República
De Unidas Podemos a Partido de la República Española

Podemos tiene frente a sí una oportunidad de oro para salvar su supervivencia como partido y relanzar su proyecto político de modo firme y definitivo hacia al color que abandera, aquel que un 41% del pueblo pide y con el que un 90% de su electorado/militancia se identifica: el de la República.
Juventud Republica Sevilla
Jóvenes andaluces en la protesta de junio de 2014 en Sevilla que reclamaba un referéndum sobre la Jefatura del Estado tras la abdicación del rey Juan Carlos I. Alfonso Torres
12 jun 2021 09:16

Los resultados electorales del 4M han puesto de relieve una realidad palpable: la izquierda española padece una crisis profunda. A pesar de la oratoria y el excelente rigor discursivo de muchos de sus líderes, el discurso de la izquierda no acaba de arrastrar a las masas de un modo contundente.

El ala de la izquierda descafeinada, cada vez más derecha, esto es, el PSOE, con un aparato de partido anclado férreamente en el juancarlismo, navega con una interesada ambigüedad en torno al binomio monarquía/república. Su trasfondo encubre una timorata visión para evitar a toda costa conflictos institucionales, vender la imagen de una casa real portadora de estabilidad política y que así, casi nadie cuestione el “intocable” régimen del 78 y su artificiosa configuración territorial.

En el ala más izquierdista sobresale un Unidas Podemos en pleno tsunami de reorientación política, y en último lugar destaca un Más País, que si bien ha obtenido unos resultados notables, tampoco acaba de perfilarse como una alternativa definida ni con un programa que abrace aspectos clave, como políticas de recuperación económica, ni una estrategia que solvente eficazmente la desarmónica configuración territorial. Conclusión: La izquierda necesita reinventarse.

El notable retroceso electoral de Podemos, la marcha de Pablo Iglesias de la política y de la secretaría general del partido y la celebración de primarias en junio para designar nuevo líder de la formación, reúnen un clímax idóneo para iniciar un revisionismo del partido morado

El notable retroceso electoral de Podemos, la marcha de Pablo Iglesias de la política y de la secretaría general del partido y la celebración de primarias en junio para designar nuevo líder de la formación, reúnen un clímax idóneo para iniciar un revisionismo del partido morado y una reconfiguración de sus objetivos. De las grandes crisis nacen las grandes oportunidades. Como decía Albert Einstein: “La crisis es necesaria para que la humanidad avance. Solo en momentos de crisis surgen las grandes mentes”.

Las históricas consignas de partido como: sanidad pública, sostenibilidad ambiental, memoria democrática —tan perentoria—, igualdad social o derechos sociales, necesarias ayer, hoy y mañana, han demostrado que no son suficientes para seducir al electorado, ni para que la izquierda arrase en las urnas, ni para transformar el régimen del 78. El intimidante auge de la extrema derecha, el triunfo del populismo Ayuso y los ignominiosos casos de corrupción de una monarquía, no olvidemos, impuesta por Franco, piden a gritos que la izquierda rediseñe su acción política con nuevas consignas, nuevos planteamientos, nuevos símbolos y si es necesario, nuevas denominaciones de partido.

Consignas como industria, cultura, innovación y sobre todo República se encuentran a faltar en demasía en la oratoria, los programas y el enfoque político de la izquierda.

Respecto a las nuevas consignas, ¿por qué es necesaria la industria? Según datos del INE relativos al primer trimestre de 2021, Navarra (27,6%), Álava (26,6%) y Burgos (26,3%) encabezaban la lista provincial con mayor población activa dedicada al sector secundario. Estas tres provincias, exceptuando el caso de Madrid por factor capitalino, despuntan de las primeras en mayor aportación al PIB per cápita. Estos boyantes datos provinciales coinciden a su vez con las mayores renta por cápita del país. A su vez, regiones como Andalucía o Extremadura, yermas en industria ofrecen los índices más bajos de renta per cápita. La realidad constata que la industria es la verdadera fuente de riqueza de las naciones desarrolladas. Allí donde hay fábricas se hallan los puestos mejor cualificados y los niveles de vida más altos. Este palmario hecho justifica apostar por consignas industriales para relanzar la economía española. Aún así, inexplicablemente, la izquierda entierra toda apuesta industrial en su discurso y praxis.

Respecto a la apuesta por nuevas consignas. ¿Por qué es necesario hoy día, más que nunca, apostar por consignas republicanas? Cuando un grupo de personas insta a propiciar un golpe de estado contra la democracia y anhela fusilar a 26 millones de españoles. Cuando hasta hace pocos años, (2006) pendían de las paredes de los cuarteles, retratos del caudillo. Cuando el franquismo sigue siendo la ideología dominante en los Ejércitos. Cuando un gobierno envía a las fuerzas del orden público, para reprimir y aporrear al pueblo por el mero hecho de participar en un referéndum y aplacar con violencia un conflicto político, no de orden público.

Cuando los tribunales de justicia archivan querellas por torturas cometidas por policías franquistas y han rechazado hasta más de 50 querellas presentadas por instituciones públicas y de ciudadanos por crímenes cometidos durante la Guerra Civil, el franquismo y la Transición. Cuando los escándalos de corrupción de la monarquía salen a la luz, y se ponen al descubierto los delitos de evasión fiscal del emérito y el uso de tarjetas de crédito por parte de miembros de la casa real para fines personales y la última nueva, una inspección fiscal al emérito. Cuando aún hoy día hay calles de ciudades y pueblos que ensalzan personas que participaron en un golpe de Estado y en un genocidio franquista.

Paralelo al descrédito institucional y al declive del juancarlismo, auspiciado tras el golpe del 23F, se ha ido germinando desde hace unos pocos años, un latente y transversal despertar republicano en la sociedad civil

Cuando todo eso sucede, la realidad nos advierte que España no es una democracia plena. Ineluctablemente, los incesantes escándalos reales han situado a la monarquía en una de las cotas más bajas de popularidad. Paralelo al descrédito institucional y al declive del juancarlismo, auspiciado tras el golpe del 23F, se ha ido germinando desde hace unos pocos años, un latente y transversal despertar republicano en la sociedad civil. Ese revulsivo civil ha dado lugar a la creación de distintas organizaciones populares de carácter republicano. Su objetivo: reivindicar un cambio de régimen y preguntar a la ciudadanía qué modelo de Estado prefiere para España: monarquía o República.

En esta fiebre antimonárquica se celebraron un sinfín de consultas sobre el derecho a decidir el modelo de Estado. Abrió fuego el madrileño barrio de Vallecas en junio de 2018; gradualmente los referéndums se fueron extendiendo, hasta celebrarse en un total de 23 barrios y pueblos, principalmente de Madrid, y en 18 universidades de todo el Estado. Como resultado, en el crepúsculo de 2019, más de 166.000 españoles participaron en dichas consultas. De esa cifra, el 90% votó República, sólo un 10% se decantó por la monarquía.

Poco después, como garante de este apogeo civil de espíritu morado se fundó la Plataforma por la Consulta Estatal Monarquía/ República, dirigida a convocar una consulta estatal sobre el mismo tema. Ese florecer morado ha eclosionado también en las redes, con organizaciones como Red República, nacida en julio de 2015, la cual reivindica la República cada miércoles a las 21:00 horas, en forma de hashtag.

Todos estos acontecimientos revelan que mientras la República como modelo de Estado, sí está siendo clamada por el pueblo; la monarquía y más en concreto la restauración monárquica, con la que el PSOE se comprometió en 1948 y luego en 1977, NUNCA ha sido reclamada por el pueblo. En ninguna efeméride histórica aparecen manifestaciones callejeras en pos de la monarquía. Tampoco figuran en los anales del tiempo recogidas de firmas civiles, ni plataformas ciudadanas que exigieran su retorno en 1978. Todo lo contrario sucede con el movimiento republicano que sí es pedido por el pueblo.

Los números hablan alto y claro. Según una encuesta elaborada por la agencia 40dB en octubre de 2020, si se celebrara un referéndum para elegir el modelo de Estado, un 41% de la población votaría por la República y un 34,9% a favor de la monarquía. Asimismo, un 47,8% de los españoles creen necesario convocar un referéndum entre monarquía y república, frente al 36,1% que descarta esta necesidad. Por grupos de edades, es la población joven de entre 18 y 35 años la que empuja fuerte hacia un modelo de Estado tricolor. La estadística revela como España camina con paso lento pero firme hacia la República.

Ante este termómetro de la realidad social, antes de izar banderas, pregonar proclamas fervientes y trazar objetivos precipitados que zarpen sin subir a bordo de la realidad, para que la República empiece a andar; es perentorio estudiar qué tipo de cimientos vamos a emplear y cómo vamos luego a organizar cada uno de los compartimentos del edificio republicano. Y aquí es donde hay que trazar unos objetivos claros y definidos de cara al pueblo español.

1. Una de las máximas en márketing, radica en saber informar al consumidor, sobre el producto o servicio que se quiere ofertar. Esta norma, es aplicable tanto en el campo de la empresa, como en cualquier iniciativa u objetivo profesional, personal, académico o social. Partiendo de esta base, una iniciativa civil que vende una causa o modelo de país, ese modelo debe ser presentado en sociedad de la forma más diáfana, pragmática y coherente a la realidad social que viene radiografiada en los sondeos político-sociales.

2. Es urgente diseñar una estrategia que informe y abarque a un amplio abanico de los ámbitos culturales, sociales y económicos de la sociedad.

3. Para abordar un cambio de modelo de Estado, hay que bordar la textura territorial, a tenor de los parámetros del sentir mayoritario popular, reflejado en los sondeos. Obviar la inadecuación territorial que padece la España diversa y plurilingüe, tal como la derecha se empeña en negar cuando reivindica una España centralista, implica cronificar el problema territorial e incluso agravarlo en su dimensión y en su escala temporal. Partir de la base que España es solo Madrid o Castilla deviene en un dislate tanto antropológico, sociológico, cultural como social y político. Para adecuar las distintas naciones e identidades peninsulares se tiene que pensar desde el todos, no desde el uno. Se tiene que pensar desde el nosotros, nunca desde el yo ni desde el grupo. En numerosas ocasiones la historia de nuestro país nos ha demostrado con creces como la visión centrípeta y centralista de la derecha, basada en la imposición, el jingoísmo, el monolingüismo, monoculturalismo y una subliminal concepción colonialista del centro hacia la periferia, al final desune, desestabiliza y rompe lazos culturales, emocionales, sociales y políticos.

4. La existencia de plataformas prorepublicanas, con su sólido y más que innegable compromiso político y demostrada voluntad en apostar por un cambio de régimen, resulta insuficiente, y objetivamente estéril si en paralelo, no se crea un tentáculo político que actúe de puente y recoja ese sentir popular para implementar dentro de las instituciones, el parlamento y la agenda política de partido, el programa reivindicativo del movimiento republicano civil callejero.

La existencia de plataformas prorepublicanas, con su sólido y más que innegable compromiso político y demostrada voluntad en apostar por un cambio de régimen, resulta insuficiente si en paralelo, no se crea un tentáculo político que actúe de puente

Entonces, siendo fieles a la estadística social, nunca en las utopías o sobreentendidos, debemos saber qué tipo de República es la más acertada para adecuarse a la realidad social. Según una encuesta del Centro de Estudios de Opinión, de noviembre de 2020, el 60% de catalanes cree que tiene un nivel insuficiente de autonomía. Un 28% respalda el autonomismo como modelo territorial preferido, apenas un 22% aspira una España federal y un 43% está a favor de un Estado independiente. Según otro sondeo, de mayo de 2020, hecho por la plataforma Electomanía, el modelo de Estado preferido tanto por catalanes como por vascos, en caso de permanecer con España, es que se reconociera el derecho de secesión.

Si inquirimos en la teoría política, observaremos como el derecho de autodeterminación no se contempla en un estado federal; en cambio, sí se permite en una confederación de estados. Y es que hay una diferencia fundamental entre ambas formas de organización territorial. Mientras en una confederación de repúblicas, cada una conserva su soberanía y tiene el derecho a abandonar el conjunto en cualquier momento, si así lo decidiera; en un sistema federal, la soberanía es única y reside en la federación, en el conjunto.

Por otro lado, la articulación federal implica que los territorios se juntan en un agregado al que entregan su soberanía al poder central y renuncian al derecho de secesión. Por tanto, la mayoría popular catalana prefiere un estado propio antes que un modelo federal o autonómico y en las latitudes vascas, en 2018, PNV y BILDU acordaron en una propuesta de nuevo estatuto, plantear un modelo confederal como fórmula política venidera para vincularse con el estado español. Frente estos datos indiscutibles, cabe preguntarse: ¿dónde queda el federalismo en España? ¿España podría ser una república federal con Catalunya y País Vasco mayoritariamente antifederales? ¿deviene irreal pensar una República federal ante esta realidad? ¿es viable una República federal o habría que apostar por una confederación de repúblicas?

La realidad numérica y científica, que no subjetiva, nos demuestra que la única fórmula para mantener una España armónica solo es viable con una Confederación de Repúblicas. En conclusión, tenemos un régimen que nadie ha pedido. En cambio el pueblo español sí pidió República el 14 de abril de 1931, cuando la monarquía fue derrotada en las urnas por mayoría. El golpe reaccionario de 18 de julio, tramado en la misma primavera del 31 para acabar con la república a partir de un sanguinario y programado genocidio sobre la ideología republicana y las instituciones democráticas, albergaba en sus propósitos golpistas la restauración borbónica. Y así fue, en 1947 el encuentro entre Juan de Borbón y el dictador fraguó el retorno monárquico, materializado en 1969 en el juramento ante el dictador de los principios del movimiento por parte del príncipe Juan Carlos. Posteriormente en 1978, el celebrado referéndum sobre la constitución obvió por completo un referéndum sobre el modelo de Estado. La monarquía vino impuesta como acuerdo tácito por el franquismo, en una transición que, con la perspectiva temporal puede calificarse a día de hoy y de ayer de farsa.

Tenemos un régimen que nadie ha pedido. En cambio el pueblo español sí pidió República el 14 de abril de 1931, cuando la monarquía fue derrotada en las urnas por mayoría

La corrupción de sangre azul ha confluido con la creación de plataformas y movimientos republicanos proconsulta; lo cual es un indicativo sintomático, que la hartura popular hacia las ilegalidades reales desbordan el deficiente cáliz del régimen del 78. Ahora bien, ¿por qué nadie se ha atrevido hasta ahora en autodenominarse partido republicano o República española?

Por mucha buena voluntad, tenacidad y organización civil, que la hay, encauzada en consultas republicanas, resulta inane fraguar la República desde la base social, si dentro del parlamento no existe un partido que tome el guante de forma abierta y valiente de lo acontecido en la sociedad civil. Los movimientos republicanos urgen de un partido con votos y escaños parlamentarios, que remen al son de la marea civil; sin ello, la República queda condenada a un futuro muy lejano.

La pregunta es, ¿qué partidos de la izquierda pueden vehicular España hacia la República? ¿caben esperanzas en el PSOE? Si bien el 60 % del electorado socialista se declara morado, la patológica pleitesía del núcleo del partido hacia la monarquía, primero con el juancarlismo y ahora con el felipismo hace difícil no, imposible, atisbar ninguna esperanza en el partido socialista, ni a medio ni a largo plazo. La relación del PSOE con el republicanismo se asemeja más a un Dr Jekyll and Mr Hyde, quien asoma la bandera del republicano cuando las elecciones sobrevuelan en el calendario o cuando “hay buen tiempo político”. Este ladino equilibrismo político se ha visto patente en todo el devenir histórico del partido de la rosa; todos sus líderes han jugado a la ambigüedad fariseica. Cuando les interesó, bascularon hacia el republicanismo y se rodearon a bombo y platillo de la bandera tricolor para llenar mítines electorales; sin embargo, cuando vinieron malos tiempos o por interés partidista, repudiaron ipso facto el republicanismo para convertirse en cómplices del retorno de los Borbones, mitigando a la postre, toda luz morada al final del camino.

De ahí que solo queda Unidas Podemos como único partido del eje izquierdista que puede convertirse en el timón para transformar España: en primer lugar, como catalizador del movimiento republicano naciente en la base civil; después como modelo de ilusión, cambio y esperanza; y en último lugar, como actor político que pueda bascular la balanza parlamentaria en dirección a la senda morada. De las derrotas electorales se tiene que sacar una lectura, no hacerlo, deviene en un craso error. Las adversidades solo hallan soluciones con fórmulas transgresoras, creativas y nuevas. De ahí que la autocrítica es fundamental para enfocar las posiciones y plantar la semilla futura del éxito.

Si apostamos por reorientar un partido a base de nuevas caras mediáticas, pero mantenemos el mismo programa y descartamos ambicionar una agenda política que transforme España hacia la República, es como parchear un traje roto, tarde o temprano se romperá de nuevo y en esta línea, el único horizonte que puede presagiar la izquierda es el abismo y la pérdida de confianza absoluta de sus votantes. La izquierda española tiene el deber y el derecho legítimo de recuperar una República, expresión de la soberanía popular, usurpada en 1936 a base de sangre, genocidio y muerte. Mientras España no retome el proyecto republicano asesinado por el golpismo reaccionario, el país navegará descarriado, sin rumbo, ni sentido histórico.

El pueblo pide valentía, determinismo y acción. Cuando el 90% del electorado de Podemos se decanta por una República como modelo de Estado preferible, la conclusión que se extrae es que Podemos tiene una gran oportunidad histórica, una gran responsabilidad política de cara a sus votantes y militantes y lo que es más importante, una coyuntura única para convertirse en el paradigma que lidere la segunda transición política de la monarquía hacia la república. En sus manos está aprovecharla o no.

Nuevas consignas, horizontes ambiciosos, nuevo nomenclátor. La República de la cultura, la república de la industria, la república del bienestar, la república de la confederación; la república vendrá de la izquierda morada o no vendrá. Podemos ser República. Podemos cambiar el régimen. Podemos acabar con las estructuras franquistas; que Podemos quiera pasar a la cima de la historia como el partido bisagra del cambio de régimen, depende de ellos. Y si somos fieles, honestos y sensatos con el rigor que contiene la estadística política, la República con Cataluña incluida será confederal o muy a pesar de muchos, no será.

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