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“Terrucos”, gritaban desde algunos carros, a los manifestantes que marchaban por las calles de Lima este pasado 19 de enero. El termino es el usado para señalar a integrantes de Sendero Luminoso, sus simpatizantes o a cualquiera que estuviera ideológicamente en la esfera de la izquierda en los 80s y 90s.
La mayoría de los manifestantes habían viajado a la capital desde diferentes provincias del sur y centro de Perú: Ayacucho, Puno, Apurímac, el Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (VRAEM), donde están los pueblos quechua y aimara. Estas provincias, en su mayoría rurales y empobrecidas, son en las que han tenido lugar la gran mayoría de las protestas y también las que más muertos han puesto. Solo en Ayacucho en un solo día, el 15 de diciembre, diez personas fueron asesinadas a causa de la represión de la policía y el ejercito, que evitaron que se tomaran el aeropuerto de la ciudad. En la población de Juliaca fueron 17 las personas asesinadas.
Mas de 50 personas han muerto en las protestas, la mayoría de los civiles han muerto por impactos de proyectil de arma de fuego en tórax y cabeza. Un policía fue incinerado en su patrullero en la región de Puno.
Las protestas comenzaron cuando el ahora expresidente Pedro Castillo fue arrestado y depuesto el pasado 7 de diciembre, después de intentar cerrar el Congreso. Los manifestantes exigen la renuncia de Dina Boluarte, que el 7 de diciembre tomo el testigo de Castillo como presidenta del país, el cierre del Congreso y una nueva Constitución.
Llegada a Lima
Desde el pasado martes, 17 de enero, delegaciones de manifestantes comenzaron a movilizarse desde el centro, sur y norte de Lima para llegar a la capital peruana.
En la Universidad Nacional San Marcos, la más antigua de Sudamérica, estudiantes se hicieron con los jardines de la universidad con el propósito de acoger a los manifestantes que llegaban de las diferentes provincias. Los limeños acudían a la universidad a donar víveres a los manifestantes para los varios días que calculan que durarán las protestas.
El 19 de enero, pasado el mediodía, un grueso de manifestantes marcharon por la avenida Colonial, una de las principales arterias de la ciudad, con rumbo al centro, a la plaza Dos de Mayo y la plaza San Martín, donde se reunieron todos los grupos de manifestantes procedentes de las provincias.
La marcha comenzó a caminar por la avenida Abancay, donde la Policía y tanquetas del ejercito les cortaron el paso. La policía comenzó a disparar gases lacrimógenos para dispersar a la multitud y comenzó un enfrentamiento: los manifestantes con piedras y palos, los policías con cargas, tiros de perdigones, gases lacrimógenos y balas de goma disparadas muchas veces al nivel del cuerpo.
A diferencia de las protestas que habían tenido lugar en las provincias, las fuerzas de seguridad estatales no dispararon munición viva. No hubo muertos, tan solo algunos heridos menores.
A las 21h, la presidenta Boluarte se dirigió al país en una transmisión televisiva en la que afirmó: “A los que marchan diariamente, ¿quién los financia? Quieren generar caos y desorden para tomar el poder de la nación. Y están equivocados. Desde el Gobierno les decimos que la situación está controlada porque actuaremos con todo el peso de la ley”.
Mientras tanto en Arequipa las protestas cobraban la vida de dos manifestantes más que intentaban tomar el aeropuerto. La violencia y la crisis se agudiza mientras el Congreso y las calles del centro de Lima continúan con movilidad restringida. El congreso permanece cerrado y militarizado. Los limeños y el resto del Perú permanece con la incertidumbre de la continuación de la violencia.
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Claro, en la capital, con todos los medios y la vista puesta en su actuación, la policía no dispara a masacrar, solo reprime. Pero en las provincias, dónde viven los campesinos e indígenas, masacra sin pudor alguno... Hasta que no se eliminé la Constitución fujimorista seguirá habiendo muertos, pobreza y desigualdad en el Perú neoliberal