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Opinión
Qué fácil es ser un correcto contestatario
Qué desagradable es comprobar en nosotros las huellas del fascista, del corrupto, del ser desgraciado que mendiga atención sexual y satisfacción emocional, sin ser necesariamente un indeseable, o del ser sumiso y miedoso que se pliega a los dictados, a veces, incomprensibles o injustos, de su grupo, de su organización o de su medio.
Los nazis eran muy malos; Franco, ni te digo; el capitalismo es, por supuesto, malísimo también; el rey Juan Carlos, un mangante; los puteros, gente indeseable, de por sí, propagadora del covid-19 como los jóvenes; los cazadores, unos asesinos disfrazados; los aficionados a los toros, otros que tal bailan; las mujeres trans, unas aprovechadas; los hombres divorciados que plantean el tema de la custodia de sus hijos, unos machistas medio asesinos en potencia; los policías, unos ignorantes embrutecidos; los militares, ni te digo; los votantes de Vox o del PP, qué te voy a contar; los que cuestionan, desde la izquierda, el procés, unos locos, necesitados de tratamiento psiquiátrico o unos españolistas medio fascistas; los que lo apoyan, unos nacionalistas encubiertos, medio fascistas también…
Qué reconfortante es para todos nosotros no tener nunca la culpa de nada y la respuesta exacta para todo, y más si, así, nos sumamos a las corrientes dominantes en la izquierda y la progresía biempensantes
Qué bien tenemos localizados a nuestros enemigos, qué bien funciona el pim pam pum con ellos y qué tranquilitos nos quedamos, ¿verdad? Qué fácil es todo para los provocadora o contestatariamente correctos. Qué reconfortante es para todos nosotros no tener nunca la culpa de nada y la respuesta exacta para todo, y más si, así, nos sumamos a las corrientes dominantes en la izquierda y la progresía biempensantes.
Pero qué difícil, en cambio, resulta reflexionar sobre la extraordinaria y paradójica complejidad del mundo y de las cosas; qué ingrato es vernos a nosotros mismos con la sencilla precisión que vemos el mal del otro. Qué desagradable es comprobar en nosotros las huellas del fascista, del corrupto, del ser desgraciado que mendiga atención sexual y satisfacción emocional, sin ser necesariamente un indeseable, o del ser sumiso y miedoso que se pliega a los dictados, a veces, incomprensibles o injustos, de su grupo, de su organización o de su medio; o reconocer que mi padre, que es cazador o al que le gustan el fútbol y los toros, no es un bruto ni un asesino; que el amigo divorciado que no puede ver a sus hijos no es ni violento ni machista; que ser mujer u hombre no es una cuestión de apéndice reproductor o de senos protuberantes por nacimiento; que los trabajadores que votan a Vox o al PP quizás no sean tan ignorantes y brutos como pensamos, pues acaso nuestra propia estupidez e ignorancia les ha llevado a ello. O que apoyar o criticar el procés, desde posiciones de izquierda, es un derecho de la inteligencia crítica, algo discutible y rebatible en ambos sentidos; que hay que darle más de una vuelta al tema, porque sin reflexión y análisis, no hay izquierda ni inteligencia posible; que, como Pasolini nos descubrió en el 68 parisino, los policías eran los hijos de los trabajadores y los que estaban en las barricadas los hijos de la burguesía, y que a eso había que darle una vuelta de reflexión e inteligencia crítica (sobre todo, si tenemos en cuenta el posterior comportamiento de esos rebeldes cachorros de la burguesía, cuando llegaron al poder desde las barricadas); que la izquierda no podía, ni puede pasar por alto ese hecho, como no puede tampoco dar un fácil carpetazo al por qué una buena parte de los trabajadores votan a sus amos.
¿Dónde estaban todos estos que ahora ponen de vuelta y media al emérito cuando sabían lo que sabíamos todos y no decían ni pío? ¿No es acaso el emérito un hueso que nos han tirado para que nos distraigamos royéndolo y nos quedemos tranquilos? Seguros de vivir en una democracia en la que la justicia es igual para todos. Sin tener en cuenta que el desprestigio del emérito es mercancía amortizada ya desde hace mucho tiempo por el régimen.
Descalificar, repetir lo obvio, dirigirnos al pasado, poner a parir al otro no es la solución; haciéndolo nos podemos quedar muy tranquilitos con nuestra razón incontestable en casita, pero no habremos adelantado nada
Descalificar, repetir lo obvio, dirigirnos al pasado, poner a parir al otro no es la solución; haciéndolo nos podemos quedar muy tranquilitos con nuestra razón incontestable en casita, pero no habremos adelantado nada.
Por qué esos mismos valientes que dan una tunda de tres pares de narices, desde hace unas semanas, al emérito no hacen lo mismo con los dueños de sus medios, que son los que sostuvieron y sostienen la monarquía y el régimen, pero con nombres y apellidos, esa es la cuestión, los nombres y los apellidos ahora, no cuando ya sea tarde o a toro pasado, nunca mejor dicho. ¿Por qué no hacen lo mismo los compañeros de la izquierda con los responsables de sus organizaciones, grupos de referencia y medios en los que desarrollan su labor? Ah, porque eso sí sería arriesgado y subversivo de verdad.
Hacer de nosotros mismos el objetivo de nuestro análisis crítico del mundo es algo que llevo echando de menos desde que, aún joven, exigía a mis camaradas del PCE determinar nuestro grado de responsabilidad como organización y como colectivo de personas en nuestro propio declive y práctica desaparición del panorama político español, o en por qué fracasó una idea, en principio, tan original y atractiva como fue la de Izquierda Unida, cuando la gestábamos, desde algunos sectores del propio PCE y de la izquierda social de mediados de los años 80, y cómo esa idea dio en el pequeño monstruo que dio, a finales de esa década y a principios de los 90.
Alguien se ha preguntado quiénes son realmente los responsables de que Ayuso y Almeida nos gobiernen en Madrid, ¿los votantes ignorantes y brutos de Vox, de Ciudadanos o del PP?, ¿seguro? ¿No será la estupidez y los errores de nuestra izquierda y de sus direcciones incapaces? Más allá de la ceguera de políticos aficionados como Carmena y Errejón.
¿Alguien ha leído o tiene noticia de algún documento autocrítico de por qué las organizaciones de la izquierda minoritaria y antisistema son minoritarias y no logran conectar con la realidad real de las masas a las que se dirigen?
¿Alguien ha leído o ha tenido noticias de un análisis autocrítico de verdad de las direcciones de Podemos, de Más Madrid o de Anticapitalistas, al respecto de este error crucial que estamos pagando los madrileños con sangre, sudor y lágrimas? ¿Dimisiones? ¿Alguien ha leído o tiene noticia de algún documento autocrítico de por qué las organizaciones de la izquierda minoritaria y antisistema son minoritarias y no logran conectar con la realidad real de las masas a las que se dirigen? Tanto es así, que esas mismas masas dirigen su apoyo a otra opción antisistema diametralmente opuesta, como es Vox.
Esta es una pregunta que les hacía ya a mis amigos y compañeros de CNT, LCR, MC, PTE u ORT, entre otros, en la universidad, de jovencito, y que no se me respondió con sentido, salvo que la culpa era nuestra, del PCE, claro, cómo no, y de los trabajadores, que se habían aburguesado (sic) y no los entendían. Vale, perfecto. Como respuesta consuelo y escapatoria evasiva funcionará, pero como respuesta y análisis crítico del asunto, díganmelo ustedes.
Eso sí que es y hubiese sido subversivo: direcciones de organizaciones mayoritarias o minoritarias dentro de la izquierda, o antisistema, o progresistas, dando ejemplo y dimitiendo por las anunciadas debacles de sus estrategias de confrontación y de sus posiciones políticas fracasadas; o periodistas de izquierda o progresistas denunciando con nombres y apellidos a sus amos. Pero no. Es más fácil recordar lo malos que eran los nazis y Franco, que el Capitalismo, así, en general y con mayúsculas, es la causa del desastre; que la jeta que tiene el borbón es de pisársela, que la condición perversa y malvada de los puteros, de los cazadores, aficionados al fútbol o a los toros, policías, militares o gente a la que le gustan los buenos chuletones es deleznable. Etcétera.
Y nosotros, ¿para cuándo? ¿No será esa prepotencia puritana, inquisitorial y ciega la que nos hace indeseables a los trabajadores que votan a Vox, a Ciudadanos y al PP? Lean, por favor, Extraños en su propia tierra (Capitán Swing, 2018), el magnífico libro de la socióloga progresista norteamericana Arlie Russell Hochschild, fruto de una exhaustiva investigación sobre estos asuntos entre la masa de votantes del Tea Party y de Trump, en los Estados Unidos, y entenderán mejor la gravedad y el calado del problema, que un servidor solo ha enunciado apresuradamente aquí.
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Al compañero/a 68678, solo decirle que pocas veces me he encontrado con compañeros y compañeras tan abiertos y receptivos como los redactores de El Salto, como lo eran los compañeros y compañeras de Diagonal. Créeme.
Muchas gracias, compañero/a 68712; en efecto, por ahí va la cosa, como propone Pasolini, no solo en ese poema, tenemos que fijar nuestros objetivos, no en el emisario ni en el esbirro, por brutal que sea su conducta, sino en la magistratura, en los detentadores de poder que se aprovechan de la necesidad de unos esclavos para lanzarlos contra los otros esclavos. Así es, muchas gracias por tu oportuno comentario. En la respuesta a otro compañero/a, el 68661, lo explico de otra manera.
PIER PAOLO PASOLINI Y 1968. Me imagino que el texto de Pasolini al que se refiere el autor del artículo es el poema “¡El PCI para los estudiantes!”. Efectivamente, en su primera parte, en la que se sitúa en los enfrentamientos entre estudiantes y policías durante una de las primeras ocupaciones de un centro universitario en el 68 italiano, Pasolini, tras señalarle al movimiento que su acción ha sido comentada positivamente por la prensa, las radios y teles del sistema (lo que para él es algo negativo), recuerda a los estudiantes su origen de clase (en Europa, en aquellos años, alta, muy alta) y el de los policías y les provoca proclamando que sus flores serían para los policías. Esta primera parte es la que se suele citar. Pero el poema tiene una segunda que no sé si conocerá el autor. En ella Pasolini sugiere al movimiento que se enfrente a la magistratura (a los jefes) en vez de a la tropa, y que anime a los obreros a que ocupen sus lugares de trabajo... Aunque puede que así pierdan la “simpatía“ de los medios... Lo que quizás no estaría del todo mal... Y también les sugiere que tomen el PCI, sus federaciones, sus células, que acampen en su sede y que lo liberen de “la autoridad de unos señores/de modesta chaqueta cruzada, jugadores de petanca, amantes de la lítote,/burgueses coetáneos de vuestros estúpidos padres“ y recuperen su original objetivo (en esos momentos ya sólo teórico) “la destrucción del poder”... Se pueden encontrar en la web varias traducciones de “¡El PCI para los estudiantes!”. En mi opinión la más vívida y con más aire está en: https://campodemaniobras.blogspot.com/2018/01/pier-paolo-pasolini-el-pci-para-los.html
Yo creo que Matías ha conseguido colar el artículo porque estamos en agosto y la censora de El Salto está de vacaciones. A éste le mandan al paro pasado mañana por osar cuestionarse los dogmas de todo a cien de la izquierda.
Di la verdad Matías, has leído hace poco sobre la correcta utilización del "punto y coma" y tenías ganas de usar a saco este signo de puntuación.
Querido compañero/a 68637. Gracias por tus palabras, agradecimiento que hago extensivo a todos los que han escrito su comentario, pues para eso escribe uno, para dialogar con el otro... Las personas no existen fuera de su coyuntura histórica y material, y que la inmensa mayoría de los policías sean hijos de la clase obrera o que los soldados sean de origen inmigrante o hijos de la clase trabajadora no es casual, es algo lógico, no son decisiones "personales" los que les llevan a engrosar las filas de los cuerpos de represión y disciplina del sistema, son una serie de causas y concausas más complejas, que el pensamiento de izquierda debe determinar y a la que debemos dar respuestas creativas, no "represivas"... Ridiculizar a los policías, señalar su función represora es lo natural y lo sencillo, es lo que nos pide el cuerpo; pero es con la inteligencia con la que cambiaremos el mundo, no con respuestas automáticas e instintivas... Los esclavos enfrentados a esclavos no lleva a ningún sitio distinto de la esclavitud... A veces, he usado la figura literaria de Espartaco por su potencial crítico y novedoso, un esclavo/gladiador movilizando a otros esclavos/gladiadores, contrariando su querencia adquirida a la sumisión y a la brutalidad, y eso mediante la palabra y el ejemplo... Esa sí me parece una vía atractiva y merecedora de ser explorada. Salud y un abrazo.
De acuerdo en la mayor parte de lo expuesto en este artículo de Matías Escalera: ¡autocrìtica se llama la figura! No obstante debo escribir que es cierto lo que dijo Pasolini, pero lo importante es hacia donde avanza la persona, no de qué familia procede.
Querido/a 68622, si lees bien, no hay resentimiento, hay preguntas... Salud y un abrazo
Muy de acuerdo con lo que dice. Parece que la izquierda ha aceptado mantenerse en el rol cliché del progre republicano ecologista feminista anti-fascista, que se cree perfectito y que no hace otra cosa que echar en cara lo idiotas que son todos los demás, menos él, claro. Ahora está demasiado ocupada en la trampa de la diversidad.
Querido/a 68602, seré de todo lo que quieras, pero Posh-moderno no creo, compa... :)) Pero está muy bien el epíteto me lo quedo, supongo que no tiene copyright... Salud y un abrazo
terrible, de lo peor que he leido últimamente. En serio ha bajado tanto el nivel?