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Memoria histórica
Senderos de memoria
Este mes de octubre la asociación memorialista La Desbandá está llevando a cabo uno de sus proyectos más especiales: la señalización de algunos de los enclaves de la carretera de la muerte. Durante la primera fase de la iniciativa, se colocarán marquesinas informativas en 15 puntos de la vía que une las ciudades de Málaga y Almería, por las que más de 200.000 personas huyeron de las tropas fascistas en febrero de 1937. Entre las familias que se lanzaron a la aventura estaba la de Ana Pomares. Entonces tenía 9 años. La superviviente de la barbarie recuerda perfectamente lo que vivió y nos lo cuenta en este pódcast. “Aquello fue una muy mala experiencia. Tuvimos la suerte de salir de Málaga en coche. Era tremendo. Cuando venían los aviones, nos bajábamos y nos escondíamos por los matorrales. Había muy pocos porque nos encontrábamos entre la montaña y el mar. Cuando ya habían pasado, veíamos a madres que habían sido alcanzadas por la metralla llamando a sus niños, hijos buscando a sus madres… Lo peor que pasó en la guerra, seguro”.
La masacre que las tropas fascistas perpetraron en la carretera andaluza, donde murieron más de 2.000 personas, la mayoría, civiles, es la peor que tuvo lugar durante la contienda contra población indefensa. Para el portavoz de la Asociación 14 de Abril, Fernando Alcalde, aún no se conoce suficiente. Considera que hay muchos temas pendientes relativos a la Guerra Civil Española que ni se abordaron durante la Transición ni se han encarado aún. Asegura que “no se sabe cuánta gente huyó en La Desbandá, ni cuánta gente murió”. Tampoco “se ha puesto nombres a los asesinos ni tenemos idea de dónde están las fosas”. Para él, queda claro que “estamos en el mismo punto que hace 20 años”.
Calahonda, Salobreña y La Rábita son algunos de los puntos de este sendero de memoria por el que cada año pasan centenares de personas a pie durante la marcha que promueve la asociación La Desbandá el mes de febrero. La próxima vez que lo hagan, podrán pararse a leer alguna de las historias que han estado escondidas bajo las piedras y ahora afloran en distintos idiomas en los paneles informativos que se están colocando. En ellas se habla de héroes, como el médico canadiense Norman Bethune, que estuvo tres días trasladando heridos en su ambulancia, y de víctimas, como las familias que, al tener que cruzar el río Guadalfeo y comprobar que el puente estaba impracticable, se lanzaron al agua y fueron arrastradas por la corriente, ante la mirada atónita de los refugiados que les seguían.
El relato es amargo y aún desconocido, pero forma parte de la historia reciente, una herida que cruza Andalucía de punta a punta y a marchas forzadas empieza a cicatrizar.