Francia
Jean-Marie Le Pen, el antisemita y torturador que resucitó a la extrema derecha francesa

La muerte a los 96 años del fundador del Frente Nacional representa el final de un dirigente que contribuyó a la derechización del país, pero se ganó una mala reputación que ha frenado la llegada al poder de los ultras en Francia.
Jean Marie Le Pen
Jean Marie Le Pen en un mitin del Frente Nacional en Francia en 2012. (CC BY-NC)
8 ene 2025 10:43

Francia estuvo a punto de perder el martes a dos Le Pen en menos de 24 horas. El día empezó con la sorprendente noticia de que el barco con el que viajaba la ultraderechista Marine Le Pen sufrió un accidente en el archipiélago de Mayotte. Otra embarcación impactó de manera aparatosa contra la barca en que viajaba la líder de la Reagrupación Nacional (RN). Cuatro personas resultaron heridas en ese accidente, pero Le Pen salió indemne.

Finalmente, la información más destacada tuvo lugar unas horas más tarde: su padre Jean-Marine Le Pen, cofundador en 1972 del Frente Nacionalrebautizado en 2018 como RN—, murió a los 96 años. El histórico líder de la extrema derecha estaba ingresado en un hospital desde noviembre y su deceso no sorprendió a nadie, aún más teniendo en cuenta su avanzada edad. Quizás lo más sorprendente fue el concurso de eufemismos en que participó buena parte de la clase política y mediática galas para reaccionar ante esa noticia.

“El combate contra el hombre se ha terminado, pero continúa la lucha contra el odio, el racismo, la islamofobia y el antisemitismo que hizo prosperar”, reaccionó Jean-Luc Mélenchon

“Ahora le toca a la historia juzgar”, se limitó a afirmar el Elíseo sobre un dirigente conocido por sus actos de tortura durante la guerra de Argelia y sus múltiples comentarios antisemitas. “Más allá de las polémicas, que eran su arma preferida, y las disputas necesarias sobre el fondo de las cosas, JM Le Pen fue una figura de la vida política francesa”, aseguró el primer ministro, el centrista François Bayrou, que ganó el premio al tuit lacrimógeno del día

Un promotor del “odio racista”

Desde la izquierda, no solo denunciaron las reacciones amnésicas por parte de la derecha tradicional de Los Republicanos (LR) y los partidos afines al presidente, Emmanuel Macron, sino también la amenaza que representan las ideas de Le Pen. “El odio era su oficio”, titula en su portada de este miércoles el diario comunista L’Humanité. “El combate contra el hombre se ha terminado, pero continúa la lucha contra el odio, el racismo, la islamofobia y el antisemitismo que hizo prosperar”, reaccionó Jean-Luc Mélenchon, el principal referente de la Francia Insumisa (afines a Podemos o Sumar).

El líder de la extrema derecha entre 1972 y 2011 tuvo un rol preponderante en la normalización de la xenofobia y el ultranacionalismo. Contribuyó a que se derechizara el debate público, sobre todo cuando se tratan cuestiones relacionadas con la inmigración y el islam. Sin haber ocupado ningún cargo ministerial —ni siquiera ejerció de alcalde o presidente de región—, influyó en la trayectoria de su país. Sin duda, lo hizo en un sentido negativo.

Según el historiador Fabrice Riceputi, autor de 'Le Pen et la Torture', el futuro líder del FN estuvo implicado en “varias decenas” de acciones de tortura, así como “ejecuciones arbitrarias”, durante la guerra de Argelia

Jean-Marie Le Pen fue el “diablo de la República”, según la expresión del historiador Grégoire Kauffmann. Su gran mérito consistió en implantar un partido fundado por neofascistas y un ex miembro de las SS. No obstante, su hija lo expulsó en 2015 de esa formación para desmarcarse de ese pasado. El miedo que aún suscita en millones de franceses el apellido Le Pen es uno de los principales obstáculos a la llegada al poder de los ultras.

Torturas durante la guerra de Argelia

Nacido en 1928 en el departamento bretón de Morbihan (noroeste de Francia), Jean-Marie Le Pen se interesó por la política desde sus años como estudiante universitario de Derecho en París. Allí empezó a militar en la monárquica y nacionalista Acción Francesa. Las primeras décadas de su vida adulta destacaron por los vaivenes entre su actividad política —fue uno de los diputados poujadistas entre 1956 y 1962— y su participación en operaciones militares en las entonces colonias de Indochina (Vietnam) y Argelia.

Según el historiador Fabrice Riceputi, autor del libro Le Pen et la Torture, el futuro líder del FN estuvo implicado en “varias decenas” de acciones de tortura, así como “ejecuciones arbitrarias”, durante la guerra de Argelia. Él mismo lo reconoció sin ningún tipo de rubor en su libro de memorias Le fils de la nation (El hijo de la nación). “Sí, el ejército francés llevó a cabo esa cuestión (torturas) para obtener informaciones durante la batalla de Argel”, escribió en 2018.

Le Pen impulsó en 2004 la trama de falsos asistentes en el Parlamento Europeo. Esta duró hasta 2016 y sirvió supuestamente para malversar 4,5 millones de euros de la Eurocámara

La guerra de Argelia, y el pasado colonial de Francia en su conjunto, influyeron en el ADN del partido que cofundó en 1972. La independencia de esa colonia acentuó la detestación que sentía por el general Charles de Gaulle (presidente de Francia entre 1959 y 1969), al que reprochaba su oposición al colaboracionista Pétain. La mayoría de los grupúsculos que estaban a la derecha del gaullismo se unieron con la creación del FN. Había miembros del movimiento neofascista Orden Nuevo, antisemitas, antigaullistas y colaboracionistas de los nazis.

“Complejo de Drácula”

En principio, no debía ser Jean-Marie Le Pen quien liderara el FN, sino uno de los miembros de Orden Nuevo, un grupúsculo que se identificaba con el MSI italiano, el primer partido en que militó Giorgia Meloni. Tras lograr el liderazgo, el patriarca de los Le Pen impuso el relato de que se trataba de su formación. Y reforzó esa idea a través de un culto a la personalidad, lo que comportó que millones de franceses lo percibieran como un dictador en potencia.

Ese modelo vertical, unido a su obsesión por el dinero —se convirtió en millonario después de heredar la fortuna de un primo en 1976—, contribuyeron a las múltiples corruptelas de ese partido. Le Pen no solo poseyó, con gran secretismo, dos cuentas bancarias en Suiza, sino que también impulsó en 2004 la trama de falsos asistentes en el Parlamento Europeo. Esta duró hasta 2016 y sirvió supuestamente para malversar 4,5 millones de euros de la Eurocámara. Por este caso, su hija Marine se enfrenta a una posible inhabilitación durante cinco años, lo que representaría un revés para este partido en pleno auge.

En 2005, sostuvo que la ocupación nazi de Francia no había resultado “especialmente inhumana”

Durante años, el FN fue percibido como algo folklórico. Apenas obtuvo el 0,74% de los votos en las elecciones presidenciales de 1974. Sus primeras sorpresas electorales llegaron a partir de los años 80; por ejemplo, en las elecciones europeas de 1984 logró más del 10% de los sufragios, consiguiendo su mayor respaldo en aquellos barrios más ricos de París en que la presencia de personas migrantes resultaba marginal. Como explica el historiador Nicolas Leubourg, especialista en la extrema derecha, en el digital Mediapart, Jean-Marie Le Pen “tenía un complejo de Drácula. Le gustaba que lo dieran por muerto y enterrado (…) para luego volver más fuerte y dar miedo”. Fue hasta cinco veces candidato en unas presidenciales (1974, 1988, 1995, 2002 y 2007).

Un provocador antisemita

Aunque el RN presentó este martes a su fundador como “un visionario”, la realidad es que fue una oportunista. Sus obsesiones cambiaron en función de las tendencias del momento. En los 80, se identificaba con Ronald Reagan y su discurso destacaba por su neoliberalismo, atlantismo y odio hacia los comunistas. En cambio, en los 90, y ante las resistencias crecientes que generaba la arquitectura neoliberal de la Unión Europea, adoptó unos postulados populistas y euroescépticos.

En realidad, el ADN político de Le Pen fue su nacionalismo y racismo, y su obsesión por la tríada inseguridad-inmigración-islam. Estas simpatías se vieron adobadas por sus recurrentes declaraciones negacionistas y antisemitas. En 1987, dijo que los campos de exterminio nazis habían sido “un detalle de la historia”, e insistió en esa misma idea de manera reiterada. En 2005, sostuvo que la ocupación nazi de Francia no había resultado “especialmente inhumana”. Y hace diez años insinuó que deberían “meter en un horno” a un grupo de famosos artistas, entre los que había el cantante judío Patrick Bruel.

Ninguna persona con una mínima conciencia progresista soltará una lágrima por la muerte de Jean-Marie Le Pen. Pero el repaso de su trayectoria sí que sirve para recordar dos lecciones útiles para la izquierda

A pesar de que esos comentarios le valieron hasta una treintena de condenas judiciales, le sirvieron para convertirse en el enfant terrible de los medios galos. El patriarca de los Le Pen demostró cierto olfato desde principios de los 80 al entender la importancia del espectáculo televisivo. En medio de un programa de debates, se levantó de su silla para hacer un minuto de silencio “en memoria de las decenas de millones de hombres muertos por la dictadura comunista”. Tras tomar las riendas del FN en 2011, Marine Le Pen intentó desmarcarse del antisemitismo y las contantes provocaciones de su padre. Conservó, sin embargo, la xenofobia y el nacionalismo del FN original, así como su habilidad para avanzar sus peones ideológicos.

El gran éxito del legado de Jean-Marie Le Pen no solo es el auge electoral del RN —su hija se clasificó para la segunda vuelta de las presidenciales en 2017 y 2022—, sino también la deriva derechista de buena parte de la clase política del país. Así se ve reflejado en el actual Gobierno. El ministro del Interior, Bruno Retailleau, utiliza un lenguaje casi idéntico al de los ultras, el de Justicia, Gérald Darmanin, asocia la inseguridad con la inmigración y el de Ultramar, Manuel Valls, es un exdirigente socialista conocido por sus reflexiones islamófobas.

Ninguna persona con una mínima conciencia progresista soltará una lágrima por la muerte de Jean-Marie Le Pen. Pero el repaso de su trayectoria sí que sirve para recordar dos lecciones útiles para la izquierda: la importancia de la perseverancia en la política y la posibilidad de cambiar un país sin ocupar cargos ministeriales.

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