Música
Bailando sobre ruinas: treinta años del Segundo Verano del Amor

Escombros industriales y una sociedad descompuesta. Los años 80 terminaron con deseo de ruptura, al ritmo del acid house y bañados en éxtasis, en la que fue la mayor revuelta musical, ideológica y estética en décadas en el Reino Unido y en Europa. Quizá la última. Dave Haslam revive 1989, el gran año de la escena rave, desde Manchester.

Rave Verano 89_1
7 sep 2019 06:00

El verano, o su particular concepto, apenas asoma en Gran Bretaña, pero cuando lo hace, lo hace ostentoso. Como en 1989, el más caluroso en la isla en 300 años y el momento de la mayor revolución juvenil en Reino Unido desde mediados de los años 60. Todo, en los últimos coletazos de los nefastos 80, era sobre el futuro. El acid house se convirtió en la banda sonora del cambio y la esperanza que se propagó por toda Europa. Meses después el Muro de Berlín se derribaba con techno de fondo.

“El Verano del Amor fue casi el punto opuesto del que estamos ahora”. Lo recuerda Dave Haslam, uno de los dj originales de The Haçienda —todavía activo a los platos, ahora casi más popular en su faceta de cronista cultural—, en un café de Withington, al sur de Manchester. “Creamos un plan de acción con la cultura rave, un mundo en el que la gente aceptaba las diferencias y tomaba las similitudes”.

El primer Verano del Amor de 1967 fue el punto álgido del engaño del hippismo de San Francisco. Durante el de 1989 Margaret Thatcher celebraba su décimo aniversario en el poder. La década en la que se afianzaron los procedimientos ideológicos brutalmente neoliberales, traducidos en precariedad laboral, violencia urbanística, criminalización de la pobreza y desequilibrios territoriales. Las celebraciones thatcheristas del éxito metropolitano ahogaron el norte, orgulloso, autoconsciente y industrial.

“Thatcher no tenía ningún interés en el norte industrial”, rememora Haslam. “Nos sentíamos muy apartados de Londres. En The Haçienda había mucho sentido de comunidad. Era una generación que no solo quería crear una nueva escena musical, sino una actitud, algo que fuera una alternativa, casi una contracultura. Lo que nos unió con el punk era que había mucha energía liberada”.

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The Haçienda abrió sus puertas en 1982, inspirado en los clubs que sus fundadores —el periodista y creador del sello Factory, Tony Wilson, y New Order— descubrieron en Nueva York. En las noches de Manchester pasó a brillar un imponente edificio de ladrillo situado en los márgenes de la ciudad.

Desde la cabina, Dave Haslam fue uno de los encargados de dar forma al mito. “Era un club pionero, no nos dejaban pinchar música que sonase en otros sitios. En los 80 apenas sabíamos lo que se hacía en Sheffield o Liverpool, pero teníamos buen gusto por la música y fue lo que nos conectó con Detroit, Chicago, Nueva York, Berlín, Bélgica o Italia. La música era el pegamento que nos unía y nos conectaba a través de una red underground”.

Para Haslam, “lo que pasaba a finales de los 80 era una alternativa. La gente en toda Europa creaba algo por oposición a lo que se había creado hasta el momento. Toda la filosofía de Thatcher y Reagan se basaba en el éxito personal, sea cual fuera el coste sobre el resto, no en la colectividad, el consenso o la comunidad. Las conexiones entre la gente fueron cortadas y nosotros fuimos el antídoto contra eso. La nuestra era la música de la liberación de Europa”.

Pequeño en la capital, masivo a escala nacional

El lugar no fue casual. La primera ciudad industrial del mundo vio cómo su cielo se cubría de una perenne capa de humo y sus paredes de ladrillo rojo de hollín, mientras varias generaciones de las mismas familias se ganaban la vida en las mismas fábricas. De la necesidad de ocio se desarrolló la cultura de la noche y del baile. En el norte se desarrolló una nueva Inglaterra bajo la promesa de la bonanza económica que derivó en desempleo masivo y depresión. “La herencia arquitectónica de Manchester es la demolición”, escribe Morrissey en su autobiografía.

El londrescentrismo sitúa el inicio oficial de la historia del acid house en el verano de 1987, en el viaje iniciático de los dj Paul Oakenfold, Danny Rampling y Nick Halloway a Ibiza. Una escena que intentaron reproducir de vuelta al Reino Unido y que se bautizaría como balearic. Lo que hubiera pasado si Oakenfold y sus colegas no hubieran pasado el verano del 87 en la isla sino en las carreteras valencianas de El Saler es otra parte de la historia. A finales del año, Rampling y su esposa materializaron la revelación ibicenca con la apertura, en un antiguo gimnasio en el sur de Londres, del club Shoom.

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Pero la electrónica ya sonaba en The Haçienda desde sus inicios. No fue hasta 1988 cuando la música que llegaba de Detroit y Chicago comenzó a ser apreciada, aunque Mike Pickering ya pinchara techno en su club Nude. Acid house pasó a denominar toda una escena en Inglaterra. Ya era una bandera que agrupaba a toda la juventud, especialmente en el norte. “Dentro de los muros de The Haçienda o en plena campiña inglesa, miles de personas vivían una experiencia colectiva cuyo eco llega hasta nuestros días, como una rara cosecha de magia, unidad y energía”, escribe Laurent Garnier en su Electroshock.

El cierre obligatorio a las dos de la mañana fue el momento en que comenzó a construirse la leyenda de la rave inglesa. El estricto régimen horario fomentó el advenimiento de las warehouse parties. Cerraban los clubs, pero los iniciados partían entonces a la búsqueda de nuevas fiestas, a cubierto o al aire libre. “Amaba la anarquía de esas primeras fiestas. Intentábamos piratear el sistema. Cosas como el punk y la agresividad no habían causado efecto y de repente todos esos chicos, que nunca había tenido una conciencia política, crearon una revolución. Fue mucho más punk de lo que el punk jamás fue”, afirmó en Rolling Stone el dj Neville Watson.

La droga del amor

En Manchester, el desembarco simultáneo del éxtasis y el house modificó las rutinas para dar origen las raves. Convocadas a través de flyers, que apenas indicaban la fecha y el punto de encuentro, congregarían a miles de jóvenes, los scallys, con su ropa baggy, holgada y colorista, camisetas con eslóganes, gorra por encima de la melena y el omnipresente Smiley adoptado como mascota, que partían en inacabables caravanas hasta algún lugar de la campiña.

El éxtasis fue el catalizador de la cultura rave y el sonido acid house. Con su llegada se derribaron las fronteras sociales, el techno sumaba legiones de seguidores que de ninguna manera habrían pisado nunca una pista de baile. En 1988 el público blanco ya había entrado mayoritariamente en el techno, la música destinada de origen a los clubs negros y homosexuales que en Reino Unido ya se había asentado en los guetos.

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“Droga y música siempre han tenido una relación estrecha”, comenta Dave Haslam. “Los músicos de jazz de los años 20 fumaban marihuana y tomaban cocaína. En los 60 los Beatles tomaban anfetaminas y en los 70 se tomaba LSD. Cuando se habla del consumo de éxtasis se tiende a juzgar negativamente, pero fue el éxtasis lo que elevó la música para aquella generación”.

El MDMA libera serotonina, lo que genera una inmensa sensación de bienestar, paz y profundo optimismo. La deshidratación que provoca reduce el consumo de alcohol. Menos alcohol, menos violencia. Pero las muertes por consumo de éxtasis de Janet Mayes, de 21 años, y Claire Leighton, de 16, provocaron un agudo pánico en los políticos y fueron un caramelo para la prensa sensacionalista. “En 1988 ya estaba por todo el país”, recuerda Haslam.

Un movimiento fundamentalmente hedonista más que antiautoritario se convirtió por inercia en algo eminentemente político. El acid house transformaría por completo el paisaje social inglés y cambiaría las pautas el ocio. Su huella perdura. El polifacético artista Jeremy Deller lo documenta en Everybody In The Place: An Incomplete History of Britain (1984-1992). La BBC también le ha dedicado la programación completa de una de sus radios.

“Solo en retrospectiva me he dado cuenta de la profunda dimensión política de lo que creamos”, comenta Dave Haslam. “Dimos esperanza a una comunidad postindustrial. La gente para la que la música seria es Bob Dylan entiende una discoteca como algo superficial. Pero las demostraciones democráticas en una pista de baile son mucho más visibles que en un concierto de Dylan. Hay mucha más aceptación”.

Cerca de 40.000 personas se congregaron el mes de abril de 1992 en Castlemorton en la mayor rave de la historia. Dos años después, la promulgación de la Criminal Justice and Public Order Act, que prohibía las fiestas al aire libre, supuso el golpe final a las raves.

Munición para el futuro

¿Cómo aplicar en las nuevas generaciones algo que para ellos puede sonar prehistórico? “Los jóvenes tienen que ser rebeldes por naturaleza. Oponerse a lo que ha pasado antes. Pero la historia puede ser útil de cara al futuro. No se trata de recrear al pasado, se trata de viajar para encontrar cosas que se pueden utilizar en el futuro. La nostalgia es un impulso conservador. Uno de los motivos que ha llevado al triunfo de la derecha es que no habla del futuro”, afirma Dave Haslam.

Para alguien que incentivó esta revolución, la diversión y el placer forman parte del acto de resistencia. Lo que se vive en la pista de baile se transporta a la vida diaria. “Cuando hablo de 1989 hablo de una generación que quería derribar el Muro de Berlín, que quería más color en su vida. Había esperanza. En los primeros 80, cuando el funk se convirtió en disco había tres grupos de gente atraídos por ese tipo de música: las mujeres en la época de la liberación femenina, los gays en la era de la liberación homosexual y la comunidad negra en la era la de la liberación racial. Para ellos el proceso de liberación seguía adelante si no se sentían desesperanzados. No hicimos nada nuevo en 1989, solo remezclamos lo que habían hecho antes movimientos de liberación que encontraron en la música energía y empoderamiento”.

Archivado en: Reino Unido Música
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Marc
8/9/2019 20:08

Yo vivi esa época y en mi opinión fue la última época de libertad ,hoy en día todo molesta y todo se manipula. Lo siento chavales

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0
#39122
7/9/2019 13:47

Buen artículo. La MDMA o metilendioxianfetamina fué pura y de venta legal (o no prohibida) durante años y sin provocar ningun problema. Tras ilegalizarse empezó la adulteració y los usos abusivos y las muertes. Siempre se olvidan de distinguir uso y abuso. La mayoría de los problemas se derivan de la zarpa represiva del Estado, que se empeña en promocionar el vino y el café y prohibir el resto de drogas que fomentan la unión interpersonal y el placer: MDMA, Cannabis, opio, etc...Drogas y música desde la época Neanderthal, que por las pruebas arqueológicas parece que ya usaban la estimulante infusión de efedra y el sedante y placentero opio. Asi ha sido siempre y así será, mal que les pese a los curas prohibicionistas y moralistas.

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1
cgtportsag404fa153
7/9/2019 9:43

Interesante articulo, mucho queda por escribir y remezclar en la música electrónica. #RutaDestroy #Strange 4,04 (121 B.P.M.)

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0
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