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Opinión
Cultura infantil a precio de parado
¿Por qué la entrada al teatro infantil es un 50% más barata que la del teatro para adultos?
¿Por qué la entrada al teatro infantil es un 50% más barata que la del teatro para adultos? ¿Afecta esto a la calidad de los espectáculos? ¿Es el mismo esfuerzo, en términos de experimentación, producción o interpretación, un espectáculo infantil y uno de adultos? Si es que sí, entonces, ¿por qué las compañías de teatro infantil y familiar no pueden invertir más en sus producciones y así hacerlas más ricas en todos los aspectos?
Pese a que reciben subvenciones de la Administración, su mercado siempre produce menos ingresos porque los cachés son menores y las entradas en taquilla para niños son más baratas. Las entradas que abonan sus espectadores son de en torno al 50% de lo que se paga por una del teatro para adultos. Veamos algunos ejemplos:
Teatro Central. Sevilla. Dependiente de la Junta de Andalucía
¿Por qué en el caso de los niños no se aplica esa fórmula? Si bajar el precio de la entrada para los niños y niñas es una labor social, ¿por qué no asume el Estado la diferencia entre una entrada normal y una infantil?
Hagamos un cálculo:
Si esto fuera así, podríamos, entonces, añadirle un descuento a la entrada infantil de hijo/a de parado/a, por ejemplo. Pero eso es demasiado avanzar de golpe. Poco a poco.
Con esta sencilla iniciativa los ingresos de las compañías aumentarían y, si somos capaces de poner otras medidas, caminaríamos hacia el final de la precariedad en esa parte del sector. Empujaríamos a los creadores a desarrollar mejores espectáculos en mejores condiciones, por su mayor financiación y, por ende, producción y posible rentabilidad.
Tendríamos unas programaciones nutridas de piezas de calidad tanto propias como ajenas. Nos alejaríamos del todo de los duendes y las hadas, los cuentos con moraleja narrados en off y conseguiríamos un público presente y futuro acostumbrado a consumir arte de calidad; artistas creando al margen de la precariedad espectáculos que puedan tener recorrido fuera de nuestros círculos. Investigando. Arriesgando. Algo que llevan intentando muchas compañías, pero que es difícil de practicar debido a los cachés ofrecidos para sus representaciones. No echaríamos de menos dramaturgias más contemporáneas, diseños, trabajos más arriesgados y conceptuales. Acompañaríamos los padres y las madres a nuestras criaturas al teatro infantil o juvenil sin pensarlo dos veces.
Yo, casi siempre, por ahora, prefiero seguir llevando a mi hijo Omar de cuatro años a ver “cosas de mayores”. A veces se duerme, y hasta ronca un poco. Se suele despertar en el aplauso. Pero su mente cruzó el umbral de la conciencia escuchando el silencio, por ejemplo, de las coreografías de Dimitris Papaioannou en el Teatro Central. Solo por lo que ha invertido la compañía en su producción ya me merece la pena el dinero gastado. Y además, mi hijo, como no ocupa asiento, no paga.