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Coronavirus
Escritos de confinamiento #1: Estoy saturao
Han sido varias las veces que he perdido esta batalla, quería salir pero no tenía fuerza para encontrar una justificación y tener que sostenerla frente a la autoridad. Puede parecer ridículo, y en parte lo es, ¿cómo se puede perder la batalla contra una ficción? Bueno, si soy sincero, creo que estamos gobernados por una.
¿Qué onda amigos del sacapuntas? Espero que no lo estéis pasando muy mal, yo he venido aquí a hacer amigos, a buscar cómplices.
Desde hace unos días estoy derrotado, derrotado por viejos recuerdos y entregas urgentes, tengo pendientes conversaciones, trabajos, incluso algunos compromisos propios de la militancia. El bloqueo es total, soy incapaz de ponerme al servicio de ninguna de estas empresas. Siempre me ha perseguido esta pelea con, o contra, la productividad; la necesidad apremiante de lidiar con las tareas que se nos imponen desde fuera contra el impulso de no hacerlas. Aunque también me he visto incapaz de hacer cosas que quería y la angustia por fallar a esos amigos incansables que se dejan la piel por seguir adelante con todos los proyectos políticos, e incluso para imaginar otros nuevos, siempre está ahí. Se me hace difícil describir este estado, lo que puedo decir es que me deja impotente y txikito, a partes iguales.
El encierro solo hace que agravar la impotencia, se nos prohíbe salir, no podemos hacerlo más que para ciertas actividades. Es aquí, semanas después del comienzo de esta tortura, donde se aprecian los efectos sobre el cuerpo. Un cuerpo que se ha hecho pequeño, que se ha acostumbrado a la falsa seguridad que le dan cuatro paredes, donde no tiene que tener una justificación para estar. Han sido varias las veces que he perdido esta batalla, quería salir pero no tenía fuerza para encontrar una justificación y tener que sostenerla frente a la autoridad. Puede parecer ridículo, y en parte lo es, ¿cómo se puede perder la batalla contra una ficción? Bueno, si soy sincero, creo que estamos gobernados por una.
Siempre me ha perseguido esta pelea con, o contra, la productividad; la necesidad apremiante de lidiar con las tareas que se nos imponen desde fuera contra el impulso de no hacerlas
Pues así están las cosas, se me hace difícil incluso concentrarme en leer cualquier cosa, vagando entre la aldea de Clash of Clans, la Grieta del Invocador y una bicicleta estática envejecida. Me dejo caer por las aguas azules de twitter, lanzó mensajes en botellas en forma de tuits pa llamar tu atención. A veces incluso hago alguna foto con la cámara. Cuando hace sol todo es más fácil, me siento en la ventana, con la espalda apoyada en uno de los lados, un pie en el alféizar y otro dentro de casa. Allí sentado, me suele dar el aire en la cara, miro al patio y veo cómo los arbustos y la hierba se mueven al son del viento. Siempre me acuerdo de las películas de Miyazaki.
Coronavirus
El coronavirus como teatro de la verdad
#Todoirábien es una mentira. #Yomequedoencasa es una condena. El confinamiento iguala porque introduce a todos en el tiempo de la espera, y a la vez, visibiliza las brutales desigualdades existentes.
Fue ayer cuando me tope con una frase de Paul Valery que da nombre, precisamente a una película de Studio Ghibli: «El viento se levanta. Debemos intentar vivir». Me devolvió algo de la fuerza perdida, me invadió el deseo de salir a la calle, de buscar cómplices para trazar planos y vendettas, de encontrar amigos para participar juntos en la huelga de alquileres. Por eso tengo que llevar la contraria a la Gata esta vez (que no sirva de precedente), porque creo que sí es momento de desertar, no de una idea, sino de este, su mundo. Estar atentos a las posibilidades de apertura para otros mundos, nuevas alianzas y viejos amigos. Porque debemos intentar vivir, que no es lo mismo que seguir con vida ¡o eso dicen!
Adur Txo