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Pensamiento
El nudo
Que no parezca trabajo. Esa parece la clave del éxito de las redes sociales. Porque no parece trabajo despiezamos nuestra intimidad, en láminas ordenamos nuestros gustos y preferencias, los mismos que nos hacen cada vez más predecibles y obedientes clientes.
Las generaciones futuras tendrán que desactivar el funcionamiento de la Bestia, que solo extrae valor de nuestros datos, monetiza nuestra imagen, nuestra sonrisa a cámara, la pose que imita algo ya visto y reproducido de forma inconsciente. Cómo lo harán lo desconocemos, pero tenemos que confiar en ello. Confiar en esos niños desorientados que hoy desean ser ricos y famosos, influencers. Cómo desharán este apretado nudo tecnológico es algo difícil de imaginar.
Lucho contra el desánimo a diario. Platón, en su época, pensaba que no se podía esperar mucho de la juventud y que la sociedad de su tiempo estaba en decadencia. Por eso me detengo en seco frente al pesimismo. Siglos y siglos más tarde no puedo regresar a un pensamiento que ya tenía Platón. Prefiero tener el ánimo y la confianza que mostraba Patrick Modiano en su discurso de recepción del Premio Nobel de Literatura, cuando se refería a las generaciones que han nacido con Internet y las redes sociales, pues ellas sabrán encontrar el modo en que la literatura sobreviva, como viene sucediendo desde Homero. Sí, las generaciones de niños confundidos sabrán encontrar el modo, me digo.
Desperezo las agonías y me lavo la cara nada más comenzar el día.
De camino al trabajo sigo pensando. Uno de los problemas es la inmediatez. Lo queremos todo ya. Por supuesto, no añoro los tiempos en los que teníamos que esperar varios días a que se descargara una película o un álbum, ni aquellos en los que no podíamos hablar por teléfono y estar conectados a Internet a la vez. No se trata de eso.
Mi temor es que se pierda lo esencial: la conciencia de que el conocimiento es algo histórico, que es el fruto de miles y miles de personas que contribuyeron a que entendamos y experimentemos la sociedad como lo hacemos en la actualidad. Si la respuesta a cualquier pregunta se obtiene al instante, a veces antes de acabar de formularla, ¿cómo podremos concebir el conocimiento como algo histórico? ChatGPT nos ofrece un conocimiento descontextualizado. No cita a autores ni de épocas históricas cuando nos da sus respuestas abrumadoras. Si alguien pregunta “¿qué es la sociología?”, la respuesta obtenida es compacta, sin aristas. No aparece mencionado ni un solo sociólogo. Y lo que sucede con el conocimiento, sucede con tantas otras cosas. También es fácil olvidar que nuestros derechos son fruto de conquistas sociales, conquistas que tuvieron lugar en diferentes momentos de la historia. Muchas personas lucharon para que hoy tengamos educación, sanidad o derechos laborales. Pero hoy todo parece dado de una vez para siempre. Si ignoramos la historicidad de nuestro conocimiento y de nuestros derechos, estos serán más susceptibles de ser alterados.
Llegará un momento, quién sabe, en el que creeremos más a la máquina que a nuestro maestro. La máquina no se confunde. La máquina sabe. Y no. El conocimiento no es la acumulación y repetición de datos, sino que requiere elaboración, creación, relación. El verdadero temor es que se pierda la capacidad crítica de quienes reciben ese conocimiento.
Contra todo pronóstico, algunos de nuestros niños se rebelarán, sin duda, como lo hicieron tantos otros, tantas otras, desde la Antigüedad. Hay que confiar en eso en esta época nuestra de la desconfianza y la desesperanza. También en esto hay que llevar la contraria a la tendencia mayoritaria.
Toca el timbre y, ya animada, entro en clase.