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México
Genealogía del “común” zapatista, política de la liberación

Antropólogo y periodista mexicano. Ha realizado varias investigaciones sobre Chiapas y es colaborador de la revista mexicana Ojarasca.
“Cuando decimos común, decimos que ha de ser de nuestra vida por los siglos y por los siglos, para siempre de pueblo en pueblo, la unidad”, explicó el subcomandante insurgente Moisés el primero de enero pasado en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, donde se desarrolló, entre el 28 de diciembre de 2024 y el uno de enero de este año, el encuentro de “Resistencias y rebeldías” convocada por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), como parte de la celebración del 31 aniversario de la rebelión indígena de 1994. Ahora, entre el 13 y 19 de abril de este año, la organización se prepara para recibir a los artistas del mundo en el encuentro denominado “(Rebel y revel) Arte: encuentro de arte, rebeldía y resistencia hacia el día después”, en tres sedes distintas del territorio rebelde.
En diciembre de 2024 movimiento zapatista publicó que su nueva estrategia política dentro de sus comunidades y regiones autónomas sería el “komon” palabra usada dentro de las comunidades mayas o “común” en lengua castellana. Después de un año, el Comité Clandestino Revolucionario Indígena Comandancia General del EZLN, a cargo de Moisés, pero también con el comandante David, explicaron con detalle los “primeros pasos” de esta práctica que se está desarrollando en las comunidades mayas zapatistas. ¿De dónde proviene esta idea y práctica?
Del régimen semiescalvista a la liberación
En el territorio de Chiapas, para 1910, el 92.8% de la población campesina eran peones, lo cual explica la herencia de dicho régimen y poder dominador que permitía la concentración de la tierra y la fuerza de trabajo. Chiapas permaneció al margen de la revolución mexicana, particularmente en el reparto agrario que se hizo desde la década de 1920. No vivió siquiera una “revolución desde afuera”, como en Yucatán.
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De las transformaciones del Estado nacional posrevolucionario destacó, hasta la década de 1940, el proceso de flexibilización del entramado jurídico para la obtención de tierras y, por lo tanto, la conversión de importantes extensiones de tierra en ejidos. Se trató de la puesta en práctica de la reforma del presidente Lázaro Cárdenas al Código Agrario de 1934, cuyo principal objetivo fue el reconocimiento de los peones acasillados que vivían en las fincas como sujetos de derechos agrarios, lo que implicaba que a partir de entonces podían convertirse también en solicitantes de tierras. Eso trajo consigo también fricciones entre la oligarquía local y campesinos e indígenas en resistencia. Los jóvenes militantes del EZLN, ellos y ellas, fueron quienes nacieron con la herencia de las viejas fincas de peones y quienes también convivieron con la represión y los grupos paramilitares al servicio de terratenientes y políticos corruptos.
El traslado paulatino de la propiedad colectiva en la forma individual es en realidad, el proceso histórico en el que el marco jurídico del naciente Estado liberal mexicano durante el siglo XX
En la reciente reunión por el 31 aniversario del levantamiento del EZLN, Moisés hizo una fuerte crítica al régimen jurídico de la tierra campesina que proviene de años de experiencia: “Lázaro Cárdenas cuando dio las parcelas, en un ejido, uno tiene 2 mil hectáreas, cada (campesino) tiene 20 hectáreas. De ahí viene el problema. Aunque lo trabajaban en común, no hay linderos ni fracciones. Como que ellos mismos permitieron. (Dijeron) hay que pedacearlos”. Este proceso de traslado paulatino de la propiedad colectiva en la forma individual es en realidad, el proceso histórico en el que el marco jurídico del naciente Estado liberal mexicano durante el siglo XX permite la existencia e incluso fomenta los “derechos individuales” de los campesinos. Se trata de la incorporación de la tierra al régimen de la modernidad capitalista.

Los solicitantes de tierras, en ocasiones todavía peones acasillados o mozos, eran reprimidos y en el mejor de los casos, cuando algunas tierras eran legalizadas, se inducía a que los campesinos subordinaran su lealtad al cacique, patrón, partido político o representante del gobierno en turno. Se trataba de la difícil salida de los mayas tojolabales, tseltales, tsotsiles y choles del período denominado el “baldío”, en el que los campesinos, trabajaban “en balde”, es decir, con paga miserable.
Era el declive del régimen finquero en cuya experiencia los zapatistas lo expresan en el sentido de “salimos en bola, en montón” -y continúan- “Agarraron en montón y después dijeron vamos a hacer en común la milpa, nuestras casas en común. Nos dimos cuenta que es mejor, así nadie dice esa tierra es mía, eso es mío, ahí viene la bronca, la pelea de un pueblo contra otro, (pero) no se ha entendido ese sentido común por (causa del) individualismo”.
Llevaron sus costumbres en común y el sentido de esa “tierra prometida” sin la vieja humillación de patrones ni capataces y que le dio fuerza a su rebelión casi veinte años después
Cuando las poblaciones indígenas de Chiapas se politizaron y recibieron la influencia de la teología de la liberación entonces se generó una amplia concientización que en la práctica permitió el despliegue de esa lucha de liberación y que permitió que en “bola” y en colectivo salieran del régimen de explotación semiesclavista de las viejas fincas, buscando en éxodo la Selva Lacandona. Llevaron sus costumbres en común y el sentido de esa “tierra prometida” sin la vieja humillación de patrones ni capataces y que le dio fuerza a su rebelión casi veinte años después.
En 1974, se conmemoró y se celebró el cuarto centenario de la muerte de Fray Bartolomé de Las Casas, uno de los defensores de los indígenas. Se había generado ya un importante trabajo de toma de conciencia sobre el contexto histórico y la participación social de 1, 400 delegados de más de 500 comunidades. El encuentro, permitió una importante politización popular.

En 1984, las clases dominantes dejaron atrás al Estado benefactor y en México fue impuesto el neoliberalismo con el que comenzó la privatización de las empresas nacionales. Para 1991, la reforma neoliberal del presidente Carlos Salinas de Gortari modificó irreversiblemente el artículo 27 constitucional con el que se permitió la compra/venta de la tierra ejidal campesina. El EZLN se levantó en armas en 1994 y a pesar de incumplimiento de los acuerdos de San Andrés sobre cultura y derechos indígenas de 1996, las comunidades quedaron a merced de la penetración y expansión del capital ”legalizado”, además de paramilitares, del crimen organizado, y cárteles del narcotráfico.
¿Qué ha cambiado?
A pesar de la llegada de la “izquierda institucional”, la llamada Cuarta Transformación al poder en 2018, el pacto de San Andrés no se cumplió. Se incrementó incluso la libre entrada del capitalismo salvaje en Chiapas. La actual crítica zapatista sostiene incluso que se ha creado una clase social campesina capaz de acumular riqueza y bienes: ”Ya hay medianos propietarios, quien prestó dinero a un migrante, se quedó con la tierra. Ahora cualquier empresario narco puede comprar lo que era ejidal, lo que era común”, explicó en esa reunión de enero el subcomandante Moisés. Es decir, existe el libre paso para que quienes tienen vínculos con el crimen incluso de comprar la tierra campesina que antes estaba protegida por la constitución política del Estado.
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Pero el gobierno “progresista” del ex presidente López Obrador incorporó otro programa que supuso la mayor penetración de la modernidad capitalista en Chiapas con el oficial “Sembrando Vida” que intensificó no solo la compra y venta de la tierra, sino que también el despojo. “Despedazaron las tierras ejidales, antes (un campesino) tenía derecho a 20 hectáreas de tierras. Pero con este programa (se divide en) con 8 pedazos. A cada campesino le toca 2 hectáreas y media y con el derecho para poder venderla” sostuvo el comandante David.
“Hay gente que vendió su parcela de 20 hectáreas. Y el que se fue de migrante y que regresó, él mismo está trabajando la que (donde) era su tierra”
Y es que dicho programa impulsado por los gobiernos del partido Morena, generan que campesinos que antes cultivaban la tierra, ahora son acreedores a dinero en efectivo para sembrar árboles maderables o frutales. Ese dinero, los campesinos lo aprovechan para endeudarse y luego migrar. Cuando regresan por haber sido deportados o por la muerte de algún familiar, regresan a su lugar de origen a trabajar como empleados incluso en la que era su propia tierra, es decir, este proceso se devela como el espejo del viejo tiempo del baldío. “Muchos están en la calle ya con el ”sembrando muerte”. Hay gente que vendió su parcela de 20 hectáreas. Y el que se fue de migrante y que regresó, él mismo está trabajando la que (donde) era su tierra”, sostuvo el mando militar frente a casi mil bases de apoyo zapatista en el Centro Indígena de Capacitación Integral-Universidad de la Tierra.
Cuando los campesinos indígenas perciben la facilidad para dividir la tierra heredada o recuperada y sacarle provecho momentáneo para migrar, entonces se ejecuta el despojo. Pues vendida a bajo precio, algún pequeño propietario tendrá el control y dominio de la tierra. Ahora incluso, el antiguo propietario de la tierra pierde sus derechos comunales por la ilusión cultural de la modernidad: ”Los que se han migrado, no es porque sean pobres, es por el sistema del capitalismo de las modas, entonces todos quieren tener su reloj, su teléfono nuevo, sus últimos modelos que hay. Entonces se van”, señaló Moisés.
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En Chiapas, la Cuarta Transformación no supone el beneficio para la población campesina, sino que implica el cambio del uso y renta de la tierra. Es un engaño que provoca el incremento de los propietarios individuales y la acumulación de capital. En su forma neoliberal, esta relación está creando una clase social de pequeños y medianos propietarios que antes eran campesinos y ahora son terratenientes.
El EZLN está prestando tierras para quienes perdieron sus derechos de propiedad por haber vendido su tierra y/o por haber migrado, incluso para quienes no son zapatistas
Ante esta situación, el “común” supone regresar a ese komon a’teltik, que en lengua maya tojolabal significa, “nuestro trabajo en común”. Este proyecto colectivo se despliega como una política de liberación y una apuesta por la vida y la paz. Generoso como paradigmático, el EZLN está prestando tierras para quienes perdieron sus derechos de propiedad por haber vendido su tierra y/o por haber migrado, incluso para quienes no son zapatistas. Con esta estrategia, los zapatistas se preparan para ese día después del previsible colapso capitalista: el reto esperanzador es indudablemente el sentido de comunidad, el ”común”.
