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Fútbol a este lado
Contra el imperio de la duda
“Sí, estaba yo pa saber”, contesta Julio Salinas cuando Modgi le preguntaba, en un programa reciente de La Sotana, si cuando chutó sabía dónde iba la pelota. Se refieren a una jugada de la final de Wembley —treinta años ya— en la que el delantero del Barça está rodeado de tres defensas de la Sampdoria. No sabe ni él cómo les regatea, estilo recreo, churrigueresco funcional, y se saca, tampoco sabe de dónde, un disparo a portería que Pagliuca despeja con reflejos. Hay una especie de productivismo memorístico por el que sabemos que los finales de las cosas son importantes. Una ruptura traumática recubre, al menos durante un tiempo, el recuerdo de una relación bonita. Hubiera sido un gol inolvidable. Queda, para satisfacción de quien ignore que el vasco cumplió en cada equipo, como epítome del salinismo junto a otro no-gol, también contra Pagliuca, en el Mundial de dos años después. Aquí nos quedamos con su resumen de la jugada de Wembley a Modgi. “Estaba agotado y ya tiras de cualquier manera, hostia”.
Así estamos, Salinas del todo. En los autos locos, diem sin carpe. No me da la vida etecé. Ya es casi verano y al capitán Haddock se le sigue haciendo larga la semana, él sabrá, bendito ocio. Cuando alguien les diga que sabe dónde va a estar trabajando o viviendo no el resto de su vida, sino en cinco años, pidan un deseo. Si no se cumple no era una estrella fugaz, sino seguramente un rentista. Intentar acabar con la duda da paso a la tiranía, dijo Simone Weil, en una frase que puede servir muy bien a la filosofía y a la historiografía pero que en nuestras cabecitas hoy día pasaría por una receta para incubar musgo. No hay duda de que hay que madrugar. Dormir ya es un esfuerzo para cuánta gente, a ver cuándo lo pregunta el CIS. Tareas diarias, como gremlins mojados, por cada una tachada son tres nuevas. A alguien que aprecias sí pero a un superior no puedes tardar en contestarle ni mucho menos dejarle en leído. A gente que salía del examen diciendo que le había salido fatalfatalsuspendofijo y sacaba un 9 la ves en todos los sitios y en todos los proyectos. Mientras, te hablan del peso que es que les vaya bien y de que abajo el trabajo siempre que no sea el suyo.
La duda hecha hábito también puede ser una construcción política, especialmente de género y clase. Y si dudar es humano, “sobredudar” paraliza
Dudar es lógico. De hecho, el síndrome del impostor nos habla de algo positivo. Sirve de antídoto a una egolatría insoportable. Es tu organismo reaccionando al veneno meritocrático, la desconfianza a un cuerpo extraño. Está bien para no ser alguien que diga que su mayor defecto es que es tan perfeccionista que no se ha inventado la ideología, el compromiso o el favor altruista que se adapte a él. Pero la duda hecha hábito también puede ser una construcción política, especialmente de género y clase. Y si dudar es humano, “sobredudar” paraliza. Es casi obsceno, cuando parece más bien una performance. Si Cristiano Ronaldo dijese que a veces siente que no sabe jugar al fútbol, o que dedicarse a ello no llena, ¿qué pensaríamos?, ¿cómo dejaría eso los esfuerzos de un chaval que sueña en las inferiores del equipo de su pueblo? Si en una hambruna Dios da almendras al que no tiene muelas, que se haga un puré o las reparta pero que no nos las enseñe y las tire. No hay pruebas ni, ejem, dudas, de que, como decía el lema “solos nos quieren y nos tendrán en común”, con inseguridades nos desean. Físicas, afectivas, laborales. Solo con alguna de esas tres basta para joderte la vida. Pues nos tendrán peleando por el balón y tirando a puerta como Salinas.