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Música
Angel Dust, el dj al que la música salvó la vida en una cárcel de Panamá
De las cabinas de clubes prestigiosos y festivales de música electrónica de relumbrón a montar un estudio de grabación en una cárcel de Panamá donde estuvo preso cinco años, la carrera de Ángel F. López —conocido anteriormente como Professor Angel Dust— escribe ahora un nuevo capítulo con el grupo WarmGun.
En apenas tres cuartos de hora de entrevista, queda claro que a Ángel F. López (Ciudad de México, 1963) le gusta hablar de la música que hace y de los recovecos por los que ha conducido su vida, deteniéndose incluso en los rincones más truculentos por los que ha pasado. Sin filtros, que se dice ahora. Se le ve acostumbrado a tratar con periodistas y luce porte de artista. Su figura desprende asimismo ese carisma especial que atribuimos a quien no cuenta las cosas de oídas sino de primera mano. También se nota que las ha visto de todos los colores. Y en su caso no es una frase hecha, ni mucho menos.
El músico pasó por Madrid para presentar en vivo Inside (Kasba Music, 2018), el primer disco de un proyecto llamado WarmGun con el que mira al pop británico creado inmediatamente después del terremoto que supuso el punk. Él cita nombres como los de Joy Division, Japan o Cabaret Voltaire para situar unas canciones que hace, en primer lugar, para sí mismo. “Y si al público le gusta —explica a El Salto—, será también para el público, pero no está pensado para vender y cumplir unos objetivos. Me siento cómodo cantando, me cura, me gusta y lo seguiré haciendo. Desde mí y para mí, pero para compartir”.
Afincado en Barcelona, con el sobrenombre de Professor Angel Dust saboreó a mediados de los años 90 el éxito como pinchadiscos y productor tras una mala experiencia previa en la que conoció los manejos de una de las grandes multinacionales de la música y en la que trabajó con uno de los artífices del punk: Malcolm McLaren, quien fuera mánager de los Sex Pistols.
En los días de vino y rosas en las cabinas, su remezcla de “Oye cómo va” de Tito Puente aportó aire fresco a la música electrónica de esa época.
En septiembre de 2008, el músico y su pareja fueron detenidos en el Aeropuerto Internacional de Tocumen (Panamá) con varios kilos de cocaína adheridos al cuerpo. Pasó los siguientes cinco años en las cárceles de La Joya y El Renacer, donde consiguió organizar conciertos y grabar canciones con otros reclusos.
No eres un chaval, ¿cómo has llegado a publicar este disco ahora?
Siempre he hecho música, toda mi vida. En los años 80 tuve grupos, luego un contrato muy grande con Warner Suecia, y a partir de ese desencanto con la industria discográfica después de trabajar cinco años en un proyecto en el que invirtieron mucho dinero y de alguna manera nos manipularon porque éramos jóvenes… Ahí es donde trabajé con Malcolm McLaren. Pues después de eso empecé a trabajar como dj yo solo, me enfoqué en pinchar y desarrollar mi carrera, producir por mi cuenta, escribir,... Siempre he trabajado en cosas creativas, y ahora surge por una necesidad de comunicar. En principio fue como una terapia, porque mi novia terminó conmigo y quedé tocado, así que empecé a escribir canciones. Eran como mensajes de WhatsApp que escribía en la computadora con el micro del Mac, luego ya vi que tenían cuerpo y que había que grabarlas.
¿Qué quieres transmitir con este proyecto?
Diferentes cosas. Más que nada, salirme del algoritmo porque es un disco que no sigue una dirección en concreto. Hay gente que me dice que es retro, y quizá sí es volver a mi sentir, a esos años 80 con todo el rollo postpunk, la guerra fría, el no future, un momento oscuro… Y ahora me siento igual, y los chavalines ya ni te digo, no tienen ni idea, no pueden pensar en un futuro. Estamos tan rodeados de esa cosa consumista: los gatitos, los corazoncitos, el reguetón, el ted talk. Tenía ganas de hacer algo más crudo, más oscuro, que sin embargo es desde donde se ve más la luz.
¿No te parece raro recuperar esos sonidos de un momento muy concreto, además siendo grupos que querían ser una especie de vanguardia y luchaban contra esa recuperación?
Bueno, de New Order se sigue hablando por “Blue Monday”… Sí, es extraño. Ahora van a tocar Tangerine Dream, fíjate, y la gente de repente habla de ellos. Pero si has visto Gimme danger, el documental sobre los Stooges, te das cuenta de que no es fácil, no eran estrellas del rock. Aunque después de todo mira en qué se convirtieron, con Iggy Pop vendiendo Nescafé. Tal vez es que no hay muchos grupos rompedores o que ese espíritu se ha perdido.
¿Por qué haces música hoy?
Hago música porque es mi forma de expresarme, por necesidad, porque me cura, es una forma de reciclar mis pensamientos. No soy cerebral, simplemente he dejado que surja y afortunadamente mantengo abierta la creatividad. Es lo que sé hacer.
Recuerdo el nombre de Professor Angel Dust encabezando los carteles de grandes festivales de música electrónica a finales de los años 90. ¿Era así o es un recuerdo adulterado por el paso del tiempo?
Sí, la época con Sideral, Ángel Molina, Magoya o Mulero.
¿Cómo era entonces la escena de la música electrónica?
Hubo una explosión en ese momento y los grandes dj no éramos tantos, así que rodé bastante no solo por Barcelona, sino por todos lados, también la España profunda. Era todo más naif y había mucha curiosidad. Yo igual era el dj que me arriesgaba más a salirme del house y del techno, ponía breakbeat, alguna cosa rara, mezclada. La gente iba a descubrir, interesada, hoy eso no pasa, no existe. En esa época, por ejemplo, no se pensaba en Ibiza como un sitio en el que pinchar si eras músico electrónico, lo que allí había era una cosa más pachanguera y no íbamos. Luego cambió y ahora está todo revuelto. Ahora vas a Ibiza y el playlist de David Guetta no es muy diferente al de Fatboy Slim. Entonces había cosas por descubrir y se intentaba aportar algo diferente, darle la vuelta.
¿Cómo conociste a Malcolm McLaren?
Lo conocí porque el que era nuestro mánager nos consiguió un contrato discográfico porque vieron mucho potencial, pero no sabían qué hacer con nosotros. Éramos muy chavalines y mezclábamos folk con psicodelia, hip hop, programación. La maqueta llegó a Londres a través de nuestro mánager y creó interés en la industria. Entonces firmamos con Warner Suecia y, en la medida en que no sabían qué hacer con nosotros, llamaron a Malcolm. Se interesó en el grupo y estuvimos con él unos seis meses, trabajando y aprendiendo.
¿Cómo era? La imagen que se tiene de él es mala, la de alguien que te va a engañar si puede.
Sí, es una imagen mala. Él era realmente nihilista [duda]. Quizá esa imagen mala se debe a que él hizo mucho dinero con sus ideas, esas que desarrolló él o dio la vuelta él. Los Sex Pistols no hubieran existido sin Vivienne Westwood y él. Sid Vicious no hubiera entrado como bajista en el grupo.
McLaren tenía ideas muy buenas pero quizá era despiadado. Era un situacionista, un tipo muy inteligente. En su última conferencia en Londres, que es increíble, habla de la cultura del karaoke, que es en lo que se convirtió la industria. Los grupos que salen no pasan por un proceso de sufrimiento ni de desarrollo, sino que son creados y desechados. Pero es necesario que siga habiendo gente que no quiere y lo siga haciendo de otra manera.
Él iba a producir el disco pero al final tuvimos diferencias y decidimos, junto con el sello, que mejor figurase como productor ejecutivo. Estuvimos cinco años trabajando en el disco, se publicó en Warner pero no existe, no está en internet. Se gastaron casi un millón de dólares: estudios diferentes, productores diferentes,... Empezamos haciendo una cosa con samples, dj, eran buenas canciones pero querían llevarnos hacia una cosa como Spin Doctors. Fue un mareo continuo. Al final regresamos a lo que queríamos y confiaron más en mí. Se volvió una pesadilla, te pagan para que sigas pero no es que seas millonario sino que tienes lo justo para comer y vivir. Pierdes la frescura, pierdes todo. Acabamos el disco porque el mánager nos dijo que ya no había más dinero y en el último día en el estudio tuvimos una gran pelea.
El disco salió y no era indie, ni pop, ni electrónica, ni folk,... Fuimos teloneros de Neil Young, era justo cuando Beck publicó “Loser” [1993]. El sello quería que grabásemos otro disco, entendían que les debíamos mucho dinero, pero nosotros no queríamos. Hicimos una maqueta en plan Velvet Underground con trip hop, muy oscuro, pero no era lo que querían y nos disolvimos.
Yo había pinchado mucho en Toronto cuando vivía allí, también en Nueva York, antes de que la figura del dj tuviera un nombre, cuando la música electrónica era una subcultura. Viendo cómo se desarrollaba la escena, luego ya me puse lo de Professor Angel Dust y empecé a pinchar y, poco a poco, a subir. Era territorio virgen, fueron años de mucho trabajo.
Después llega septiembre de 2008, un antes y un después en tu vida. ¿Qué ocurrió?
Caigo detenido en Panamá y entro en un ciclo de cinco años. Es como si, de repente, toda tu vida fueran fichas de dominó que forman un diagrama muy bonito de lo que has hecho y se caen todas. Básicamente, se termina todo. No sabes qué va a pasar, es el final. Pero, afortunadamente, la música, sin saberlo yo, me protegió desde el principio. Fue una experiencia muy dura pero me aportó mucho, aprendí mucho.
¿Cómo ves ahora esos años?
No tengo pensamientos negativos porque siempre tuve la suerte de no tener problemas. Nadie se metió conmigo, me rodeé bien, hablé con la gente. La música me abrió puertas para que la gente a la que todo el mundo respetaba allí dentro me respetara a mí. Al principio es un shock total, pero por ahí pude despertar y darme cuenta de que estaba vivo. Trabajar con la música me hizo desarrollar cosas y ver resultados.
¿La música te salvó la vida allí?
Sí. Totalmente. La música me salvó la vida.
¿Cómo era un día en la cárcel de La Joya, la primera en la que estuviste?
Te despertaban a las seis de la mañana, dando golpes en los barrotes. Las celdas se supone que eran para seis, pero estaban hacinadas. Yo dormía en una hamaca, colgando. Amanecía y eso era un micromundo, empezaban las músicas a todo volumen, de todo tipo: salsa, bachata, reggae. Mucha gente, mucho movimiento. Muchas veces no podías salir al patio, era todo muy interior. La gente jugaba al basket. Yo caminaba, jugaba al ajedrez, leía,...
¿Cómo viste que allí podrías hacer música?
No tenía ni idea. Mi primer contacto con la música fue pedir una guitarra al cura [risas]. Me enteré de que había misa y un cura, y guitarras, así que fui para que me diera una, para tenerla conmigo y poder tocar. Mi hermano se enteró de que en El Renacer había una habitación con un ordenador y un micro en la que un recluso había grabado unos temas, pero estaba cerrada. Así que hablé con el consulado canadiense, porque yo tengo papeles canadienses, para buscar la opción de ir allí porque pensé que podría hacer algo, desarrollar algo y ayudar. Entonces me trasladaron a El Renacer.
En La Joya eran todos extranjeros, un pabellón lleno, con un cierto código de respeto, pero en El Renacer no. Cuando la gente sale de El Renacer tiene miedo. Hay muchos gangs [bandas], allí es donde están presos todos los sicarios, que la mayoría son menores y a muchos de ellos les trasladan allí al cumplir la mayoría de edad. Era muy intenso, pero tuve la suerte de empezar con la música. Poco a poco empecé a hacer eventos para las familias, un festival.
Hiciste un programa llamado Rehabilitación A Través de la Música.
Sí, lo fui haciendo poco a poco. Primero empezamos con el festival para la paz. Allí había chavales que habían sido pistoleros. A algunos de ellos les mataban cuando salían libres. Así que quisimos hacer algo por la paz, pero para el gueto, para las familias. Invitamos a algunos regueseros y músicos, también la orquesta de salsa de la policía. Compuse una canción con un rasta de Portugal que estaba allí. Hicimos un cd y la regalamos. Esa canción la escuchó un personaje que estaba allí y que conocía a gente del cine, de la tele, deportistas, políticos. Le gustó y nos propuso grabarla bien. Conseguimos permisos y fuimos a grabar al estudio de Omar Alfanno. Es como un “We are the world” pero tropical [risas].
A partir de esto tuvimos más apoyos, pudimos desarrollarlo y más gente se vino a mi crew [grupo]. Empezamos a escribir mucho, cambiamos el mensaje, y lo que hacíamos sonaba en el gueto, en los buses, en las peluquerías. Fue creciendo, luego los chavales empezaron a salir y hoy en día hay tres o cuatro que están metidos en la música, abandonaron todo y viven de eso.
Fui documentando todo y se hizo ese programa. Les enseñé teoría, afinación, cómo escribir letras, producción,... Fueron aprendiendo todo.
¿Y les interesaba?
Sí, claro, no a todos pero los que querían sí, los que tenían esa vena. Algunos eran cantantes frustrados. Había uno que, a los 12 años, una bala perdida había matado a su mejor amigo, y los más grandes le dijeron quién había sido, le dieron una pistola y él fue para allá cabreado y los mató. Y allí empezó su vorágine, pero él ya cantaba.
En uno de esos conciertos que organizasteis en la cárcel actuó Lorna.
Sí, la invitamos. Fue una locura [risas]. Se relajaron porque habían cogido confianza. Ya habíamos hecho varios, habíamos llevado a Nando Boom, el Apache Ness, Japanese, pero Lorna es una tía, toda despampanante. Se habían relajado con la seguridad y se puso muy bravo el concierto, tuvimos que escoltarla.
En El Renacer eras el preso más famoso junto al dictador Manuel Antonio Noriega. ¿Notabas un trato especial?
No. A ver, era conocido por lo de la música y porque estaba en el estudio, pero era uno más. Noriega estaba en otra área. Al final me movieron a su área, por los logros que fui haciendo, y terminé compartiendo espacio vital con él. Incluso nos quiso quitar el estudio de grabación pero le ganamos y nos lo quedamos.
En el documental Angels & Dust, dirigido por Héctor Herrera, se cuenta parte de la historia de tu estancia en prisión. He leído que no quedaste muy contento con la película.
No, porque tiene muchas cosas que no son reales, manipuladas. Es muy sensacionalista, no aclara nada, y deja un sabor de boca de qué fea es la realidad, qué podrida está Panamá, pero sin aportar razones. Es amarillista.
¿Vives de la música?
Vivo de la música, sí. Lo he hecho toda mi vida. Es una montaña rusa y te tienes que reinventar. He tenido que vender instrumentos, gran parte de mi colección de vinilos.
Trabajo mucho en el estudio, remasterizando cosas, produciendo discos, haciendo música para publicidad, películas. Hay años buenos, otros no. Van saliendo cosas. Trato de no entrar al mercado de dj de pinchar por 50 euros. Pensar que tengo que sobrevivir así, y malvivir, no me interesa. Colaboro con algunos artistas plásticos, que tampoco es por el dinero [risas]. Nunca he tenido la vena comercial. El “Oye cómo va” petó pero no lo hicimos a propósito, no nos sentamos pensando que íbamos a hacer un hit, simplemente salió así.
He intentado buscar opciones en el mercado laboral, pero cuando llevas más de 30 años trabajando en esto y no tienes otra cosa, qué vas a hacer. Lo que sabes: música.
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pues te has puesto el nombre de un track de NEW ORDER que no es BLUE MONDAY, si no la mejor Angel Dust y en su B-side Evil Dust... no, no todo es Blue Monday en el combo MANCUNIANO!