Promiscua
Pusilánimes

Capítulo II. Abrí una cuenta de Tinder. Me interesaba quedar con el mayor número de personas, pero no quería llegar a conocerlas mucho porque eso requiere tiempo y esfuerzo. Pronto llegué a la conclusión de que debía preocuparme, no solo por cómo conocer mucha gente en poco tiempo, sino también de cómo iba a garantizar mi seguridad.

promiscua capítulo 2
15 sep 2018 06:00

(Viene del capítulo I). Como quería disfrutar del sexo diariamente con personas distintas, las aplicaciones de citas eran una buena opción para conocer gente. Empecé con Tinder porque ya la había utilizado. Para las pocas personas que no lo conocen, como mi madre, a quien le resulta un auténtico galimatías, se trata de una aplicación de móvil que te muestra un catálogo con fotografías de perfiles de tu zona o región (depende del rango de distancia que selecciones), en mi caso de chicos, entre los que vas seleccionando quienes te interesan. Por su parte, los hombres heterosexuales eligen entre uno de mujeres. Si ambas partes se gustan, entonces se abre la posibilidad de conversar. La sencillez del interfaz de Tinder ha popularizado esta app: deslizar para un lado la imagen si te gusta la persona, para el otro si no.

Abrir la cuenta es fácil, sobre todo si también tienes Facebook y vinculas ambas ahorrándote el tener que cumplimentar algunos datos. A mucha gente le da vergüenza admitir que usan este tipo de plataformas y otros directamente dicen que es un síntoma de no ser capaz de ligar cara a cara. Sin embargo, su uso cada vez está más generalizado. El barómetro de profilácticos Control basado en una encuesta a 2000 jóvenes en 2016 aportó un atisbo de cifras relativas al uso de internet para ligar. El 32% de los españoles asegura haber mantenido relaciones sexuales con alguien que había conocido a través de internet, siendo más habitual entre los hombres (40%) que entre las mujeres (24%). La encuesta puntualizaba que concretamente las aplicaciones no están muy extendidas entre los jóvenes, ya que solo un 14% dice usarlas, pero si tomo como referencia el Instituto-de-Estudios-de-Mis-Conocidos esa cifra es ridículamente baja. La multiplicaría por tres, como mínimo. Entendiendo que habrá gente, y una servidora misma, que trampearán sus datos bajando la cantidad de veces que de verdad han recurrido a estas apps de citas.

Abrí Tinder y seleccioné como portada una de las fotos de mi perfil de Facebook. Como descripción tecleé un simple punto para no dejar la caja vacía. La información sobre aficiones, grupos, etc. viene dada por la red social, que también permite que Tinder se dé cuenta de cuando compartes amistades con alguien, incluso en un segundo grado, y te avise. Así les puedes evitar: modo ninja activado. Me interesaba quedar con el mayor número de personas. Sin embargo, no quería llegar a conocerlas mucho porque eso requiere tiempo y esfuerzo y además es posible que después de fijarme bien y de conversar un poco más, no me apeteciera tener sexo o que a él le ocurriera lo mismo. Me agarré a la siguiente frase como si fuera un mantra: “Ligar está conceptuado de forma inversa a lo que realmente es: cuando una chica [o chico] te ve, ya sabe si quiere follar contigo. Lo único que tienes que hacer es no cagarla diciendo alguna gilipollez

Solo conocería a los chicos superficialmente, aunque me tenían que atraer porque se trataba de pasarlo bien, experimentar y probar cosas nuevas. No quería ganar ninguna medalla. Establecí como único filtro el que me parecieran guapos. No miré el tipo de foto (semidesnudos, muy vestidos, polo, camiseta…), si compartíamos gustos o si pertenecíamos a los mismos grupos de Facebook. Solo quise elegir gente con la que, si solo dependiera de la atracción física, follaría. Además, mirándolo estadísticamente, las posibilidades de encontrar a alguien que encajara con el perfil aumentaban conforme más gente conociera. En definitiva, el colador que iba a utilizar dejaba pasar a casi todo, prácticamente tenías que ser Álvaro Ojeda para que deslizara la foto hacia la izquierda.

Quedé con el primer chico, un informático de treintaipico. Tocaba la guitarra eléctrica y, bien por él, tenía la autoestima alta. La gente que se quiere a sí misma es fácil de tratar porque no tienes que preocuparte tanto de hacerles sentir mal. Nos encontramos en Malasaña y tomamos un par de cañas en Amores Perros, un bar que es ideal si tienes la suerte de que estén libres un par espacios de terraza entre las puertas, donde solo caben dos personas. No tardamos mucho en darnos cuenta de que lo nuestro no era amor. Hablamos de “chelis”. Me contó batallitas de su juventud en Madrid (tenemos 30 y ya hablamos de juventud, así están las cosas): la china de las cervezas los conocía a él y a sus amigos y uno de ellos había desarrollado un sistema para deslizar un cubo con dinero con una cuerda desde la ventana de un tercero para que esta lo llenara de cervezas. Habló él la mayor parte del tiempo, hay personas que escuchan y otras que hablan, y además era de los que sueltan pullas a los demás, sin malicia, para sentirse mejor.

El sexo iba bien, lo estábamos disfrutando, quería demostrar que sabía lo que hacía y yo tan contenta, hasta que decidió escupirme

Antes de que nos conociéramos en persona, le reenvié un vídeo que había mandado previamente a un amigo sirio y en el que aparecía hablando en inglés. Era mi documento gráfico más reciente, para que se hiciera una idea de mi físico. No había pasado ni media hora desde que nos habíamos conocido en persona cuando me dijo que tenía que mejorar el idioma. Viví dos años y medio en Belfast, donde obtuve un máster que cursé en inglés, dos años y medio en Nueva York, mi última pareja solo hablaba inglés, trabajo como traductora y acabo de sacar un sobresaliente en el examen de C1. Este hombre debe ser Stephen Fry para hacer comentarios sobre mi inglés, pensé. Me invitó a su estudio para cenar, uno de estos apartamentos diminutos y preciosos en una corrala del centro de Madrid. Poca ceremonia, poco preliminar y cero romanticismos.

El sexo iba bien, lo estábamos disfrutando, quería demostrar que sabía lo que hacía y yo tan contenta, hasta que decidió escupirme. Literalmente lanzó un lapo a mi cara. No consideró importante comunicarme lo que pretendía hacer, preguntarme si me parecía bien. Me quedé en shock un microsegundo. “¡¿Qué mierdas?!”, pensé. Soy de las que opina que todo vale si hay mutuo acuerdo, pero no fue el caso y, aunque me da vergüenza admitirlo, no reaccioné y tras mi momento de lapsus por la sorpresa continuamos como si no hubiera pasado nada. A partir de ese momento estuve preocupada todo el rato. Al poco me fui.

Pienso mucho las cosas. “Tienes mentalidad de túnel”, me dijeron una vez. Cuando me obsesiono con algo, no lo suelto, como un perro, llegando incluso a perder la perspectiva en ocasiones. Me castigué intentando entender por qué fui tan pusilánime, ¿el hecho de que las relaciones fueran consentidas (y deseadas) da a entender que las cosas que se hagan surgen de manera natural, sin ni siquiera hablarse?, ¿cómo se define lo que había sucedido (vejación, extralimitarse…)? No puedo probarlo y, además, no hay delito (ni debería haberlo). Si en una circunstancia que no es follar, por ejemplo, si voy con alguien por la calle y esta persona sin previo aviso y sin aparente motivo me escupe en la cara, ¿hay delito? ¿Puedo denunciarle? Cuando no se trata de algo tipificado sino de un mal comportamiento, todo se mueve en el terreno de lo gris. ¿Lo habrá hecho con más tías? Continué pensando en ello. Quizás escupe a todas porque le pone, lo hacía de manera consentida con su novia y ha asumido que puede hacerlo siempre.

Hace no mucho hubo algo de ruido en las redes sociales por un rapero, tuitero, un de-todo-un-poco-de-internet, que fue acusado por una chica de 17 años de haber tenido relaciones con otras chicas durante su gira, muchas de ellas rondando esa edad, cuando mantenía una relación abierta con ella. Según comentaba, habían acordado no utilizar preservativo entre ellos pero utilizarlo con otras parejas sexuales. El problema vino cuando descubrió que este había tenido una vida sexual activa sin protección, con el consecuente riesgo. A la joven se sumaron voces de al menos otras dos chavalas, más o menos de su misma edad, contando que les había sucedido algo similar.

Partimos de que no sabemos a ciencia cierta qué ocurrió, pero sí de que estamos hablando de un hombre adulto de casi 30 años que goza de relativa notoriedad, izquierdista, que más de una vez se ha autodefinido como feminista. Se trataba de alguien al que he seguido, que me ha ayudado a no sentirme en el ostracismo ideológico y que me ha permitido conocer a una comunidad de personas con las que comulgo en cuestiones políticas. Un tipo brillante. Sin embargo, a partir de ese momento me esforcé conscientemente por no consumir su contenido. Cabe reflexionar sobre lo inmoral versus lo ilegal y en la relación entre coacción, relaciones de poder y consentimiento.

Pues resulta que casi todo lo ilegal es inmoral pero gran parte de lo inmoral no es ilegal y ahí es cuando entra en juego el que las personas entiendan las relaciones y tengan empatía. Este chico se vio de repente sometido al juicio de personas anónimas de internet y, también, a más de un indeseable con el que había tenido encontronazos ideológicos que nada tenían que ver con lo que estaba ocurriendo y que llegó a publicar una dirección postal; las chicas que habían denunciado sus casos se desmarcaron y condenaron la publicación de esta información.

Como respuesta a la presión que sufría, sobre todo por parte de la comunidad tuitera, publicó un vídeo en YouTube (ya no está disponible) en el que vino a decir lo siguiente: esta chica no era mi pareja, no hay coacción, se cursará denuncia ante difamación y publicación de datos de carácter privado y yo nunca he querido ser referencia para nadie. Ese vídeo de manera aislada, sin vincularlo a la denuncia, vale por sí solo para dejar de apoyar cualquier cosa que saque el chaval. Una joya, vamos.

En primer lugar, que alguien que tiene más de 100.000 seguidores en Twitter, una red que hasta hace poco nutría generosamente, que sube vídeos hablando de política y tiene un grupo que alcanza visibilidad gracias, en parte, a que él era relativamente famoso, diga que no busca convertirse en referencia de nada es cuanto menos inocente y a lo sumo cínico. Es una forma lícita de ganarse la vida y se puede además hacer por vocación y creencias. Pero vive de su audiencia y aunque esta no se hubiera enterado del hecho, seguiría estando igual de mal. Sin embargo, lo verdaderamente preocupante es su planteamiento de la idea de coacción.

En el vídeo decía que sus amigos y familiares le habían tenido que convencerde que no había habido coacción, al tratarse de dos personas adultas, recurriendo así al refuerzo del Instituto-de-Estudios-de-su-Familia-y-Amigos. La RAE entiende “coacción” como “fuerza o violencia que se hace a alguien para obligarlo a que diga o ejecute algo”. Pues mira, habría que ver lo que entendemos por fuerza. Él se defendía diciendo que solo existía coacción en caso de presión explícita para hacer algo o si no hacerlo conlleva consecuencias.

Todo depende de si se entiende que hay determinadas circunstancias en las que hay desequilibrio de poder, una persona es más fácil de convencer, influenciable, como quizás en este caso los factores de la diferencia de edad y la dinámica famoso-admiradora. Desde luego, ilegal no fue. “La chica denunció por despecho, tenía una edad, nadie la obligó, probablemente le ponía estar con alguien famoso…”. Un amigo suyo subió otro vídeo hace unas semanas, que tampoco está disponible, por un pseudo-escrache del que fue víctima a raíz de lo sucedido y que impidió que pudiera llevar a cabo su actuación. (Todo esto se presupone por el contenido del vídeo, ya que para los que no estuvimos allí es muy difícil hacernos una idea de lo sucedido). Lanzaba una serie de ideas que he añadido a este artículo cuando ya estaba terminado porque son interesantes.

El primer argumento es que una minoría había impedido disfrutar a una mayoría. ¿Lo moral y lo inmoral se definen en términos de número de apoyos? También presentaba la idea de que eso de que la madurez se determina con la edad es cuestionable porque conoce a chicas de 16 que son más independientes y responsables, que se hacen cargo de sus facturas, que otras de 30. ¿Cuál es entonces el criterio para establecer que alguien con la edad legal para consentir es lo suficientemente maduro como para mantener una relación con otra persona mucho mayor sin que haya desequilibrio: el poder adquisitivo, el nivel de las conversaciones…? El muchacho también hacía una crítica tímida y amable a compañeros del gremio por dar bola al asunto hablando en camerinos, nunca abiertamente, en vez de mostrar apoyo.

Por último, puntualizaba, creo que adecuadamente, que había que diferenciar lo sucedido de una violación y también distinguir entre él y su amigo. Los dos son como las pilas Duracell: en lugar de emitir un comunicado oficial y discreto pidiendo perdón que zanjaría el asunto al no tratarse de algo punible y luego dejar morir el tema, demuestran con pequeños gestos que no piensan en absoluto que hubiera habido un mal comportamiento. La disposición a debatir si con 16 años eres madura es rebajar estos desequilibrios de poder a categoría de lo subjetivo y quitarle hierro. Creo que efectivamente sus compañeros artistas no están obrando como deberían. Podrían presionar para no compartir cartel con ellos hasta que se dijera alto y claro que tener relaciones sexuales sin preservativo con distintas personas cuando hay acuerdo con terceros de protegerse no está bien. También se podría afirmar que acostarse por costumbre con chicas muy jóvenes valiéndose del atractivo de ser relativamente famoso es una situación de desequilibrio de poder, sin necesidad de caer en el moralismo de decir que no lo van a volver a hacer, pero aceptando que existe la variable de coacción en sexo consentido. También se puede continuar afirmando con rotundidad que no se trató de violación, sino de relaciones consentidas porque al fin al cabo hay diferencia. Fin. Mejor para su marketing y proyectos futuros, mejor para el mensaje que lanzan a su público y a la sociedad en general.

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Una de las experiencias que he presenciado que más me ha preocupado en relación con las situaciones de desequilibrio de poder es el caso de los voluntarios y voluntarias que mantienen relaciones sexuales consentidas con los refugiados, siempre fuera de los campos porque dentro sí que es ilegal. Se trata de dos personas adultas capaces de decidir, ¿o hay algún tipo de condicionamiento tipo “benefactor europeo-persona traumatizada que busca empezar una vida en Europa”? Tampoco es ilegal en este caso. ¿Qué sucede con los profesores de universidad y los alumnos? ¿Los jefes y sus trabajadores? Mi caso con el chico que me escupió es distinto, pues era una relación consentida, teníamos la misma edad, la misma situación en términos de poder y ninguno ganaba nada o dependía del otro.

Una de las experiencias que me preocupan en relación con las situaciones de desequilibrio de poder es el caso de los voluntarios y voluntarias que mantienen relaciones sexuales consentidas con los refugiados

Yo tenía que haberme defendido y él tenía que entender que hay que preguntar. Sin embargo, el terreno del sexo consentido es inescrutable. Hay que mirarlo todo con lupa. Lo que más me dolió a posteriori fue dejarlo pasar sin ni siquiera una reprimenda. ¿Cómo voy a pensar en acostarme con una persona si no sé cómo garantizar mi seguridad? El chico no me agredió, no corrí ningún riesgo, solo me humilló, pero con otra persona podría haber sido distinto. ¿Cuántas situaciones de este tipo habré aceptado? Me acordé de una vez en la que un tipo contuvo mi cabeza cuando se estaba corriendo mientras le estaba haciendo una felación. U otra vez en la que, tras acostarme con un chico bastante reconocido en mi entorno laboral, me llamó para decirme que el condón estaba roto y a continuación procedió a hacer bomba de humo. Pero me guardé esas historias para mí porque me sentía culpable, me avergonzaba sobre todo no haber reaccionado como lo habría hecho cualquiera que tuviera un poco más de amor propio.

El hecho de que no fueran actuaciones punibles, que yo tuviera edad legal para tener relaciones y que el sexo fuera consentido me hacía creer que si algo de este tipo pasaba era debido, sí, a que ellos eran unos patanes; pero también a que yo no sabía defenderme ni protegerme, a que no había dicho que no y a que era promiscua y fácil. Me culpabilizaba a mí, cuando era la víctima, como hacen muchos, de manera mucho más sutil que los forococheros, probablemente pecando más de desconocimiento que mala fe: “Irse con cinco tíos que acaba de conocer. Tiene todo el derecho del mundo y también el derecho a que no le hagan nada, pero no tiene el derecho a tener la certeza de que no le hagan nada. Me explico, yo tengo el derecho a ir al barrio más chungo que conozcas y que no me roben, pero si voy, sé que hay una posibilidad mayor de que pase de que si no voy. ¿Eso quiere decir que es su culpa? NO, es culpa del que hace algo malo. Pero todo el mundo sabe, que si te vas con cinco o 20 o 1 fulano que no conoces de nada puede pasar algo, seguramente no, pero puede pasar. ¿Porque voy con 2000 ojos por un barrio chungo? Porque el mundo está lleno de gente normal y de algunos hijos de puta, cuando yo tomo la decisión de ir soy responsable de esa decisión(Visto en Menéame) 

Continué castigándome hasta que un día, gracias a una amiga, Wanda Bartolini, sentí que podía compartirlo. Quedamos en Nueva Galicia, un bar que hace esquina en Huertas. El local no tiene ningún misterio pero tiran bien la cerveza, es barata y dan patatas fritas y aceitunas a mansalva. No es un bar de viejos porque es relativamente moderno y cuenta con muchos turistas por clientela, pero todavía conserva cierta esencia de bar madrileño. Conocí a Wanda Bartolini en un instituto público de Madrid y la verdad es que nos perdimos completamente la pista. Creo que reconectamos gracias a varios me gusta en Facebook hace un par de años. Y da gusto ver que se ha convertido en una mujer sensacional. No sé lo que pasa por su cabeza, sé lo que pienso yo al ver cómo se comporta. Es, junto a mi madre y mi hermana, una de las tres personas más vehementes a la hora de expresar sus convicciones. Abraza el hecho de que su entender de las cosas no va por los cauces habituales. Se pinta cada uña de un color y no parece Punky Brewster. Le atraen aspectos físicos y del carácter de los demás que a nosotros nos parecen nuestras peores cualidades, y todo lo contrario. Cuando íbamos al instituto tenía un pelo negro grueso que le llegaba a la cintura, el pelo más largo que he visto. Tiene piernas delgadas y espalda ancha, facilidad para los idiomas y parece que las consecuencias de expresar en alto sus opiniones s-e-l-a-s-u-d-a-n, con todas las letras. Al menos esa es la impresión que me da a mí, aunque estoy segura de que no es exactamente así porque hasta las personas más fuertes tienen conflictos internos.

La primera vez que nos vimos después de casi 10 años, fuimos al bar de Paco, en la calle Carretas. En realidad, se llama Mesón Puerta del Sol, pero Wanda Bartolini escuchó a alguien llamar Paco a uno que parecía el jefe, así que lo llamamos así. Ponen unas tapas muy generosas de patatas, alitas, sardinitas… Estábamos inmersas en una conversación muy interesante, era la primera vez que nos veíamos desde la ESO y decidimos pedir un par de cubatas. Al camarero que nos atendía le dio por empezar a hablar y no callar, dándonos una clase sobre el origen e historia del ron. De repente, Wanda Bartolini, sin venir a cuento le paró en seco y le preguntó: “¿Tú crees que en caso de que hubiera un apocalipsis y nos quedáramos sin agua, podríamos comer espárragos para que cuando nos bebiéramos nuestro propio pis supiera distinto?” Ocurrió. El camarero hizo un moonwalk que ni Jackson. Ahora siempre que como espárragos y a veces cuando orino pienso en Wanda Bartolini. Conocer a alguien tan asertivo tiene muchos pros, pero también tiene contras porque una se siente un poco insignificante a su lado. No es que sea una mujer espectacular según los cánones, pero, como dijo mi madre una vez, es especial.

El día que quedamos en Nueva Galicia me contó que un chaval con el que se había enrollado había estado haciendo comentarios bastante preocupantes tipo “te estoy siguiendo” en su blog de poesía, y que la Policía le había dicho que el pobre chaval estaba enamorado. Le hablé de mi plan de sexo diario y le gustó la idea. Ella también estaba en Tinder. Me daba apuro compartir la historia de que alguien me había escupido porque en el fondo creo que siempre intentamos proyectar una imagen de nosotros lo más exitosa posible. Y lo del escupitajo no solo era humillante, sino que me dejaba en un mal lugar por haber seguido follando como si nada. Pero lo hice, me animé a contárselo y fue como un jarro de agua fría porque ella también me confesó mierdas que le habían sucedido (#cuéntalo).

Me di cuenta de que yo no era la única cuya vida sexual estaba plagada de pequeños sobrentendidos de los hombres. Eran casos entre lo punible y lo no punible, si bien no eran demostrables en absoluto. Al hablarlo con Wanda Bartolini me di cuenta de que prácticamente todas nosotras habíamos tenido experiencias negativas con sexo consentido. Fue un punto de inflexión, que arrojó luz sobre episodios pasados y me ayudó a deshacerme del sentimiento de culpabilidad. Poder hablarlo con alguien que te dice “te oigo, te escucho, tú no eres la culpable y lo siento” lo es todo.

En Grecia tuve que escalar un caso incómodo de un refugiado que tenía una enfermedad mental diagnosticada, a la que se le sumaba su orfandad y todas las experiencias traumáticas que había vivido hasta llegar al pueblo donde nos encontrábamos. Lo exteriorizaba teniendo un comportamiento abusivo con las mujeres jóvenes. En esos momentos mi ONG tenía en destino cuatro voluntarios entre semana y yo era la única chica. En una reunión decidí hablarlo porque uno de mis compañeros (gracias) me animó y el Sr. Coordinador y Voluntario 2 reaccionaron bien. Les dije que me sentía incómoda, que me llamaba mucho, que hacía fotomontajes con mi cara, que etc., y que no sabía cómo gestionarlo. “Eres muy mal pensada”, dijo Voluntario 2. “¿Sabes que la mayor parte de las veces los abusos y violaciones en realidad son perpetrados por un miembro de la familia?”, apuntó Sr. Coordinador. Entiendo que quería decir que estadísticamente tenía pocas probabilidades de que me pasara algo. Y me ignoraron.

Pasadas unas semanas, el chico tuvo un ataque y asustó tanto a Voluntario 2 que este se fue a otra ciudad hasta que se garantizó que iban a controlarlo. Nos enteramos de que tenía aterrorizadas a las refugiadas que vivían en el apartamento de al lado, que había aparecido en la casa de una voluntaria de otra ONG a las tantas de la noche y que estaba acosando a otra compañera. Nosotras, para entonces habían llegado más voluntarias mujeres, no dejamos al refugiado de lado, nosotras hablamos con otra asociación para que nos echara una mano, nosotras cogimos la furgoneta y lo llevamos al hospital e intentamos hacer algo que fuera positivo para todos. Sí, hablo de nosotras porque no todos los hombres tienen comportamientos de este tipo pero así, bote pronto, digo que la mayoría de las personas que los sufren son mujeres y la mayoría de los que infligen daño son varones.

Aquellos que dudan de que las mujeres nos enfrentemos por el mero hecho de ser mujeres a unas mayores probabilidades de sufrir violencia que los hombres pueden echar un vistazo a datos institucionales. El Grupo de Expertos/as en Violencia Doméstica y de Género del Consejo General del Poder Judicial lleva presentando informes de manera periódica desde 2008 analizando las sentencias dictadas relativas a homicidios y/o asesinatos entre los miembros de la pareja o expareja. De las 47 sentencias dictadas en 2015 por homicidio/asesinato en el ámbito de la pareja, 38 suponían el homicidio de una mujer (81%) y 9 de un hombre (19%). De las 48 sentencias dictadas en 2016, 38 suponían el asesinato de una mujer (79%) y 10 de un hombre(21%). La evolución de los casos (clasificados como tal) de violencia de género y doméstica muestra una mayoría evidente de feminicidios.

Gráfico CGPJ Sentencias

Ambos informes concluyen que “la violencia entre miembros de la pareja o expareja tiene sus raíces en el género y es asimétrico en cuanto al sexo de sus autores. […] Evidentemente los hombres no son invulnerables a la violencia en el ámbito de la pareja ni las mujeres incapaces de utilizarla, pero el estudio de los casos concretos arroja evidencias que indican que la violencia en el ámbito de la pareja no es simétrica según el sexo. Estos estudios señalan el desproporcionado mayor riesgo de las mujeres a ser asesinadas por sus parejas o exparejas y evidencian las diferencias en cuanto a la severidad de la misma.”

Desproporcionado. Mayor riesgo.#NotAllMen. Cabe mencionar que la complejidad de este tipo de análisis va en detrimento de la agilidad con la que se emiten los informes, por eso el último, publicado en la web el pasado junio, cocina los datos de 2016. Para datos estadísticos de 2017 podemos recurrir a estadísticas de “personas enjuiciadas por violencia doméstica”. De los 3742 casos en todo el territorio español, 2800 enjuiciados son varones y 942 mujeres.

Tenía que considerar no solo cómo iba a conocer a tanta gente y además tener éxito, sino cómo iba a garantizar mi seguridad

Lo que tenía que considerar no era solo cómo iba a conocer a tanta gente y además tener éxito, sino cómo iba a garantizar mi seguridad. Tenía que empezar a plantear seriamente como filtro la seguridad. La verdad es que una nunca puede estar una segura al 100% y con estas apps la sensación de peligro potencial es más alta, sobre todo si quieres tener sexo en la primera cita. Así que no me quedaba otra opción que tener conversaciones más profundas para intentar, en la medida de lo posible, conocer más a los chicos con los pensara quedar; vernos en lugares públicos; liarme con ellos antes de subir al apartamento para intentar detectar dinámicas que no me gustaran cuando estuviera en un espacio seguro; intentar que ese apartamento fuera el mío, aunque no siempre pudiera ser. Otra técnica que decidí incorporar fue dejar los datos del chico a alguna amiga por WhatsApp: la matrícula, el número de teléfono, una foto y, en caso de subir a su apartamento, la dirección.

Otra cuestión que surgió mientras escribía sobre seguridad y citas fueron los términos y condiciones de las aplicaciones. A la luz de los casos de cesión de datos a terceros sobre usuarios con VIH de Grindr y al ridículo acuerdo de consentimiento de relaciones sexuales al que se llegaba por el simple hecho de usar la francesa LegalFling, quise revisar lo que aceptaba al abrir una cuenta con las principales apps de citas.

Términos de servicio de Tinder

Términos de servicio de Happn

Términos de servicio de OKCupid

Cuando las leí me parecieron un pepino, no solo bastante denso sino también algo ininteligible. Ariana Emilia Cabrera, una abogada a la que le pedí que le echara un segundo vistazo, tuvo a bien facilitarme un resumen digerido. Los términos y condiciones no tienen ninguna cláusula fuera de lo común.

Cuando creas una cuenta, automáticamente otorgas a Tinder, OkC o Happn una licencia en todo el mundo para “albergar, almacenar, usar, copiar, mostrar, reproducir, adaptar, editar, publicar, modificar y distribuir información” ya sea porque asociaste la aplicación a Facebook, enviando así la información que habías facilitado a la red social, o por los datos que des, alguno de carácter obligatorio, para abrirla. En particular, Tinder y OkC (pertenecen a la misma empresa) recaban toda la información que es tecnológicamente posible recabar de sus clientes: estos pueden darle acceso a cámara y galería de fotografías, información referente a los métodos de pago, los chats con otros, el contenido publicado, la información que puedan obtener de una persona desde otras personas registradas, geolocalización, cómo se usan los servicios, cómo se interactúa con otros usuarios, dirección IP, ID y tipo de dispositivo. La información recopilada es vasta y amplia. Es verdad que “poder” no es “deber”, pero muy probablemente no nos preocupemos conscientemente por ello y prefiramos tener acceso a todas las posibilidades de la aplicación, en lugar de resguardarnos y no utilizarla en su plenitud. Por su parte, Happn, que parece ser una empresa un poco más conservadora con la información, dice expresamente que no revisan las conversaciones, y tienen la política de que las fotografías y el contenido publicado no pueden ir en contra del pudor y la dignidad humana. Adicionalmente, en ninguna de las apps se especifica claramente cuál es el límite de personas que realmente tienen acceso a toda esta información.

Asimismo, sobra decir que no se revisan los antecedentes de las personas que se suscriben, ni se hace ningún tipo de verificación previa. Los usuarios son responsables de su seguridad personal e interacción con otros. Por ejemplo, cualquier persona que haya cometido un crimen sexual o violento puede formar usar estos servicios. El que utiliza la app es quien “garantiza” que nunca ha sido condenado por este tipo de crímenes. Estos servicios se limitan a dar recomendaciones de seguridad a sus usuarios a fin de evitar situaciones indeseadas.

Ninguna estrategia va a garantizar que no me pase nada, pero hay que vivir. Empezar a asumir que el peligro estará siempre allí y enfrentarse. También añadí un primer requisito interno para mí. Ser más reactiva.

Promiscua
Promiscuas
Se me ocurrió que podía utilizar ese tiempo para experimentar: ¿y si me acostara con un chico distinto cada día que estoy en Madrid?
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#23146
18/9/2018 20:27

leer estos comentarios y pensar en la "superioridad moral" de la izquierda. Así nos va, que deshechan lo que le es ajeno, y lo juzgan MAL. Siempre desde su torre de cristal impoluto

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#23062
17/9/2018 11:02

Vaya vida de mierda que teneis la gente de clase media. De suminsión en sumisión, disfrazada de libertad de elección. Lo único bueno de haberme comido este tostón es que me ha servido para entender por qué los neoizquierdistas os acogeis con ese fanatismo a los dogmas posmodernos: vuestro razonamientos defectuosos proceden de unas experiencies siempre decepcionantes que provienen de una experiencia vital marcada exclusivamente por el peso permanente de las apariencias y los deseos absolutamente condicionados por el consumismo y el espectaculo.
Por lo demás, que se siga hundiendo la izquierda y que ese horrible mundo que ha creado estos seres, que se creen privilegiados, desaparezca cuanto antes

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#23052
16/9/2018 23:55

Me parece una banalidad de reto. Follarse a un tío distinto por día durante 30 días seguidos? … Funcionar por necesidad, sexual o la que sea, está muy bien...pero por trastornos obsesivo compulsivos...pfff no sé yo...

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#23618
28/9/2018 13:33

¿y por qué va a ser un trastorno? No haces más que corroborar la tesis de que la promiscuidad tiene un tinte negativo, y en especial cuando se refiere a la promiscuidad negativa. Igual lo hace porque le da la gana. El sexo tiene el peso o la ligereza que cada uno quiera darle.

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#23887
3/10/2018 17:54

Lo dice ella en sus textos...que es una persona obsesiva. No lo he dicho yo.

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#23030
16/9/2018 11:20

El desequilibrio en la aceptación por parte de la sociedad de las llamadas promiscuidad masculina y femenina y la aparición de manifestaciones de poder machista en el sexo consentido merecen ser descritos mucho más de lo que es usual. Por eso me gusta el relato de Isabel.

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#23004
15/9/2018 16:07

No me he molestado en leer ni la mitad, esto lo cuenta un tio y le apedrean. A otra cosa

6
4
#23001
15/9/2018 15:05

Pues bien mono que es Alvaro Ojeda.

2
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Solicitan la mayor indemnización económica pedida contra una administración por no contar con un verdadero plan de prevención de riesgos laborales para atención primaria.
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Racismo institucional Diallo Sissoko, una víctima más del sistema de acogida a migrantes
La muerte de este ciudadano maliense durante su encierro en el CAED de Alcalá de Henares ha puesto de manifiesto algunas de las deficiencias del sistema de acogida a migrantes en el Estado español.

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Palabras contra el Abismo Lee un capítulo de ‘Café Abismo’, la primera novela de Sarah Babiker
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25 de noviembre Con el lema “Juntas, el miedo cambia de bando”, el movimiento feminista llama a organizarse este 25N
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