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Derecho a la vivienda
Hacia la huelga de alquileres
La huelga de alquileres puede ser el contexto político para poner en práctica un programa político desde la táctica y la estrategia más audaz, trabajando colectivamente las PAH, sindicatos de inquilinas, redes, grupos y sindicatos de vivienda.
El éxito de una huelga de alquileres no sólo depende del entusiasmo o la determinación de quién la convoca, sino de las condiciones económicas y políticas concretas y de la conciencia de las clases populares que se ven abocadas
¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
El movimiento por la vivienda funcionaba como un reloj desde la celebración del I Congrés d’Habitatge en noviembre del año pasado. En la ciudad de Barcelona, el volumen de gente que participaba en los desahucios diarios había aumentado significativamente. Casi cada día había dispositivos de los Mossos amenazándonos, intimidándonos, y esto no estaba consiguiendo minar la moral de los sindicatos. Al contrario, cada día estábamos más dispuestas a entrar en conflicto. Las acciones contra propietarios y las okupaciones de pisos se multiplicaban respecto al tiempo de hace un año.
En ciudades como Lleida veíamos cómo la PAH se reactivaba, tomaba la iniciativa y realizaba varias acciones contra el Ayuntamiento. En Valencia, barrios como Patrais i Extramurs se sumaban a Entrebarris, la coordinadora que aglutina los diferentes sindicatos de vivienda locales. Mientras que Espai Veïnal Cabanyal se enfrentaba con determinación contra el fenómeno de las fechas abiertas y el fondo buitre Divarian. Y así ocurría en todas partes de los Països Catalans, pero con la crisis del coronavirus todo se ha truncado, toda la maquinaria sindical se ha frenado y todas nos hemos preguntado: y ahora, ¿qué hacemos?
De golpe, hemos visto como se multiplicaban las campañas de Twitter, los mensajes de Telegram y las llamadas de Jitsi. La ansiedad se extendía más rápidamente que el virus entre los militantes, todos sentíamos que teníamos que hacer algo, pero no sabíamos qué. Convirtiendo la precipitación en norma, haciendo pasar el pensamiento y la reflexión colectiva a segundo plano, mientras que la iniciativa individual y la prisa lo ocupaban todo.
Ante esta situación, toca hacer un ejercicio de autocrítica sobre cómo hemos afrontado la coyuntura durante las dos semanas que han pasado de confinamiento. Es decir, centrémonos en hacer una propuesta política revolucionaria, para la clase trabajadora que no podrá pagar el alquiler, y no para los pequeños propietarios que no podrán cobrarlo. De esto ya se ocupará la Cámara de propietarios. Discutamos entre todas cómo podemos elaborar esta propuesta de movimiento, dejemos a un lado el cortoplacismo y aceptemos que la incertidumbre se convertirá en norma. No podemos hacer únicamente planes a una semana vista porque todo cambiará continuamente, asumámoslo.
¿Estamos dispuestas a dejar de pagar el alquiler en un momento determinado, estamos dispuestas a asumir un conflicto de esta magnitud si es necesario?
Hace unos meses, en el Congrés d’Habitatge, se aprobó un programa político que representa a miles de personas con la voluntad de sacar la vivienda del mercado. Para llegar a este objetivo, se desarrolló un marco político con un conjunto de reivindicaciones que consistían en defender el fin de los desahucios, la regulación de los precios de los alquileres en función de la renta y la expropiación de pisos de bancos, fondos buitres y grandes tenedores. Nuestra tarea política ahora misma es desplegar este programada adaptado a la coyuntura: sumándole la evidente suspensión de los alquileres y las hipotecas durante el período de confinamiento, así como la exigencia de alargar la moratoria de desahucios de manera indefinida, ya asumida. Se trata entonces de utilizar la táctica y la estrategia más audaz, trabajando colectivamente las PAH, sindicatos de inquilinas, redes, grupos y sindicatos de vivienda. Y la posible huelga de alquileres puede ser el contexto político para poner en práctica este programa político. Debemos adelantarnos a lo que pasará, debemos anticipar y precipitar los acontecimientos. La voluntad de este texto es discutir políticamente entre compañeras cómo organizar una huelga de alquileres generalizada.
Huelga de alquileres vs. impagos masivos individualizados
Solamente en Catalunya a 24 de marzo 271.000 trabajadores se han visto afectados por Expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTE). La pregunta que se repite constantemente en muchos casos es: ¿cómo pagaremos el alquiler el 1 de abril si nos han echado de nuestro trabajo? Y a partir de esto, aparece el debate entre militantes del movimiento por la vivienda sobre si se debe convocar una huelga de alquileres generalizada. Pero antes de poder decidir sobre si la convocatoria es posible o no puede serlo, deberíamos de preguntarnos qué es una huelga de alquileres generalizada.
Marx hacía una reflexión sobre los campesinos durante la época del Segundo Imperio Francés que puede ser de ayuda para reflexionar el papel de los inquilinos que dejarán de pagar el 1 de abril. Es la siguiente: “Los campesinos parcelarios forman una enorme masa cuyos miembros viven en idéntica situación, pero sin establecer entre ellos muchas relaciones. Su modo de producción los aísla a unos de otros en lugar de llevarlos a relacionarse entre sí. [...] En la medida en que millones de familias viven bajo condiciones económicas de existencia que separan su modo de vida, sus intereses y su cultura de los de otras clases, enfrentándolas antagónicamente a éstas, forman una clase. En la medida en que entre los campesinos parcelarios existe una relación puramente local y la identidad de sus intereses no produce ni comunión, ni unión nacional, ni organización política no forman una clase".
Por tanto, la conclusión que podemos extraer es la siguiente: la formación de un sujeto político no radica únicamente en la composición técnica de clase, sino que lo que verdaderamente importa es su composición política. Lo que diferencia la huelga de alquileres de los impagos masivos individualizados es que la primera es una herramienta colectiva utilizada por un sujeto políticos, mientras que la segunda muestra una frustración individual. Por tanto, ¿qué criterio debemos seguir para evaluar si es posible o no la huelga? No podemos basarnos solamente en un balance cuantitativo de impagos, sino en un análisis de la coyuntura política y del estado de consciencia y cohesión de todas las que no podrán pagar el alquiler. Una huelga de alquileres generalizada la impulsa un sujeto colectivo con una dinámica propia.
¿Existe este sujeto ahora mismo? Tenemos tres certezas: primera que, hasta el día de hoy, el movimiento por la vivienda no había contado con una base social demasiado extensa como para poder plantear un conflicto de este tipo. Segundo, que la actual coyuntura política ha puesto sobre la mesa esta herramienta de lucha, pasando por encima de todos los tiempos de debate estratégico del movimiento. Tercero, un conjunto de individuos confinados y aislados en su casa que no pueden pagar, no son un sujeto colectivo. ¿Cuáles son, por tanto, las condiciones que debemos propiciar para que se conforme tal sujeto colectivo? Solamente si tenemos la audacia de responder correctamente a estos interrogantes podremos transformar los impagos individuales en la semilla de un conflicto de clase de primer orden.
Asumimos que la huelga de alquileres no tiene un marco legal y que, por tanto, es una huelga salvaje que tiene inicio, pero no tiene final
Nos toca hacer un análisis político y organizativo sobre la cuestión de la huelga de alquileres generalizada. Y esto significa comenzar a hablar con la gente de nuestros sindicatos, con la gente de nuestras organizaciones, con nuestras familias y preguntarnos: ¿Estamos dispuestas a dejar de pagar el alquiler en un momento determinado, estamos dispuestas a asumir un conflicto de esta magnitud si es necesario?, ¿cómo convertimos un escenario de posibles impagos masivos individualizados en situación de confinamiento en una tempestad popular que haga tragar la saliva a los especuladores?, ¿Cuál es el vínculo que da una dimensión colectiva y mantiene a las huelguistas unidas contra el Estado y los propietarios si empieza la represión?, ¿estamos hablando de una huelga como un objetivo o como una herramienta?
Si hacemos una huelga donde solamente participa la gente organizada será un fracaso. Es necesario involucrar al conjunto de las clases populares, apartarlos de los impagos individualizados. Pero esta será tan imposible de propagar como medio abstracto de lucha, como propagar la revolución o la independencia, porque estas solamente tienen sentido y contenido en relación a situaciones políticas determinadas. Intentar propagarla como un fin en sí mismo en absurdo.
La dinámica de la huelga y del conflicto
Cuando discutimos sobre la convocatoria de una huelga de alquileres generalizada a todo el Estado e indefinida, entendemos que nos referimos a un conflicto de clase más similar a la huelga de la Canadiense de 1919, que a las huelgas generales de un día convocadas en 2010 y 2012 por los sindicatos mayoritarios. Asumimos que la huelga de alquileres no tiene un marco legal y que, por tanto, es una huelga salvaje que tiene inicio, pero no tiene final. En la que desde el primer momento en que un inquilino se declare en huelga, recibirá una demanda del propietario. Es decir, implica generar un marco para iniciar un conflicto con todos los propietarios del Estado español de forma inmediata
Dicho esto, sería tendencioso pensar que está en nuestras manos decidir sobre fenómenos de esta magnitud. Por tanto, intentemos partir de lo real y no de lo posible. Asumimos nuestro papel como revolucionarios a la hora de analizar la herramienta de la huelga y sus consecuencias. Es decir, la huelga de alquileres generalizada no es una herramienta técnica y sectorial, ni se impulsa mediante una decisión concreta de un sindicato, ni se evita por la decisión de otro sindicato. Es un fenómeno histórico resultante en un cierto momento de una situación social, de la agudización de un conflicto de clase a partir de una necesidad histórica.
Los criterios que decidirán si esta es posible no podrán ser la especulación abstracta sobre si es necesaria o no, si es deseable o no, o si es útil o arriesgada para el futuro de nuestros sindicatos. Debemos analizar la sociedad en su conjunto y no únicamente los inquilinos o el movimiento por la vivienda.
La determinación de una pequeña minoría en hacer la huelga puede acabar por plantearla, pero no determinará el éxito de esta porque la huelga general de alquileres en sí es un elemento vivo. Una huelga de alquileres generalizada no mantendrá un esquema rígido y controlado de acuerdo con un plan comunicativo preparado con antelación. Tampoco seguirá una acción política lineal, ni se desarrollará con prudencia y según un plan decidido por la dirección de algún sindicato. Si se desencadena, será un fenómeno que atravesará la vida de miles de personas utilizando un medio revolucionario que se vinculará a muchos más conflictos de clase. Y su conclusión no se traducirá en un cierre ordenado, sino que se acabará vinculando en huelgas laborales y se transformará en una multitud de pequeños conflictos locales.
Nuestra tarea como revolucionarios si la huelga se desencadena será estar en primera línea del conflicto con nuestras compañeras de los sindicatos y PAH, yendo siempre un paso por delante de la situación, asumiendo riesgos y compartiendo consignas de lucha. Orientando la táctica política en cada fase del conflicto, generando una acción política revolucionaria asumible para el máximo número de personas posible. Analizando la situación desde una perspectiva de clase, persiguiendo una mejora de las condiciones de vida de las clases populares, y no buscando los intereses individuales de nuestro sindicato.
No nos podemos preocupar únicamente por la cuestión técnica de cómo se organizará la huelga a nivel local, la gestión concreta de los casos y si seremos desbordados o no. Una huelga de alquileres generalizada hace entrar en escena una cantidad tan inmensa de las clases populares que toda tentativa de prever su gestión técnica es absurda. Debemos de asumir la iniciativa política durante el conflicto, teniendo una propuesta que siempre ha de estar por delante de la correlación de fuerzas concreta de cada momento en cuanto a energía y reivindicaciones, sino nos convertiremos en gestores técnicos de un conflicto político.
¿Hacia la huelga de alquileres?
El debate de fondo es si planteamos la huelga como una herramienta de presión comunicativa para conseguir la suspensión de alquileres durante el período de confinamiento, una vez que el Gobierno ya ha dicho que lo hará; o si abrimos la puerta a que en un escenario post confinamiento y, si la coyuntura lo permite, se desencadene un conflicto de clase de gran magnitud donde podamos defender la aplicación del programa político del Congrés d’Habitatge utilizando la herramienta de la huelga de alquileres generalizada.
Decía Maquiavelo: “No se ha de amenazar sin tener los medios para cumplir la amenaza”. Por tanto, si realmente estamos hablando seriamente sobre la huelga de alquileres, si estamos llamando a la gente que puede pagar a que deje de pagar, comencemos a hablar de cómo la prepararemos en un escenario de post confinamiento y cómo les damos cobertura. Asumimos que cada sindicato u organización puede hacer las llamadas que quiera a la huelga durante el escenario de confinamiento, y no discutamos sobre si unos lo hacen y otros no. El error aquí es pensar que quien hace la primera llamada a la huelga de alquileres determina quién tiene la iniciativa política, cuando el éxito de esta huelga no depende de quién lo dice primero, sino de captar si es el momento de convocarla o no. Anunciar la huelga de alquileres no provoca una situación revolucionaria, sino que la existencia de una situación revolucionaria posibilitará convocar una huelga de alquileres exitosa.
En definitiva, el criterio para saber si la huelga puede ser generalizada y, por tanto, útil, no puede ser solamente la opinión de los miembros de nuestros sindicatos, sino el grado de aceptación social y de adhesión real a esta, así como el grado de conflictividad de clase que desencadene la crisis del coronavirus. El grado de madurez del contexto para poder convocar una huelga de alquileres lo debemos de calcular, por ejemplo, en relación a las huelgas laborales que se desencadenen en paralelo.
Preparémonos para un escenario post confinamiento donde aparecerán unas fuertes tensiones sociales como consecuencia de la ola de despidos que estamos viviendo y dispongámonos a enfrentar un conflicto de primer orden. Si las condiciones posibilitan un escenario favorable para la huelga general de alquileres, vamos a ello, y vayamos hasta el final, estando siempre las revolucionarias en primera fila. No hagamos llamadas a luchas de las que nosotras al final no participaremos. No animemos a la población a no pagar y nosotras paguemos. Propongamos una táctica consecuente, resuelta y avanzada que provoque en las clases populares un sentimiento de seguridad, confianza y combatividad. Si proponemos una táctica confusa, débil y apoyada en la sobreestimación de nuestras fuerzas, eso paralizará y desorientará a las clases populares.
Si se desencadena un conflicto político de gran calado como este, implicará un número de gente tan elevado, que no serán los sindicatos quiénes proporcionarán las tropas combatientes para el conflicto, sino que la batalla proporcionará en una medida mucho más amplia contingentes para los sindicatos. De todo esto, surgirán nuevos sindicatos, otros desaparecerán o quedarán muy debilitados, es decir, surgirá una correlación de fuerzas totalmente nueva. Esta inestabilidad también supondrá mucho sufrimiento para las clases populares y, por tanto, es necesario ser sinceros y tener un objetivo político lo bastante radical y cohesionador para poder sacarla adelante.
No podemos poner normas o diques de contención a los fenómenos históricos, si lo intentamos nos pasarán por encima. Seamos audaces y estemos atentas por si se da la posibilidad de avanzar hacia un conflicto de clase de primer orden como la huelga de alquileres generalizada. Luchemos sobre todo por la cohesión del movimiento por la vivienda, por el fortalecimiento de las PAHs y los sindicatos y por la mejora de las condiciones de vida de nuestra gente.