Pobreza energética
La Cañada se apaga sector a sector

Desde el pasado 18 de marzo los sectores 4, 3 y la mitad del 2 de la Cañada Real están sin luz. Tras año y medio de apagón en los sectores 5 y 6, la población se debate entre seguir exigiendo sus derechos a una administración que les ignora, o afrontar la autogestión energética. La energía solar entra en la ecuación.
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Una niña se sienta en el suelo del sector 4 donde llevan 20 días sin electricidad. David F. Sabadell
6 abr 2022 13:39

Está cerca de Rivas Urbanizaciones pero no es una urbanización. O al menos no es una al uso. A pocos metros de una avenida, a la vista de una torre blanca de modernos pisos, se levanta un recinto rodeado por una tapia. Najat abre una puerta y aparece una parcela en la que se reparten un puñado de casas. Como un micro pueblo, las viviendas de ladrillo, enyesadas, de dos pisos, construidas a cada lado, dan a una calle común. Un grupo de mujeres aguardan junto a unos pocos niños. Tienen algo urgente que contar: el pasado 18 de marzo les cortaron la luz.

Muchas tienen hijos o nietos. Llevan más de dos semanas calladas a la espera de que, como les han prometido, se arregle pronto la situación. Entretanto afrontan una ola de frío inusual para esta época del año, y la percepción de que lo que les pasa no le importa a nadie: “Aquí ya no hay derechos, aquí ya no hay nada. Esto es una inhumanidad. Tenemos a los niños malos”. Es lunes, y aunque el hijo de Amira no se encontraba bien, lo ha mandado al colegio. En su casa, con el frío que hace, no se puede quedar”. No solo los niños están enfermando, además del frío, reina la ansiedad: “La gente lo está pasando mal y nadie está viendo nada de esto. Todo por la marihuana, pero no tenemos la culpa de esto”.

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Abrigadas, las vecinas del sector 4 denuncian su situación después de 18 días sin electricidad. David F. Sabadell

Hace dos semanas la Policía Nacional anunciaba el éxito de una gran redada, en una operación conjunta con la Guardia Civil. “44 detenidos y más de 17.500 plantas de marihuana intervenidas en la Cañada Real”, titulaba su nota de prensa en la que anunciaba: “El operativo ha permitido la desarticulación de un grupo criminal que operaba desde los sectores 3 y 4 de la Cañada, logrando además la intervención de 24 armas de fuego, más de 56.000 euros en efectivo, tres vehículos y diversa documentación”. La nota se cerraba con un lacónico apunte: “técnicos de la empresa eléctrica procedieron a la desconexión de las acometidas utilizadas por los investigados, entre ellos cuatro transformadores eléctricos de alta a baja tensión”.

“Si de verdad tienen dudas de que hay marihuana que vengan casa por casa a buscarla, a mi me da igual, que vengan incluso sin una orden. Pero nosotros queremos alcanzar una solución”

No son plantas de marihuana las que se han quedado sin luz. El suministro eléctrico se cortó en los sectores 3 y 4 de la Cañada, y parte del 2. La parcela donde viven Najat, o Amira, que sus familias compraron hace más de 15 años, pertenece al Sector 4. Que te corten la electricidad no es nada abstracto, es una interrupción bestial a las rutinas: neveras que dejan de funcionar, comida que se pudre, familias enteras que se quedan a oscuras cuando el sol se va; no poder estudiar, no poder poner la tele por las noches, no poder cargar los teléfonos.

En círculo el grupo enumera todas las cosas que ya no pueden hacer, mientras unos pocos niños pequeños escuchan atentos. La mayoría de los niños está en los colegios. Los hombres a esas horas están trabajando. Muchos en la construcción, levantan edificios como en su momento levantaron las viviendas que, sin tener nada que ver con las redadas, o con la marihuana, se han quedado sin luz. “Si de verdad tienen dudas de que hay marihuana que vengan casa por casa a buscarla, a mí me da igual, que vengan incluso sin una orden. Pero nosotros queremos alcanzar una solución”, apunta Amira.

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Najat muestra su casa. David F. Sabadell

Najat nos ha conducido hasta el lugar, explica que no saben muy bien qué hacer. La falta de luz en La Cañada no es nueva, hace ya más de un año que cortaron la luz al Sector 5 y 6, desde entonces el Sector 5 consigue organizarse por su cuenta para tener electricidad en días alternos. El 6 sigue a oscuras. Las movilizaciones de quienes llevan desde invierno de 2020 sin luz han sido intensas, no hay puerta a la que no hayan llamado, y la hemeroteca está bien poblada de movilizaciones. Y sin embargo nada se ha hecho. Mientras la presidenta de la asociación de vecinos negocia, ellos debaten si manifestarse o mantener un perfil bajo. Ver lo que ha pasado con los otros sectores les quita las ganas de luchar: temen incluso ser castigados.

La percepción general, como comentaba Amira, es que son tratados como gente sin derechos. Hassan está muy enfadado, tiene 28 años, es empleado en una empresa de mensajería donde lleva labores de logística, es un buen trabajador, le hicieron indefinido en muy poco tiempo, cuenta, espera su primera hija. Su mujer, Aisha, está embarazada de ocho meses ya, el día que cortaron la luz la joven venía de comprar la cuna.

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Las vecinas dejan la comida afuera para que se conserve y calientan ollas de agua para poder bañar a sus hijos. David F. Sabadell

Hassan lleva toda la vida en España, llegó a La Cañada hace ocho años después de afrontar un desahucio, con 500 euros, vino desde Guadalajara. Como pasa en un país en el que la carestía de la vivienda expulsa a millones de personas de la posibilidad de mantener un techo, fue su familia la que lo ayudó. Ocupa con su mujer el piso de arriba de su madre. Como toda pareja joven ambos han intentado alquilar una vivienda para ellos. Con lo que él gana le resulta imposible. “Los que tienen dinero son los que siempre van a tener dinero, compran cuatro o cinco pisos, y los alquilan a 900 pavos. Yo cobro 900 pavos, 400 se me van en gasolina. ¿Adónde voy?”.  La madre de Hassan muestra cómo dejan la comida en la ventana para mantenerla fresca, por ahora tienen la “suerte” de que el frío conserva los alimentos. Como contrapartida, todas las mantas no alcanzan para que puedan dormir tranquilas. Ha tenido que meter a su nieta con ella en la cama, una nena de 22 meses que corretea por ahí, para que no perdiera el calor.

Como Hassan, Amira también trabaja, pero en su trabajo nadie sabe que vive en La Cañada. Todas son conscientes de que explicar que provienen de aquí supone un obstáculo en el mercado laboral, y es que el estigma que acompaña a su lugar de residencia es también uno de los factores por los que se pueden quedar sin luz sin que nada pase. “Todo esto también pasa por la imagen de La Cañada, hay una imagen muy mala de nosotros. Nosotros somos gente honrada, humilde, trabajadora, humana y tenemos los mismos derechos que todo el mundo. Pero cuando abres la puerta y sales, ves cómo te mira la gente de los pisos y que se ponen a murmurar entre ellos”, apunta la joven.

“Todo esto también pasa por la imagen de La Cañada, hay una imagen muy mala de nosotros. Nosotros somos gente honrada, humilde, trabajadora, humana y tenemos los mismos derechos que todo el mundo”
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Cuentan que cuando vino la policía hubo vecinos que intentaron evitar que desconectaran todos los transformadores, explicarles cuáles tenían que ver con las plantaciones y preservar los otros, pero que no les escucharon. No les sorprende, saben que no les quieren ahí y dejarles sin luz, sospechan, es una forma de invitarles a irse. Se preguntan por qué si otros sectores están legalizados no se les legaliza a ellos también. 

La madre de Luna vive en Valdebernardo. Allí, cuenta, también también ha habido redadas, también han encontrado droga: “pero no nos han cortado el suministro a todo el barrio. Entonces, ¿por qué aquí sí? Es que esto es inhumano, no se puede vivir así. Yo ahora con el sueldo que cobro lo gasto en pagar gasoil, en ir de casa en casa buscando dónde dejar a mis hijos. No me parece ni medio normal”.

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Hace unos días que ha empezado el Ramadán, es un Ramadán triste, como en “el Polo Norte”, apunta una mujer. Pasan gran parte del tiempo yendo a cargar lámparas, comprando gasoil para los generadores, yendo a casas de otra gente o a lavanderías a lavar la ropa, “comprando comida de a medio kilo” para que no se les ponga mala. La falta de electricidad hace estragos en lo cotidiano y miran con preocupación la Semana Santa que se acerca con los niños en casa, sin medios para entretenerse, estudiar o calentarse.

Para Najat  y sus vecinos la solución ya existe, está escrita y firmada en el Pacto Regional por la Cañada Real Galiana, documento firmado en 2017 en la Comunidad de Madrid, en el que las administraciones se comprometen a mantener los servicios públicos y los suministros. No es solo la electricidad, dicen, siguen sin recibir correo ni cuentan con transporte público cercano, como se recoge en el pacto. Varias de ellas tienen el escrito en su móvil. Lo muestran con impotencia. De momento, denuncian, solo están encontrando ayuda en los colegios: es el caso de Imán, que cuenta que el centro educativo de su hermano le ha permitido mantener sus medicamentos contra la alergia en la nevera.

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El frío está enfermando a las niñas y niños en plena ola gélida. David F. Sabadell

Escuelas que ayudan

En Hipatia, un centro educativo que Fuhem tiene en Rivas Vaciamadrid, las profesoras se han enterado por los niños y niñas de primaria del corte de luz. Han ido soltando la información de a poco, afectados en su cotidianeidad. No es la primera vez que parte del alumnado se queda sin luz, ya pasó con el Sector 6 y 5 de la Cañada. En esta ocasión, Virginia, profesora de primaria, cuenta que tuvieron una reunión con la Junta de la Cañada, con gente de los sectores afectados. “Nos contaron cómo había sido todo esto, cómo aprovechando que había una redada, destrozaron y acabaron con todo. Y entonces les preguntamos cuáles eran las necesidades que ellos tenían para ver cómo podemos ayudar desde el centro”. Luz para estudiar y hacer los deberes, neveras para guardar sobre todo medicamentos, la cuestión de las lavadoras o de dónde poder ducharse, figuraban entre estas necesidades. Desde el colegio han ofrecido los espacios escolares, fuera del horario lectivo.

Hassan, Hussa, Ayman e Imán son alumnos de FP y Secundaria. Mencionan lo que han visto repetido en los medios, que había una banda a la que detener porque tenían droga. Desde entonces, su día a día se ha hecho mucho más complejo. “El día que se fue la luz, yo pensaba que había sido yo que sé, por fallo de nuestra caja de luz y fui a verlo y vi que no era eso. Y luego empecé a ver policías bajar. Empiezo a ver a la gente moverse. Me dijeron lo de la droga y que habían derrumbado ya el generador”, cuenta uno de los estudiantes. 

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Estudiantes de Hipatia intentan proseguir con sus rutinas mientras esperan a que vuelva la luz. David F. Sabadell

Mientras van y vienen al centro son testigos de los debates sobre qué hacer entre los adultos, y de la alarma que ha generado la situación. También de la impotencia que reina: “En el Sector 6 cortaron una carretera, incendiaron neumáticos, hicieron de todo, y siguen sin luz. ¿Quién nos garantiza que nos la van a devolver a nosotros?”, Houssa apunta cómo la semana pasada se les habló de que les darían una solución pronto, pero hasta ahora solo les han dado largas. Los precedentes no ayudan, ya fueron testigos de cómo, cuando la población de los otros sectores protestaba, se les criminalizaba. “Yo vi post en Instagram que decían que plantaban marihuana y encima iban reclamando luz gratis”, señalan.

“En el Sector 6 cortaron una carretera, incendiaron neumáticos, hicieron de todo, y siguen sin luz, ¿Quién nos garantiza que nos la van a devolver a nosotros?”

Intentan no darle mucha importancia y abordan el tema con humor, pero son conscientes de la gravedad de la situación. Imán, por ejemplo ha renunciado a participar en un viaje de estudios con sus compañeros, no ha querido dejar sola a su madre. En su casa cuentan al menos con un generador a gasoil, pues su padre, viendo cómo estaban las cosas en los sectores 5 y 6, lo compró para tener algo de seguridad. Aunque es la primera vez que sufren un corte tan largo, la electricidad no es algo que se dé por garantizado en La Cañada Real.

Virginia expresa su indignación ante la situación en la que se ha dejado a estos alumnos y a sus familias. Explica que más allá de la respuesta a esta crisis concreta, el centro está implicado en un proyecto que aborda la cuestión de la energía, y que persigue, entre otras cosas, enfrentar la pobreza energética. En este sentido están presentándose a concursos e intentando recaudar fondos para apoyar en la implementación de placas solares. De la mano de la organización Light Humanity, quieren hacer talleres para instalar placas solares en Formación Profesional: “con el dinero que cuesta que una persona monte una placa solar, Light Humanity lo ahorra y podemos llevarlo a La Cañada”. El centro educativo se plantea llenarse de placas solares en cinco años y constituir una Comunidad Energética que traspase parte de su energía a los sectores vecinos.

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Virginia es una de las profesoras implicadas en el proyecto Apagamos la Luz, encendemos la vida, en el que colabora con Light for Humanity. David F. Sabadell

Light Humanity y las comunidades energéticas

En el Sector 4 la gente se busca la vida como puede. Eso incluye haber buscado a diversos instaladores para interesarse por las placas solares. “Te preguntan por los metros que tienes, el suministro que tú gastas en tu casa y ellos te dan un presupuesto”, se tratan de presupuestos, apunta Amira, que desbordan en muchos casos los recursos familiares, “¿Qué hacemos? ¿vamos a pedir un préstamo al banco para hacernos con una placa solar?”

En los sectores 5 y sobre todo el 6 las placas solares ya pueden verse en muchas partes, Ángel García es presidente de la asociación de vecinos del Sector 5, en el que los vecinos han conseguido organizarse turnándose en el uso de luz en días alternos para cargar los generadores. “Algunos vecinos hemos colocado placas, primero ante el riesgo de que esto en un futuro pueda ir a peor. Y luego, pues bueno, al final es un poquito más cómodo que estar con la batería y con el cable por aquí y por allá”.

Es, sin embargo en el Sector 6, donde más sistemas fotovoltaicos con almacenamiento se han ido instalando, muchas de ellos con Light Humanity. “Sospechamos que uno de los motivos por los que nos dejan sin luz es que la administración de forma premeditada, en colaboración con la compañía eléctrica, quiera dificultar las condiciones de vida de los vecinos para que vayamos abandonando La Cañada”, apunta también el líder vecinal. Frente a una situación así la independencia energética es importante, pero también pesa el no saber cuánto tiempo se residirá en La Cañada. Lo cierto es que mientras estén allí han de dedicar recursos a gasoil, bombonas y otras formas costosas de acceder al suministro.

Ángel estuvo en una reunión reciente con Light Humanity y gente de los sectores afectados. Entiende que si bien están esperando a poder reengancharse, como les ha sido prometido, no son ajenos a lo que ya pasó en el Sector 5 y 6 cuando esas promesas nunca se concretaron. “Hay muchos vecinos que sí, que ya están preguntando. 'Pues oye, ¿qué es esto de la energía solar, cuánto cuesta, cómo se pone?'”.

Arturo pertenece a Light Humanity, y recorre a menudo La Cañada para hablar con las familias y ver cómo pueden apoyarles para que con la financiación adecuada no haya una barrera para acceder a estos paneles. El plan a largo plazo es posibilitar la formación de comunidades energéticas que compartan energía solar

Arturo pertenece a Light Humanity, y recorre a menudo La Cañada para hablar con las familias y ver cómo pueden apoyarles para que con la financiación adecuada no haya una barrera para acceder a estos paneles. En la organización están satisfechos pues han conseguido formar a dos personas, una en el Sector cinco, y otra en el seis, para que se encarguen de la instalación, lo que supone generar empleo para los vecinos.  Arturo entiende que las circunstancias de las familias son muy diversas y la población muy heterogénea, pero algo tienen en común, de un día para otro se quedaron sin electricidad, “el tema del suministro es un caballo de Troya con el que pretenden hacer la vida imposible a todas estas personas. ¿Para qué? Para que se vayan. Porque al final no es lo mismo tener que indemnizar por expropiar a 500 familias que a 4.000”.

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Arturo ve en la gente de los sectores 4, 3 y 2, lo mismo que veía hace año y medio en los sectores 6 y 5, la esperanza de volver a la normalidad. “Cuando ven que van pasando las semanas, los meses y que nada cambia, sino que todo empeora según las previsiones, es cuando ya empiezan a actuar en consecuencia”. De hecho comenta que están desbordados ya que son muchas las familias que les están llamando y teniendo que visitar para informarse de la alternativa que supone la energía solar a los costosos e ineficientes generadores de gasolina, puesto que difícilmente pueden permitirse ese suministro de energía.

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Khadija, Doua y Omar son tres jóvenes de origen marroquí que viven en el sector 6 de la Cañada Real Galiana, afectado desde hace más de un año por un corte de luz indefinido.


Para Ángel, la cuestión de las placas solares y la comunidades energéticas es una buena solución a largo plazo, pero a corto plazo plantea algunas dificultades técnicas y de costes: “Hay sectores en los que no se plantea la legalización. Cuesta también invertir muchos recursos cuando no sabes si vas a poder mantenerte aquí”.  Por la idiosincrasia del Sector 5, que es el único que dispone de una instalación eléctrica integrada, apunta Ángel, y que además cuenta con un tejido asociativo y organizativo denso, añade Arturo, es el lugar donde más fácil resultaría apuntar a esta comunidad energética.

En el resto, se podrían concebir microcomunidades, grupos donde ocho o diez vecinos generan y comparten su propia energía. De momento, señalan desde Light Humanity, se trata de poder contestar a todas las demandas que les llegan, facilitar la financiación personalizada para todas las familias, incluyendo el alquiler con derecho a compra, más adecuado en ese contexto de incertidumbre, y salvaguardarse de los impagos. Por ello tienen previsto poner en marcha un crowdfunding que les permita ayudar a vecinas y vecinos a recuperar la electricidad que administraciones y empresas les deniega. Primero para solventar las necesidades urgentes, y luego para, quizás, con tiempo, generar espacios autosuficientes en un contexto de crisis energética que desborda la precaria realidad de La Cañada.

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