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Vacaciones
Si no fuera por esto
Tenemos la suerte de haber conocido a personas maravillosas en la universidad, como si dentro de un complejo engranaje que despedaza todo ánimo encontrásemos un huequito no solo donde refugiarnos y cuidarnos sino también para sabotear la máquina, en amistad y rebelión.
Pisamos con la prudencia y firmeza necesarias cada piedra y cada roca para no resbalarnos. Queremos llegar a una de las últimas rocas del acantilado que parece nos invita a sentarnos y contemplar el mar. Una vez llegamos allí y nos sentamos las dos, pues no cabíamos todas y las demás fueron a otras piedras, cogimos aire y nos quedamos en silencio. El sonido de las olas chocando con agresividad, el olor a humedad y salitre, un viento fresco que hacía pensar en la chaqueta que llevábamos en las mochilas, la bruma que difuminaba la vista y el viaje que recorre el sol escondiéndose y pintando preciosos colores en el cielo para luego dejarnos una vez entrada la noche con las estrellas y la luna. Allí arriba nos miramos y en los ojos de la otra lo vimos claro, fue como si afirmásemos nuestra existencia, una verdad, mediante lo que sentíamos. Nos abrazamos con cariño para después acariciarnos. Y a mi me recorre una sensación de alegría desde el estómago al pecho que hace inevitable sonreír.
La cuestión es que esta verdad que nos descubrimos y sentimos desde el afecto es a su vez una negación. Como estudiante pienso que esta verdad descubre la mentira de la universidad. Esta institución académica nos proyecta como sujetos exclusivamente racionales, que deben cumplir unos objetivos concretos y curtirse para la sociedad del trabajo que nos espera ahí afuera. Nos mecaniza, nos absorbe y genera deseos que solo reproducen este mundo. Abrazar la frialdad para sobrevivir emocionalmente. Sujeto caníbal, mercancía y una líquida existencia como diría el grupo de punk Accidente.
Y como en otras tantas instituciones y categorías las contradicciones pueden encontrarse en su seno y por lo tanto la posibilidad de su negación, destrucción y superación también. La suerte de haber conocido a personas maravillosas en la universidad, como si dentro de un complejo engranaje que despedaza todo ánimo encontrásemos un huequito no solo donde refugiarnos y cuidarnos sino también para sabotear la máquina, en amistad y rebelión.
Nos quedan muchos pasos por dar, muchas caricias en la mano que terminan por agarrarse en un paseo, muchos besos y abrazos en la plaza, en casa o en el piso, en la playa y en el río. Evitar el aburrimiento veraniego e intentar, si el trabajo o demás coacciones no lo impiden, disfrutar, pensarnos y relacionarnos desde los afectos, el cariño y los cuidados. Queda todo por afirmar y por vivir, quee la alegría no sea excepción. Si no fuera por esto no tendría sentido.