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Pista de aterrizaje
Uxue Juárez Gaztelu: “He querido acercarme al lenguaje animal”
Tiene 38 años, una bicicleta y vive en Esparza de Galar con su bebé. Es profesora de literatura en un centro de secundaria. Acaba de publicar Casi ciervos, su cuarto poemario.
Tiene 38 años, una bicicleta y vive en Esparza de Galar con su bebé. Es 50% navarrica, con un abuelo camionero de Imarcoin y una abuela de Los Arcos que, de pequeña, ayudaba en la pescadería familiar, y que una vez quiso fugarse con el circo ambulante que pasó por su pueblo. Y es también 50% descendiente de inmigrantes venidos de Solera (Jaén), que llegaron al norte con lo puesto —incluido un colchón enrollado, sujeto con cordel y a la espalda— y que fueron albañil en la Txantrea él, y limpiadora de casas ella. Estudió filología hispánica y ahora es profesora de literatura en un centro de secundaria. Acaba de publicar Casi ciervos, su cuarto poemario.
¿Por qué la poesía?
Mi padre nos leía mucho. Libros y cómics. En mi infancia hubo muchos libros y mucha lectura.
Así que lo tuviste muy claro desde pronto.
También me gustan la música y el piano. Y estudié en el conservatorio pero, un buen día, quise elegir una canción de reggae, y la profesora me dijo que ella no estaba allí para eso. Lo dejé pero todavía me encanta.
Y de ahí a dar clases a adolescentes y preadolescentes.
Dar clases es apasionante. Yo ni me canso ni me aburro.
¿Ni con la interinidad de las plantillas, el aumento de las ratios de alumnado por clase, el deterioro de las instalaciones, la falta de libertad de cátedra, o los guetos que se están creando por la segregación que genera la concertada?
Hay recortes y la educación púbica se está degradando. Pero en el aula se puede hacer mucho. Siempre se habla de que las cosas se cambian en otras instancias pero yo fui a trabajar al Departamento de Educación y duré cuatro meses, porque todo era trabajo administrativo, tablas, comparativas y burocracia. Aquello me sirvió para cambiar mi percepción respecto de la dirección de mi centro. Entendí que el problema no era que no se intentaran hacer cosas. Desde entonces, me cabreo mucho menos y me he centrado en la pedagogía, que es donde creo que soy eficaz.
¿Una razón por la que tendríamos que hablar de eficacia docente?
Por el desarrollo de proyectos educativos junto con profesorado motivado de otros centros.
¿Qué tipo de proyectos?
Los que se conciben como disparadores para motivar la creación. Se puede trabajar con canciones para que describan el ambiente o los sentimientos, con libros cartoneros, con tebeos... En la adolescencia, mostrar y llegar a acuerdos es más importante que obligar a leer.
Suena poco práctico.
Es importante tener sueños, pero es más importante no creerse el ombligo del mundo. Si realmente nos dedicáramos de verdad a cambiar lo pequeño y no estuviéramos todo el día mirando hacia arriba, todo iría mejor.
Dar clases en un instituto es apasionante, yo ni me canso ni me aburroImagino que lo pequeño también te ha servido para escribir tu último libro de poemas.
Mi libro no es poesía.
¿Perdón?
En países como Francia, que admiten los géneros híbridos, mi libro no sería considerado poesía. De hecho, no lo he escrito como poesía ni mi editora lo considera poesía. Es una mezcla: tiene poemas, pero también citas, narraciones, ilustraciones, notas al pie y fotografías. Podría decirse que lo que pasa por mi cabeza sale en distintos formatos.
¿Todos tenemos dentro esa bestia que asoma, aquí y allá, por las páginas de tu último libro?
Solo he tratado de aproximarme, a través de la animalidad o de la naturaleza, a esa parte de nuestro ser que ha quedado sepultada. He querido acercarme al lenguaje animal, pero la bestia es otra cosa: es eso que reconcome al ser humano y que es universal. De todos modos, lo mío no se basa en una recreación de lo sentido, sino que es más bien una investigación.
Da la sensación de que lo animal o lo salvaje está más presente en la masculinidad. ¿Es algo que empieza a cambiar en algunos hombres?
Creo que tendríais que escuchar más.
¿Te parece que escuchamos poco?
Decís que escucháis pero no escucháis. Y, sobre todo, lo que tenéis que hacer es hablar menos.