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Guerra en Ucrania
El viaje de los ucranianos sin destino
“Esto es el centro de ayuda humanitario. De aquí salen autobuses sin costo a toda Polonia. Pueden escoger cualquier ciudad. Solo deben elegir la ciudad e irse”.
Este es el escueto mensaje que un voluntario trasmite en bucle a los ucranianos que llegan al albergue de Przemysl que no es más que el antiguo supermercado de la cadena británica Tesco abandonado hace años y convertido en lugar de acogida.
Cuando el sitio empezó a funcionar se había pensado que fuera un sitio de tránsito, donde las personas descansaran 24 horas y siguieran su viaje hacia otras ciudades de Polonia o Europa. Pero ese tiempo cada vez se hace más largo. Desde el ayuntamiento local, liderado por Wojciech Bakun, miembro de Kukiz’15, un movimiento antisistema reconvertido en partido político y asociado en el pasado a la extrema derecha polaca, ya habla de la necesidad de que los buses que recogen a los refugiados en la frontera los trasladen directamente a Varsovia.
El centro humanitario de Przemysl tiene un hangar con un mar de camas, catres y colchones. En su acceso principal está colgado un cartón en el que se lee: “No destination”. Dentro descansan los cientos de refugiados que no tienen familia en Europa y no saben adónde ir. Muchas de estas personas tampoco quiere continuar el viaje sin el resto de los suyos que continúa en Ucrania. Raphael, de Suecia, lleva un par de días esperando que un grupo familiar se reúna, pero pronto tendrá que marcharse. “Hay muchos nombres de la lista que aún no cruzan la frontera y no los puedo esperar”.
A pesar de que el voluntariado, que suma mil personas para las labores de asistencia, nada es suficiente para informar y responder las dudas de tantos refugiados
El lugar es tan grande que hay un croquis dibujado sobre un pliego de papel que explica la distribución de los pabellones. Cada uno tiene un destino asignado y allí dentro las familias que ya saben dónde quieren ir esperan hasta que se organice su siguiente y, ojalá último, tramo del camino.
Los avisos en ucraniano y ruso para encontrar asistencia médica, comida y baños están escritos a mano y pegados en las paredes con cintas de embalaje. Definitivamente y a pesar de que el voluntariado, que suma mil personas para las labores de asistencia, nada es suficiente para informar y responder las dudas de tantos refugiados. En uno de los pabellones aparece la bandera española y un afiche de la Fundación Juntos por la Vida. Dos ucranianas atienden a sus compatriotas y escriben los nombres de quienes quieren ir a España.
La bandera resulta un imán para los espontáneos que aparecen por el albergue con ganas de hacer algo. Un murciano, que no se anima a dar su nombre porque su familia desconoce qué está cerca de una guerra, es uno de ellos. “Me quedaré un par de semanas, echando un mano en lo que pueda, también sé algo de cocina, quizás pueda sumarme a la iniciativa del chef español José Andrés de alimentar a los refugiados”.
En el parking del enorme centro humanitario hay montañas de ropa usada que las personas han llevado hasta allí queriendo ayudar. Los refugiados no la toman o no necesitan estas prendas. Su prioridad es otro. Cuando llega un cargamento nuevo de ropa hay personas que por minutos hurgan entre las bolsas y las cajas, pero luego eso es basura desperdigada que da un aire de mayor abandono al sitio.
Przemysl, una pequeña ciudad polaca de 66.000 vecinos, a 17 kilómetros de la frontera con Ucrania, ha recibido a 300.000 personas que huyen de la guerra. Se son más dos millones de desplazados y la cifra podría duplicarse, según los organismos internacionales. Filippo Grand, de Acnur, ya dijo en días pasado que las personas que llegan a partir de ahora son más vulnerables, sin recursos ni conexiones. "Esa será una situación más compleja de manejar para los países europeos en el futuro, y tendrá que haber aún más solidaridad por parte de todos en Europa y más allá”.
Mujeres como Мария o María por la romanización de su nombre confirman que el éxodo es femenino. Ella es una de las habitantes de la sala de “no destination” del albergue de Tesco. Cuenta apesadumbrada que ya vivió Chernóbil y sobre el catre que le asignaron espera que sus cuatro hijas puedan salir de Ucrania. “Ahora vino una nueva guerra y muchísima gente no va a volver a Ucrania y eso es muy doloroso”, se lamenta. “Nosotros teníamos una familia, una casa, y ahora está la nada. Yo quiero ir a mi casa, esta con mi familia”.