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Un grupo de hombres malolientes
de piel cubierta de barro y sudor seco
acecha ansioso al enorme animal peludo
y hediondo como cada emboscado
sabedor de poder morir aplastado
o comer un mes y luego perpetuar
su especie y el espíritu del monstruo
en la caverna que habitan.
Un Curro cualquiera pone una trampa
y sin ruidos que espanten atrapa
conejos y perdices para alegrar un poco
la magra mesa compartida con María
los sagaces Curritos y las vivas Pepitas
hasta que le declaran furtivo
cuando en el coto sabe ser baquiano
de un ignorante que paga por matar.
Un guía sumiso por necesidad repite
“Señorito cuando acabe con el pobre cabrón
podrá usté ir al África a acabar con búfalos
leones y elefantes a la distante seguridad
que da el rifle (una distancia menor
que esta entre usté y yo por supuesto)
para colgar en su gabinete de horrores
otras cabezas de fauna en extinción.
Un Señorito es portado hasta las serranías
de naturaleza artificial donde ayer soltaron
las perdices y anteayer conejos y venados
que comieron de una mano y por eso
no huyen como deberían pa’que usté
valientemente los mate olvidando
al Amigo Félix y a Machado que cantaron
con amor y en defensa a estas tierras.
Un águila percibe una cuadrilla perversa
y hace correr la voz entre osos linces
y jaurías para que nadie caiga a tiros
ni culatazos en el rostro mientras
en el monte se escucha
vamos a cazar
señoritos.
Ramón Haniotis