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David Graeber fue un antropólogo y activista anarquista estadounidense. Combinó su faceta académica como profesor adjunto en la Universidad de Yale con el activismo, participando en las protestas antiglobalización en contra del Foro Económico Mundial en Nueva York en 2002 y siendo uno de los primeros organizadores de Occupy Wall Street en 2011. Ver bio completa
(En la primera parte de este ensayo inédito, que puedes leer aquí, David Graeber reflexiona sobre la figura de Abdullah Öcalan, preguntándose por la escasa atención que ha recibido su pensamiento en el mundo académico).
Quiero dedicar el resto de este ensayo a examinar algunos de los escritos de Öcalan bajo este prisma.
Antes he mencionado que Öcalan abordó un problema común de manera insólita. Existen multitud de referencias sobre cómo proceder en caso de querer abandonar el marxismo para adoptar políticas más antiautoritarias. El primer paso, hablando en términos generales, sería anunciar una serie de rupturas teóricas con los pilares de la ortodoxia marxista: el concepto de alienación, o la prioridad de la lucha de clases, o la decreciente tasa de ganancia. Öcalan ha roto con todos ellos. El peligro reside en cómo hacer eso sin establecer una nueva ortodoxia ni hundirse en un relativismo nihilista que imposibilite hacer juicios morales.
El llamado “pensamiento del 68” en Francia, por ejemplo (Deleuze, Foucault, Derrida…), concebido en su origen como un movimiento para romper los grilletes de la ortodoxia marxista, acabó rebotando en la mayoría de los casos entre estas dos pésimas opciones; o lo que es peor, incurriendo en ambas a la vez. Öcalan deja claro que no quiere caer en ninguna de estas trampas. Vamos a analizar bajo este prisma una de sus principales rupturas con Marx, sobre la naturaleza de la mercancía y la teoría del valor-trabajo. En el primer tomo de su Manifiesto por una Civilización Democrática, aborda el tema así:
Este pasaje pertenece a una obra sobre la aparición de la civilización en el antiguo Oriente Medio, y el texto continúa argumentando, antes que nada, que el proceso de mercantilización no empezó con formas de trabajo sino con la transformación gradual de las antiguas economías del don y de la reducción de las relaciones sociales a relaciones impersonales de intercambio (propiciado por el préstamo de dinero al interés —lo que, por otra parte, armoniza estupendamente con mis propias observaciones sobre esta materia en Deuda—). Si todas las relaciones sociales se mercantilizaran, la sociedad se desintegraría. La mercantilización, prosigue, no sólo agría las relaciones entre las personas, sino también entre esas personas y su entorno natural, llevándonos al “desastre ecológico”:
Esta crítica a la mercantilización recuerda bastante al espíritu de Marcel Mauss y a la tradición antropológica que él inspiró, la cual también argumenta que la creación de mercados impersonales y la correspondiente tendencia a universalizar “las religiones mundiales” (surgidas de forma sorprendentemente parecida y consistente en la India, China y el mediterráneo oriental durante la mitad del primer milenio antes de Cristo), nos condujo a crear nuestras ya conocidas distinciones entre egoísmo y altruismo, materialismo e idealismo, cuerpo y alma, por nombrar algunas de ellas. En ese caso, y empleando los términos marxistas adecuados, la alienación se manifestaría antes en el ámbito de la circulación que en el de la producción.
Pero existen otros problemas:
Obviamente, todos los puntos que se discuten en este pasaje son puntos candentes de debate en la tradición marxiana, desde la cuestión de si la intención original de Marx era proponer una teoría de fijación de precios hasta los debates feministas en los que se debate si el “trabajo reproductivo” produce valor para el capital (posición que también comparte Silvia Federici), o si el verdadero objetivo del sistema del valor en El Capital es validar algunas formas de trabajo como “trabajo que produce valor real” y desacreditar otras (tal y como postula Diane Elson).
“Al privar a la materia del espíritu y al espíritu de la materia, la humanidad ha quedado a merced de la más confusa dicotomía jamás hallada en la historia del pensamiento. A lo largo de la historia de la civilización, la fraudulenta distinción entre materialismo y moralidad en todos los aspectos de la vida ha destruido la ecología y la vida salvaje. El concepto de materia inanimada y el universo inanimado, acompañados de un espiritualismo incomprensible, están invadiendo y colonizando la mente humana”.
En cierto modo, la postura de Öcalan en estas líneas nos puede recordar a la de Michael Hardt y Antonio Negri en El Trabajo de Dionisos o en el célebre Imperio; y no es de extrañar, ya que que ambos son activistas intelectuales que proceden de la tradición marxista pero cuyas obras entablan diálogo con movimientos sociales anti-autoritarios (al menos en el caso de Negri, quien también ha pasado una considerable parte de su vida intelectual en prisión). Aun así, creo que las diferencias dicen más que las semejanzas. Öcalan ha empleado la perspectiva feminista para reinventar cinco mil años de economía política, argumentando que el verdadero valor social nunca fue cuantificable, y que cualquier intento de medirlo siempre supuso una forma de violencia; Hardt y Negri sin embargo, postulan que el ascenso del feminismo en los 70 fue lo que dejó anticuada a “la ley del valor”.
Sería útil citar algunos de los pasajes en los que se exponen tales ideas:
Este planteamiento, insisten, explica cómo el sistema se organiza a sí mismo, por lo que usan el mismo lenguaje que se utilizó en Economía Política en tiempos de Marx. Existe aún otra forma más radical en la que se puede manifestar la teoría del valor-trabajo, que a veces se da en la obra de Marx. Los trabajadores están constantemente luchando para establecer lo que es la fuerza de trabajo, y esta lucha es dinámica, hostil y política. Uno de las consecuencias de esta lucha hoy en día ha sido establecer la labor no remunerada de las mujeres como una forma legítima de trabajo:
Por eso, la “ley del valor” se ha quedado obsoleta; el valor social ya no se puede cuantificar; el feminismo ha allanado el camino para una sociedad posmoderna. Las nuevas formas de cooperación productiva ya no surgen sólo de las fábricas y lugares de trabajo, sino también de subculturas e internet, invadiendo nuestra vida diaria. La política identitaria ha reemplazado a la política de clase porque la producción de esas identidades ahora constituye la forma de trabajo más importante. Los valores que produce están más allá de toda medida. Es más, lo que estamos presenciando es la aparición del comunismo (también conocido como “sociedad”) dentro del armazón del capitalismo. Los capitalistas ya no son los amos de la producción de valor, sino que han quedado relegados a apropiarse, privatizar, patentar y extraer beneficios del uso de cosas que jamás crearon. Han alcanzado esta posición mediante una fusión entre el capital y el poder estatal, una fusión a la que denominan “Imperio”. A su vez, el ascenso del Imperio implica que ahora el poder define la realidad:
Muchos se sienten seducidos y alentados por tan grandilocuentes palabras: vivimos en una era frívola, creamos comunismo cuando navegamos en internet, ahora todo es posible. Pero en muchos sentidos, lo que están diciendo suena absolutamente ridículo. ¿En serio están Hardt y Negri diciendo que, en 1845, sólo el trabajo de las fábricas producía valor porque por aquel entonces la mayoría de los trabajadores de las fábricas así lo pensaban mientras que sus esposas no tenían ni voz ni voto en el asunto? ¿De verdad piensan que el trabajo “afectivo” o de cuidados no generaba sociedad antes de que las feministas pusieran las cartas sobre la mesa? Cuesta imaginarlos expresando tales opiniones de manera explícita. De hecho, evitan profundizar en el tema, pero está claro que ésa es la idea central de su argumento.
“Si todas las relaciones sociales se mercantilizaran, la sociedad se desintegraría. La mercantilización, prosigue, no sólo agría las relaciones entre las personas, sino también entre esas personas y su entorno natural, llevándonos al 'desastre ecológico'”.
En mi opinión, la propuesta de Hardt y Negri es un claro ejemplo de argumento postmodernista. Si la transformación histórica saca a la luz ciertos aspectos del capitalismo o del estado que antes no habíamos advertido, ¿qué debemos hacer? ¿Reexaminar la historia bajo esa perspectiva y elaborar una nueva teoría de lo que siempre ha sido el capitalismo o el estado; o simplemente declaramos que el mundo cambió por completo alrededor de 1975 y que ahora vivimos en una realidad totalmente diferente? (Esto puede sonar estúpido, pero es prácticamente lo que están diciendo Hardt, Negri y una multitud de académicos. A este nuevo sistema lo llaman “posmodernidad”). El método de Öcalan es el contrario. Él elige la primera opción. Cuando el feminismo (incluyendo, en este caso, los infatigables esfuerzos de las guerrilleras del PKK para que el mundo acepte las necesidades de las mujeres como asuntos de alta prioridad y no como algo que solucionar “tras la revolución”) desveló ciertos inconvenientes del capitalismo, Öcalan decidió redefinir lo que era el capitalismo. Incluso aborda esta cuestión en su tomo sobre el capitalismo, donde se remonta hasta la antigua Mesopotamia.
“Mientras Hardt y Negri sostienen que el capitalismo es una fuerza que antaño fue puramente productiva y que ahora, agotada, se ha visto reducida a una mera brutalidad que arrebata los productos de nuestros deseos y pasiones; Öcalan insiste que siempre fue así. El mayor engaño del capitalismo consiste en hacernos creer que alguna vez fue algo distinto”.
Llegados a este punto, creo que es necesario reconsiderar el enfoque de Marx sobre la teoría del valor-trabajo… La visión de que el trabajo humano es la base del valor de cambio es muy discutible; así como también son muy discutibles los análisis de Marx. Ya sea en términos de trabajo concreto o abstracto, el valor de cambio siempre tiene un aspecto especulativo. Vamos a poner como ejemplo que el primer mercader de Uruk, en una de sus colonias a lo largo del Éufrates, tratase de comerciar con materiales de roca y metal a cambio de cerámica. ¿Qué habría determinado pues el valor de cambio?
“El capitalismo podría describirse como el descendiente directo de una tradición en la cual una panda de saqueadores arremolinados en torno al hombre fuerte se apropian de valores sociales generados por la madre-mujer”.
Dicho de otro modo, mientras Hardt y Negri sostienen que el capitalismo es una fuerza que antaño fue puramente productiva y que ahora, agotada, se ha visto reducida a una mera brutalidad que arrebata los productos de nuestros deseos y pasiones; Öcalan insiste que siempre fue así. El mayor engaño del capitalismo consiste en hacernos creer que alguna vez fue algo distinto:
“Tal y como ocurrió con las religiones de los primeros comerciantes de Uruk, los llamados economistas políticos se encargaron de elaborar la nueva versión de la narrativa mitológica, para lo cual inventaron la religión del capitalismo. Lo que construyeron no fue sino una nueva religión, con su propio libro sagrado e intrincadas sectas. La economía política es el más fraudulento y predatorio monumento a la inteligencia ficticia, creado para camuflar el carácter especulativo del capitalismo. La escuela británica de economía clásica propuso el señuelo perfecto: la teoría del valor-trabajo. Me pregunto por qué optaron por esta idea. Sospecho que el motivo principal era distraer a los trabajadores”.
Además, añade, y es palpable la “gran angustia” con la que lo dice, “ni siquiera Karl Marx pudo evitar morder el anzuelo”.
(Puedes leer la tercera y última parte de este ensayo aquí.)
Notas:
[1] De manera similar, plantea en el segundo tomo: “¿Cómo podemos recompensar el trabajo de una madre que ha llevado al proletario dentro de su vientre durante nueve meses para luego criarlo y alimentarlo hasta que pueda empezar a trabajar? ¿Y cómo podríamos determinar quiénes son los propietarios y cómo podríamos recompensar a aquellos que, durante miles de años, han contribuido a la construcción de las herramientas de producción, ahora en manos de los capitalistas? No olvidemos que en ningún caso el valor de las herramientas de producción se corresponde con la cantidad por la que se vende en el mercado. Incluso los inventos técnicos que se emplean en una fábrica moderna son el producto de la creatividad colectiva de miles de personas. ¿Cómo podemos calcular el valor de su trabajo y a quién deberíamos pagarle?”.
Créditos:
- Texto traducido por Sara Escribano, editado por Silvia López.
- Pintura Abstracta de Steve Johnson, obtenida a través de Unsplash.
- Fotografía de ventana en cueva tomada en Prizren (Kosovo) por @processingly y obtenida a través de Unsplash.
- Fotografía de tablilla sumeria tomada en el British Museum por Marco Guada y obtenida a través de Flickr.
Guerrilla Media Collective es una cooperativa de traducción feminista y orientada al procomún. Somos un grupo internacional de profesionales empeñadas en preservar el arte de la traducción y concebimos la cooperativa como una herramienta de trabajo sostenible, digno y ético para las trabajadoras del sector del conocimiento. Traducimos, corregimos, editamos y diseñamos campañas de comunicación. Nuestro objetivo es ofrecer un resultado final impecable cuidando de las personas que lo hacen posible. Por eso abogamos por el cooperativismo como una alternativa justa y solidaria en un sector cada vez más precarizado.
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Interesante labor de síntesis por parte del autor (y de traducción).
Como lego en la materia teórica del marxismo, deduzco que a la postre la denominada economía feminista tiene visos de acercarse a una visión más acertada y acorde con la vida.
Me pierdo en cuanto a lecturas y autores, aunque desconfío de las mentes preclaras, tipo libro rojo de Mao, libro verde de Gadafi y otros próceres.
Gracias por acercarnos la visión de Apo.
Hola,
Muchas gracias por la traducción y el descubrimiento del ensayo.
Sólo señalar que la "tablilla" es el Estandarte de Ur, el término tablilla se utiliza en arqueología e historia para hacer referencia en general a documentos de arcilla de forma rectangular que continenen escritura (por ejemplo cuneiforme en el caso de Sumer).
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