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Comunicación
En la muerte de Juana Ginzo, una de las grandes voces de la radio en España
De aquel tiempo de nuestra niñez, cuando las madres de la posguerra escuchaban por la radio los seriales vespertinos y yo no me perdía ni el Teatro del Aire, ni Matilde, Perico y Periquín, ni Ustedes son formidables, puede que solo nos quedara ella, Juana Ginzo, la voz que más amé y busqué siempre en aquel viejo receptor que mis padres se habían comprado en Valencia, poco después de casarse, durante el destierro de mi progenitor.
Tuvo una larga e intensa vida Juana Ginzo, apagada el pasado viernes poco antes de cumplir los cien años. Sus inicios en la Cadena Ser arrancan del programa Tu carrera es la radio, con el que la emisora buscaba nuevas voces. Ocurrió en 1946 y Juana tenía 23 años y trabajaba como limpiadora, a la que puede que algún día alguien dijera que tenía una voz muy radiofónica.
Formando parte del prestigioso cuadro de actores y actrices de Radio Madrid, Juana Ginzo fue, junto a Matilde Conesa, una de las voces más emblemáticas de la radio española durante los años cincuenta y sesenta, hasta que la televisión entró en los hogares del país y acabó con el protagonismo de las radionovelas, muchas de ellas escritas en comandita por Guillermo Sautier Casaseca y Rafael Barón, los dos autores más populares de aquella época.
La voz de Ginzo se hizo especialmente conocida a partir de su interpretación en uno de los seriales de más éxito entonces, Ama Rosa, en el que Juana dio vida sonora a una pobre mujer que entrega su hijo recién nacido a un matrimonio potentado que había perdido al suyo. Con el tiempo, Ama Rosa se convertirá en la sirvienta de su hijo, que le hará sufrir hasta lo indecible capítulo tras capítulo, hasta que se conoce toda la verdad. El serial se emitía, si no recuerdo mal, a primera hora de la tarde y colmaba de lágrimas los ojos de nuestras madres, ocupadas a esa hora en la limpieza de las cocinas.
Juana Ginzo llegó a decir que detestaba esos seriales, totalmente contrarios a su ideología feminista y de izquierda, pero no podía dejar de hacerlos porque no tenía otra opción. Su voz, como la voz niña de Matilde Vilariño, perdida para siempre también este verano, fueron dos de las que guardaré con más definición en mi memoria, sonando como aliento de mi imaginación en los patios de luces de aquella España oscura y levítica en la que tanto costaba abrir horizontes porque casi todos estaban cerrados.
A las jóvenes generaciones, sometidas hoy a la servidumbre masiva e intensiva de la imagen, les falta saber lo que significó la radio para las de aquella época. También esa materia formaría parte de la memoria que nos falta en los planes de estudio, donde una Historia de la Comunicación no estaría de más, no solo para indagar en la intrahistoria de quienes nos precedieron sino para interpretar los medios de información.
Las del cuadro de actores de Radio Madrid fueron más que unas voces en las primeras décadas de aquella larga dictadura, cuando el país sufría la ausencia de las voces que pretendieron regenerar su historia y despejarla de oscurantismo. En mi caso, fueron las voces que me enseñaron a leer en voz alta y a imaginar más a fondo. Les debo al menos todo lo que he leído y soñado.