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Feminismos
Ana Requena Aguilar: “Me rebelo contra la idea de que el periodismo feminista es hacer activismo”
La periodista Ana Requena reivindica el placer como parte de un discurso feminista que ha introducido en la agenda la preocupación por la violencia sexual y ha cambiado los términos en los que se aborda. Pero sin goce, mantiene, no hay transformación.
Ana Requena Aguilar (Madrid, 1984) dedica a sus abuelas, Ana y Fina, un libro sobre placer, deseo y feminismo. Porque a ellas el placer, el sexo, el conocimiento de su cuerpo, les fue negado, dice. Las siguientes generaciones hemos deseado, nos hemos tocado y hemos follado un poco más, pero dentro de unos marcos similares. Esa es la conversación que Requena propone a un feminismo cuya fuerza quedó a la vista con las huelgas feministas y cuya capacidad transformadora se vio con los cambios legales que sucedieron a la sentencia de La Manada que no vio intimidación en la violación a una chica en los sanfermines de 2016. La conversación que propone, la del placer, ha de acompañar a la lucha contra la violencia sexual para poder cambiar los marcos, mantiene.
De ella se suele remarcar que fundó eldiario.es en 2012, que puso en marcha el blog Micromachismos en 2014, o que ganó el Premio Comunicación No Sexista en 2015. También que tuvo mucho que ver con el movimiento Las Periodistas Paramos que en 2018 impulsó primera huelga feminista, entre otros datos biográficos que justifican que hoy sea un referente del periodismo feminista. En Feminismo vibrante (Rosa Editorial, 2020) se prodiga en verbos con los que reivindica el placer como eje de un feminismo de todas. Por difícil que eso parezca.
En un momento de tu libro comentas qué supone ir comiendo un Calippo por la Gran Vía y quise proponerte hacer así la entrevista, pero no me pareció serio. De eso hablas en Feminismo vibrante también, de perder autoridad por hablar de ciertos temas. ¿Has perdido autoridad por hablar de desear, gozar, acariciar, frotar, lamer, palpar, estimular, meter, excitar...?
No lo sé aun… Cuando hablo de ese temor, de esa sombra de perder autoridad o seriedad por intentar construir un discurso que tiene que ver con todos estos verbos y con usarlos, es porque existe un temor por la imagen que tenemos de qué es el periodismo serio, el periodismo importante, de cómo tenemos que hacer periodismo. Todo eso está contagiado por valores que tienen que ver con esta sociedad patriarcal. Estoy segura de que para algunas personas perderé seriedad, seguro que hay quien me degrada en la escala del periodismo serio y riguroso, pero espero ganar otras cosas. Sobre todo mi sensación de hacer algo en lo que creo.
Dices que se puede perder autoridad por hablar de placer pero, ¿no se arriesga también eso cuando te dices periodista feminista? ¿No es esa una etiqueta que te quitaba puntos, al menos hasta hace no mucho, del carné de periodista seria?
Sin duda no es lo mismo llamarse hoy periodista feminista que hacerlo hace diez años, pero tampoco es lo mismo que hace cinco, ni dos. Todo lo que hemos vivido como sociedad, desde La Manada, al aumento de conciencia social muy grande sobre la violencia machista, las movilizaciones del 8M… Todo eso ha contribuido a muchas cosas, entre ellas a que muchas periodistas no solo perdieran el miedo a llamarse feministas sino a que lo consideren algo positivo. Y creo que eso ha tenido un impacto en los medios, y lo hemos hecho entre todas, apoyándonos para dar ese paso minimizando los costes.
Si el periodismo feminista no es militante es porque tenemos que contar cosas que a parte del movimiento feminista no le gustan
Yo hace muchos años que he asociado mi periodismo a mi feminismo, y eso ha ido evolucionando. Me rebelo contra la idea de que el periodismo feminista es hacer activismo, eso es una etiqueta que nos ponen para desacreditarnos y tacharnos de subjetivas y de poco rigurosas. Es injusto, y creo que ser periodista feminista es hacer bien nuestro trabajo y partir de puntos de vista necesarios y olvidados. También, desde dentro del feminismo, se pide al periodismo feminista que haga un papel que no le corresponde: si el periodismo feminista no es militante es porque tenemos que contar cosas que a parte del movimiento feminista no le gustan, o tenemos que hacer visibles controversias que a algunas les pueden no gustar.
¿Ser periodista feminista no es trabajar para contentar a las feministas?
Siempre lo digo, hacer periodismo feminista no es hacer periodismo para el feminismo, ni para contentar al feminismo, ni solo para el feminismo. Es una forma de entender nuestro trabajo que abarca muchos aspectos. Abarca hacer periodismo con perspectiva de género, revisar las fuentes, los enfoques, el cómo jerarquizamos la información… Pero también se trata de qué entendemos por ser periodista, y por ser periodista seria.
¿Eres una periodista seria?
Sí.
Dedicas a tus abuelas un libro sobre placer que tiene un coño en la portada. ¿Qué tienen que ver tus abuelas con el feminismo vibrante?
Mientras escribía, hubo varias veces en las que pensé que me daba vergüenza que me leyeran…. Me lo decía medio en serio medio riéndome, pero lo cierto es que lo pensé varias veces. Me apetecía darle la vuelta y pensar que quería reivindicarlas a ellas en un libro que quiere hablar del placer y del deseo. Ellas son una generación que ha vivido en la negación absoluta del deseo, del sexo y de su propio cuerpo. Mis abuelas, como las de cualquiera, me han contado historias como que se enteraron de lo que era la regla el día que la tuvieron, o que el primer beso fue con su marido en el altar… Eso a nuestras generaciones nos parece increíble pero convivimos con ellas y quería dedicárselo. Además, hay una parte en la que reflexiono sobre cómo ciertos mandatos que tenían nuestras abuelas, aunque han cambiado en la forma, son parecidos a los nuestros o tienen el mismo trasfondo, un trasfondo estigmatizante, patriarcal.
El patriarcado se preocupa por que sintamos culpa desde pequeñas y nos niega la posibilidad de estar a gusto con nuestros cuerpos, en nuestra relaciones, entre nosotras
¿Qué es y qué se necesita para hacer feminismo vibrante?
Feminismo vibrante es el feminismo del goce, como lo llaman las compañeras latinoamericanas. Es el feminismo que quiere que hablemos del placer, del deseo, del sexo, de la forma en la que nos relacionamos. De lo que sí queremos. Es un feminismo que busca situarnos como sujetos deseantes y esto, que parece a veces trivial, es en realidad muy importante. La culpa es muy patriarcal, el patriarcado se preocupa por que sintamos culpa desde pequeñas: culpa porque se nos ven las bragas o porque nos dicen algo por la calle. Nos niega la posibilidad de estar a gusto con nuestros cuerpos, en nuestra relaciones, entre nosotras. El feminismo vibrante busca poner el foco ahí, reivindicar el placer y situarlo como elemento de nuestro discurso feminista, porque esto está directamente relacionado con la violencia sexual, con los estereotipos de género, la socialización…
Se ha hablado mucho de violencia sexual en los últimos dos años, y han cambiado cosas. ¿Cuánto ha tenido que ver este periodismo feminista y situado que afloró en la huelga feminista del 2018 con las reacciones tras la primera sentencia de La Manada?
Creo que lo que ha sucedido en la calle, en las casas o en los centros de trabajo ha alimentado lo que pasaba en las redacciones, y creo que lo que ha pasado en las redacciones es gracias al trabajo de muchas periodistas durante muchos años, no solo los últimos. Muchas periodistas están intentando cambiar el relato, la forma, el fondo, las voces… Mucha gente ha visto las violencias machistas, las violencias cotidianas, y el periodismo ahí ha tenido mucho que ver. Hemos influido en la agenda, porque hay periodistas feministas desde hace mucho tiempo intentando cambiar la mirada. Y desde hace dos años este trabajo se ha multiplicado, porque estas mismas periodistas han hecho ese trabajo viéndose respaldadas aunque fuera desde lo externo, y los medios han tomado nota. Ahora bien, si buscamos que sea un cambio transformador por completo, pues no. Pero estamos en un momento en el que vivimos un boom de buenas prácticas, de replantearnos el periodismo de una manera que creo que de manera tan generalizada no se había hecho. Luego tienen que cambiar muchas dinámicas.
En eldiario.es habéis hecho y publicitado esfuerzos por avanzar en esa agenda, por ejemplo equilibrando la opinión o creando la figura de la redactora jefa de género, que tú ocupas. El medio cumple ocho años en unos días… ¿Es hoy eldiario.es un medio feminista?
Es un medio que intenta ser feminista y donde hay una preocupación real, y creo que una convicción importante. Como redactora jefa de género tengo una parte ganada, porque desde ese inicio hace ocho años ha habido una conciencia sobre determinados temas. Eso ha ganado fuerza por muchos motivos, creo que por el empeño de mucha gente que se ha ido sumando y ha entrado con esa convicción o se ha contagiado de ella. No me gusta presumir de que somos feministas, pero sí creo que hay un trabajo permanente y generalizado.
Un puesto como el que ocupas, ¿no tiene el peligro de convertir a quien lo ocupa en una policía que va detrás de sus compañeros, señalándolos?
Es un riesgo parecer la vigilante, la que está para cuestionarte… por eso creo que aun estamos viendo qué significa tener un rol de este tipo. Son puestos de creación reciente y cada una estamos viendo a nuestra manera cómo lo construimos. Hay una parte de Pepita Grilla y ahí tengo una parte de trabajo ganado. Pero es inevitable que haya un objetivo que creo que es el de incomodar. Claro que queremos construir, y no hacer solo de vigilantes, pero es difícil tener un rol de estos y no incomodar.
Creo que vivimos una época interesante como mujeres: se crean jefas de género, se inventa el Satisfyer, hacemos huelgas feministas, hablamos de placer… Pero esto no viene acompañado de un proceso paralelo de repensar las masculinidades. ¿A dónde vamos nosotras sin que haya un replanteamiento por parte de ellos?
Hay una preocupación grande al respecto que creo que comparten varias generaciones de mujeres. Nosotras nos hemos repensado, cuestionado, abierto a nuevas formas de vivir y de vernos, y sentimos que los hombres no nos están acompañando en la misma media. Y queremos que nos acompañen: no queremos renunciar a amigos, hermanos, amantes, novios, parejas, compañeros de cualquier tipo con los que compartamos lucha, principios y placer de muchos tipos. Hay un meollo no resuelto en la masculinidad, no atendido, y si no abordamos eso es muy difícil que lleguemos a dónde quizá nosotras como feministas imaginamos.
Muchas veces se dice que es bueno para ellos que acabe el patriarcado y, idealmente, sí. Pero no hay que ser ingenuas, estamos hablando de perder estatus, de cuestionar privilegios y conductas a las que están tan acostumbrados que muchas veces no se dan cuenta.
No caigamos en la trampa, que me parece patriarcal, de creer que se habla de una cosa o de otra. Hay espacio para hablar de violencias machistas, violencia sexual, autodeterminación de género y también de placer
Le pongo un “pero” a tu libro. Hablas de un feminismo del goce, para todas, pero me parece utópica esta visión del feminismo, desde luego me lo parece en este momento. ¿En ese feminismo vibrante que propones, ¿caben todas? ¿Caben las mujeres trans?
Claro que caben. Yo no tengo ningún problema y no me parece que esté en conflicto con el feminismo vibrante ni con ningún otro. Yo me he sentido cansada muchas veces a lo largo de este año, como creo que les ha pasado a muchas feministas: que se han sentido cansadas, dolidas, desmoralizadas. Este libro nace de una historia personal y durante la escritura tuve que afianzar la necesidad de salirme de este cansancio para ponerle gusto. Estoy harta de que la agenda esté marcada por asuntos polarizados, desgastantes. Claro que hay que hablar, debatir y enfadarnos, pero no caigamos en la trampa, que me parece patriarcal, de creer que se habla de una cosa o de otra. Hay espacio para todo. Y hay espacio para hablar de violencias machistas, violencia sexual y autodeterminación de género y también de placer. Tenemos que marcar nuestra agenda y salir del círculo vicioso de entrar en debates endogámicos, marcados.
Creo y quiero pensar que es posible un feminismo incluyente, amplio y con matices. Un feminismo en el que nos reconozcamos las unas a las otras. Habrá muchas feministas que son referentes para mí a las que mi libro les parecerá innecesario, malo y que no estén de acuerdo. Yo me he propuesto seguir reconociéndolas a ellas como referentes en algunas cosas. Hay muchas mujeres de las que he aprendido con las que hoy no estoy de acuerdo, pero no me apetece entrar en el juego de desacreditarnos, lo que no quiere decir que no podamos debatir. Sabemos que se paga un precio por ser activamente feminista, pues ya que eso no es fácil, vamos a intentar hacer un feminismo que por lo menos no sea hiriente entre nosotras.
Este debate en los feminismos, ¿refleja una disputa por qué feminismo ocupa las instituciones?
Hay una disputa ideológica feminista, la ha habido muchas veces antes en otros momentos políticos y geográficos que conectan con el momento en que vivimos. Existe un debate que tiene que ver con el poder, aunque nos chirríe esa palabra. Estamos disputando el relato en un momento en que el feminismo tiene una atención y una legitimidad que no ha tenido antes. Y esto ha coincidido con una disputa política en la que por primera vez en España hay un partido distinto de izquierdas con cargos en instituciones relacionados con Igualdad. Hay una disputa interna fuerte. Parece que cuesta admitirlo pero decirlo no es posicionarte, es hacer análisis político.
Y, por acabar con algo más vibrante: dime un libro vibrante, una canción vibrante y un juguete sexual.
Libro vibrante, Las edades de Lulú. Canción vibrante: “Noches blancas”, de Dorian. Y un juguete sexual: la lengua, es gratis y siempre la llevamos encima.