Sanidad pública
Gracias a nuestras enfermeras y enfermeros

No puedo entender mi trabajo como médica sin los enfermeros y enfermeras, esos que con su inestimable experiencia y calidad han facilitado una atención rápida, profesional, eficaz y con garantías. Esos enfermeros y enfermeras que se niegan a actuar solos.

Hace más de 33 años que trabajo en la sanidad rural y mi vida laboral no podría entenderse sin el maravilloso trabajo y los conocimientos de los enfermeros y enfermeras que han compartido mis años de ejercicio en ese mismo medio, un medio escaso en trabajadores, pero siempre trabajando en equipo, eso que ahora (desde hace casi 5 meses) estamos defendiendo toda la plantilla y por fin… celadores (los últimos en incorporarse de forma estable a nuestro trabajo en la urgencia extrahospitalaria).

Pero especialmente quiero dedicar mi carta de hoy y todo mi agradecimiento, desde lo más profundo de mi corazón a mis “parejas laborales de hecho”, que me han acompañado, aconsejado, facilitado y mejorado mi trabajo diario en los distintos ámbitos en que lo he desarrollado: en consulta , donde hemos ayudado a mejorar y cuidar la salud de tantos pacientes que tratábamos juntos y en la urgencia extrahospitalaria donde además de esto hemos salvado juntos un número incontable de vidas y problemas graves y leves de salud que llegaban a nuestro Servicio de Atención Rural (SAR) sin previo aviso ni conocimiento de los antecedentes y enfermedades previas de esos pacientes.

Todos los conocimientos son imprescindibles, pero los de la enfermería son la materialización de lo que la sanidad pública es capaz de ofrecer

Unos enfermeros y enfermeras ejemplares que, con su entrega y trabajo competente, han dignificado su profesión, y me han dado tranquilidad, me han ayudado a pensar y abordar todos esos problemas de salud. No puedo entender mi trabajo sin ellos, esos que con su inestimable experiencia y calidad han facilitado una atención rápida, profesional, eficaz y con garantías. Todos los conocimientos son imprescindibles, pero los de la enfermería son la materialización de lo que la sanidad pública es capaz de ofrecer. Ellos aplican las técnicas, saben traducir las ordenes médicas a la circunstancias de cada paciente, te avisan de la gravedad del caso que trían, te cuentan esas cosas importantes que los pacientes sólo les cuentan a ellos , los que pasan más tiempo a la cabecera del paciente, los que les dan más espacio para poder comentar sus cosas, por su cercanía extraordinaria, porque su función es la más importante, la que traslada empatía, la que les hace sentirse cuidados y en buenas manos.

Esos enfermeros y enfermeras que se niegan a actuar solos, sin médico, porque tienen claro que cada uno tenemos nuestra función en este trabajo, que todas son necesarias e importantes, porque todas juntas le dan a nuestros pacientes la mejor calidad de atención que hoy en día se puede dar… Y sin embargo se ven ninguneados por esos nuevos superenfermeros que entienden que su lugar es otro, que se adjudican (y les adjudican) funciones y competencias que no son suyas por un mal entendido concepto de “dignificación de la profesión enfermera”.

La enfermería la han “dignificado” esos otros enfermeros y enfermeras, los que hoy acumulan años y experiencia, los que siempre han sabido que no quieren ser sucedáneos de los médicos, que su profesión y sus funciones son esenciales e imprescindibles para que los médicos y médicas podamos hacer mejor nuestro trabajo. Esos que ponen en marcha en la consulta de Atención Primaria las campañas de educación sanitaria, los que vigilan y refuerzan las conductas saludables de nuestra población o la falta de ellas que pone en riesgo su evolución y su salud futura, esos que vacunan a los niños y tienen que soportar que estos les cojan miedo, los que revisan a esos mismos niños cuando no toca vacuna, los que les explican detalladamente y con tiempo a los padres, qué cuidados tienen que prodigar a su hijos recién nacidos, qué hacer cuando comen mal, cuando no duermen, cuando lloran por los cólicos del lactante, y tantos y tantos consejos.

Esos enfermeros que en la Urgencia Extrahospitalaria cuando sólo estábamos 'Pin y Pon' han compartido conmigo dudas, preocupaciones, ansiedades, en situaciones de emergencia vital, atendiendo al paciente mientras yo tenía que contactar con recursos más avanzados y dejar la cabecera del paciente para hacerlo.

Agradezco todo lo que me han enseñado desde mi enfermero de Cenicientos: Julián Díaz de la Rocha (practicante, como a él le gustaba que le llamasen), al que debo algunas de las recetas caseras que hoy sigo compartiendo con mis pacientes, ese que los pacientes llamaban de noche cuando el médico no estaba en el pueblo para sus partos, accidentes, dolores varios...

A Enrique, el practicante de toda la vida de Cadalso de los Vidrios, compañero de guardias durante años, a Dolores Embuena, mi amiga querida con la que he vivido de todo (su vida y la mía), a María José Pérez que sin ser mi enfermera la mitad de la mañana me daba cobertura y profesionalidad, a Gloria San Andrés, Carmen Mas, Dolores Gil, Carmen Salas, Rufina Martín, Juanjo Martínez (amigo, compañero y consejero durante mas de 11 años y también afectado especialmente por este desastre nuestro), Ana Isabel, Lorena Ravassa y en estos últimos años a Juan Carlos Román, Carlos Gómez (otro afectado más…), Paulino Roldán. Tantos y tan espléndidos profesionales que en sus últimos años de profesión, se están viendo ninguneados y maltratados como muy bien ha relatado Fiona McHardy.

Y a todos esos que salen cada vez que hay una concentración y manifestación sin desfallecer, manteniendo la visibilidad de todos los profesionales de la urgencia extrahospitalaria en estos casi cinco meses de lucha en las calles: Flor Sánchez, José Ángel Romero, Mayte “la PACa”, Alfredo Rizo, María Jesús de Villaviciosa, Marivi y Juanjo, que ha sido el último en sufrir esta situación a costa de su salud y cuya carta contando su situación vivida este fin de semana ha desencadenado mi necesidad de hacerles a todos ellos este modesto pero merecidísimo homenaje en forma de carta que hoy escribo. Y tantos otros que siguen ahí cada día y que he conocido en las concentraciones y movilizaciones y cuya entrega a esta causa nuestra es tan ejemplar. No me olvido de los médicos y celadores que también siguen ahí, es sólo que hoy, especialmente, mi carta es para la enfermería.

A todos ellos y a tantos que he conocido menos tiempo, pero con los que he trabajado muy a gusto: gracias, gracias, gracias.

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