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Vine de Grecia trastocada. Solo tres meses de voluntaria en una escuela con la comunidad refugiada me bastaron para creer que ya nada sería igual. “Tendríais que vivirlo para entenderlo”, contaba a quienes me preguntaban por la experiencia. “Ahora relativizo todo mucho más porque entiendo que hay cosas que importan y otras que no”. La verdad es que ni mi labor —profesora, monitora de guardería, gestora de todo un poco— ni la de mis compañeros era tan necesaria.
La entrada de personas en Europa se ralentizó a partir del Acuerdo de Turquía de marzo de 2016 y los organismos internacionales habían llegado a conciertos de externalización con Cruz Roja, Médicos sin Fronteras y otras grandes, que terminaron por tener cubiertos a aquellos refugiados que la ONU reconocía oficialmente como tales. (No quiero decir que la situación de los refugiados aceptados por la comunidad internacional fuera la óptima, ni mucho menos, y aquellos no reconocidos por los organismos internacionales, la mayoría, son invisibles para el sistema).
No obstante, al regresar a Prospe, mi barrio, no encontraba mi sitio y tenía dos ideas en la cabeza: iba a volver a Grecia en un mes y la mayor parte de lo que antes me parecía importante no lo era. Nunca volví, pero la experiencia como voluntaria me hizo reflexionar acerca de mi ideología y la manera de relacionarme con los demás. No paraba de pensar en que las cosas que siempre nos habían dicho que eran moralmente reprobables en realidad no tenían por qué serlo. Y que muchas situaciones que son verdaderas mierdas para el mundo se suceden con impunidad. ¿Para aprender una perogrullada tenías que irte a otro país? Hemos interiorizado tabúes que, por mucho que se diga que los reconocemos y que no nos afectan, establecen lo que está feo.
Los cotilleos, por ejemplo, son la reacción natural ante situaciones en las que estas normas se rompen. Lo curioso es que ejercen una presión mucho mayor que los asuntos que nos afectan de verdad a largo plazo. Por ejemplo, que recorten en sanidad va a tener consecuencias mucho mayores sobre nuestras vidas que el saber que al vecino le están juzgando por consumo de estupefacientes. Sin embargo, nos sentimos mucho más inclinados a condenar al ostracismo a esa persona que a salir a manifestarnos para tener un ambulatorio en condiciones.
De repente me creía liberada, o por encima, de estos estigmas “vista la miseria”. Además, pretendía marcharme de España en 30 días por lo que no tenía por qué responder ante nadie. Fue en esas circunstancias cuando se me ocurrió que podía utilizar ese tiempo en el que no corría ningún riesgo para experimentar cosas nuevas y hacer locuras: ¿y si me acostara con un chico distinto cada día que estoy en Madrid?
“¡Debe de estar loco!”, exclamó Frederick./ “Es lógico que lo piense, reconoció Beaumaris lanzándole una de sus despectivas miradas. / “¿Ha tenido en cuenta lo que dirá la gente?”, preguntó Frederick. / “No, en absoluto. Y no voy a molestarme en pensar en algo que me interesa tan poco”.
Podía si dejaba las cosas claras y no hacía daño a nadie. No es que no fuera una idea atractiva, que evidentemente lo es, sino que fui demasiado optimista. El que dice que las mujeres lo tienen más fácil porque siempre que quieren tener sexo pueden, está equivocado. Hay dificultades sociales, logísticas, de seguridad, políticas, identitarias que siempre surgen y que efectivamente acabaron por aparecer. El ángel sobre mi hombro izquierdo me susurraba “¡buena idea!, parece divertido”, mientras que el demonio a mi derecha, al que tiendo a ignorar, me llamaba golfilla.
Había un resquicio de inseguridad, por miedo a que me etiquetaran de chica fácil. Algo que era malo, ¿o no? Y tendrían razón, ¿o no? Me cuestioné qué es lo que pasaba, ¿cuál era el origen de mi miedo?
Y es que había un resquicio de inseguridad, por miedo a que me etiquetaran de chica fácil. Algo que era malo, ¿o no? Y tendrían razón, ¿o no? Me cuestioné qué es lo que pasaba, ¿cuál era el origen de mi miedo? Lo que me había propuesto se encuadraba dentro del concepto de promiscuidad, que la Real Academia Española entiende como “relación sexual poco estable con distintas personas”. Esa era, efectivamente, la acepción que definía lo que me disponía a hacer y se trataba de un concepto neutral. ¿Por qué entonces tenía la sensación de que la palabra arrastraba una connotación negativa? Comencé a flirtear con la idea de promiscuidad.
El doble rasero a la hora de calificar a hombres y mujeres como promiscuos está comúnmente aceptado. Una encuesta realizada por Superdrug Online Doctor afirmaba que los hombres (17,5%) eran más propensos que las mujeres (8,2%) a inflar su historial de parejas sexuales. Así mismo, el 18,6% de las mujeres admitieron haber mentido a la baja frente a un 13,7% de varones. El estudio insinuaba que las mujeres podrían estar alterando sus cifras por la presión ante percepciones “retrógradas” como el “que las mujeres con una vida sexual amplia se pudieran considerar promiscuas”.
Cuando trabajaba como redactora para un medio hispano en Nueva York contábamos con un par de artículos para publicar en las redes una y otra vez cuando necesitábamos subir el tráfico, los evergreen. Siempre funcionaban. Nuestro artículo estrella era “4 técnicas para mantener sexo anal sin dolor”. Con solo ponerlo una vez por semana, teníamos más o menos aseguradas unas cifras de audiencia mensuales que contentaban a los de arriba. Además, al mirar detalladamente la información sobre el comportamiento de esa audiencia nos dábamos cuenta de que el llamado porcentaje de rebote era bajo, por lo que nuestras lectoras le echaban, como poco, un vistazo de reojo y un poco consciente; no es que llegaran al artículo por casualidad, se escandalizaran y cerraran la pestaña inmediatamente.
Este comportamiento era privado, no había manera de que otros lo supieran. Nosotras lo conocíamos gracias a herramientas de análisis que facilita Google. Sin embargo, lo que estas lectoras comentaban en nuestro Facebook era visible para todos. Atención al dato: cada vez que publicábamos nuestro artículo más exitoso recibíamos una avalancha de críticas e insultos en Facebook. No seamos tan mal pensadas de considerar que las mismas personas que nos decían que era pecado, luego leían el artículo en secreto, pero quizás la mayor parte de nuestras lectoras lo leían y se callaban, aceptando todos esos comentarios con la boca cerrada. Siempre me pareció un ejemplo magistral de cómo funcionan las cosas y de la presión que siente la mujer de sentirse juzgada porque se la asocie con determinadas prácticas sexuales.
El estudio de Cornell elaborado por Zhana Vrangalova Birds of a Feather? NotWhen It Comes to Sexual Permissiveness afirma que las chicas “promiscuas”, entendiendo el término como aquellas que han tenido más de 20 parejas sexuales, eran consideradas por sus compañeras como menos adecuadas para una amistad que las castas, con el consecuente riesgo de aislamiento social. El diario Cornell Chronicle afirmaba que el estudio exponía que “las mujeres todavía lidian con un doble rasero que avergüenza a las mujeres golfas y celebra a los hombres mujeriegos”. Derek A. Kreager y Jeremy Staff en The sexual double standard and adolescent peer acceptance consideran que a pesar de que la opinión pública acepta la existencia de un doble rasero, los estudios son rebatidos por basarse casi siempre en encuestas. Para legitimar su investigación utilizan una especie de método semimatemático que analiza variables con cifras precisas.
Cruzando datos del National Longitudinal Study of Adolescent Health con factores como el sexo y la etnia, y combinándolos a su vez con encuestas, determinaron que las chicas con más de ocho parejas sexuales tenían menos probabilidades de que otros compañeros las consideraran como potenciales amigas, independientemente de si se tratara de relaciones sexuales en un contexto “romántico” o no, la misma conclusión a la que llegó Vrangalova.
Por su parte, son muchas las fuentes históricas que juzgan y/o institucionalizan la vida sexual de la mujer española desde el s. XX hasta nuestros días, definiendo un estándar: la combinación perfecta entre castidad y predisposición a satisfacer sexualmente a la única pareja (varón) que se va a tener a lo largo de la vida. Durante la dictadura, es de obligada mención la Sección Femenina. Aparecían reflexiones como la del padre García Figer en ‘Medina’, revista de la Sección Femenina, de 12 de agosto de 1945: "[…] De la mujer sensual no se ha de esperar trabajo serio, idea grave, labor fecunda, sentimiento limpio, ternura acogedora".
Valentín Moragas Roger y Federico Corominas ofrecen una serie de recomendaciones para la vida sexual marital en en el manual Vida conyugal y sexual (1962): “La inexperiencia hace que la mujer, en su primera noche de matrimonio, ya sea por miedo, ya por excesivo pudor, guarde una actitud absolutamente pasiva, lo cual dificulta la consumación del acto. Se la ha de aconsejar que se entregue a discreción y, en lugar de oponer obstáculos, dé todas las facilidades. La primera de ellas es que, bien impuesta del papel que ha de desempeñar, se coloque bien estirada, boca arriba, con las piernas separadas y los muslos un tanto encogidos, en cuya posición la vulva queda más levantada, presenta mejor su entrada y facilita la penetración del miembro viril”.
Sexo unilateral, queridas. Estos extractos no hablan explícitamente del concepto promiscuidad porque ni siquiera se concibe. Se dirigen a un público mayoritario de mujeres que se sobreentiende que solo tienen, han tenido y tendrán una pareja sexual. Pero la vida sexual que tengas con esa pareja también está reglada. La promiscuidad femenina estaba fuera de toda discusión y dentro del matrimonio era adulterio. El uxoricidio honoris causa, desaparecido del Derecho Penal en 1932 y reincorporado en 1944 para su eliminación definitiva en 1963, suponía la exención o atenuación de la pena para el marido que matase a la esposa sorprendida en adulterio: “El marido que, sorprendiendo en adulterio a su mujer, matare en el acto a los adúlteros o a alguno de ellos, o les causare lesiones graves, será castigado con... Si les produjese lesiones de otra clase quedará exento de pena”.
El Franquismo es un pozo sin fondo de fuentes institucionales o privadas que intentan a distintos niveles regular la vida sexual de las mujeres. Esta es solo una selección de fragmentos.
En la actualidad los sectores más fervorosos de la iglesia católica ya no rehúyen la posibilidad de que gran parte de la sociedad tenga una vida sexual activa con distintos compañeros y compañeras, y sí hablan explícitamente del concepto de “promiscuidad”. Este es el caso de InfoCatólica.com, un portal que se autodefine como “diario digital de información y opinión socio-religiosa cuyo fin y misión es la difusión de información, formación y opinión basada en la doctrina católica”. La plataforma, con un recorrido de casi una década, 334.789 seguidores en Facebook y 100.000 en Twitter está liderada por el teólogo burgalés José María Ibaruru y Juanjo Romero, una figura visible de Hazte Oír. ¿Cómo trata Infocatólica.es la promiscuidad?
Su artículo mejor posicionado sobre el tema es “La promiscuidad sexual”, de Pedro Trevijano Etcheverria, sacerdote diocesano y doctor en Teología por el Alfonsiano de Roma. Para Etcheverria, la promiscuidad es un problema tanto del hombre como de la mujer e introduce el término “ninfomanía” solo para nosotras: “Los individuos promiscuos de ambos sexos se autojustifican diciendo que tienen grandes necesidades sexuales en cantidad y calidad y que deben cambiar de comparte, sea en intercambio de pareja, sea en trío, sea anónimamente. En las mujeres se llama ninfomanía, y es una compulsión sexual que les impele a multiplicar sin freno las experiencias sexuales, lo que las puede conducir a una prostitución voluntaria y a una insatisfacción sexual imposible de llenar”.
Se trata de un artículo de opinión de hace un par de años, aunque Trevijano es un colaborador muy activo del medio, habiendo publicado hace poco “Aborto en Argentina”.
El término “promiscuidad” en los principales medios de comunicación españoles —abc.es, eldiario.es, elmundo.es, elpais.es, Publico.es, lavanguardia.es, etc. —arroja resultados neutrales y sin connotaciones por lo variado de los contenidos que ofrecen.
Seguro que Forocoches, un sitio web con tantas visitas, cuenta con gente de todo tipo y además es de suponer que la mayoría de sus foreros son seres humanos normales e incluso dotados de bondad. Pero los que solo son seres, maravillan. Los corchetes para que quede claro que lo de promiscuidad y religión es un tema serio imponen. Cuentan con un foro específicamente dedicado a uno de los temas centrales de estas crónicas: “¿Por qué la promiscuidad es más despectiva en la mujer?”. Admito que me pasa como con las pelis de terror, no las veo porque luego no duermo, así que eché un vistazo grosso modo a los comentarios. Me quedé con tres comentarios que representaban los argumentos más recurrentes.
En primer lugar, el sociobiólogo.
Tiene su razón de ser en lo biológico. Eliminemos todas las convenciones sociales, pero todas, desde las que lo desaprueban hasta lasque lo incitan. Que tenemos? una mujer tiene un número limitado de óvulos durante su vida. Una mujer lleva en sus entrañas una nueva vida en cuanto se acuesta con un macho (estamos hablando de la base biológica, no lo olvidéis, y primitivamente no había profilácticos) es decir que una mujer ha de acertar el macho con el que tener hijos.
Ese macho ha de ser dotado y protector. Es decir, si se acuesta con varios perderá el respeto de la manada, ya que el interés de cualquier macho es transmitir su carga genética y no mantener la del pringao de la manada. Conclusión, a la hembra le interesa que solo uno le fecunde y que ese sea el macho alfa que le de protección. Por el contrario el interés de cualquier macho es convertirse en ese macho alfa y si no lo consigue poder fecundar a cuantas más hembras pueda antes de morir, ya que la vida del macho es frecuentemente más corta.
Trasladado a nuestra época, vemos como hay muchos factores que modifican esta conducta, pero que esencialmente debería ser la misma siguiendo nuestros instintos.
Mónica García-Fernández, estudiante de doctorado en la Universidad de Oviedo y especialista en cuestiones de sexualidad femenina durante el Franquismo, me ayudó a dar forma al concepto de promiscuidad. Llegué a ella buscando artículos y estudios, conseguí su teléfono y enseguida mandó una multitud de información y bibliografía. Me introdujo la concepción sociobiológica de las relaciones sexuales, que inmediatamente relacioné con este comentario. De hecho, a esta tendencia la había llamado “el Darwinista” en un principio, pero luego opté por utilizar la terminología de la academia.
En forocoches, un forero se suma al paradigma biológico versus cultura: un tío sale con muchas tías, es un máquina; una tía hace lo propio, es una puta, dice
García-Fernández ahonda en ello en Gender Metaphors in Representations of the Biological Body: An Analysis of Popular Medical Literature Published in Franco’s Spain. Explicándolo coloquialmente, en palabras de García-Fernández, la perspectiva sociobiológica viene a decir que el hombre es promiscuo por naturaleza porque tiene un número infinito de espermatozoides para fecundar a diestro y siniestro. La mujer tiene un número limitado de óvulos y por tanto se preocupa por buscar un compañero apropiado. Este tipo de explicaciones sobre el comportamiento del óvulo y del esperma no solo ayudan a naturalizar la noción de complementariedad entre sexos sino también la de jerarquía.
Otro compañero forero se sumaba a este paradigma compartiendo una reflexión sobre la eterna cuestión biología versus cultura: “Un tío sale con muchas tías, es un máquina. Una tía hace lo propio, es una puta. ¿Prejuicios sociales/culturales? ¿O tiene su razón de ser en lo biológico?”.
En segundo lugar, el Lobo de Wall Street.
Es muy sencillo: se trata de oferta y demanda. Hay mucha demanda por un bien. Y la que lo vende barato, hace que baje el precio, y por ello es considerada una puta. Las peores putas son las que te cobran antes un precio fijo, ya que venden tan barato su mercancía, que hace que a las otras les cueste más colocarla al precio que quieren: casa, coche, boda de princesita, maridito atento, etc.
Es así de sencillo. Ese es el principio que gobierna nuestra sociedad (en cuanto a sexo se refiere) desde que salimos de las cavernas.
Por último, el refranero popular.
Porque una llave que abre muchas puertas es una llave maestra pero una puerta que es abierta por muchas llaves, es una puta mierda.
Este último comentario tuvo éxito y lo entiendo. Los formatos enjutos tipo “no por mucho madrugar amanece más temprano”, tan claros y sencillitos, a mí también me gustan. Un compañero le puntualizaba: “Entiendo la metáfora, pero no estamos tratando con llaves.”
Concluyendo que seguramente Paquito el del quinto y Fulano el del gimnasio tienen una opinión poco bonita de las mujeres que consideran promiscuas, es interesante establecer qué se entiende por una cantidad de sexo y parejas reprochablemente alta, promiscua, ya que cada uno de los estudios mencionados anteriormente (ninguno de ellos realizado específicamente en España) establecía el límite de la promiscuidad en una cifra distinta.
Según datos recogidos por Superdrug Online Doctor, España sitúa la barrera de la promiscuidad en 15 parejas sexuales, por encima de Alemania y Reino Unido (14), Austria (13), Italia (12) y Holanda (11), siendo 6,2 el promedio de parejas sexuales a lo largo de una vida en Estados Unidos. La de España se encuentra en algún punto no distinguible entre 5,4 y 6,2. Así, Statista afirma que solo el 1,8% de los españoles tiene relaciones sexuales todos los días. Teniendo en cuenta estainformación, paso la barrera de la promiscuidad de España, soy plusmarquista promiscua para los datos promedio y espero llegar a formar parte de ese selecto club que solo llega al 2% de los adultos del país.
Llegados a este punto y teniendo en cuenta lo analizado podía concluir que sí, era una promiscua de acuerdo con la definición de la RAE y las estadísticas; que sí, se confirmaba la postura general de que la promiscuidad es una característica de los hombres pero de la que se culpa a la mujer; que sí, la promiscuidad tenía y tiene connotaciones negativas; que sí, a lo largo de la historia reciente de nuestro país se ha controlado nuestra vida sexual no solo a través de la presión social, sino también de la legislación; y que sí, me importa más bien poco.
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Un apunte. Hace unos meses leí en The Guardian (creo que en la sección "You asked Google here is the answer") que tanto hombre como mujeres coincidían en el número ideal de parejas sexuales, que creo que era 13.
La razón que se aducía es que con menos eres muy inexperto o conservador y con más muy difícil de satisfacer. No me pareció mala explicación.