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Economía social y solidaria
Mercados Sociales en construcción
Disponer, cada nación o comunidad del Estado, de un mercado social significaría, primero, pasar de ser un conjunto de empresas inarticuladas a convertirse realmente en una economía, un sistema económico, aunque fuera de momento a pequeña escala. Por otro lado, demostraría que existen alternativas al capitalismo, ja que estos mercados serían un excelente escaparate, visible y vivible, de la alternativa que plantea la economía social y solidaria (ESS). Asimismo, los mercados sociales serían parte del embrión de este nuevo sistema económico alternativo. También mejorarían la viabilidad de las entidades de ESS, lo que las haría menos vulnerables a las crisis y a la presión por asimilarse a las empresas de capital. Por último, contribuirían a crear personas nuevas, nuevos sujetos críticos y transformadores como resultado de vivir experiencias significativas en calidad de productoras, consumidoras y gestoras, lo que las impregnaría de los valores de la ESS y les dotaría de mayor autonomía con respecto al capitalismo.
Un mercado social vendría a ser un sistema estructurado internamente por relaciones de intercambio, cooperación y solidaridad. Podríamos definirlo como una red estable de transacciones entre entidades de economía social y solidaria (y también de otras próximas a esta), consumidores responsables y ahorradores-inversores éticos, de forma que todas las personas participantes cubrieran la mayoría de sus necesidades con bienes de esta red, junto con bienes comunes y bienes públicos. Por transacciones debemos entender bienes (productos y servicios), pero también valores, informaciones y conocimientos; además, dichas transacciones comerciales podrían efectuarse mediante la moneda oficial o también por medio de monedas sociales, de trueque o con una combinación de las mismas.
En nuestra opinión, aún no existen propiamente mercados sociales en el Estado español, al menos según los términos de aquella definición, muy ambiciosa. Las valiosas experiencias existentes hasta hoy serían, en todo caso, protomercados, mercados en construcción, ya que se encuentran lejos de configurar circuitos amplios de productos y servicios de la ESS que puedan satisfacer la mayoría de las necesidades de los participantes, los cuales, además, representan una exigua minoría de la población.
Las claves para crear mercados sociales son, por un lado, que la ESS crezca y se diversifique, y por el otro, que las personas y entidades del ámbito apliquen de manera sistemática la intercooperación integral, es decir, que consuman sistemáticamente productos y servicios de entidades de la ESS, trabajen produciendo prioritariamente lo que estas personas y entidades necesitan, y depositen sus ahorros en entidades de finanzas éticas que financien la constitución de nuevas entidades y la consolidación de las existentes, tanto en sectores estratégicos donde esta todavía no se halla presente o lo está muy poco, como en actividades intermedias que permitan cerrar cadenas de valor de ESS.
El crecimiento, la diversificación y la intercooperación integral desembocarían en la conformación de una masa crítica de oferta de bienes y servicios de ESS lo suficientemente amplia, valiosa, asequible económicamente y accesible territorialmente como para cubrir, junto con bienes públicos y comunes, la mayoría de necesidades de una población significativa, la cual desconectarla en gran medida del mercado capitalista.
Un mercado que son tres
La creación del mercado social comporta crear, de hecho, no uno sino tres mercados complementarios entre sí: un mercado de bienes y servicios, un mercado financiero y un mercado de trabajo.
Por lo que respecta al mercado de bienes y servicios, podríamos decir que el valor de cualquier mercado se mide sobre todo por la cantidad, la calidad, la variedad y el precio de los productos que se venden en el mismo. Por consiguiente, todas las actuaciones dirigidas a mejorar la oferta de la ESS y también, por supuesto, su comercialización, contribuirán a aumentar la viabilidad de un mercado social.
Por mercado financiero entendemos el conjunto de agentes e instrumentos que favorecen la circulación de dinero por el ciclo del mercado, y que canalizan, por lo tanto, el ahorro individual y colectivo hacia la inversión productiva o el consumo. Todas las inversiones que hasta hoy han llevado a cabo las finanzas éticas en iniciativas de ESS ayudan genéricamente a construir mercado social. Sin embargo, también es cierto que, si se dispusiera de una estrategia compartida por el conjunto del movimiento (entidades de finanzas éticas incluidas) para desarrollar la ESS, y por tanto también los mercados sociales, podrían priorizarse unas líneas de inversión con respecto a otras e, incluso, ajustar más los productos financieros a las necesidades de construcción de los mercados sociales.
Junto al mercado financiero estricto, no podemos olvidar la importancia de dotarse, cuando se den las condiciones, de una moneda de ESS propia del mercado social, que ayude a multiplicar los intercambios dentro de esta y a evitar que la capacidad de compra termine fugándose hacia el mercado capitalista.
Finalmente, es preciso crear también un mercado de trabajo de la ESS. Para ello necesitamos programas educativos en ESS, bolsas de trabajo propias de este ámbito, así como aumentar su capacidad de atracción laboral, lo que guarda relación con lograr que las condiciones globales de trabajo en la ESS sean mejores que en las empresas de capital.
Partiendo de la base de que un mercado debe tener un carácter descentralizado y distribuido, los mercados sociales necesitarán unos mecanismos reguladores claros, decididos democráticamente y gestionados por unos órganos de gobierno que apliquen una estrategia para su crecimiento, intervengan tanto en la defensa y el arbitraje de las tensiones que puedan derivarse, como en la promoción y escalamiento de proyectos clave, y que reduzcan las desigualdades que el mercado social provocará.
Tengamos presente que uno de los principales inconvenientes de cualquier mercado como mediador de la actividad económica es que tiende a generar asimetrías de poder y de riqueza. Para atenuar estas desigualdades y evitar que arroje grandes ganadores y grandes perdedores, los mercados sociales requerirán de unos mecanismos de regulación y de redistribución.
Es por ello también por lo que, a nuestro juicio, el objetivo estratégico de construir mercados sociales debe complementarse con otro objetivo opuesto en apariencia: crear bienes comunes de ESS y desarrollar bienes públicos de acuerdo con los valores de la ESS a fin de sacar del mercado, incluso del social, aquellos bienes que son esenciales para la vida. Estos no los debe asignar ningún mercado, sino que deben estar garantizados para todo el mundo, sea como bienes públicos o como bienes comunes.
Todas estas reflexiones, más desarrolladas, se encuentran en la Guía del Mercado Social1. En ella, encontraremos, pues, los elementos conceptuales básicos del mercado social; un esquema metodológico que integra la producción de bienes y servicios, las finanzas y el trabajo; una propuesta de principios y de gobernanza del mercado social; una batería de prioridades para fortalecer los diferentes elementos del mismo (producción, comercialización, consumo responsable…), y 29 casos inspiradores. Aunque la Guía se dirige a desarrollar el mercado social en Cataluña, puede aplicarse perfectamente a cualquier otro territorio.
** El presente texto es una adaptación de la Guía del Mercado Social para la Diputación de Barcelona.