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Antipunitivismo
Explorando la despolicialización: cinco estrategias para pensar desde nuestros entornos
Universidad Nacional de Educación a Distancia
Cuando desde SinPoli comenzamos a encontrarnos, hace dos años, lo hacíamos con muchas preguntas y pocas respuestas en torno a las alternativas a lo policial, pero con puntos de partida firmes y compartidos. Teníamos claro que las formas policiales de provisión de seguridad en nuestros contextos y sus modos securitarios y represivos de abordar el conflicto social tienen consecuencias físicas, políticas y simbólicas muy dañinas.
Con todas aquellas preguntas a la espalda comenzamos a hacer talleres colectivos en distintos espacios del Estado español (Madrid, Vigo, Santander, Segovia, Zaragoza…) con distintos colectivos e individualidades que nos dieran claves para pensar cómo afrontar la despolicialización desde lo ya existente. Nos preguntábamos, básicamente, por cómo solucionamos conflictos sin policía, convencidas de que entre nosotras existen saberes que transcienden y revierten el despojo de agencia en el abordaje de violencias que nos atañen y la hiperpresencia policial en nuestras vidas.
Seguras de que en la cotidianeidad se daban más experiencias de las que creíamos en las que la policía no participaba, pues más bien somos nosotras mismas las que nos encargamos de gestionar los conflictos y de aportar seguridad. Nuestras intenciones fueron entonces ampliar el campo de conocimiento despolicializador, recuperando y reconociendo saberes y prácticas existentes para la resolución de desacuerdos, conflictos e inseguridades que, inevitablemente, se generan en nuestras relaciones sociales y comunitarias, y pensar cómo podríamos fortalecerlos.
Autogestión
Antipunitivismo De la policía a la política (o cómo hacerse cargo del conflicto “sin poli”)
Este texto surge con esa voluntad y fruto de lo aprendido en común en los talleres que hemos ido haciendo en colectivo con personas que también se sienten movidas por este rechazo hacia las formas policiales, pero que no tienen claras las herramientas para actuar de otras maneras. No se trata de un manual de herramientas, ni de un protocolo (del cual carecemos), sino más bien de una primera categorización y reflexión sobre las experiencias y estrategias que hemos ido compartiendo en estos encuentros.
La idea que guía el artículo es, por lo tanto, resaltar y analizar las potencialidades y límites de las estrategias que han ido surgiendo en nuestros encuentros y que hemos categorizado en: prevención, rebajar la violencia, establecer alianzas, mediación y acompañamiento. Se trata de construir, así, un primer escalón para pensar cómo nos hacemos cargo de la gestión de nuestros conflictos e impulsar la reflexión en torno a la despolicialización de nuestra sociedad.
Prevenir la gestión policial de los conflictos
La prevención es una de las primeras formas a través de las cuales evitamos cotidianamente que los conflictos acaben degenerando en situaciones gestionadas de forma policial. La formación de un tejido social denso y plural, cercano y de confianza, es una manera de disponer las condiciones necesarias para que los conflictos que nos interpelan sean apropiados comunitariamente y no externalizados a instituciones punitivas, siguiendo esta tendencia al alza de la deriva policial de nuestros conflictos.
La generación de vínculos sociales cobra especial importancia tanto en la prevención de conflictos y violencias como en la reducción de la inseguridad subjetiva
Así, la generación de vínculos sociales cobra especial importancia tanto en la prevención de conflictos y violencias como en la reducción de la inseguridad subjetiva en el espacio urbano: conocer mejor nuestro entorno, establecer vínculos fuertes, romper fronteras internas que dividen, segregan e individualizan nuestra experiencia cotidiana…, son solo algunas de las acciones concretas que avanzan en el camino de la prevención.
Proyectos como La Dula, una cooperativa de Valencia que trabaja cuestiones de desarrollo comunitario, o Guantes Manchados, un gimnasio popular del barrio madrileño de Usera, son buenos ejemplos de este tipo de estrategias. Ambos colectivos resaltan la importancia de producir “encuentros improbables”, formas de relación anteriormente inimaginables por la distancia social y simbólica existente entre los distintos agentes que conviven en un mismo territorio y que son de gran utilidad a la hora de prevenir los conflictos que pueden surgir en los barrios populares.
De lo que se trata es de crear espacios de encuentro, vínculos de confianza y relaciones de proximidad entre personas y grupos distanciados para disputar los relatos criminalizantes en torno a las situaciones que se viven en los barrios populares, evitar formas de segregación y señalamiento, así como sentar bases para llevar a cabo nuevas formas de acción despolicializadora y estrategias más avanzadas de gestión de conflictos futuros.
No obstante, la prevención va mucho más allá de la mera creación de tejido comunitario. Supone llevar a cabo de forma reflexiva un aprendizaje de cada conflicto, crear y sostener comunidades políticas fuertes capaces de clarificar normas éticas, respetar acuerdos colectivos y revisarlos cuando ya no funcionan.
Rebajar la escalada de violencia
Otra cuestión que ha surgido repetidamente en nuestros encuentros es la irresolución de situaciones conflictivas. Efectivamente, en ocasiones los conflictos no se solucionan y simplemente se abandonan, pero esta escalada de violencia también puede ser una estrategia para afrontar los conflictos sin recurrir a la policía. Cuando, por ejemplo, hay peleas o discusiones, o cuando una tienda recibe un robo y se evita llamar a la policía, también se está optando por una acción despolicializadora, abandonando el conflicto e impidiendo las subsecuentes formas punitivas de gestión.
El abandono o la huida, si bien no solucionan el conflicto en sí mismo, proponen una nueva forma de comprenderlo
El abandono o la huida, si bien no solucionan el conflicto en sí mismo —no hay un juicio en el que se busque un culpable y un castigo, sino que hay una desescalada de la violencia—, proponen una nueva forma de comprenderlo, entendiéndolo como parte de nuestras relaciones y no como un hecho externo a eliminar de forma eficaz mediante instituciones violentas que nos son ajenas.
Establecer distintas formas de alianza
El recurso más importante a la hora de afrontar los conflictos de forma alternativa a lo policial es la existencia de un tejido comunitario. Entendemos que la existencia de éste es clave para construir un abordaje satisfactorio del conflicto o aliviar la sensación de inseguridad. Sin embargo, sabemos que no siempre es fácil, porque muchas veces los conflictos ocurren en espacios donde no existe un importante entramado comunitario que pueda hacerse cargo. Ante esto siempre cabe establecer alianzas de maneras distintas y creativas, que pueden ir desde la generación de comunidades espontáneas cuando, por ejemplo, somos testigos de violencias sobrevenidas y nos implicamos con personas desconocidas, hasta apoyarnos en un entorno cercano organizado e implicado, como vecindario, amistades, familiares, colectivo de militancia, etc.
Violencia policial
Sin policía Crear y fortalecer tejidos comunitarios en los barrios o cómo resolver nuestros problemas sin policía
La generación de comunidades espontáneas puede ocurrir si las personas afectadas lo solicitan o quienes han sido testigos deciden tomar partido en la situación. Las formas de despolicialización espontáneas o cotidianas que suceden en los espacios públicos, por mínimas que parezcan, tienen consecuencias importantes para las personas, especialmente para aquellas sujetas a mayores cuotas de violencia institucional, y desafían el sentido común policial relacionado con nuestra falta de imaginación política para resolver situaciones problemáticas.
En entornos donde se cuenta con una comunidad más estable y organizada (un espacio de militancia o un barrio con redes de conocidos) el abordaje de las alianzas está muy relacionado con la confianza que hayamos sido capaces de desarrollar anteriormente y con la capacidad de que se disponga en el momento para activarlas.
También es necesario poner en marcha formas creativas que permitan implicar a entornos que hasta la emergencia del conflicto no habíamos movilizado. La Porvenir, un grupo que trabaja desde distintos puntos del Estado español por la gestión colectiva de situaciones de sufrimiento psíquico, señala, precisamente, la importancia de implicar al entorno y de conseguir que las comunidades se responsabilicen de malestares que son siempre colectivos a través de recursos materiales, temporales o de cuidados.
Psiquiatría
¡Dejad de ser psiquiatras! ¡Dejad de ser psiquiatras!
En ocasiones, las alianzas en la gestión de conflictos pueden operar reproduciendo esquemas jerárquicos de poder como elementos tácticos, por ejemplo, cuando las mujeres recurren en situaciones de violencia física a hombres cis blancos para que les ayuden o apoyen en su defensa física más inmediata. Las figuras de profesionales sociales (personal técnico, profesionales del trabajo social y educación social) o educativas (como profesorado), también juegan este papel ambivalente en los conflictos: pueden reproducir lógicas punitivas, pero también convertirse en personas aliadas a la hora de reducir daños, ya que en ocasiones disponen de aprendizajes y herramientas en el manejo de situaciones conflictivas.
En muchos de los casos que vivimos, la impotencia viene derivada de una serie de condicionantes económicos, políticos y culturales. Por un lado, las instituciones laborales o educativas fomentan la desresponsabilización y las condiciones precarias de las trabajadoras. Por otro lado, los protocolos establecidos pueden bloquear la capacidad de intervención de formas de justicia alternativa. No obstante, casi siempre, incluso en situaciones de mucha atomización, hay posibilidades de buscar personas aliadas para gestionar los conflictos. Ante la inacción, es necesario llamar la atención, buscar aliadas, inventar formas, tender puentes, generar relaciones implicadas en la situación.
Establecer procesos de mediación se configura como una de las principales herramientas que se pueden utilizar para evitar que nuestros espacios caigan en el recurso de las instituciones punitivas
Es cierto que muchas veces es difícil encontrar equilibrios y que las partes legitimen tanto el proceso como a la figura mediadora. Además, la mediación puede suponer detraer al colectivo del aprendizaje político que el conflicto implica y que puede fortalecer al grupo. No obstante, apoyarse en procesos de mediación permite mantener el nivel de cercanía y distancia adecuado para hacer frente a procesos cuya exigencia de herramientas, tiempos y energías excede muchas veces las posibilidades de un grupo.
En cualquier caso, establecer procesos de mediación se configura como una de las principales herramientas que se pueden utilizar para evitar que nuestros espacios caigan en el recurso de las instituciones punitivas.
Configurar formas de acompañamiento
El acompañamiento, en tanto que herramienta de despolicialización, consiste en el seguimiento colectivo de un conflicto desde cierta comunidad autoorganizada. Implica, por lo tanto, la existencia de un grupo más o menos consciente de la necesidad de avanzar frente a la deriva punitiva de un conflicto y hacerse cargo del mismo en sus posibles devenires. Ello supone de forma necesaria cuestionar no solo las instituciones policiales, sino también sus lógicas, conceptos y procedimientos punitivistas.
El acompañamiento tiene un gran potencial de reducción de daños, puede servir para ejercer presión contra las instituciones punitivas y evitar formas de actuación más violentas y duraderas
El acompañamiento es una herramienta, por tanto, que arranca los conflictos de las manos de las instituciones punitivas para ponerlos en las de una comunidad acompañante que no se limita a apoyar a la persona afectada, sino que busca transformar las relaciones. Para AAMAS, colectivo de Manresa que trabaja el acompañamiento a mujeres que se enfrentan a violencias machistas, el acompañamiento es la única herramienta en contextos de hiper-precariedad para dar margen de elección a las personas que sufren la violencia machista, a la vez que abre la oportunidad de implicarse a otras personas.
Policía
Los ecos de ‘Defund the Police’ ¿Reforma o decrecimiento policial?
El acompañamiento tiene un gran potencial de reducción de daños, puede servir para ejercer presión contra las instituciones punitivas y evitar formas de actuación más violentas y duraderas. Así, los grupos de apoyo feministas permiten evitar formas de revictimización de las mujeres por parte de quienes han agredido y de las instituciones. En el caso de las violencias psiquiátricas, desde La Porvenir inciden en que el tamaño y la implicación de la red son claves para garantizar el bienestar de las personas ante las instituciones de control psiquiátrico.
No obstante, hay que indicar que el acompañamiento no es un dispositivo perfecto, sino que, por el contrario, está sujeto a algunas cuestiones problemáticas. Se ha de buscar una forma de acompañamiento que prime la colectivización del conflicto, pero que no deje de lado ni olvide las dimensiones individuales del mismo, los deseos y la capacidad de agencia de las personas en los procesos. En el acompañamiento, como en la búsqueda de alianzas más superficiales, existe el riesgo de que se acaben reproduciendo esquemas jerárquicos y relaciones desiguales de poder, por lo que se debe incorporar necesariamente una revisión crítica de dichas jerarquías. Seguramente, mantener la idea de que lo de una afecta a todas, y de que las relaciones entre los aspectos individuales y los colectivos del conflicto han de estar sometidos a debate y negociación, sean actitudes que nos ayuden en su gestión.
El acompañamiento, incluso cuando se da en procesos mediados por la lógica policial, produce vínculos de relevancia
Estas dificultades hacen innegable el reconocimiento de que muchas veces la mediación, al igual que cada una de las otras estrategias, no es exitosa, no logra evitar la policialización del conflicto. Las razones para este hecho son muchas y diversas. No obstante, esto no debe ser entendido como un fracaso. Por el contrario, el acompañamiento, incluso cuando se da en procesos mediados por la lógica policial, produce vínculos de relevancia, teniendo ya, por ello, un valor intrínseco que siembra las condiciones de posibilidad relacionales y afectivas para nuevas formas de hacer en futuros procesos y conflictos.
Consideraciones finales
Los límites de la despolicialización son los límites materiales, emocionales y de imaginación que se hacen presentes a la hora de sostener el conflicto en el tiempo. Traspasar estos límites supone ser capaces de desafiar la creciente individualización de nuestros contextos. Extender la reapropiación del conflicto implica avanzar en la construcción de comunidades políticas que, en su práctica despolicializadora, vayan ampliando y construyendo un poder popular autónomo que logre extender las lógicas despolicializadoras más allá de los límites de la situación actual.
Evidentemente, en la despolicialización, como en cualquier otro ámbito político, no hay recetas: cada conflicto y cada comunidad es singular. Es por ello por lo que las experiencias que se presentan buscan ser meramente tentativas, experimentadas por muchas de nosotras en nuestros espacios cotidianos. Plantean potencias, límites y ambigüedades que han de servir para pensar colectivamente en las formas de avanzar en la urgente tarea de la despolicialización. No obstante, sólo podemos colectivizar experiencias, herramientas, protocolos, soluciones, errores..., y favorecer encuentros y reflexiones que nos sirvan para seguir aprendiendo con el objetivo de generar comunidades potentes.