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“La izquierda gobernará en Twitter y la derecha gobernará en España, según las últimas encuestas”. El titular es de un vídeo de El Mundo Today, uno de los mejores medios de comunicación de nuestro país. No hace falta explicarlo mucho. Durante los últimos días, las llamadas al voto a la izquierda en las redes sociales han sido abrumadoras y constantes. Se parte de un principio comprobado: nada influye más en el voto que el contagio del entorno familiar, de las amistades.
A través de “Radio macuto”, o sea, de informaciones no oficiales procedentes, en teoría, de los sondeos a los que tienen acceso los partidos políticos —vedadas para el conjunto de la sociedad— han llegado en las últimas jornadas noticias de que las diferencias se han estrechado. El sociólogo de referencia de la derecha, Narciso Michavila, presidente de GAD3, ha insinuado en la última semana que el final de la campaña ha sido propicio para los intereses del PSOE, que añade a su zurrón parte del voto indeciso. Si se consolidan los datos que dicen que Sumar estará por encima de Vox en el recuento, es posible que se revierta lo que hace solo dos semanas parecía un paseo para Feijóo.
La derecha sigue partiendo como favorita hoy. La referencia más fiable son las elecciones del 28 de mayo y los resultados fueron tan claros como evidente era que el PP iba a pactar con Vox allá donde fuese necesario para entrar en Gobiernos autonómicos y municipales. La derecha española nunca tuvo dudas sobre el papel de comparsa siniestra que podía jugar la extrema derecha.
“Que te vote Txapote”, además de ser un perfecto detector de lerdos, ha sido el lema oficioso de la campaña de la derecha
El contexto europeo tampoco es propicio para la victoria de las izquierdas en las urnas. En Italia, Suecia, Finlandia, Turquía y Grecia han entrado Gobiernos que prometen orden y disciplina —sin que eso se refiera a otra cosa que reducción de gasto social y bajadas de salarios reales— y desarrollan políticas xenófobas —con más publicidad que la socialdemocracia—. Los países de la Unión Europea han virado hacia la derecha en los últimos comicios, marcados en todo el continente por dos hechos que se superponen a la no superada crisis económica: el covid-19 y la inflación.
El apoyo, por momentos explícito, de los representantes de la Comisión Europea y las instituciones comunitarias a Pedro Sánchez certifica el hecho de que, al contrario de lo que se ha proclamado desde los medios conservadores, el Gobierno de coalición se ha movido en el límite marcado desde esas instituciones. En segundo lugar, parte de la certeza de que una victoria de la derecha con el apoyo de la extrema derecha generará un nuevo foco de reacción en una gobernanza europea que requiere equilibrio después del peso específico que ha tomado el llamado eje de Visegrado tras la invasión rusa de Ucrania. La corriente de Gobiernos abiertamente homófobos, con sistemas judiciales de parte, y basados en discursos de exclusión, se ha extendido en todo el continente y la península ibérica podría sumarse esta misma noche a esa tendencia.
Cayetanos y faltos
La concatenación del coronavirus y la guerra en el Este, que disparó la inflación, especialmente por el coste de la energía, ha debilitado al primer Gobierno de coalición desde la restauración de la democracia, que hoy afronta su primera reválida. A su favor cuenta con la posibilidad de un voto oculto —que no emergió en las autonómicas y municipales de hace dos meses— que premie electoralmente las medidas más determinantes para aliviar las consecuencias de la crisis tomadas por este Gobierno: las subidas del salario mínimo, el abaratamiento del transporte público, la rebaja del IVA en las facturas energéticas o los permisos de cuidados recientemente aprobados por el Ministerio de Derechos Sociales.
A la impopularidad por las medidas de confinamiento —la memoria de lo malo es más pegajosa— y la carestía de la vida, que a priori es transversal a todas las ideologías, se suma la “cuestión de ilegitimidad” que el PP ha planteado desde la moción de censura de 2018 según la cual, la llegada de Pedro Sánchez al poder fue irregular. Forma parte de una especificidad española que es la obsesión con el enemigo interno. Esta campaña ha transcurrido en esas coordenadas. “Que te vote Txapote”, además de ser un perfecto detector de lerdos, ha sido el lema oficioso de la campaña de la derecha. Ese hit sigue la misma lógica que el “a por ellos” que arrancó en 2017 —“ellos” eran cientos de miles de personas que querían votar el 1 de octubre– y que la revuelta de los cayetanos durante los peores días de la pandemia. Impulsada por su líder espiritual, Isabel Díaz Ayuso, la derecha española nacionalista ha generado su propio repertorio cultural, que ha dirigido el debate público y obtenido victorias electorales que corroboran la derechización social del país.
Para ese sector, estas elecciones son, de este modo, la culminación de un proceso de reacción que tiene como finalidad no derrotar al “sanchismo”, aunque ese sea el objetivo oficial, sino recuperar los cuadros de mando del Estado en un momento clave como es el de la vuelta de las políticas de austeridad. España regresará a la senda del déficit marcado por la UE en 2024.
El regreso al Gobierno del partido del capitalismo extractivista de la mano del PP y su alianza con Vox retrasaría aun la puesta en marcha de políticas que puedan paliar los problemas determinan el futuro de la humanidad
No lo tendrá fácil Feijóo para gobernar si no se alcanza la cifra de 170 diputados sumando el rendimiento del PP y el de Vox. Podría contar con Coalición Canaria y Unión del Pueblo Navarro para la investidura pero, si con esos apoyos —que le pueden dar alrededor de cuatro diputados— no llega a la cifra de 176 diputados, se abriría la posibilidad de una repetición del Gobierno del PSOE con Sumar, con el apoyo de los partidos que posibilitaron la investidura de 2020. El panorama estará abierto hasta las 21h, hora peninsular, cuando comenzarán las noticias del recuento. Puede que incluso más allá, si la aritmética no es clara y una serie de partidos clave —por ejemplo, Junts— tantean la posibilidad táctica de un bloqueo en el periodo de consultas para la investidura.
Opinión
Elecciones 23J Frankenstein desencadenado
Para el conjunto de la población, no solo para los partidos de la izquierda, estas elecciones tienen que ser un punto señalado en rojo en el calendario. El regreso al Gobierno del partido del capitalismo extractivista de la mano del PP y su alianza histórica con la agenda explícitamente racista y lgtbfóbica de Vox retrasaría aun más la puesta en marcha de políticas que sean capaces de revertir los problemas que ya están determinando el futuro de la humanidad: la amenaza de un estado de guerra permanente, la desigualdad, la crisis climática y el efecto que eso tiene sobre las poblaciones del sur global, impelidas a migrar para no morir.
Nada es definitivo. Después de las elecciones seguirá amaneciendo y seguirá siendo posible llevar a cabo una agenda de transformación desde las escuelas, los centros de salud, las calles. Nada termina con las elecciones pero el aviso está ahí desde mayo y la formación de gobiernos autonómicos y locales con vocación censora: puede comenzar algo contra lo que será más difícil oponerse. No es que vayan a gobernar para los suyos es que gobernarán contra la mayoría. La encrucijada de la crisis múltiple que atraviesa el mundo y especialmente el sur de Europa no permite pasos atrás ni que se pierdan cuatro años observando impotentes el enriquecimiento de las grandes fortunas. Aun se puede evitar que eso pase, no hay mucho tiempo.
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La derecha va a ganar hoy, sea ganador el PP o lo sea el PSOE. Esa es la triste verdad.
Desgraciadamente, la única izquierda que existía ya se han encargado algunos/as de laminarlo y hundirlo. Sumar NO es de izquierda es simplemente un partido semejante al psoe y que NO quiere ni aspira a gobernar.