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Entrevista La Poderío
“Con el duelo migratorio te enfrentas a muchos duelos diferentes al mismo tiempo”
Carmen Gollonet Bautista, 42 años, es malagueña de nacimiento, sevillana de adopción y, desde hace 14 años, holandesa por accidente. Carmen es la sensatez y la pasión, todo en una. Licenciada en derecho, en el curso 2004-2005 estuvo de Erasmus en Nimega (Países Bajos) donde conoció a su pareja, pero su plan no era quedarse allí. El inicio de su vida profesional coincidió con la crisis económica de 2008 y se vio, como la mayor parte de jóvenes en ese momento, enlazando prácticas que no llevaban a ningún lado. Así que decidió probar suerte en Holanda, y hasta hoy, que se dedica a ayudar a gente de fuera de la UE a seguir un programa de inserción del Ayuntamiento de Ámsterdam. Un camino largo, a veces tortuoso, a veces maravilloso. Como la vida. En este tiempo el duelo migratorio ha atravesado su experiencia. Y es que, al final, los duelos nos transforman para siempre.
¿Cómo explicarías el duelo migratorio a la gente que no ha vivido nunca un proceso migratorio?
El duelo migratorio es un torbellino de emociones que experimenta quien deja su país para establecerse en un país extranjero con carácter definitivo (no se aplica, por tanto, a quien temporalmente se va a vivir al extranjero). En muchos casos va acompañado de una crisis de identidad porque en el país de acogida ya no puedes seguir creando tu identidad en base a lo que antes formaba parte de tu día a día. Todo es, de repente, diferente: el idioma, los paisajes, los olores, los sabores, el clima, las estaciones del año, la gente que te rodea, la cultura, el tipo de conversaciones... Además, estás en muchos de los casos, o solo o sin tus redes de antes para lidiar con todo esto.
Es algo muy bestia emocional y mentalmente hablando. Si por cada cambio que se produce en nuestras vidas hay un duelo que elaborar en menor o mayor medida; con el duelo migratorio te enfrentas a muchos duelos diferentes al mismo tiempo.
¿Cómo ha sido tu duelo? ¿En qué momento estás?
Ha pasado por diferentes fases. Al principio tuve que trabajar tanto en encontrar mi sitio profesionalmente y aprender el idioma que no tuve tiempo de pararme a analizar el alcance que tenía la decisión de emigrar. Siento que no me despedí bien de lo que dejaba atrás porque mi idea era volver cuando la cosa mejorase en España. De ahí que no fuera consciente ni de la importancia de cerrar una etapa de la vida antes de empezar otra, ni de que al volver se produciría el llamado “choque cultural a la inversa”, ni de lo difícil que sería poder volver cuando has construido ya tanto en el país de acogida.
“La inmigración es una oportunidad magnífica de parar y preguntarse: quién soy yo realmente y cómo quiero vivir mi vida”
Como decía, la integración me demandó mucho al principio, olvidando hacer pausas en el camino. Hasta que, en algún momento, coincidiendo con un trabajo en el que gozaba de buenas condiciones laborales, pero que no me hacía feliz, tuve un burn out. Fue para mí un punto de inflexión en mi vida. Toqué fondo, pero fue el principio de un viaje precioso hacia el autoconocimiento y de una vida más respetuosa hacia mí misma. Migramos con nuestra mochila de experiencias vitales. Y al ser la inmigración un estresor de por sí, puede activar cosas de tu vida anterior no atendidas en su día. Así que es una oportunidad magnífica de parar y preguntarse: quién soy yo realmente y cómo quiero vivir mi vida.
Después de 5 años en Holanda, tuve la necesidad de volver. Volví a España a intentarlo y, al no encontrar lo que yo iba buscando, regresé un año después. Esta nueva fase en Holanda fue mucho más amable y liviana que la anterior en cuanto a la integración. Si bien no exenta de retos. De hecho fue, precisamente en esta segunda etapa, cuando experimenté el duelo migratorio de manera más intensa. Mi hija tenía entonces año y medio y me pesó no poder tener a mi familia cerca en un momento tan importante como ese.
Respecto a en qué momento me encuentro actualmente, es un momento estable en el que, por fin, recojo los frutos de tantos esfuerzos. Al mismo tiempo, esta entrevista tiene lugar a una semana de haber vuelto de España después de tres semanas de vacaciones. Estos momentos son siempre muy delicados y es normal querer quedarse y no querer volver. Afortunadamente, he ido adquiriendo herramientas para gestionar esos momentos que siguen siendo confrontadores y dolorosos.
Tu trayectoria profesional ha estado vinculada a la migración, ¿cómo crees que sería el acompañamiento ideal del duelo migratorio?
El gusanillo de dedicarme profesionalmente a la inmigración ya me había picado antes de emigrar. En España había realizado prácticas en el servicio jurídico de CEAR (Comisión Española de Ayuda al Refugiado). Me gustó tanto que prolongué la experiencia, una vez terminadas las prácticas, trabajando como voluntaria.
Y en Holanda, tan pronto pude, hice todo lo (im)posible por continuar por ese camino. Empecé haciendo voluntariado para la organización que da apoyo a los refugiados a nivel nacional (Vluchtelingenwerk) con un rol de trabajadora social.
Más tarde me contrató una organización que desarrolla proyectos de integración enfocados en fomentar el aprendizaje del idioma y en facilitar la participación de la ciudadanía en la sociedad. Dentro de esta organización (Akros Taal Participatie) trabajé para el Punto de Información del Idioma (Taal Informatie Punt) como asesora del idioma orientando tanto a los extranjeros en el aprendizaje/mejora del idioma como a los holandeses con bajo nivel de escolarización, que también tienen dificultad a la hora de participar activamente en la sociedad por la falta de dominio de su propia lengua.
Actualmente, trabajo para el Ayuntamiento de Ámsterdam (Gemeente Amsterdam) gestionando una cartera de usuarios procedentes de fuera de la Unión Europea que están obligados a seguir un programa de integración y a los que guío en este proceso.
En el acompañamiento del duelo migratorio es importante la escucha activa sin juicios, la empatía y la cercanía
Desde mi experiencia personal y profesional, en el acompañamiento del duelo migratorio es importante la escucha activa sin juicios, la empatía y la cercanía. Recordar que cuando los duelos se hacen patológicos o cuando vienen acompañados de problemas de salud mental los tiene que tratar un psicólogo o psiquiatra.
La maternidad es en sí misma todo un desafío, ¿cómo es vivirla en el extranjero?
Un doble desafío… Solo esta pregunta daría para otra entrevista, jaja.
Cuando estamos fuera se exacerba la necesidad de reafirmar nuestra identidad ¿Es tu caso? ¿Te sientes más andaluza ahora? ¿Cómo mantienes el vínculo con Andalucía?
Si te refieres a esa parte de la identidad que tiene que ver con los orígenes de uno estoy muy conectada con Andalucía. Intento ir con frecuencia para disfrutar de los míos y respirar mi cultura. Esos viajes me recargan y dan la vida. Pero, al volver, sigo siendo yo y no tengo tanto al alcance esos referentes culturales. Al emigrar te replanteas muchas cosas y reflexionas sobre términos que se dan por hecho. Por ejemplo, ¿qué conforma mi identidad? Tus lugares y a tu gente los llevas en el corazón. Por lo demás, mi mirada es global y abierta al mundo.
No obstante, es sano conectar con tu idioma y cultura en el extranjero y airearte un poquito. Tengo la suerte de vivir en Ámsterdam donde hay mucha oferta cultural. No me pierdo nunca la Bienal de Flamenco ni el Spanish Film Festival. Visito con frecuencia la Biblioteca Pública de Ámsterdam para sacarle a mi hija libros en español y sigo la agenda cultural del Instituto Cervantes que organiza bastantes cosas interesantes. Y, aunque me relaciono con muchas culturas diferentes, mis mejores amigos son curiosamente hispanohablantes: de España, Chile, Argentina y Perú. Lo que demuestra que compartir la misma lengua materna es casi más importante que tu procedencia geográfica a la hora de sentirte como en casa fuera.