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Maternidad
Las madres tenemos cuerpos
Será porque viene el calor y el cuerpo se hace más evidente. La gestión de los líquidos, las inflamaciones, los cansancios. Comienza esa inercia de protegerte de la turra solar para poder seguir funcionando a lo largo del día, con todo lo que tenemos por delante, siendo madres. La temperatura hace que el quehacer diario se haga largo, y con el chicharre solar, a veces, denso.
Todo esto me hace pensar en nuestros cuerpos como madres, volver a ellos, una y otra vez. El calor me trae de vuelta a nuestros cuerpos, que se hacen más evidentes. Cuerpos de madres atravesados por síndromes, procesos inflamatorios, condiciones diversas, patologías, tránsitos oncológicos, enfermedades auto-inmunes, fatigas —vitales— crónicas, trastornos mentales por la precariedad sostenida en el tiempo, violentados por mandatos alopáticos, que sin saber ni cual es tu segundo apellido, te meten en la medicalización como salida. Cuerpos de madres embebidos en cortisol, que esto sostenido en el tiempo —lo sabe ya hasta el tato en medicina— es un terreno propenso para que se disparen las enfermedades.
El calor hace todo esto más evidente, ya no hay donde esconderlo. Ni manera de negarlo. Ni forma de seguir auto-cancelándolo.
Poniéndome dentro de un poco de sombra para refrigerarme (como diría mi abuela materna, desde su pueblo en el interior de Murcia) pienso si esto que atraviesa a los cuerpos de las madres tendrá alguna vez posibilidad de ser tratado en lo político, con el correspondiente espacio legítimo que se merece. Si llegaremos a ver con nuestros ojos dineros públicos (o ya incluso pienso en dinero privados, también) destinados para resolver las ausencias, silencios, soledades, falta de sistema de apoyo para que nuestros cuerpos como madres no enfermen.
¿Qué dineros son necesarios para que descansar sea posible? ¿Qué sistemas de descanso podemos pensar? ¿Habrá posibilidad real de que esto suceda?
Si alguna vez pararnos a generar condiciones de salud para millones de cuerpos que están sosteniendo lo que significa ser madre, será una cuestión urgente. Entrar a desentrañar: ¿qué necesitan los cuerpos de las madres para no enfermar? ¿puedes los cuerpos de las madres refrigerarse, descansar a la sombra? ¿Cómo lo conseguimos? ¿Qué dineros son necesarios para que descansar sea posible? ¿Qué sistemas de descanso podemos pensar? ¿Habrá posibilidad real de que esto suceda?
Me parece curioso, a la par que inquietante, que dentro de las prioridades del macho-mundo —también dentro del macho-mundo de las izquierdas— se lleven las manos a cabeza por el “estrés hídrico” que genera la implantación de los centros de datos, la expansión de la macrogranjas de servidores, cómo generar condiciones que posibiliten la sostenibilidad energética de estos bichos enormes dentro de los secarrales de este Estado-Español. La difícil conversación entre la expansión de la IA y la escasez de agua, y me viene lo de “refrigerarme” (como cuerpo que sostiene ser madre), y cómo, también, necesitan refrigerarse los centro de datos para poder estar funcionando.
Pero para la IA hay recursos —como nos decía esta noticia en eldiario.es — 15.700 millones de euros de Amazon Web Services para implantar cuatro nuevos centros de datos en Aragón y ampliar los tres ya existentes. También para IA hay posibilidad de “vertebración digital” pero de cómo pensar “vertebrar” desde lo político, todo lo necesario para que nuestros cuerpos como madres no enfermen, estén bien refrigerados, cuidados, con el menor estrés posible (no hídrico, si no el generado por el cortisol). Para eso: cero euros.
Nuestros cuerpos como madres no forma parte del macho-mundo y ni de sus prioridades. Digo yo que algo así tiene que campar por sus cabezas: “lleváis toda la vida sosteniendo las vidas de todo cuerpo dependiente a vuestro alrededor como para que ahora os pongáis a quejaros, ¿no?”
Es urgente denunciar las consecuencias de lo que pasa en las zonas de secano, en las zonas poco pobladas. Poner el ojo en las decisiones que toma la gran turbo-herramienta-expoliadora actual. Esto que llaman “la realeza imperial de la nube -Microsoft, Google y Amazon”, pero entrar a resolver las condiciones y anclajes responsables de las enfermedades y trastornos que han sostenido y sostienen las madres, no. Nunca es el momento.
Lo que se viene colocando como “urgente” en la agendas del macho-mundo, no coincide con lo urgente para nosotras, las madres que enfermamos. No llego a entender por qué se erige como “urgentísimo” denunciar el daño que generan los sistemas de almacenamiento, comunicación y refrigeración que un centro de datos necesitan como apoyo, para poder estar funcionando, y pensar qué sistemas de apoyo (fuera de esa inercia patriarcal donde apoyar a las madres es vigilarlas) necesitamos millones de madres —es que somos muchas— para poder sostener la vida de otras personas en condiciones vivibles, dignas, que esto siempre sea problemático e imposible.
Se puede hablar de refrigeración pasiva, refrigeración por aire libre, refrigeración líquida, refrigeración adiabática, torres de refrigeración, torres de enfriamiento, etc. Todo lo propio al mundo del macho-algoritmo-turbo-capitalista. Todo bien. Qué necesitan nuestros cuerpos como madres para refrigerarse. Tener tiempo para bañarte en un río, el mar, en una piscina. Hasta tener capacidad económica para pagar el agua y poder llenarte la bañera, y seguir “producir energía renovable abundante” como una metáfora maravillosa de lo que significa la crianza. Esto no es urgentísimo.
Los cuerpos de las madres no existen porque son un aparato diabólico de reproducción hetero-patriarcal, como continuadoras de todo lo que se quieren alejar los movimientos emancipadores oficiales. Nos dicen. No podemos entrar en el cuerpo de las madres, tener un cuerpo es esencialista. Nuestros psico-bio-procesos menstruales, puerperos, lactantes, parturientos, climatéricos, menopáusicos, enfermedades crónicas… son meras construcciones culturales, y la respuesta es que todo es ponerse a pensar en ello y cambiarlo.
Mira que me gusta Foucault, pero creo que no pensó desde cuerpos que cuidan a otros cuerpos, y que aunque teorizó desde su enfermedad, hay un giro pendiente desde donde mirar qué sucede a los cuerpos que cuidan a otros cuerpos desde una responsabilidad (casi siempre) irreversible. Fuera de las tramas pisco-sexuales, del macho-deseo, y de toda la turra libidinosa como horizonte único.
Nos dicen desde muchos sectores que no hay cuerpos, no. No hay herida psico-corporal. Heridas transgeneracionales. No hay un cuerpo psico-familiar. Ni cuerpo-psico-social. Pensar esto es de ser unas “magufas”
Nos dicen desde muchos sectores que no hay cuerpos, no. No hay herida psico-corporal. Heridas transgeneracionales. No hay un cuerpo psico-familiar. Ni cuerpo-psico-social. Pensar esto es de ser unas “magufas”, esotéricas y, otra que me gusta mucho, “místicas”. Si, queridas mías, mirar al pisco-cuerpo de las madres es parte de una corriente, actual, en la que estamos muchas de mistificación de las maternidades, y de las crianzas.
No hay cuerpo, sólo somos capas de dinámicas socio-culturales. Y digo yo si esto, si esta ideología de lo cultural como única posibilidad de existir en lo político —a saco paco— no es si no también: ¿una imposición de un macho-relato hegemónico que sigue reproduciendo las mismas lógicas de exclusión de todo lo que tiene que ver con los cuerpos de las mujeres, con más intensidad sobre los cuerpos de las mujeres madres?
Quizá sea la misma lógica por la que todavía hay resistencias al hecho de incorporar a los cuerpos de las mujeres entre 16 y 25 años que fueron encerradas por el Patronato de Protección a la Mujer (institución creada en 1902 que desaparece con la 2ª República, regresa con fuerza en 1941, manejada por órdenes religiosas de monjas y activa hasta 1985) como sujetos políticos legítimos que también merecen ser parte del proceso de reparación y memoria histórica, como incansablemente denuncia la activista y escritora, Consuelo García del Cid.
Será que ya tenemos la macho-episteme instalada en el cogote, que nos dice que es lo que tiene valor y lo que no, entonces hay poco más que decir. Si que podemos destinar espacios, tiempos y dineros al tema de la IA, y de los “estreses” que genera sobre nuestros recursos su desarrollo tecnológico, pero sobre el desgaste socio-histórico acumulado sobre millones de cuerpos madres: ¿nunca va a ser urgente, ni prioritario?