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Literatura
Almudena Grandes: medalla de oro al mérito para una escritora que cuidó la memoria colectiva silenciada
“Recordar a Almudena Grandes y sus novelas sin sectarismos ni dolorosos fuegos amigos me parece un ejercicio fundamental en los tiempos que corren”, comenta a modo de conclusión la escritora Marta Sanz en conversación con El Salto a propósito del legado de la autora de Las edades de Lulú, Atlas de geografía humana o la serie de novelas Episodios de una guerra interminable, fallecida en Madrid el 27 de noviembre.
Tras la emocionante despedida a la escritora en el Cementerio Civil de Madrid, donde cientos de personas acudieron con sus libros para decirle adiós, el Gobierno le concedió ayer, 30 noviembre, a título póstumo la Medalla de oro al Mérito en las Bellas Artes. La propuesta del Ministerio de Cultura se basa en su “extraordinaria calidad como escritora, avalada por numerosos premios desde el principio de su carrera, incluido el Premio Nacional de Narrativa en 2018 por su obra Los pacientes del doctor García”. Esa misma novela le valió en 2020 el premio Jean-Monnet de Literatura Europea. En 1997, Almudena Grandes fue la primera mujer en recibir el premio Rossone d’Oro por toda su obra. El Gobierno también ha tenido en cuenta su aportación al fomento de la lectura: “Las elevadas ventas y grandes tiradas de sus libros demuestran que ha conseguido, a través de una literatura de calidad, atraer al mundo de la lectura a muchos no-lectores, que se han convertido en fervientes seguidores de su obra”. Y otras dos razones con las que el Ejecutivo justifica el galardón son su contribución a la internacionalización de la literatura española y su “compromiso inquebrantable con la literatura y la memoria, demostrados a través de su obra”.
“Almudena Grandes coloca a las mujeres vencidas y a las mujeres en general en el primer plano de la Historia y desdice tópicos reductores”, opina Marta Sanz
En el ámbito municipal, ayer las formaciones políticas de derechas votaron en contra de nombrar hija predilecta de Madrid a Almudena Grandes. PP, Ciudadanos y Vox también se han negado a que la primera biblioteca que se construya en la ciudad lleve el nombre de la escritora.
Preguntada por lo que ha supuesto Almudena Grandes para la literatura en español, Marta Sanz opina que la autora de Malena es un nombre de tango se atrevió a “reflejar el deseo sexual y el placer de las mujeres cogiendo el testigo de otra intrépida insigne como Emilia Pardo Bazán. Almudena Grandes es la constatación de que escribimos desde lo que somos —mujer, roja, anticlerical, republicana, madrileña me atrevería a decir…— y, desde ahí, supo fundir como nadie historias reales y ficción, reinventó una realidad que es la nuestra, utilizando la imaginación y los recursos librescos como modo de aproximación crítica a la realidad. La documentación de sus libros es apabullante, su indagación histórica, y a la vez derrocha imaginación para rellenar con empatía los huecos, lo que no sabemos, pero podría haber sucedido. Coloca a las mujeres vencidas y a las mujeres en general en el primer plano de la Historia y desdice tópicos reductores como el de La pasionaria madrecita: habla de Dolores Ibárruri como una mujer de carne y hueso”.
Silvia Nanclares, escritora también madrileña pero de una generación posterior a la de Sanz, entiende que Grandes ha significado “la entrada de una autora en el olimpo de los autores más leídos —nótese el masculino genérico— que, además, ha trazado un proyecto literario y político de alcance. Es y será una autora popular en el mejor de los sentidos: muy querida, muy leída, regalada, prestada entre generaciones. Que seguirá siendo leidísima y además ocupará un espacio por derecho en el canon literario contemporáneo en castellano”.
Ambas autoras han respondido a las mismas cuestiones, tratando de valorar la obra literaria de Almudena Grandes. Para Sanz, era “el paradigma del optimismo necesario para la transformación, de la valentía y de una memoria que actuaba en dos sentidos: la propia facultad deslumbrante para recordar, descubrir y relacionar datos en sus novelas; y esa memoria colectiva que necesitamos apuntalar no desde una equidistancia eufemística, sino desde los principios de verdad, justicia y reparación. Su capacidad de trabajo y su hacer las cosas a la vez de un modo pausado y pasional me producen verdadera admiración. Personalmente, la echaré de menos como amiga y como voz en la que anclar cierta manera de analizar críticamente el presente”. Nanclares recuerda que, para ella y otras muchas de su generación, fue “el descubrimiento de una autora de literatura erótica con un lenguaje y paisajes muy cercanos, muy reconocibles. Como lectora, me rendí a Las edades de Lulú, como escritora me hizo sentir que una mujer parecida a mí podía consagrarse a escribir”.
En cuanto a lo más importante de las novelas de Grandes, llevadas al cine en numerosas ocasiones, la autora de Clavícula considera que en ellas hay que destacar “la conciencia del relato bien trabado, la construcción psicológica de los personajes, la relación entre las historias íntimas y la historia oficial, el constituirse en el altavoz de una generación de mujeres vencidas que no perdieron impulso y fueron trabajándose su alegría un día tras otro, la generosidad de una mirada que sabía colocarse al lado de sus personajes, y de sus lectoras y lectoras, estableciendo un vínculo especialísimo. La felicidad como manera de resistir”.
“Aparte de las cuestiones más obvias, como la construcción de un proyecto en torno a la memoria silenciada o el diálogo y puesta al día del realismo español, diría que el amor y fidelidad que provoca en sus lectores y lectoras”, señala Silvia Nanclares como lo más importante de la obra de Almudena Grandes
Nanclares, por su parte, se fija en el tejido que esa obra literaria produce como algo trascendente: “Aparte de las cuestiones más obvias, como la construcción de un proyecto en torno a la memoria silenciada o el diálogo y puesta al día del realismo español, diría que el amor y fidelidad que provoca en sus lectores y lectoras. Eso es un torrente imparable, tener comunidad es lo más importante para quien escribe, y la suya no es solo extensísima, sino que es leal y apasionada. El ‘equipo Almudena’ es envidiable y poco común en un mercado editorial que tiende a la atomización de novedades”.