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La maldición de haber nacido lejos del centro
imperial o del CEO del banco o corporación mundial
y además haber nacido sobre un lago de petróleo
o de un acuífero o una montaña de tierras raras.
Una bendición haber nacido boreal e inmoral opresor
del prójimo y tener vocación de saqueador impune
de ríos y semillas de vientos y de luz hasta el suicidio
apocalíptico cuando el planeta sea ya estéril solo tuyo.
Hoy el tiempo boreal marcha diferente al de sus víctimas
que inocentes caminan o se arrastran entre los desolados
escombros de tierras saqueadas y arrasados por bombas
mientras venden la noticia del auge de invertir en ataúdes.
Pocos se preguntan cuándo dejaron de censar ciudadanos
para contar consumidores o cuándo fue que un genocidio
se transformó en daño colateral o cuándo oficios y artesanías
entraron en la siempre a la baja bolsa de recursos humanos.
Desde templos de cristal los envilecidos sacerdotes adoran
al infame Moloc que engendraron y alimentan con criaturas
de pueblos prescindibles como ayer y siempre las fábricas
engulleron huesos sangre y músculos de pobres descartables.
Ramón Haniotis.