Feminismos
Internacionalismo feminista a fuego lento: crónica de un encuentro

¿Cómo tejemos resistencias globales feministas desde la realidad de cada territorio? En un momento de movilizaciones masivas y con el 8 de marzo a la vuelta de la esquina distintas activistas comparten un espacio de reflexión para debatir sobre la coyuntura y la construcción de un grito global común.

Encuentro feminista Madrid
Encuentro feminista Madrid, en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Lotta Tenhunen
26 feb 2019 10:56

Lo llaman la Sala de Protocolo y su forma se asemeja a la del vientre de una ballena, un espacio con luz velada y gruesas paredes redondeadas. Nos sentamos en círculo, “a modo de asamblea”, explica Sara Buraya, del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. En ese círculo con varias filas de sillas somos más de 100 mujeres, bolleras y trans de todos los pelajes imaginables: expectantes, con cuadernos, bebés porteados, curiosas, contentas y alborotadas. Queda muy poco para el 8 de marzo.

Sí, también hay algún hombre en la sala. Son las 19h y es 19 de febrero. Está a punto de comenzar el acto Voces situadas 6. Marea feminista. Articulando resistencias feministas frente a violencias globales con cinco ponentes de Marruecos, Andalucía, Argentina e Italia acompañadas por Julia Santos de la Comisión feminista 8M Madrid, Lotta Tenhunen, de la Fundación de los Comunes y Sara Buraya.


Durante más de dos horas la sala de protocolo se convertirá en una caja de resonancia de un nuevo internacionalismo feminista: 8 de marzo, feminismos, contraofensivas, huelga, cuidados, anticapitalismo o colonialismo. Un timbre común en el que reconocerse y encontrarse y comprobar que a pesar de la distancia resuenan experiencias y reflexiones comunes. Comienza el acto.

La fresa y la cuarta ola

¿Cómo se cruza lo sindical con lo colonial y lo laboral? Halima Benaoui de la Liga Democrática de Derechos de la Mujer (Rabat, Marruecos) habla de las temporeras de la fresa en Huelva y pide a la sociedad civil y los movimientos sociales más compromiso con estas mujeres, más presión para que se respeten sus derecho humanos.
Pastora Filigrana: “Hay que cuestionar este modelo de explotación de los cuerpos migrantes, hay que cuestionar el colonialismo” 

De la fresa también habla Pastora Filigrana. La temporada en Huelva está a punto de comenzar: “7.000 hectáreas cultivables de frutos rojos”, mucha mano de obra mal pagada. Eligen a mujeres marroquíes migrantes con familia para asegurarse de que vuelven a sus pueblos. Sufren todo tipo de acoso y explotación: “Hay que cuestionar este modelo de explotación de los cuerpos migrantes, hay que cuestionar el colonialismo”.

Una pregunta que le hacen muy a menudo: ¿Estamos en la cuarta ola del feminismo? Pastora con emoción y apremiada porque se le acaba el tiempo explica que están pasando cosas muy ilusionantes, que el feminismo ha salido de la marginalidad y ahora es hegemónico. Es un feminismo que se enuncia como anticapitalista, antirracista, anticlasista, antifascista. Un feminismo que articula respuestas transversales, que sabe hilar malestares o lo que ella llama “dolores de barriga”. Pone un ejemplo: la huelga del 8M y cómo se está articulando en la lucha contra los CIE. “No sé si estamos en la cuarta ola, pero sea lo que sea, lo tenemos que surfear”. 

El ¿despertar? de la extrema derecha

“Me alegra comprobar que nuestras reflexiones son similares a pesar de estar lejos”. Tatiana Montella viene de Roma (Italia) y forma parte de Non Una di Meno. Está emocionada por poder compartir un espacio así y conocer distintas experiencias. Recoge el testigo de Pastora sobre el feminismo antirracista para repasar el avance de la ultraderecha a nivel mundial y sus alianzas con fundamentalismos religiosos y el capital, porque “el capitalismo no es solo un sistema económico, sino un sistema ideológico”. Italia es un claro ejemplo donde el catolicismo se ha aliado con el gobierno y han hecho del antifeminismo su bandera. Pone dos ejemplos: la situación de las mujeres migrantes y la política de refamiliarización del gobierno.
Italia es un claro ejemplo donde el catolicismo se ha aliado con el gobierno y han hecho del antifeminismo su bandera

La ley Salvini, apodada así por su impulsor, Matteo Salvini, vicepresidente italiano y ministro del Interior, limita la protección de migrantes, facilita las expulsiones y convierte en un calvario cualquier solicitud de asilo. El Gobierno de la ultarderecha italiano ha transformado el Ministerio de Igualdad de Oportunidades por el Ministerio de Familia, quiere cambiar la ley del divorcio conseguida por las luchas feministas de los 70, la ley de aborto o la ley de violencia de género. Un suma y sigue. Una vez más la respuesta feminista solo puede ser antirracista y anticolonial.

Lo que ocurre en Italia pasa en más partes del mundo. El feminismo ha despertado a la bestia dormida de la ultraderecha. O al menos esa parece la nueva consigna por parte de determinados sectores sociales. Hasta que las feministas han tomado las calles, la política institucional estaba más tranquila. Un ejemplo es el de las compañeras que hicieron campaña en contra de Bolsonaro con su “Ele nao”, se las culpabiliza de haberle catapultado al poder. Para Lucía Cavallero, de Buenos Aires (Argentina), activista de Ni Una Menos, este relato forma parte de un proceso de deslegitimación del feminismo que cada vez es más fuerte. “Se está generando un sentido común culpabilizador por todo lo que el feminismo ha abierto”. La otra estrategia pasa por negar la capacidad política del feminismo. “Las feministas no hacemos política”. En Argentina en estos momentos “vivimos una triple ofensiva” explica Lucía. Militar, con una criminalización selectiva de las luchas territoriales, eclesiástica donde la ideología de género es punta de lanza, y financiera. Miles de mujeres están endeudadas porque no pueden pagar los suministros básicos, la deuda es la forma de llegar a fin de mes. “El endeudamiento de la vida cotidiana confisca el deseo de transformación”.

El binomio fantástico

Hay algo nuevo en este feminismo. Verónica Gago, también de Buenos Aires e integrante de Ni Una Menos, habla de masividad y radicalidad. Radicalidad porque tiene unas raíces muy claras. “Ya lo han dicho las compañeras: anticapitalista, anticolonial, antirracista”. Sin embargo, puntualiza, “siempre se ha dicho que para ser masivas había que moderarse”. En este caso ocurre todo lo contrario, la capacidad de sumar distintas conflictividades sociales está siendo el gran motor del movimiento, “no nos hemos quedado en los mínimos” y eso ha hecho que estemos en un momento histórico, de movilizaciones multitudinarias. Como su colega Lucía Cavallero habla de la contraofensiva que vive el feminismo en este momento y busca el origen en tres “poderes” que ha desplegado el movimiento.
Un segundo elemento que azuza la contraofensiva es la capacidad del movimiento de establecer alianzas transversales. “El feminismo como un vector de luchas, que ha ayudado a que emerjan de manera conjunta un montón de voces diferentes”
El primero es la capacidad de hacer un diagnóstico complejo: reconceptualizar y unir distintos tipos de violencia, nombrar y decir cosas como que la deuda es violencia “eso nos ha hecho ensanchar la huelga como herramienta”, abrir los análisis, vincular las luchas. El detonante de esta nueva mirada es el deseo que muchas mujeres expresaron en el inicio de los debates en torno al paro Internacional: “Yo no puedo parar, pero quiero parar”. Eso les llevó a preguntarse “¿Qué significa para cada una de nosotras parar y cómo se nota mi ausencia?”. A partir de ahí empieza la huelga como proceso y no como fin.

Un segundo elemento que azuza la contraofensiva es la capacidad del movimiento de establecer alianzas transversales. “El feminismo como un vector de luchas, que ha ayudado a que emerjan de manera conjunta un montón de voces diferentes”. Ahí Verónica pone como ejemplo el feminismo afro, villero o migrante.

Por último, señala el poder de desestabilización del feminismo al producir proximidad entre luchas muy distintas, vincular realidades tan lejanas, al menos aparentemente, como lo rural o lo agro, con lo urbano.

¿Un sentimiento? Emoción. Las experiencias de una resuenan en la otra. ¿Un reto? Pensar cómo tejemos más allá de los grande eventos. Estamos ante un nuevo internacionalismo feminista que no tiene estructura, trasciende los grandes eventos organizados para contraprogramar la agenda del neoliberalismo, es un internacionalismo de cuerpos y territorios. La huelga es un proceso político que va más allá del 8 de marzo.

El público

En el debate se lanzan muchas reflexiones en formato de pregunta o reflexión. Hay, sin embargo, un sentimiento común: el de agradecimiento. Espacios y encuentros como éste son más que necesarios para reconocerse, para reconocernos, para alimentar un nuevo feminismo internacionalista que desde la idiosincrasia de cada territorio se articula a nivel global con luchas y consignas comunes. Tatiana Morella lo tiene muy claro cuando responde a la pregunta de ¿qué aporta la huelga feminista?: “Un proceso de subjetivación muy importante”. Nos ensancha la mirada.
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