Extractivismo
Notas de la Extremadura rebelde

Diario de a bordo de una investigación, aún en curso, sobre extractivismo verde y otros crímenes de los poderosos en el Estado español a su paso por Extremadura.
Tractorada ecologista Extremadura
Movilización contra el proyecto de mina de litio de Cañaveral (Cáceres). Fotografía: Plataforma “No a la mina de Cañaveral”.


28 jun 2023 07:00

No sé cuántas veces lo he reproducido. Pero cada vez que le doy play al vídeo promocional del proyecto de minería de litio que Lithium Iberia promueve en Cañaveral (Extremadura) el efecto es el mismo: primero la náusea, después la rabia. Antes de finalizar el primer minuto ya han hecho su aparición casi todos los conceptos clave del capitalismo verde: sostenibilidad, medio ambiente, Unión Europea, economía verde y circular, energía limpia, nueva movilidad, litio, y mi “preferido”, minería sostenible. Una voz en off recita las virtudes del proyecto mientras se intercalan imágenes de paisajes idílicos, coches eléctricos y el rápido y salvaje fluir de un río libre (¿cuál será en la Extremadura de los pantanos?). Paisajes suizos e industria alemana gracias a la minería “especialmente respetuosa con las limitaciones ambientales, sociales y culturales”.

Durante los aproximadamente 20-30 años que durará la explotación se crearán 400 empleos directos, mil indirectos, y otros 300 en la fábrica de cátodos que otra compañía de dudosa transparencia, Phi4tech, ha proyectado en la misma localidad. Eso es mucho decir en una comarca especialmente azotada por la despoblación (en 1900 había el doble de población de la que hay ahora). Según las declaraciones de Lithium Iberia, con las 30.000 toneladas de litio anuales se contribuirá a la producción de 2,5 millones de baterías de coches eléctricos, impulsando la cadena de valor en la región. No hay otra solución: capitalismo verde o Mad Max.

Elecciones
Ciclo electoral Verdades incómodas de las que nadie habló en campaña
Un repaso a las principales líneas de tensión social, ecológica y territorial de Extremadura, por completo ausentes del debate electoral en los últimos comicios.

Pero por más que veo el vídeo no puedo reconocer el territorio que caminé junto a lxs activistas de la Plataforma No a la mina de Cañaveral. La burda animación anula la complejidad de la dehesa, el entramado de vida que salta de los alcornoques a las encinas, que desde las sierras cercanas se prolonga por la superficie y el subsuelo de los terrenos que el capitalismo verde quiere explotar. Quizás por eso la propaganda olvide mencionar que la explotación se plantea en lo que históricamente fueron los comunales de la comarca, afectando a los municipios de Grimaldo, Holguera, Torrejoncillo, Casas de Millán, Pedroso de Acím y Cañaveral, con un inmenso patrimonio histórico y social. El film de ciencia ficción elude mencionar que el proyecto extractivista afectará a zonas Red Natura 2000 y ZEPA/ZEC como la de Monfragüe, fundamentales para la reproducción de especies amenazadas. Omite también la glotonería capitalista por el agua y el estrés hídrico al que someterá el territorio. Lithium Iberia ha solicitado extraer 69 litros de agua por segundo del acuífero el Galisteno, vital para la zona. Esto en un contexto de calentamiento global y cronificación de la sequía. Esto en un momento donde la seca, la enfermedad que ya se ha extendido por miles de hectáreas de encinas y alcornoques, amenaza silenciosamente a los árboles más debilitados por la carencia de agua y humedad.

El capitalismo sostenible, solución para todos los problemas globales exige sin embargo el sacrificio de zonas que llevan siglos dando, siendo explotadas, vaciadas y arrinconadas

El vídeo olvida las explosiones, los lodos, las escombreras y las nubes de residuos que flotarán hasta las reservas de agua de las que beben lxs cacereñxs. El vídeo no menciona los miles de euros empleados en dividir a los pueblos, las migajas que arrojan aquí y allá con el característico desdén de los poderosos. El capitalismo sostenible, solución para todos los problemas globales, exige sin embargo el sacrificio de zonas que llevan siglos dando, siendo explotadas, vaciadas y arrinconadas. Reflexiono esto mientras termino de ver el vídeo, vuelvo a las notas de campo y repaso los artículos greenwashing comprados por la empresa en los diarios locales. Y sí, hoy hay un equipo de baloncesto que se llama Sagrado Corazón Lithium Iberia.

No se trata de una iniciativa aislada. El eje del litio extremeño estaría acompañado por la contestada mina que Infinity Lithium proyecta a dos kilómetros del centro urbano de Cáceres. La compañía, una oscura pantalla de capitales australianos, lleva años llamando a puertas de los poderosos y comprando voluntades corporativas y periodísticas a fin de allanar la explotación de uno de los espacios natural, social y simbólicamente más importantes de la ciudad. Es difícil transmitir la afinidad y vínculo de la región con esa sierra, pero trataré de hacerlo. Imaginad una explotación minera en mitad de Collserola (Barcelona), la Casa de Campo (Madrid) o el Ezcaba (Iruña). Imaginad que no es solo un territorio con un intrínseco valor natural o afectivo, sino que además se erige sobre el acuífero que nutrió históricamente a la población. Súmale a eso el valor simbólico de ser el lugar que habita “La Virgen de la Montaña” patrona de la ciudad, lugar de romería y devoción y del que cada año desciende la imagen de la virgen para que decenas de miles de cacereñxs la honren. Cada vez que he preguntado a alguien qué era la Montaña para ellxs, independientemente de sus sentimientos hacia la mina, hacia la política, me han respondido de forma muy parecida: es nuestra. Así, en plural.

Imaginad una explotación minera en mitad de Collserola (Barcelona), la Casa de Campo (Madrid) o el Ezcaba (Iruña). Imaginad que no es solo un territorio con un intrínseco valor natural o afectivo, sino que además se erige sobre el acuífero que nutrió históricamente a la población

Este sentimiento explica el rechazo frontal que Cáceres le dedicó a la mina. Los políticos, incluso los del PSOE (antes en el gobierno) tan cómodos profesando su fe extractivista, desarrollista y expoliadora, no pudieron más que acompañar, un poco de perfil, un poco mirando para otro lado, al pueblo en su rechazo. Pero Cáceres está cansada. Lo está de ver marchar a los jóvenes, de perder oportunidades, de estar del lado equivocado de la historia. Tiene miedo, de desaparecer, de empobrecerse aún más, de sumergirse, quizás sin remedio, en la precariedad. Y, como han demostrado las elecciones locales, el miedo y la incertidumbre están pudiendo más que el afecto y la defensa del común. Da igual que, tal y como me comentó el geólogo Juan Gil (y han confirmado múltiples instancias judiciales) el proyecto sea un disparate. Un atentado contra el acuífero de El Calerizo, contra especies protegidas, contra el tejido productivo realmente sostenible existente y potencial de la Sierra de la Mosca. Para el geólogo, la situación del megaproyecto en medio de la sierra de la Mosca solo viene justificada por razones espurias, facilidad de conexión y de acceso, ahorro económico. En definitiva, la perniciosa eficiencia neoliberal de la que ya conocemos de sobra su devastador coste ambiental.

Da igual la razón, la ciencia o el sentimiento. El agotamiento de una parte significativa de la gente es tan brutal que están dispuestos a sacrificar una de las expresiones más significativas de su identidad por una magra oportunidad de futuro, aunque sea mentira. Están, desde luego, lxs que resisten. La Plataforma Salvemos la Montaña lleva años ya organizando, luchando, planteando la resistencia en las calles y en los tribunales. Junto a otras organizaciones como Ecologistas en Acción han conseguido pararle los pies al inicial megaproyecto a cielo abierto propuesto por el capital australiano (el nuevo será “sostenible” y subterráneo). La movilización social ha conseguido paralizar los permisos, las actuaciones y, lo que es más importante, demostrar la ilegalidad permanente en la que viven y prosperan corporaciones criminales como Infinity Lithium. Pero no es suficiente. El capital es paciente y cuenta con recursos, medios e instrumentos que multiplican los que pueden movilizar el activismo.

A esta situación han contribuido las instituciones públicas acostumbradas al trapicheo, a traficar con su tierra y a entregarse en brazos del colonialismo interno energético. Prueba de ello es la reunión que mantuvieron los testaferros del capital australiano extractivista con el expresidente de la Junta de Extremadura. Prueba de ello son, también,  las declaraciones de la que probablemente sea la nueva presidenta de la comunidad: «Si (la mina) es buena para Cáceres y no tiene riesgo, el PP la apoyará».

La movilización social ha conseguido paralizar los permisos, las actuaciones y lo que es más importante, demostrar la ilegalidad permanente en la que viven y prosperan corporaciones criminales como Infinity Lithium

El extractivismo extremeño se vende a la población no como algo probable, sino inevitable. Una Extremadura que, junto a Portugal,  pasaría a estar a la cabeza del nuevo modelo industrial verde y digital al que quiere transitar Europa. Por eso todo son alfombras rojas para el neocolonialismo interno, para el capitalismo verde. Phi4tech ha comenzado ya la construcción en Badajoz de “la primera fábrica de celdas de baterías del sur de Europa”, punta de lanza de un ambicioso proyecto integral de almacenamiento energético. La Junta del PSOE aplaudió con alborozo las declaraciones, prevaricando al facilitar con decretos como el del litio los ya de por sí tibios trámites administrativos y ambientales de la minería en la región. La narrativa es clara. Los de arriba necesitan los recursos extremeños para la nueva era de riqueza y desarrollo. A cambio del sufrido sacrificio de algunos paisajes propios de la fallida economía del pasado, el capitalismo verde traerá progreso, trabajo, y la promesa de proteger la vida social y natural en un territorio golpeado por la pobreza, el desempleo y la expulsión forzada de población. No queda más remedio, el tren de la historia pasará, lo que hay que ver  es si nos arrolla o si podemos sacar algo de ello. Esto último no son mis palabras, son las de un zapatero de un barrio obrero de Cáceres, que las decía bien alto y claro mientras asentía otro cliente.

Al calor de esta oleada neoextractivista “verde” se multiplican otros proyectos que difícilmente pueden camuflarse como sostenibles. Este es el caso del megaproyecto minero que Atalaya Mining ha proyectado al sur de la comunidad, entre los municipios de Alconchel, Táliga y Olivenza (aunque los pueblos afectados ascienden a la treintena).

Desde lo alto del Castillo de Alconchel se domina la región, se comprende la lógica geográfica de la zona, sus bosques, zonas de pasto, de cultivo, las sierras y las aguas. Cuando los activistas de la plataforma Alconchel sin Minas señalaron la zona de corte no daba crédito a lo que veía.

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Extractivismo Cierre en falso del proyecto de mina en Alconchel
A pesar del archivo del procedimiento, la resolución de la Junta de Extremadura mantiene vivo el proyecto de las minas de Alconchel, Táliga y Olivenza.

La mina afectaría una zona de altísimo valor ecológico -zona Red Natura 2000- actualmente protegida por cuatro niveles normativos: el local, el autonómico, el nacional y el Europeo. No solo afectaría irreversiblemente una zona protegida. Fragmentaria el conjunto de los territorios protegidos, pondría en riesgo los acuíferos y aguas (y con ello el medio de vida de la región). Situaría, además, bajo un régimen de permanente amenaza al pueblo de Alconchel por el desborde o rotura de las balsas con lodos tóxicos. Por si fuera poco, el trasiego de trailers transportando residuos, restos minerales y explosivos discurriría por el centro urbano del pueblo, y más concretamente del colegio y escuela infantil. El conocido como proyecto Ossa Morena no vende futuro ni coches voladores. La principal justificación del proyecto, la única que garantiza la viabilidad de la mina es la extracción de oro. Se trata de un proyecto por definición especulativo, así lo señala la documentación corporativa. El proyecto de factibilidad económica indica así mismo los ridículos beneficios después de impuestos: 23.240.407 euros en 10 años. Si, has leído bien, 23 millones de euros por el futuro de una comarca. La compañía conoce ya los pozos que han secado con sus catas ilegales. La compañía conoce los riesgos futuros, los daños irreparables que traerá su actividad. A la luz del material documental ofrecido por la Junta y por la minera la cosa está clara: o la vida o la mina. A pesar de ello la compañía no duda en declarar en su informe de impacto ambiental que: “La actividad de Atalaya Mining se encuentra bien posicionada para desempeñar un papel fundamental en la estrategia global y nacional de descarbonización, al proporcionar el mineral necesario para la transición energética y contribuir a la independencia económica”.

El extractivismo extremeño se vende a la población no como algo probable, sino inevitable. Una Extremadura que, junto a Portugal,  pasaría a estar a la cabeza del nuevo modelo industrial verde y digital al que quiere transitar Europa

Pero no solo se trata de daños ambientales. La nueva oleada minera alimenta y nutre tradicionales redes caciquiles y clientelares, contribuyendo a un clima de miedo, represión y enfrentamiento en regiones particularmente afectadas por la expulsión poblacional, el envejecimiento y desproporcionadas tasas de desempleo y pobreza. Al igual que Lithium Iberia e Infinity Lithium, la compañía con sede en Chipre Atalaya Mining ya ha comenzado su tarea divisiva de compra de lealtades, públicas y privadas. Como prueba una anécdota. Caminaba junto a los activistas por las calles de Alconchel, cuando me detuve frente a la oficina que esta había alquilado en el centro del pueblo. Antes de que pudiera sacar la cámara para hacer una foto, la persona que había alquilado el local a la minera ya había comenzado a imprecarme. Entre gritos y gestos amenazantes continuamos nuestro paseo por el pueblo, me di cuenta de las miradas, de los saludos y de los silencios. De la división que trataba de sembrar el capital. Mientras caminábamos, los activistas mencionaron las tácticas mafiosas del PSOE, entonces en el gobierno contra aquellos que se expresaran en contra de la mina, negando licencias y empleos. El poder político local camina en Extremadura de mano de capitales extranjeros, violando alegremente todos los niveles normativos imaginables. El Caciquismo extractivista es hoy una realidad en Extremadura.No sé si existe el concepto como tal, pero si no lo fuera habría que inventarlo.

No me atrevo a hacer pronósticos acerca de cómo acabarán estos proyectos. La situación es, como me reconocían los activistas de estos tres territorios, cuanto menos compleja. Pero si difícil es resistir más lo es convivir con la inacción, la corrupción de las autoridades y la hipocresía de los especuladores. Por ello, cierro estas breves notas lanzando mi admiración, sincera y profunda por esa Extremadura que defiende el territorio, su forma de vida, su historia y su identidad. Por esa Extremadura rebelde.

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