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Poesía
Juanpe Sánchez López y la literatura como conversación infinita
Juanpe Sánchez López (Alicante, 1994) abre su libro y busca. En realidad es el ejemplar de Desde las gradas (Letraversal, 2021) que está leyendo su madre página a página y que en unos diez días ha sido enviado a reimprimir, agotado en muchas librerías. Juanpe Sánchez López —a partir de ahora: el autor, el poeta o Juanpe— busca más, hojea. Ahora está en la página 67 y lee: “Pasa mucho tiempo hasta que dejas de ser / un cachorro inutil y baboso / un caracol pero sexuado / pasa poco tiempo hasta que empiezas a ser / una búsqueda de serotonina sexualizada / una espiral de peligros”. Se detiene un momento y sigue con la estrofa: “ (...) y una boca donde caen / y salen palabras con vértigo / a veces inevitablemente rapidísimas”.
El escritor alicantino empezó a trazar Desde las gradas hace tres años y aún se acuerda del momento en el que escribió cada poema porque, como narra, fue un duro desempeño de profundización y existencia. “La escritura literaria es trabajo, una forma de emplear mi tiempo y una forma de consciencia”, dice.
Respira y anuncia que va a sincerarse: “No sé si escribí feliz este libro, pero sí lo escribí para tener momentos de felicidad. Hay cierta trampa de la nostalgia cuando pienso en ello. Es algo que hago con mi vida personal. También ha habido estadios de tristeza o autosabotaje”. Estudió Teoría de la Literatura y su investigación de fin de máster se titula ¿Será el amor suficiente? Las formas románticas, el cansancio y el futuro de nuestra vulnerabilidad. En su aún pequeña biografía reina la sinceridad: se busca la vida intentando encontrar becas para seguir estudiando y escribiendo por este mundo “políglota y globalizado”.
Las palmeras, el calor, el cielo despejado y los veranos nocturnos. Así dibuja su niñez. Juanpe se recuerda siempre muy apegado a sus padres, cuyos trabajos también forman parte de cómo Juanpe los recuerda. El trabajo como apéndices y como obstáculo para estar juntos. Días libres, poco tiempo, fines de semana. “Mi madre, con unos ahorros, montó un espacio de celebración de cumpleaños. Pasaba allí las tardes. Era como un cumpleaños constante. Siempre he sido un niño feliz. A pesar del bullying por ser gordo y mostrar pluma”.
Como otros muchos lectores (y escritores), Juanpe llegó a los libros con el empujón de Harry Potter, pero la primera vez que leyó la palabra polla fue en Los pilares de la tierra. Salió de Alicante para irse a Madrid, o de una adolescencia a otra más libre: dejó Arquitectura para estudiar Literatura y sacó los dos pies del armario. “Una explosión”, apunta.
Dependemos de nosotros (tú de mí y yo de ti)
Amaral, Roland Barthes, Judith Butler y Berta García Faet entienden el mundo como un lugar en el que la interdependencia es el centro. Nos cuidan, cuidamos, pretendemos cuidar. “Cuando pienso en Amaral en mi cabeza suena ‘Sin ti no soy nada’, que no es una canción sobre el amor romántico, sino un clamor por la interdependencia. Una llamada para crear un yo y creer en ti, en mí”, puntualiza el escritor.
Los planteamientos de Butler, los de Barthes o cuando García Faet dice eso de “siempre que quiero escribir un poema sobre mí me sale un poema de amor para otro” hablan de la relación recíproca de la humanidad. Juanpe llega junto a Amaral, Barthes, Butler y García Faet para converger y preguntar: “¿Cómo somos?, ¿cómo nos amamos?”.
“No es un ‘locus amoenus’ si no están mis amigas. No existe la vida si no están mis amigas. La escritura no es nada sin mis amigas”, dice el poeta Juanpe Sánchez López
Berta García Faet lo es casi todo para Juanpe, pero él prefiere una palabra: maestra. Maestra de la que aprende y a la que ha dedicado su estudio. Con el poemario La edad de merecer (La Bella Varsovia, 2015), asegura el poeta, empujó a la literatura y a la cultura hacia allá, el futuro. Se adelantó a todo lo que vendría después. Juanpe aspira a que su Desde las gradas sea un mapa para encontrar otras lecturas, de las que deriven otras obras y por tanto, que en su texto resuenen muchas voces. Eco-eco-co-co-co-o. Entre esos islotes conectados ha de estar su maestra. “Se da demasiada importancia a la poesía, cuando realmente es un juego”, ata. “Sin denostar al ‘estatuto poético’ y valorando el empleo consciente de un tiempo”, desata. “Un mapa de lecturas y reescrituras”, subraya.
“Marta me llamó a las seis hora española / solo para hablar, solo se sentía sola / porque Sebas se marchó, de vuelta a Buenos Aires / el dinero se acabó, ya no hay sitio para nadie (...)”. Eva Amaral y Juan Aguirre construyeron un buque insignia donde aún se enarbola una bandera: la de la amistad. ¿Son mis amigos?
La poesía de admirarnos
“No es un locus amoenus si no están mis amigas”, escribe, en un momento, Juanpe y de repente Desde las gradas se hace grande. “No existe la vida si no están mis amigas. La escritura no es nada sin mis amigas. Las amigas leen mi textos, hablo con ellas desde la escritura. Mis amigas me hacen creer en lo que escribo. Amo a mis amigas. Recuerdo con nitidez el único fin de semana donde, enfermo, no pude quedar con ellas. Con insomnio pensaba en esos momentos en los que rememorarían esos recuerdos de los que yo no formaría parte”, explica con angustia, el escritor.
Juanpe cree en la amistad de forma genuina, primitiva, genuina de nuevo, inocente. Es su forma de resistir a las dinámicas comerciales que, poco a poco, van comiéndo terreno a la bondad. “Lo que prevalece es querer crecer junto al resto o gracias a los demás, a partir de ellos. La admiración”. No, no y no. Niega tres veces entender las relaciones vitales como transacciones. La amistad o es veneración o quizá sea otra cosa. “El amor, y no como institución, es una puerta o una forma de abrirnos a imaginar un futuro. Debería ser una condición para imaginarnos. Nos hace querer accionar, querer cuidar. Somos menos vulnerables. Nos hace combatir los sistemas de cansancio capitalista. El amor es la puerta contra este desgaste”. Desde luego, añade, “se puede amar en mitad del capitalismo, pero debemos ser críticos con cuáles son las formas de amar que propone el capitalismo”.
“Lo que prevalece es querer crecer junto al resto o gracias a los demás, a partir de ellos. La admiración”, asegura el escritor de ‘Desde las gradas’
¿Puede, entonces, la amistad más pura acabar con el sistema? El escritor no duda en acordarse de Layla Martínez, colaboradora de El Salto, y su ensayo Utopía no es una isla (Episkaia, 2020) para componer su propio pensamiento y proseguir: “El éxito de las distopías y por tanto, del neoliberalismo, reducen nuestra capacidad para creer o crear futuros deseables y optimismo”. La amistad podría, entonces, detonar algún puntal de esos que sostienen todo un sistema y todo un hastío humano. La amistad acaba con la predestinación y los futuros obligadamente opacos. Aunque no sea suficiente.
Expulsados de la democracia
Juanpe retrata: “(...) dos señores casi muertos hablan del tiempo / de la ficción en un ascensor social / que está roto / dos gotas de las hojas caen / y se forma un círculo democrático / si te acercas se escuchan / si te alejas te expulsan (...)”.
“Quería dibujar con tono sarcástico el círculo democrático de la Universidad o del debate intelectual. Se puede extrapolar al sistema político, sí. No he pensado en qué ocurriría si me alejo de la democracia o si me expulsan de ella porque creo que nuestro sistema político aleja y expulsa a personas desde el momento en que España es un Estado colonialista y racista. Por ejemplo, se aleja o expulsa a las personas trans del debate público sobre sus propias identidades. Reflexionemos, porque en una democracia todo el mundo tiene voz y ahora convivimos con quienes parecen no tener”. Acallar, silenciar o bajar el volumen es rechazar.
“El amor es una puerta para imaginar un futuro. Nos hace querer accionar, querer cuidar, ser menos vulnerables. Nos hace combatir los sistemas de cansancio y desgaste capitalista. El amor es la puerta contra este cansancio”, observa Juanpe Sánchez López
La poesía no resarce el dolor, pero trae al frente palabras enterradas. Juanpe escribe y no resarce, pero sí desentierra otras gargantas, las viste con mimo y las pone sobre la mesa para que volvamos a escucharlas. “(...) y la sangre es la sangre / y otra vez dos bandos: uno el de la palabra / y otro el de la opresión (...)”. Es un extracto de “Poema dedicado a todos los hombres que mataron a algún maricon en la guerra civil española (1936-1939)”. Caballos, navajas y noches. Juanpe se deshace y casi grita, dentro de Desde las gradas: “(...) debajo de la tierra pasan las horas / devolvednos a Federico García Lorca”.
“La poesía no ha de tener un papel porque sí para con la memoria, pero puede excavar en otros textos para traerlos al frente. Esto tiene que ver directamente con las redes, con la reescritura. Barthes dice que todo autor es un autor que está muerto. Rivera Garza, que tomamos a los muertos (yo añado a los vivos) y con trabajo común, porque toda escritura es escritura de alguien anterior, de alguien anterior, de alguien anterior y de alguien anterior), los autores se desviven en el texto y se vuelven centrales en el presente”, desarrolla el alicantino para culminar: “Para mí era importante traer a Lorca. Es una necesidad cultural y social: no olvidar y no hacer como que nunca pasó”.
Ahora me toca jugar a mí
Créditos. Música alegre. Sin legañas ni ojeras y bajándose de un autobús amarillo unos cuantos jóvenes. Otros llegan acompañados del perro, la abuela, los padres y los hermanos pequeños. Se despiden. Se abrazan. Siguen los créditos, suena un timbrazo o una sirena. Las animadoras visten como animadoras y el capitán del equipo lidera un pequeño rebaño de hombres muy serios a los que les va el clembuterol. Es el inicio de una comedia romántica. Se juega un partido: fútbol americano, baloncesto, hockey. En las gradas: gafotas, debiluchos, descamisados, maricones, niñas, niños, otros, variados, el gordo, el chino, la bajita, los asmáticos. El partido está aburrido. La cámara apunta a las gradas. “¿Qué pasa si desplazamos la acción?”, pregunta Juanpe.
El poeta se apropia de este lugar, las gradas, y de la imagen que evocan. “Veo y consumo esas ficciones donde chico conoce a chica que anima a este desde fuera. He crecido feliz viéndolas. Pero podemos entender estos relatos de efervescencia con los que nos criamos de otras formas”, admite y argumenta. Desde las gradas solamente puedes ver y dirigir la mirada hacia el lugar donde ocurre la acción. Como si desde allí, lejos, no aconteciera absolutamente nada. Ni la vida. Esta es la propuesta, el moldeado tradicional de la ficción, el que se sitúa como válido y único. “Ahora me toca a mí, gordo y maricón. Ahora jugamos a otra cosa: quiero hablar. Hay que contar historias de júbilo que no procedan del amor normativo y heterosexual”, piensa en alto. “En Desde las gradas hay un reflexión sobre el lenguaje y una apuesta poética que no quiero que sea eclipsada por la búsqueda del amor no heterosexual”.
Sí, la poesía se explica. En Desde las gradas, Juanpe propone el juego completo a través de una serie de estructuras. Escribe poemas y también da las herramientas para abordarlos, crecen y se explican de forma intrínseca desde dentro. Divertimento asegurado para casi cualquier lector. Hay citas, epígrafes explicativos, pies de página. Todo ello es parte de la obra. En un momento escribe, con un cuerpo de letra menor: “Aquí falta una cita que diga ‘el autor está muerto’ (...) nosotros no somos para siempre como Aquiles y Patroclo (...) nos arrodillaremos como Aquiles se arrodilló persiguiendo su gloria (...)”. Un poema dentro de otro, debajo, como si retara a los formalismos. “La literatura es una conversación infinita”, resume.
Elizabeth Duval, que prologa y amadrina Desde las gradas, califica como chillón al entretejido de poemas de Juanpe Sánchez López. ¿Chillón como un niño enrabietado que grita o como un color estridente? Quizá ambas opciones, con matices, son correctas. “Tenía claro que quería dotar de musicalidad al libro, recuperar ciertas rimas y cierta sonoridad. De repente todo encaja, como en una canción de jugar a palmas”, remata el autor.