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Fútbol a este lado
Remedios que siempre llegan tarde
Como el vídeo es desagradable, haré lo que han hecho siempre aquellos intelectuales a los que la falta de planes permitía mirar al abismo un viernes por la noche: describírselo a quienes están —a ustedes lectores que están— ocupados viviendo para así ahorrarles un mal cuerpo. Ya se sabe que las palabras lo amortiguan casi todo. Ewald Lienen lucha por un balón dividido y en cuanto se quiere dar cuenta tiene en el muslo una raja bicolor: rojo músculo y blanco hueso. Se le ve el fémur. Quien le clava los tacos en la pierna, Norbert Siegmann, ve solo tarjeta amarilla. Lienen está fuera de sí y demanda por lo civil —no es un decir— al rival y al entrenador de este, Otto Rehhagel. Gajes del oficio, determinan los tribunales. Lienen, que no solo habitaba la banda izquierda del campo de fútbol, llega a ser candidato electoral por la Lista por la Paz —un pequeño partido a medio camino entre verdes y comunistas alemanes— y funda un sindicato de futbolistas antes de retirarse y sacarse el título de entrenador. Por aquí le tuvimos en el Tenerife y su último equipo fue, sorpresa, el St. Pauli. Hoy trabaja en este club como embajador de marca. Y tiene una cicatriz de 25 centímetros.
Existe cierto consenso mediático en etiquetar esta época como una dominada por las pasiones. Raro. Primero, como si estas fueran algo negativo
Termino de hablar con Joe Talbot. Su banda, Idles, es una de las que mejor ha capturado el espíritu de esta época. Frágiles pero enfadados, melancólicos y violentos, miradas al suelo y golpes de pecho, puñetazo y perdón. Sostiene que el optimismo es el único regalo que te deja un trauma. El suyo, su trauma, es mucho más que una entrada salvaje y un muslo abierto. Sus canciones son un intento de cauterizar heridas. En este caso hay una salida creativa pero, ay, la de tiempo que pasamos curando y maquillando cicatrices. En dar cortes por olvidados. Tajos que no parecen tales por no dejar marca visible. Existe cierto consenso mediático en etiquetar esta época como una dominada por las pasiones. Raro. Primero, como si estas fueran algo negativo. Pero, sobre todo, porque en mitad de una crisis material, laboral, emocional y de tiempo nunca antes vista vista, y cada tantos meses sanitaria, lo que seguramente prime sea más el cálculo de riesgo y la gestión de daños. La ansiedad también es anticipar mentalmente qué pasará si metemos la pierna en un balón dividido. Mucho tiempo tendrá que pasar para que nos miremos la piel y sonriamos, como quizá no tardó tanto en poder hacer Ewald Lienen.
Vaya que si casi todo deja huella. Que se lo pregunten a los peces del Manzanares, el río más contaminado por fármacos de Europa. De entre los más peligrosos para la fauna que habita sus aguas, el antidepresivo citalopram. La metáfora que uniría la corrosión de nuestras almas y de nuestro planeta se queda aquí flotando, al gusto y respeto del lector. Hay algo inquietante que nunca sabremos acerca de esos restos químicos. Cuántos de ellos hablan de tarascadas que se saldaron con unos meses fuera de las alineaciones, de la participación plena en el camino que lleva a puestos de honor, mitad de tabla y descensos, de un tiempo finito para volver a esa senda. Y cuántos otros hablan de tallos tronchados, de altas huidizas, horizontes burlones, de peajes ruinosos y remedios que siempre llegan tarde.