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Pensamiento
Póker de opresiones
Hace tiempo un grupo de madres fantaseábamos con la idea de inventar un juego de mesa de la opresión. Una frivolidad surgida al calor de la confianza y en uno de esos pocos ratos en los que las obligaciones laborales y familiares nos dejan para tomarnos con menos gravedad las cuestiones importantes. En el juego, partías con una serie de condicionantes al azar: podía tocarte ser una mujer, sin papeles, con estudios, y sin cargas familiares. O podía tocarte ser un hombre, racializado, con papeles y cuatro hijos. Podías caer en la casilla en la que tus padres te dejaban un piso en herencia, o bien en esa otra en la que tienes un accidente laboral y no te renuevan el contrato.
En el juego, como en la vida, se intersectaban cuestiones mal llamadas identitarias, como la orientación sexual o la condición de género, con aquellas asociadas a lo material como el patrimonio o la situación laboral. En ese reparto azaroso, tu punto de partida podía oscilar de un lado a otro del espectro del privilegio, y ninguna de las cartas, ejes de opresión, era menos importante que otra: todas sin excepción determinaban el lugar que te corresponde habitar en el mundo y las herramientas de las que dispones para transformarlo.
Sin deternos en quién ejerce la portavocía esta vez, no es nuevo el discurso que ignora la crítica a la economía y al neoliberalismo de la mal llamada “izquierda posmoderna”
Esta propuesta banal condensa en una dialéctica simple parte del debate que ha surgido en las redes y en especial al interior de la izquierda en los últimos días. Sin deternos en quién ejerce la portavocía esta vez, no es nuevo el discurso que ignora la crítica a la economía y al neoliberalismo de la mal llamada “izquierda posmoderna”. José Luis se queja de que la primera línea del frente en Colombia esté ocupada en parte por mujeres trans. Antonio identifica a los varones con uñas pintadas y los taconazos con locazas serviles al establishment. Angelines añora la posibilidad que tuvieron nuestros padres de tener hijos en la veintena e hipotecarse con más o menos facilidad. Y el corifeo de opinadores aplaude y se lamenta desde sus múltiples tribunas de la caza de brujas de la que es objeto.
Mientras tanto, las mujeres y disidencias sexuales y de género continúan señalando que los derechos civiles son el principio de la igualdad material. Que la precariedad forma parte de nuestras vidas, especialmente de las personas trans. El movimiento antirracista, desde Black Panthers hasta Black Lives Matter, sigue apuntando al racismo como origen de la discriminación, y sostiene ante todo una crítica a los orígenes económicos de la desigualdades. Por su parte, el feminismo ha realizado la crítica más importante a la organización neoliberal de la vida de las últimas décadas, señalando el punto más débil de sus principios: el mercado solo funciona si mantiene a un alto porcentaje de la población sosteniéndolo en la sombra.
El reaccionarismo dentro la izquierda muestra inquina por todo lo que no se asemeje al clásico sujeto de la lucha de clases, al que supuestamente debemos apelar y no molestar, por miedo a que la ultraderecha se adelante en presentar un frente trabajador y patriota más convincente, un escenario en el que la identidad del presunto obrero no sea rebatida y su estabilidad sea lo prioritario. O bien, se trata de una cuestión de estrategia: el aparato que coopta cualquier atisbo transformador intenta neutralizar al feminismo a través de su caricatura institucional y mercadea con consignas antirracistas o por la visibilidad del colectivo LGTBQI+ para descafeinarlas del todo. Esa lectura es la que compra el marco del establishment, y es el hombre de paja con el que ciertas voces se aseguran el repoker: apuestan bajo por miedo a perder su buena mano, apelando a una cultura aspiracional que ya se desintegró para muchas y que además solo es posible sobre sus espaldas. Se cierran filas enarbolando la estabilidad familiar, la estabilidad económica, y la fiesta en paz, defendiendo un modelo cauto que piensa que cualquier pasado socialdemócrata fue mejor, con pretensiones de universalidad pero que se queda en el regusto a lo que ya ha sido refutado.
Se cierran filas enarbolando la estabilidad familiar, la estabilidad económica, y la fiesta en paz, defendiendo un modelo cauto que piensa que cualquier pasado socialdemócrata fue mejor
Cuando se reivindicaba hace diez años “la posibilidad de una narrativa estable de vida, frente a la inestabilidad de la de las vidas insertas en la lógica neoliberal” en palabras de David Becerra, se hacía con la vecinas del barrio en situación administrativa “irregular”, con afectadas por la especulación inmobiliaria en cualquiera de sus consecuencias, con mujeres víctimas de la violencia de género, con colectivos, no ya en riesgo de exclusión, sino en la exclusión misma, con establecimientos de barrio y con muchas familias que se sostienen gracias a una economía sumergida. Aquella que habitamos gran parte de la izquierda brilli brilli. Se hacía con toda esa gente que nunca tendrá una hipoteca para que tú puedas tener una. Y lo hacemos hoy.
Invocar a la arcadia de nuestros padres solo revela la incapacidad de imaginar alternativas a modelos que ya hemos sufrido y seguimos sufriendo. La precariedad versus el privilegio es la trampa, lo que genera la competencia, y no la diversidad. Seguir invalidando esta diversidad como herramienta de transformación es comprarle el marco al peor conservadurismo de derechas, y mantenernos a muchas en un escenario salvaje que no es ningún juego.
En nuestro póker no había posibilidad de ganar individualmente. Pensábamos que sería más pedagógico si solo se podía ganar cuando todas las participantes conseguían llegar hasta el final independientemente de su punto de partida. Cosas de madres.
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Nazistorradas aparte, no estoy de acuerdo con todo el artículo.
Cuando se dice "interseccional" no se habla del agrupamiento de distintos colectivos para luchar contra la opresión.
Cuando se habla de la diferencia entre ricos y pobres no se habla de los privilegios que tiene occidente en respecto a los demás lugares del mundo.
Cuando se habla de razas y/o etnias no se habla de que dentro de esas razas y/o etnias existen las malas y las buenas por igual (incluidos los blancos y los negros también).
Cuando se habla de "Imperio" o de "imperialismo" no se habla de que muchas personas de diferentes razas y/o etnias estuvieron implicadas en el "Imperio" o "imperialismo".
Cuando se habla de "familia" o "grupo familiar" no se habla de que algunas "familias" o "grupos familiares" son tóxicos o están corruptos.
Cuando se habla de "amigos" o "amistad" no se habla de que, a veces, las cosas se acaban.
Cuando se habla de "política" y/o "políticos" no se habla de que no todos son malas personas.
Y cuando se habla de "sexo" o "sexualidad" se omite que existe un flujo hormonal muy grande que en definitiva crea el género.
Por lo demás, bien. Buen artículo y muy bien pensado.
La “interseccionalidad” es una cosa mu buena, nos pone todo en el escaparate para que podamos arreglar lo que salga más barato.
(Fdo. el rico del barrio)
Empezamos mal el artículo si consideramos "reaccionarismo de la izquierda" a cualquiera que no comulgue con el texto de Rocío. Aquí lo que hace la autora es darnos un claro ejemplo de la falsa dicotomía, estableciendo la pauta y su oposición, es decir, manipulando el debate. Pasemos por alto semejante aberración dialéctica y vayamos a analizar el escrito en sí, por otro lado, tan en boga en esa nueva izquierda "gourmet", tan inclinada a traducir del inglés al castellano todo lo que salga de los USA. Hay que estar en la onda ¿o ya no se dice así?, cachís, seré unos de esos "invocadores de la arcadia".
Es curioso como este tipos de textos no se aguantan ni conceptualmente ni empíricamente, caen por las contradicciones flagrantes:
La primera: La autora huye de categorizar como identitarias las cuestiones de orientación sexual o condición de género, pero sin embargo, le otorga una a la clase trabajadora y habla del "sujeto clásico de la lucha de clases". ¿Y cuál es?, pues nada, Rocío se despacha a gusto y utiliza un cliché estereotipado para hablarnos de Antonio, José Luis y una vecina suya que tiene en el ático.¿Eso no son prejuicios?
Segunda: Ir repartiendo privilegios a diestro y siniestro supone, en último término, legitimar las desigualdades sociales y diluir las responsabilidades del sistema capitalista en el impacto diario de nuestras vidas... exactamente como hace Becerra. No es casualidad que lo menciones, lo que es raro es que se haga desde una posición de izquierdas. Tienes a otros economistas liberales como Jeremy Rifkin por si otro día quieres ilustrarnos con sus ideas.
Esta repartición de privilegios a modo de juego (muy interesante y significativo la propuesta de las madres) otorga al privilegiado, de clase media, una autoridad moral que no tiene y permite que artistas del mismo estrato social den lecciones al anarcosindicalismo, como ha ocurrido recientemente. Les permite presentarse como víctimas, es decir, ser (o parecer) lo que no son.
Tercero: Al importar estrategias de los USA e intentar contextualizarlas aquí se cae en el ridículo. Intentar quemar la estatua de Colón teniendo la mitad del Eixample construido con el sudor de los esclavos de las colonias, cuando no con su propio comercio, es ridículo. Si tuvimos hasta un expresident del Govern descendiente de negreros!!. Es más, cuando se importan, sin una visión crítica, las teorías americanas, se importa también el marco conceptual: El del país capitalista por referencia, donde es más fácil que un afroamericano sea presidente que montar un sindicato en Amazon. Donde las desigualdades sociales producto del sistema capitalista se racializan presentándose como una cuestión identitaria y no de clase, con la consiguiente imposibilidad de resolución y su aceptación en último término. En los USA hay ayudas que funcionan por tu origen étnico, ¿alguien se las imagina aquí?, ¿de verdad queréis adoptar ese modelo? ¿entonces porqué lo ponéis de ejemplo?.
Para terminar y no agobiar: Si cogéis un término como "Intersección" deberías de saber que cuando se da entre dos rectas, lo hace en un único punto, si tenemos en cuenta que las rectas son ilimitadas: ¿De verdad queréis construir algo cuando la incidencia es la mínima posible?
Un saludo
Solamente un pequeño apunte sobre el mensaje de la pancarta en la foto que ilustra el artículo. Cualquiera entiende casi todo lo que dice, casi, porque eso de interseccional, esa creación lingüística, es una típica palabreja de enrteradill@s, de las que se saben ell@s, pero nadie más. Qué atrevida es la vanguardianza .
Podemos ponernos de meta para el 2021 dejar de hacer como que los pobres no entienden las palabras de más de tres sílabas? Es un poquito condescendiente pensar que si no has ido a la uni te da un sarpullido cuando lees palabras que no conocías.
Interseccional, referente a una intersección, punto donde dos o más líneas, o en este caso dos o más luchas, se cruzan. En el contexto de la pancarta, un primero de mayo interseccional es un primero de mayo que entiende que las diversas luchas (feminismo, antirracismo, derechos LGBTI, lucha de clases) se solapan, se cruzan, y han de hallar este punto de encuentro y usarlo para su beneficio.
La “interseccionalidad” es un invento ideológico del sistema (eufemismo de “interferencia”) que progresa porque materialmente conviene, para crear cursillos, cátedras, miles de tesis y puestos de trabajo para especialistas en la “intersección”.
Es un nuevo amaño en el juego de cartas que describe el artículo, pues cualquiera entiende que si eres negro y homosexual pero dueño de una gran empresa, ganas en el juego (revientas hasta al blanco cishetero, pero pobre y sin trabajo digno).
Las opresiones que han metido, para interferir, obedecen a prejuicios, son ideológicas. La opresión del capital y en el trabajo son materiales, medibles, no son fruto de prejuicios. Se pide igual consideración hacia blancos y negros, lo mismo que hacia ricos y pobres.
Y no es lo mismo. (Es una trampa genial).