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Música electrónica
Prisma: un sueño hecho realidad
“La música electrónica no es lo opuesto a la calidez humana, es exactamente lo mismo”. Estas palabras de Bill Laswell son la sensación que te sube por el cuerpo cuando entras en Prisma y la música suena hasta el amanecer.
En la periferia sevillana nació hace dos años un proyecto revolucionario e innovador basado en la autogestión de la cultura musical. Prisma es un club de música electrónica centrado en el espectro más underground o alternativo de este género musical. Más de 30 personas han conseguido de forma colaborativa trabajar a diferente intensidad, articulados en torno a una organización de carácter voluntario, horizontal y asambleario. Tras acabar su segunda temporada, aunque cansadas, las personas que integran el proyecto se sienten satisfechas por la línea ascendente que lleva la iniciativa.
Prisma suena a techno, trance, house, drum & bass, breaks y otros estilos más minoritarios dentro de la electrónica. La programación y sound system son sus principales bazas. Pero van más allá. Con cada evento intentan culturizar y crear una corriente de calidad en torno a los diferentes subestilos que forman parte de la música electrónica. En Andalucía, algunos estilos musicales son minoritarios y otros cuentan ya con una larga tradición callejera. En cambio, Prisma intenta trascender el ámbito de la fiesta para tomar un carácter más maduro, casi académico. Es lo que se denomina “cultura de club”.
Como buenos andaluces, llevan ese sentimiento de familia y de hogar en su ADN, y esto se ve reflejado tanto en la decoración de la sala, con un ambiente íntimo, como en el trato cercano con el que se acercan al cliente, lejos de ese disfraz artificial del márketing de empresa. Así, confiesan, ponen en práctica lo que significa la libertad de hacer lo que ellos han vivido con anterioridad en otras actividades musicales comunes. “Es un proyecto que tiene mucha calidez, ya que está hecho por personas que son amantes de la música electrónica y no por un empresario de la noche”, admite Peter Pawn, asistente asiduo a la sala tanto como público como en el escenario.
A medio camino entre una empresa cooperativa y un movimiento social, Prisma se repite internamente y se siente identificado con la palabra ‘proyecto’. Desde el principio, lejos de tener jefes o dueños, se ha mantenido vivo gracias a su red de apoyo. El equipo se va renovando, pero la intención principal sigue siendo la de entregar a la ciudad una sala de electrónica con un toque diferente y vanguardista.
El único órgano de decisión es la asamblea, celebrada cada 15 días o una vez al mes, dependiendo de las necesidades. Existen coordinadores de área que priorizan, dinamizan y gestionan las tareas con el resto de compañeros y compañeras. De forma continua, los ocho grupos que conforman Prisma —técnico, financiero, programación, facilitación, comunicación, creativo, mantenimiento y barra— van comunicando las necesidades y reclamando acciones económicas, teóricas o prácticas sobre diferentes temas.
Tanto en los equipos como en asamblea, la toma de decisión es por consenso. “Votar a mano alzada por mayoría dejaría pequeñas heridas invisibles que pueden acumularse en el equipo con el transcurso del tiempo, así que en su lugar debatimos, dialogamos, argumentamos y confrontamos opiniones hasta alcanzar un punto medio en el que todos nos sintamos cómodos con la decisión”, explica el equipo de comunicación de Prisma. Esta, por supuesto, es una forma de gestión complicada, laboriosa y a veces tensa, pero desde el respeto y la empatía todo se puede: “Sin prohibiciones, pero con mucho diálogo; sin castigos, pero apelando siempre a la responsabilidad individual”.
Sevilla no es solo una ciudad de corneta e incensario. A Prisma no le daban más de dos o tres meses de vida y, probablemente, iban bien encaminados. Estadísticamente, un proyecto de estas características no habría funcionado sin un aporte de capital considerable, pero, cuando mujeres y hombres se unen con un fin que les importa, todo es posible. “Prisma no tiene grandes capitalistas detrás, ni tampoco es nuestro sustento, pues casi todos tenemos nuestros trabajos de lunes a viernes y no nos ganamos la vida con ello”, afirma el coordinador del grupo de comunicación.
Este proyecto de ocio musical arrancó en forma de micromecenazgo por parte de 15 socios que pusieron de su propio dinero y de muchos otros más que aportaron materiales y numerosas horas de trabajo voluntario. La ilusión por generar algo diferente a lo que existía en la ciudad hizo que personas educadas en sistemas jerárquicos verticales se pusieran de acuerdo y solventaran los problemas a base de diálogo. La filosofía de Prisma ha ido evolucionando como todo proceso de aprendizaje colectivo, y ha consolidado algunos pilares básicos para el funcionamiento, como el consenso y la horizontalidad. Tienen, además, un proceso de acogida para toda aquella persona que quiera ser partícipe. “En este proyecto abierto, la última persona que entra a Prisma es tan parte del proyecto como uno que estuvo aquí desde el principio”, admite una integrante del proyecto.
Música electrónica desde la autogestión
No hay otro proyecto así en toda Europa. En Dresde, Alemania, existe un club de electrónica que implementa la lógica del crowdfunding y el funcionamiento en colectivo, pero solo para ponerlo en marcha. Prisma, además, tiene una lógica de estructura abierta y colaborativa. Intentan mantener todos los aspectos del proyecto de una forma más o menos profesionalizada, pero sin que el beneficio económico sea el objetivo principal de su actividad.Por si fuera poco, este proyecto autogestionado, colaborativo y asambleario decidió ir más allá y, basándose en su filosofía de economía social, creó una moneda social: el prisma. Basados en la idea y funcionamiento de la moneda social puma, que funciona desde hace años en la ciudad de Sevilla, pensaron que su proyecto sería más justo bajo este sistema. Como se supone que alguien debe tomar del proyecto en la misma medida que se ha involucrado en él, “vimos que habría diferentes niveles de intensidad al aportar al proyecto debido al carácter voluntario que tiene el reparto de tareas.
Identificamos que, de alguna manera, tendríamos que ‘apuntar’ esas aportaciones, con la finalidad de que nadie tomara luego menos de lo que entregaba. En Prisma nadie entra gratis ni nadie bebe gratis... Somos tantos que sería un caos hacerlo de otra manera”, explican desde el colectivo.
En un principio, se pensó en un banco de tiempo, pero la tecnología ofrece posibilidades que ayudan a plantear otras alternativas. Gracias al desarrollo de la aplicación Clickoin, creada por un grupo de andaluces, la moneda social prisma circula en estos momentos entre 40 o 50 personas que han aportado en uno u otro momento, de forma puntual o continuada, alguna actividad a Prisma. Peter Pawn admite que el prisma ha sido muy útil, ya que, “por una parte ha servido para que un proyecto tan ambicioso al sur de Europa haya salido adelante y, por otro, porque el uso de una moneda social ha permitido que los amantes de la música con bajo poder adquisitivo, como son los trabajadores y trabajadoras del proyecto y los artistas locales que participan, puedan disfrutar de artistas internacionales de primer nivel que de otra forma no se podrían permitir”. Además, añade, significa un plus que ha permitido invertir en material técnico y en la propia sala. La moneda sirve para entrar en la sala, consumir en la barra o para el intercambio de bienes y servicios entre las personas componentes del proyecto.
Algunas trabas
En proyectos de este calibre existen complicaciones. Desde Prisma reconocen que dos han sido las trabas que más han sufrido: la económica y la humana. La primera es por el hecho que ningún miembro del proyecto pertenece a ciertos estratos sociales. Este proyecto está hecho en modo do it yourself o ‘hazlo tú mismo’, con muchas horas de inspiración, análisis, optimización y ejecución. “Hemos levantado el club con nuestra propias manos, literalmente. Muchas horas de trabajo sin ayuda externa, y bastantes noches sin dormir. Si tuviéramos una inyección de algún tipo de sponsor o de mecenas, conseguiríamos hacer realidad muchas de las mejoras que tenemos en la recámara, pero que, por falta de ahorros, no podemos acometer”, explica otro integrante del colectivo.En cuanto al componente humano, los cuidados en el plano emocional son trabajos constantes que tienen que llevar a cabo, y no siempre se tiene la misma energía. Como los proyectos autogestionados suelen romperse antes por la falta de unión afectiva que por otras razones más tangibles, se anticipan a este problema y ponen en práctica ese aspecto familiar y de cuidados.
De cara al público de masas, no todo el mundo comprende la autogestión y las dinámicas asamblearias. Puede resultar exótico encontrar en el sector del ocio nocturno propuestas como la de Prisma, pero desde el proyecto reconocen que no llegaron a este sistema a través de una convicción política o unos valores previos, sino que lo adoptaron por necesidad y sentido común. “Vencer la carencia de capital ha sido probablemente la razón principal que nos ha llevado a ello, porque teníamos tiempo y ganas, pero poca capacidad de remuneración en moneda de curso legal. Y, claro, trabajar dentro de un sistema de voluntariado sin tener horizontalidad es algo bastante incompatible. Vemos a nuestro alrededor que no es nada nuevo, la economía colaborativa está en auge”, admiten desde el equipo.
Prisma es un proyecto creado por mentes muy inquietas y ya están empezando a planear, “cuando el tiempo y las fuerzas lo permitan”, añadir más disciplinas artísticas. En un formato estrictamente diurno y con especial atención a aquellos y aquellas artistas jóvenes que no pueden entrar en los círculos artísticos mayoritarios, quieren ofrecer cine, pintura, fotografía o teatro. “Queremos ofrecer el espacio que tenemos a toda la ciudad para que se genere un centro neurálgico de cultura en torno a este proyecto. Lo llamamos Espacio Prisma y poco a poco lo estamos echando a andar”, avisan. Prisma nació como un sueño que día a día —y noche a noche— se va cumpliendo.
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Impresionante. Bravo por la idea y por el trabajo que realizan este equipo de personas. Deberia ser un importante modelo a seguir.