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Franquismo
Ruedo Ibérico: una respuesta a la propaganda franquista desde el exilio ideológico
Existe un patrimonio cultural de posguerra ciertamente desconocido por la inmensa mayoría de la sociedad. Incluso hoy continúa siendo comprometido reunir una mayoría parlamentaria en el Congreso de los diputados para condenar el golpe de Estado del 36, así como los crímenes de lesa humanidad derivados del mismo. Una de las muchas consecuencias de esa amnesia selectiva se retrata en el tratamiento institucional hacia la cultura material que en una época tenebrosa sirvió para iluminar el camino hacia la democracia.
La historia de la editorial Editions Ruedo Ibérico conforma uno de los muchos relatos de lucha antifranquista, ahora rescatada y expuesta en el Museu Valencià de la Il·lustració i de la Modernitat (MuVIM) a través de ‘Ruedo Ibérico. Un exili intel·lectual en temps del franquisme’ que complementa a la exposición '¿25 años de paz? El llavat d´imatge del franquisme el 1964'.
El contraste de la España propagandística
Ruedo Ibérico nació en el exilio parisino de la España de posguerra de 1961 como respuesta a la censura intelectual de la dictadura. El objetivo de sus fundadores consistió en la publicación de libros y revistas sobre historia, economía, sociología y política, y desvincularlos de toda influencia partidista como respuesta a la propaganda franquista.
El objetivo de sus fundadores consistió en la publicación de libros y revistas sobre historia, economía, sociología y política, y desvincularlos de toda influencia partidista como respuesta a la propaganda franquista
Sus creadores, Nicolás Sánchez-Albornoz, Ramón Viladás, Vicente Girbau, Elena Romo y José Martínez Guerricabeitia, consiguieron, desde su edición en París, que los libros de Ruedo Ibérico circularan de forma clandestina al otro lado de los pirineos. Estas filtraciones supusieron un verdadero quebradero de cabeza para el Ministerio de Información y Turismo de Manuel Fraga por construir un relato que ponía en evidencia el discurso del régimen.
En 1963 el Ministerio de Información y Turismo lanzó el Boletín de Orientación Bibliográfica (BOB). Una publicación mensual de circulación limitada que ofrecía reseñas sobre las obras que tenían un “especial interés para la patria”.
La prueba evidente del malestar institucional fue notoriamente visible en los análisis que el Boletín de Orientación Bibliográfica hizo de algunas de las obras editadas por Ruedo Ibérico. En el caso del estudio de la guerra civil española, la editorial tenía un interés especial en historiadores británicos y estadounidenses, un denominador común que sirvió a los redactores del BOB para desprestigiar estas obras.
Sus creadores, Nicolás Sánchez-Albornoz, Ramón Viladás, Vicente Girbau, Elena Romo y José Martínez Guerricabeitia, consiguieron, desde su edición en París, que los libros de Ruedo Ibérico circularan de forma clandestina al otro lado de los pirineos
La Guerra Civil Española de Hugh Thomas, convertida en la biblia del antifranquismo en el exilio, se ganó unas reseñas en los números 37 y 38 del BOB de 1966. “Lo difícil que resulta para un extranjero la comprensión de cualquier país, dificultad que se acrecienta cuando el país tiene unas características tan complicadas”, escribieron desde el organismo dependiente del Ministerio de Manuel Fraga.
La editorial usaba en algunos casos pseudónimos en sus publicaciones, aunque para determinados autores esta herramienta no resultó fructífera para impedir su ingreso en prisión. Este fue, por ejemplo, el caso de Luciano Rincón, condenado a siete años de cárcel por parte del Tribunal de Orden Público (TOP) por la publicación de dos obras —Nuestros primeros veinticinco años e Historia de un mesianismo— bajo el pseudónimo de Luis Ramírez.
Unión en la lucha antifranquista
Muchas fueron las personas que participaron a lo largo de la historia de la editorial. Manuel Castells, Joaquín Leguina, Pascual Maragall o Eva Forest, entre otros, aportaron su firma. Aunque esta última lo hizo bajo el pseudónimo, como era habitual, de Julen Agirre. También unos jóvenes Manolo Miralles, Antonio Saura, José Ortega, Ricardo Zamorano o José María Gorriz proporcionaron su calidad estética a la revista, fruto de la amistad que mantenían con Antonio Pérez, uno de los impulsores más destacados de aquella gran iniciativa y símbolo de la cultura antifranquista.
Antonio Pérez (Sigüenza, 1934) fue uno de los colaboradores más activos de los inicios de la editorial Ruedo Ibérico. En los años 60 se instaló en París desde donde participó en la creación. En los comienzos no solo le dotó de nombre, inspirado en las novelas de Valle-Inclán, sino que además también dirigió la colección de poesía y los premios de poesía y novela. Incluso se encargó de proveer a la editorial de aquellos artistas plásticos y gráficos para ilustrar las primeras publicaciones y cuadernos.
Gracias a la colección que él mismo comenzó en los años 50 tras conocer a Manolo Millares y Antonio Saura en Cuenca, nació la Fundación Antonio Pérez. Su director, Jesús Carrascosa, agradeció durante la inauguración de ‘Ruedo Ibérico. Un exili intel·lectual en temps del franquisme’ al museo de la Diputación de València la posibilidad de tener presencia en una muestra tan necesaria. “Un esfuerzo para que en España también ocurriesen cosas y construir un relato diferente del actual, que es necesario recordar hoy”, concluyó el director.
Hasta 1977, la editorial publicó desde su sede en París, y posteriormente, ya en democracia, se trasladó a Barcelona, donde desarrolló su actividad hasta 1982. Una etapa difícil, tanto por la situación económica de la editorial, como por la pérdida de su identidad y su función en el contexto político de la Transición
Hasta 1977, la editorial publicó desde su sede en París, y posteriormente, ya en democracia, se trasladó a Barcelona, donde desarrolló su actividad hasta 1982. Una etapa difícil, tanto por la situación económica de la editorial, como por la pérdida de su identidad y su función en el contexto político de la Transición Española. Sólo cuatro años más tarde, uno de los fundadores de Ruedo Ibérico, José Martínez, fallecía en su casa de Madrid. El diario escrito El País recogía la noticia, “José Martínez, fundador de la editorial Ruedo Ibérico, muere en Madrid tras años de aislamiento”.
Su amigo y colaborador habitual del formato, Luciano Rincón, en declaraciones a El País afirmó que el editor se fue apenado por lo que él consideraba un fracaso profesional tras años de lucha desde el exilio. El promotor de Ruedo Ibérico había conseguido volver a España en 1977 después de que la embajada española aprobara su pasaporte tras 30 años de exilio para instalarse en Barcelona. La autopsia revelaba que murió por asfixia. Martínez Guerricabeitia falleció el mismo día del referéndum de la OTAN, razón por la que varias hipótesis rodearon su muerte, entre ellas la del suicidio.
Ruedo Ibérico en la desmemoria
El fin de sus publicaciones también pudo suponer el homenaje a una generación de exiliados antifranquistas. Por lo contrario, estas obras, como tantas otras, se han mantenido en la oscuridad historiográfica española a pesar de tratarse de unas de las pocas fuentes fiables de la época.
Estas obras, como tantas otras, se han mantenido en la oscuridad historiográfica española a pesar de tratarse de unas de las pocas fuentes fiables de la época
Ruedo Ibérico consiguió, durante dos décadas, que la historia más reciente de España fuera contada desde una perspectiva ajena a la censura de la dictadura. Un puente de diálogo entre la oposición en el exilio y la que permanecía en España, entre la cultura silenciada y la perseguida. Además de convertirse en un auténtico centro de peregrinación cultural y política.
La exposición estará disponible hasta septiembre de 2022 y su acceso es gratuito. La muestra es fruto de la colaboración entre las diputaciones de València y Cuenca, con una cultura material única gracias a la colección cedida por la Fundación Antonio Pérez.