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Pacifismo
Si quieres la paz, prepara la paz
En 1810 los ejércitos imperiales de Napoleón pasan por La Albuera, violando y masacrando. Poco después, a mediados de mayo de 1811, sucumben a una victoria pírrica a manos de aliados ingleses y portugueses, que vuelven a matar, violar y saquear (el orden es indiferente) a la población. Por último, las tropas españolas, para no ser menos, repiten tales hazañas a su regreso. El resultado, más de 12.000 soldados muertos: las bajas civiles y las violaciones, también por miles, no cuentan para la Historia. Dos siglos después, año tras año, se celebra con aires marciales y patrióticos la llamada “Batalla de la Albuera”, una fiesta de cadáveres entre pólvora de colores, disfraces de fiesta y cerveza fría. Se repiten los hechos, para disfrute de los vivos, que añoran la guerra.
Hacia los años cuarenta del siglo XX los tanques nazis alemanes utilizan en su armadura el wolframio extraído de las minas de Acebo, en la provincia de Cáceres. Para continuar la tradición, hoy día seguimos produciendo bombas, armas, minas antipersonas, en las fábricas de Navalmoral de la Mata y de El Gordo. La compañía propietaria, RHEINMETALL, fabrica y comercia destrucción militar de nuevo cuño para un nuevo orden mundial, cuyo campo de experimentación está en Ucrania. Desarrolla, además, alta tecnología israelí en la fabricación de lanzacohetes. El lema de esta fábrica de la muerte es “Taking responsibility in a changing world”, toda una declaración de intenciones. Crimen S.A. made in Extremadura.
Extremadura es objetivo uno en las levas actuales. El banderín de enganche de los cuarteles de Badajoz y Cáceres imparte charlas “didácticas” militaristas en los institutos de estas provincias, con el fin de alimentar una tropa profesional que se nutre del fracaso escolar. Una práctica que no se lleva a cabo con tanta prodigalidad en otras comunidades, como la catalana o la de Euskadi. Aquí abunda la cantera.
Ahora el Ayuntamiento de Cáceres pretende recibir a quienes visiten la ciudad con un carro de combate TOA M-125 en una rotonda que se avergüenza de llevar el popular nombre de “Glorieta del Ferial” y pasará a llamarse “Glorieta de las Fuerzas Armadas”. Lo que le debe la clase política a la militar no es mucho, pero sí es más que demasiado lo que le debe a la industria del armamento.
El primer arma de la guerra es la mentira. La verdad, su primera víctima.