Literatura
Sayak Valencia: “Nos quieren hacer creer que nuestras revoluciones no han sido posibles”

La filósofa y escritora tijuanense Sayak Valencia publica ‘Postales de R’, un viaje al deseo, al cuerpo y al lenguaje.
@laespigaora
30 mar 2024 06:00

Sayak Valencia (Tijuana, 1980) habla con voz sosegada, coloca con suavidad la taza de café encima de la mesa antes de dar una respuesta y descansa sus manos sobre su vestido lleno de pequeños búhos. Cualquiera diría viéndola que es la autora del libro-oráculo Capitalismo gore (Melusina, 2010) un cómputo de ideas, devenires y análisis mezclados con la sangre, el hedor de los cuerpos y las violencias dentro del sistema capitalista. Una obra más vigente que nunca más de diez años después.

A través de las cartas que componen Postales de R (Continta me tienes, 2023), un libro escrito hace una década que rescata Valencia ahora, ha vuelto a reencontrarse consigo misma, con su yo que habla del deseo, del cuerpo y del encuentro con les demás y la memoria: “Pienso que mi paso por la vida ha sido siempre una batalla de cuerpos y, sí, ciertamente, un meter las manos en todos los procesos y volver con ellas húmedas, abiertas, gastadas, felices e irrevocables”.

Los últimos diez años de mi vida han sido intentar convertirme en una persona funcional y no me ha gustado la experiencia, la he odiado

¿Cómo estás viviendo el reencuentro con este texto, Postales de R, diez años después?
Creo que es el texto más personal que he escrito y se nota muchísimo, porque yo pensé que nunca iba a ser publicado. Es como cuando mandas un mensaje en una botella y luego no la lanzas al mar. Escribo mucho, publico poco, muy al contrario de lo que mucha gente hace. Regresé a un ordenador antiguo y lo encontré. Me cuestioné mucho si eso merecía ser publicado.

Recuerdo perfectamente que cuando lo terminé lo leí y pensé “este libro está hecho, pero no lo puedo publicar, no lo puedo defender. Esto es demasiado para mí en este momento”. Y entonces lo que entiendo ahora, ya una vez publicado y una vez llorado y estremecido todo el vértigo que me da el hecho de que ya esté publicado, que era una decisión a espaldas de mí misma, de qué quería recordar de ese momento. Y es un libro justo, de una transición entre vivir en España y regresar a México. Todo fue como que mi cuerpo sabía todo, pero yo no sabía nada.

¿Qué le dice a tu yo presente este libro?
A pesar de que tiene diez años, es un libro que me está hablando a mí como un señuelo que me dice: ya regresaste. Los últimos diez años de mi vida han sido intentar convertirme en una persona funcional y no me ha gustado la experiencia, la he odiado.

Llevo diez años rebelándome contra mí misma y me pregunto si puedo volver a ser alguien que escribe, alguien que puede ser más allá de la obligación de producir. La última década me bajó mucho a tierra y a mí me gusta mucho volar.

Es un libro también muy doloroso porque se trata también del proceso de estar enfermo en un contexto en el que estaban pasando muchas cosas emocionantes afuera, como el 15M y que viví desde mis adentros sin poder participar hacia fuera.

El libro es de agua, muy de sensaciones, muy kinestésico y muy sinestésico también, y me habla de regresar al placer y regresar al placer del lenguaje. Porque escribir cuando es una obligación se vuelve como cuando te dan a comer lo que más te gusta todo el tiempo y después ya no lo quieres y terminas odiando.

Sayak Valencia - 7

¿Cómo ha sido tu relación con el lenguaje?Pienso en cosas de la infancia, como que nos la quitan muy pronto, ¿no?
Yo aprendí a hablar y a escribir muy pronto, a los tres años. A leer y escribir me enseñó mi papá, pero pensé que era un juego. Me fascinó la idea de que existiera eso. Yo solo vería un folio en blanco y luego una varita mágica que escribía. Yo le dije a mi papá que me enseñase a hacer magia. Él me explicó qué era la escritura y me dijo: “Mira, tú tienes una voz dentro de tu cabeza que se llama pensamiento y eso se traduce en palabras y se escribe”. Y yo me pregunté “cómo sabes que tengo una voz dentro”.

A partir de ahí siento que ya nunca pude ser igual, porque me di cuenta de que la conciencia me caía encima como una tormenta, una vez que lo ves ya no puedes dejar de verlo. Una vez que empiezas a pensar y a tener memoria de las cosas que pasan, sean felices o no felices, las guardas, ¿no?

Entonces aprendí a hacer magia pronto y pues nada, de ahí empecé a pensar y creo que este libro está muy vinculado con esa primera sensación de conocer el lenguaje.

¿Qué crees que tiene el lenguaje de puente y que crees que tiene barrera?
El lenguaje es piel también, entonces depende del contexto, pero también depende de la apertura. Creo que también tenemos que trascender el lenguaje hablado y escrito, hay más lenguajes. El lenguaje va siempre acompañado de una voluntad política, entonces esa es la barrera.

La egopolítica nos está haciendo un montón de daño, porque no se trata solo de una lucha individual, sino de la intersección de todas las luchas

¿En qué estado crees que se encuentra esa dimensión política del lenguaje?
Ahora mismo, contra el fascismo, lo más importante es pelear por la narrativa, por el lenguaje, por la memoria. Porque, por ejemplo, las palabras que hemos inventado para nuestra resistencia, que las inventamos porque estaban ahí, son justo las que están utilizando los fascistas para desmontar los derechos adquiridos de muchas poblaciones. Entonces, el lenguaje creo que ahora es la bomba política más importante. Y no, no desde la perspectiva estructuralista, sino casi desde la perspectiva afectiva. Después de la pandemia creo que lo que más nos faltaba era volver a tocarnos y hablarnos, tocarnos y saludarnos con la piel.

Entonces yo sí creo que el lenguaje es un gran puente y es un lugar de alianza que es muy peligroso para el fascismo, pero que además nos han hecho creer que no es importante y en realidad es muy importante y además es un lugar de mucha lucha cotidiana y creo que hay mucha imaginación política también. Además, es un lugar desconocido. Para mí, el lenguaje es un playground. El lenguaje es para mí una gran oportunidad.

¿Por qué crees que estamos viendo cómo el fascismo, o la sensibilidad regresiva que comentas en tus textos, nos está robando el lenguaje, justo en este momento?
Por un lado, creo que se ha acelerado el proceso de extracción y que nos están ocupando el lenguaje o lo están extrayendo de manera casi colonialista. Porque si te das cuenta nos quieren hacer creer que no hemos hecho nada, que nuestras revoluciones no han sido posibles.

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Creo que lo que está pasando ahora es que están luchando tanto porque les da miedo que se abran las arcas de la memoria, que es lo que necesitamos ahora. Creo que también es ahora, porque con la pandemia estuvimos a punto de la desesperación y cuando estás ahí o te revolucionas o te anulas, yo creo que eso es lo que querían y la realidad ha salido de otras maneras.

Recuerda que en Chile, en Colombia, en China, en Estados Unidos, aquí mismo había revuelta antes de la pandemia y siguieron durante la pandemia. Aún hay revueltas de cuerpos en la calle, de lenguajes en la calle que están pidiendo cosas específicas.

¿Y cómo podemos construir lenguajes y habitarlos en este contexto en el que nos lo están robando?
En los últimos diez años términos como no binarie o como transfeminismo se han vuelto de uso común, más allá de que milites en ellos o no milites en ellos. Han creado una sensibilidad feminista y transfeminista y que es un trabajo de mucho tiempo, pero que ahora tú lo ves en los medios.

El capitalismo nos roba todas las ideas, nos extrae el deseo y todo, pero parecía que te lo podías reconfigurar como quisieras. Hay una parte de resistencia histórico-política de los términos que no se deja absorber y que no se dejan vender y que crea también una sensibilidad, no sé si progresista, pero sí transfeminista y de la disidencia.

En ese sentido, creo que estábamos listos para la revolución y que las revoluciones se dieron de muchas maneras. Recordemos y pensemos, por ejemplo, la tuvimos en Túnez o el Occupy Wall Street.

No es que fuera un despertar de conciencia, sino más bien unas alianzas posibles a nivel internacional a partir de la precariedad y a partir de la crisis económica. Y entonces nuestros lenguajes también nos hicieron florecer en ese sentido de tener un habla común.Pero yo creo que nuestra estrategia es una muy sencilla pero muy efectiva, y es seguir hablando nuestras lenguas bastardas con nuestros acentos de los lugares que somos, sin claudicar, porque es una epistemología también y es un lugar en el mundo para decir que no somos asimilables. También dejar de tener esta cosa opositiva y decir: ¿quieres mis ideas? Quédatelas, tengo, tenemos muchas.

Pero al mismo tiempo decirle perdón, pero mis palabras no significan lo que tú quieras porque tengas el poder, tienen el significado que le dan los cuerpos que las encarnan.

Desafortunadamente, el capitalismo es cada vez más gore en todos lados

Siento por lo que dices que quizá nos están faltando herramientas lingüísticas o nuevas palabras.
Faltan algunas, tenemos otras y ustedes, la generación más joven, están inventando otras. Por ejemplo, están inventando un lenguaje que está más relacionado con el folclor digital, con un sentido mucho más sutil de la imagen. Pero creo que lo que sí necesitamos es un diálogo intergeneracional, no separarnos. Y no tanto porque la gente mayor sea más lista, solo que vivimos un poquito más.

Eso me pasa a mí mucho con la gente mayor, me refiero a gente de los 60, 70 u 80 años de los movimientos sociales y de las disidencias, que me parece muy importante escuchar cómo se definen y qué pasaba cuando ellos estaban en la lucha directa.

Los conceptos también van evolucionando, por ejemplo, el concepto de no binaria a mí me parece un concepto importantísimo para poder visibilizar una adscripción de ciertas personas. Por ejemplo, aunque yo no me siento mujer, yo no me considero no binarie porque siento que quizá estaría usurpando un término que es más adecuado para denunciar ese movimiento histórico-político que es el de ustedes en este momento y que en el futuro quizás sea otra cosa.

Pero tampoco puedo decirle a una persona que se considera lesbiana butch separatista, que ella tiene que ser no binaria, no funciona así.

Los términos cuentan, no se trata de eliminar los que ya no nos están sirviendo, sino más bien de dejar esos pequeños vestigios, a manera de vestigios en el bosque, para decir nosotros sí tenemos una historia, venimos de aquí, no estamos ahí, pero de eso venimos. Y eso es muy importante para reconocer también la lucha política de quienes nos antecedieron y de quién nos van suceder.

Lo que creo que hay que hacer ya es buscar conceptos menos egopolíticos.

¿Qué quieres decir con conceptos egopolíticos?
Tiene que ver con esta adjudicación de todo un movimiento para beneficio propio. El movimiento es una colectividad, sean dos o más, pero que muchas personas vienen y extraen y hacen una lucha que solo les beneficia de manera individual.

Entonces es un poco ese movimiento que ha hecho el extractivismo neoliberal de utilizar nuestras consignas, ponerlas en las camisetas de Zara y después decir que tú eres feminista, pero no vayas con las feministas, o sea, tú ser feminista en individual, ponte la camiseta y ya está. Es un poco más un gesto estético, pero no ético, muy en concordancia con la cultura de la imagen bidimensional en la que vivimos ahora.

En ese sentido, la egopolítica nos está haciendo un montón de daño, porque no se trata solo de una lucha individual, sino de la intersección de todas las luchas. Yo siento que estamos perdiendo un montón el sentido de responsabilidad y de autorregulación que tenemos como personas. Tenemos una lógica como de niño pequeño, de yo, todo mío, y así no vamos a hacer la revolución.

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¿Crees que estamos en un momento de falta de voluntad de diálogo?
Creo que es una cuestión que tiene varios factores, uno de esos es eso, pero también creo que tiene que ver con el aislamiento social en el que vivimos y también con la poca tolerancia a la frustración que tenemos.

El mundo parece que está hecho a la medida porque vivimos dentro de una pantalla y no en el offline. Parte del movimiento también es la incomodidad, no tenemos que estar todos de acuerdo, pero se pactan cosas, ¿no? Me parece que es muy importante que nos demos el tiempo.

En Capitalismo gore exponías cómo el sistema capitalista convierte la muerte en un negocio. ¿En qué estado crees que se encuentran estas ideas diez años después?
Desafortunadamente, el capitalismo es cada vez más gore en todos lados. Antes, cuando yo lo escribí, parecía como una cosa así que medio pasa en México y ya está. Entonces, lo que me parece duro y al mismo tiempo quiero resaltar, es que mucha gente me ha dicho que este libro es como un oráculo. Y es como predictivo de lo que iba a pasar. Lo que veo es que se ha extendido la necropolítica más allá de los territorios excoloniales y de las fronteras. Ya está y ya estaba, pero se ha vuelto, más visible, más descarado, incluso se ha vuelto más rentable a muchos niveles, no solo a nivel de la guerra, sino la producción de series en torno al narco, a la violencia, a todas estas cosas que antes se cuidaba un poco más. Por ejemplo, las imágenes que se pasaban en Europa. Yo me acuerdo hace 20 años que yo viví acá y bueno, hace días también, pero no era igual la tele, ni las noticias, ni nada. Y también las redes tienen un nivel de difusión y de transmisión más inmediata, más rápida, más todo, que no hay tanto filtro. El filtro nada más es para la cara, no para la violencia.

Se está normalizando la figura del asesinato de las personas migrantes

Lo que ha pasado es que el capitalismo devino cada vez más sangriento, más snuff. Pero no es capitalismo snuff, sino que el capitalismo sigue siendo gore, cada vez más radical en lugares que no parecía que iba a pasar. Pero lo que sí ha pasado en los centros neurálgicos del poder o en los poderes estatales, es que las políticas se han vuelto snuff en el sentido de que el capitalismo es el sistema de producción, pero la política, la forma de legislar, se ha vuelto muy sangrienta,  matan en vivo y lo televisan, sobretodo en las redes sociales.

¿Hacia dónde crees que va dirigida toda esa violencia?
Sobre todo, se está cebando con las poblaciones migrantes. Los migrantes ahora mismo en el mundo entero son la fuerza de trabajo más barata. Pagan ellos su viaje y si mueren pierdes mercancía, pero no, no invertiste nada.

Hay muchísimos nichos de mercado y a destajo de lo que los migrantes pueden representar en una economía internacional. También las políticas de exclusión y de violencia contra estos migrantes, no solamente están en la calle, en el vox populi, sino que se están legislando en los congresos de todos lados. Se está normalizando la figura del asesinato de estas personas o el descuido sistemático de estas personas que generan capital, pero también reafirman el orden colonial nacional. Estamos en una política snuff, sí hay capitalismo gore, pero la idea es que subió a la realpolitik como una forma de gobierno que ya no se oculta y que además se exhibe como una capacidad de muerte para crear mercado alrededor de eso.

¿Han cambiado las resistencias a ese capitalismo gore?
Veo cómo crece la resistencia desde lugares que antes nos reconocíamos como lugares de resistencia. Por ejemplo, en México y en otros lugares veo precuelas de algo que yo denomino política post mortem y que tiene que ver con la politización de los afectos de la gente que han perdido personas, que se fueron migrando, gente que ha sido sobreviviente de las dictaduras del cono sur, o gente que viene de una tradición anticolonial y que ha estado transformando la idea de petición de justicia. Por ejemplo, las comunidades afroamericanas en Estados Unidos o en Brasil, donde se habla por ejemplo de justicia restaurativa o de justicia transformativa. Entonces las formas de petición de justicia ya no tienen que ver con el Estado, por ejemplo. No solo se habla de restitución restitución sino también del afecto y la memoria, y de perderle miedo al espectro. El terror está fuera, no está en los muertos. Los fantasmas también como una legión invisible que nos hace decir: estas personas no quisieron morir esta muerte, fueron asesinadas.

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