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Fotografía
Fiebre Photobook: el universo ilimitado de los libros fotográficos
Profesora-Investigadora Titular de la Universidad de Castilla-La Mancha (Facultad de Comunicación)
Dice el historiador de la fotografía Horacio Fernández que los libros son objetos simples, apenas papel y tinta, pero donde cabe todo, incluido el universo ilimitado que existe en sus páginas. Esos objetos llevan acompañándonos desde hace varios cientos de años. Y, de un tiempo a esta parte, conviven con el presagio sistemático que nos anuncia una defunción que, como es evidente, no llega. Son múltiples las razones que podrían ayudarnos a comprender por qué el mercado editorial, si bien sufre los cambios y envites propios de la época que transita, resiste. Que resista no quiere decir que no lo haga sin esfuerzo o, incluso y en ocasiones, a duras penas. Pero no son pocas las iniciativas exitosas que celebran el hecho de crear, divulgar o disfrutar con libros de todo tipo y condición.
El Festival Fiebre Photobook decidió, hace más de diez años, adoptar esa forma comunitaria y celebrativa para consagrarse a la divulgación de un tándem especial: la fértil unión entre el papel y la imagen fotográfica. Quizás no sea este el lugar donde replicar relatos aspiracionales que insisten en sostener cómo muchos de los proyectos más fulgurantes a nivel comercial parecerían surgir de las mentes prodigiosas de un conjunto de jóvenes emprendedores, hacinados en el garaje de una casa, a las afueras de alguna ciudad. Pero algo de ese escenario sí se dio en el surgimiento de la plataforma Fiebre Photobook: el hacinamiento. Porque esta iniciativa vio la luz en el seno de una pequeña escuela de fotografía ubicada en Madrid: BlankPaper Escuela. Si bien el lugar era mínimo por su tamaño (en comparación con otras instituciones que, a comienzos de los 2000, estaban encargadas de la formación en materia fotográfica), de sus aulas salieron un conjunto de acciones y de personas que, junto a otros muchos profesionales de la fotografía nacional, llevan más de una década sosteniendo, dinamizando e internacionalizando la fotografía del estado español.
La plataforma Fiebre, codirigida por Miren Pastor y Bonifacio Barrio Hijosa desde sus comienzos, ha ido cambiando de forma a lo largo de los años y en la actualidad se revela como un espacio multidisciplinar que aglutina una feria anual destinada a la compraventa de fotolibros, encuentros y conversatorios con destacados agentes del sector fotográfico, un premio para el desarrollo y publicación de un trabajo fotográfico y una biblioteca en línea que atesora (atención) más de 1.100 fotolibros para su consulta pública. Esta plataforma se desarrolla al alimón de colaboradores muy conocidos en el contexto fotográfico como la editorial Dalpine, Artes Gráficas Palermo, La Troupe o el Photobook Club Madrid, entre otros. Pero también de una férrea comunidad de personas que apoyan la iniciativa y que el pasado fin de semana se dieron cita (superando los 8.000 visitantes) en la undécima edición del festival.
No era una ocasión cualquiera. El año anterior fue el único en la trayectoria del festival donde no pudo celebrarse el encuentro por falta del apoyo económico que precisa la organización de acciones de esta índole en una ciudad como Madrid, donde la gestión cultural es una gesta infinita. Entre puestos de fanzines fotográficos y talleres para un estudiantado curtido ya en la cultura visual, se hizo espacio a la presentación de algunas publicaciones a las que conviene dedicar unas líneas.
Bastan unos datos para comprender la magnitud de la reciente aparición de Buscando lo imposible. Una antología de textos sobre el origen de la fotografía (Martí Llorens y Rebecca Mutell, eds.; Ana Galán, trad.): cien textos traducidos en su gran mayoría por primera vez al español, de 46 autores que, entre 1816 y 1844, consiguieron inventarse la fotografía. Los tres completísimos tomos que conforman esta publicación se acompañan de una incalculable cantidad de notas, comentarios, información extra y apreciaciones de sus autores y traductores puestos a disposición no solo de los aficionados a esta sorprendente etapa de la fotografía, sino también de una comunidad investigadora que, por medio de este valioso trabajo, puede consultar por primera vez muchos de estos escritos.
De un libro de textos se pasó a un libro de libros que repite el canon de aquellos manuales destinados a compendiar fotolibros reseñables en las historias nacionales de la fotografía. Livros de fotografía em Portugal: Da Revoluçao ao Presente (David-Alexandre Guéniot, Filipa Valladares, José Luís Neves, Susana Lourenço Marques, eds.) conmemora los cincuenta años de la Revolución de los Claveles que puso punto y final a esas cuatro interminables décadas de Estado Novo en Portugal. Esta obra recoge 88 fotolibros del país vecino creados desde 1977 y hasta nuestros días. Un The Photobook: A History que trata de ordenar y visibilizar, fuera de sus propias fronteras, el cautivador y poco conocido escenario de la fotografía portuguesa.
Si algo ha caracterizado siempre a este festival es, precisamente, su ambiente festivo. Por eso no es de extrañar que una de las presentaciones más concurridas fuera la de los fanzines FiestaFiesta puestos en marcha en 2010 por el fotógrafo Ricardo Cases y la diseñadora Natalia Troitiño. La colección cuenta ya con catorce números y sigue en activo a la espera del próximo proyecto que tome forma en las sencillas 32 páginas que componen cada fascículo. La democratización de una práctica como la compra de fotografía en diferentes soportes (donde el coleccionismo puede resultar una actividad de alto riesgo) es el sello de identidad de estos pequeños libros a la venta por 10 euros, en tiradas de un puñado de ejemplares y embolsados en unos sobres de papel como si de un par de manzanas se tratase. Huelga decir que tanto la selección de los trabajos, como su puesta en página y el diseño de cada número son el resultado del relevante conocimiento, en materia fotográfica, de las personas implicadas en su edición.
Estas publicaciones (y muchas otras) nos permiten mirar y reflexionar colectivamente sobre el hecho fotográfico y sobre las temáticas e intereses de un conjunto de personas que ponen su talento, su energía y su tiempo al servicio de la fotografía, un medio de comunicación y expresión que, por cierto, tampoco se extingue. Si, como vaticinaba Sontag, parece que en esta época todo lo que hacemos está destinado a culminar en una imagen fotográfica, que al menos esa instantánea sea el retrato de una iniciativa tan necesaria y tan bonita como esta.