarme de testaruda y rígida. Me quedé callada. Pero luego en casa pensé “un momento, si yo no me bajo del carro y sigo manteniendo una postura distinta es porque ella también mantiene la suya”.
La RAE define “sectario” como “fanatismo e intransigencia en la defensa de una idea o una ideología”. Para poder hablar de fanatismo o intransigencia tendríamos que comprender, sin fisuras, todo el espectro del concepto “fanatismo” a nivel cuantitativo: hasta qué punto eres no fanático y a partir de donde ya lo eres. Ponme dos quilos de rojo; uy, no, que ese rojo que compras es de poca calidad, viene mezclado con otras cosas. Compro mejor un quilo y medio de este rojo de aquí, que tiene menos grasa y sienta mejor. Mira, todos somos adultos y todas las opiniones son lícitas, lo que son juzgables son las acciones. No tengo porqué convencerte cuando exponga una opinión, tú tampoco. De hecho, lo normal es que no ocurra. A mí desde luego me ha sucedido pocas veces que, tras una discusión sobre política, la otra persona me haya dicho “me has convencido, a partir de ahora lo haré de esta manera o votaré a esta otra persona”. Y viceversa. La intolerancia no es mantenerte en tus trece cuando defiendes una postura. A eso se le llama ser seguro y asertivo. Deslegitimar argumentos con insultos como “sectario” o “radical”, viene a ser lo mismo que acusar a alguien de “no bajarse del carro”: una herramienta discursiva vacía de contenido. Por otro lado, es normal que la elección de las personas con las que tener sexo se lleve a cabo con el grado de intransigencia que nos plazca. La intransigencia, ser asertivo, no está reñida con la empatía y el respeto. Otra cosa es que uno pueda lidiar o no con llegar al desenlace de una discusión y no convencer al otro.
Tras releer este texto antes de que saliera, se pasó la noche pensando. No le parecía del todo justa mi lectura de nuestra conversación.“Claro, cuento mi versión de nuestros encuentros”, zanjé. Le había dado muchas vueltas y decidió escribirme para matizar qué es lo que entiende por “sectarismo”:
“Me parece que parte de la izquierda prefiere aceptar el discurso que más les conviene que el que se ciñe más a la realidad. Aprovechar la muerte de Mbaye para poner el foco en la situación lamentable de los manteros o para criticar cómo actúa la Policía y a qué le dan prioridad me parece genial y es algo que apoyo al 100%; no me parece oportunista. Sin embargo, decir que a Mbaye lo mató la Policía es una falacia, por muy criticable que sea la Policía o la situación de los manteros en nuestro país. Y la gente que lo mantiene o que le resta importancia a este tipo de matices en la verbalización pueden pecar de sectarismo. Me molesta la falta de autocrítica, autoexigencia y de coherencia de algunos discursos. La derecha está claro que no tiene ni un ápice de autocrítica; es dogmática y todos lo aceptamos. Pero la izquierda, me gustaría pensar, está por encima de eso”.
Comenté que me encantaba la saga de Arma letal y se sorprendió. “No pensé que la conocerías”. Uno, todo el mundo conoce Arma letal; dos, no tienes que aprobarme
“Vivimos en el gobierno de las palabras”, nos contó una vez en clase un profesor que todos conoceréis porque coqueteó con Podemos para volver a las aulas a los pocos años.
Retomamos el cine, un terreno más seguro para no tener discusiones. Comenté que me encantaba la saga de Arma letal y se sorprendió. “No pensé que la conocerías, es una peli que la gente normal no conoce”. Uno, todo el mundo conoce Arma letal; dos, no tienes que aprobarme.
Aquello no funcionó, casi desde el principio, pero no sería justo obviar los detalles y buenos momentos de las pocas veces que coincidimos. Gracioso, comilón, amante de las croquetas, curioso. 70% de buen rollo, 30% mal trago. En una conversación hay dos personas, así que soy tan responsable como él de su desarrollo. Sirve, sin embargo, para entender una serie de sinergias que se suceden que no son positivas para ninguna de las dos partes y a las que hay que poner freno.
Ya sabía que si quería buscar a gente compatible según la lista de criterios que me había creado me movía dentro de un nicho muy concreto y reducido. Y aunque encontrara a la persona que cumpliera todos los requisitos, como el Traductor, hay que tener en cuenta el factor intangible: la química, el sexo, la tensión, etc. Que hubiera duende. Mi experiencia con OkCupid y la elaboración de una lista me sirvió para no meterme en relaciones que sé que, conociéndome, están destinadas al fracaso. Entender que no hacer perder el tiempo a los demás es tratarlos bien. También me ayudó a aceptar que soy irremediablemente monógama y que, en el fondo, muy en el fondo, espero encontrar a alguien con quien mantener una relación más o menos trascendental, que no perfecta ni definitiva. Eso es para los ingenuos: si no creo en los Reyes Magos tampoco creo en las dinámicas sin conflicto. Ni creo en ellas, ni las quiero.
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